Publicado en La Prensa, viernes 8 de julio de 2005
Si en Bolivia jamás hubiese existido una sola molécula de gas, la Constituyente y las Autonomía lo más probable hubiesen igual sido parte da la agenda política. A su vez, quisiéramos creer que en este escenario, debido a la ausencia de la consigna de “nacionalización” que ha sido tan efectiva en amalgamar el despotismo sindical, hubiese sido viable el discutir y manejar esta agenda dentro de un marco en el que impere la civilidad, la continuidad económica y la paz.
Lamentablemente tenemos la ilusión de una gran riqueza enterrada bajo nuestro suelo, que junto a un nacionalismo demagógico ha servido como disparador de la intransigencia política y de la movilización anti-democrática de una cuantiosa (pero minoritaria) agrupación social. Su violencia y frustración es comprensible, y su consigna más contundente es “no tenemos nada que perder”. Cuando más del 60 por ciento de la población vive debajo del margen de pobreza, no es de extrañarse que muchos tengan el deseo de inmolarse en vida y hacer probar al “burgués encorbatado” lo que se siente no tener para darle de comer a sus hijos. Pero por muy justo que sea su reclamo, sus tácticas políticas están demostrando ser suicidas para el país.
Lo triste es que al paso que vamos, ese deseo de que todos pasemos igual hambre cada vez será más real. Las empresas especializadas en medir el riesgo de inversión en el mundo y clasificar a los países colocan a Bolivia en los últimos lugares, y a consecuencia las inversiones en nuestro país se harán esperar. Tres de los países con mayor afluencia turística a Bolivia, EEUU, Inglaterra y Alemania están aconsejando a sus residentes evitar venir a nuestro país. Si regresan las movilizaciones y la correspondiente parálisis económica, es muy probable que empiece una fuga de capitales y que la banca se vea forzada a incrementar sus tasas de interés.
En Bolivia la pequeña y microempresa generan 8 de cada 10 empleos, con 83% de la población empleada absorbida por microempresas de hasta 9 empleados. Con cada punto porcentual que se eleve la tasa de interés, menor será la capacidad de este importante sector de generar más empleos. Peor aún, si estas pequeñas empresas siguen siendo estranguladas por bloqueos y parálisis social, muchas tendrán que cerrar sus operaciones o migrar fuera del centro del descontento.
La deuda externa boliviana acaba de ser reducida en un 41%, lo que representa 2.006 millones de dólares y una reducción anual de 113.4 millones de dólares que deberán ser destinada al gasto social. Los grupos radicales movilizados no ha celebrado ni visto en ello un avance de sus justos reclamos, pero si el país – a consecuencia del clima de inestabilidad - cae en un espiral de pobreza, seguramente paralizaran el país una y otra vez hasta lograr vengar años de abandono y corrupción por parte de la clase gobernante. Lo triste es que una justa reivindicación para el pueblo de Bolivia sería desarrollar no tan solo nuestra economía, sino un marco jurídico con el que se meta preso a quien en el futuro intente corruptamente lucrar del poder delegado por el verdadero soberano. Pero en lugar de sed de justicia tenemos sed de venganza, y con tanta permisividad política, con su correspondiente profundización del hambre, habremos terminado de legitimar las consignas de quienes hoy abiertamente proclaman, y pronto se sentirán justificados de, saquear no solo nuestra democracia, sino también nuestro hogar.
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