jueves, 8 de febrero de 2007

Lucro Nacional

Publicado en La Prensa, martes 26 de abril, 2005

En teoría, la información perfecta conduce a tomar mejores decisiones. La información, sin embargo, no siempre es fácil o barata de obtener. Debemos entonces limitarnos a tomar decisiones con la información disponible. ¡Si tan solo pudiéramos retroceder el tiempo y tomar esa decisión sabiendo lo que sabemos hoy!

El tiempo, otro valioso recurso del que contamos tan poco. En este caso, contar con información perfecta se ha convertido increíblemente fácil. Por 50 pesos hoy cualquiera puede adquirir una maquina rudimentaria que sin embargo cumple con ese propósito.
Pero aun teniendo información perfecta, jamás cumplimos con el más básico de los contratos sociales, que es ser puntuales.

La productividad y eficiencia de una economía depende del buen uso de sus recursos. El tiempo es valioso, y por lo tanto, deberíamos hacer un “buen uso” de un recurso “no renovable”. Pero el establecer un contrato, y luego sistemáticamente dejar de cumplirlo se ha convertido tan cotidiano que si alguien invita a su casa a las 8 de la noche, y el invitado llega a las 8:10, se encontrará que el anfitrión está recién saliendo de la ducha. El “desubicado” es quien cumplió con el contrato, y no el que hizo un contrato sin la menor intención de cumplirlo. Que ironía.

Pero no seamos románticos ni dramáticos al tratar el tema. Digamos que quiero vender mi auto. Viene alguien y me hace una oferta. Me parece razonable, y me comprometo verbalmente a vender a ese precio. La persona se va a buscar el dinero. Mientras tanto, viene otra persona y me ofrece más dinero. ¿Qué hacer? ¡Obvio! Rompo mi contrato.

¿Usted haría lo mismo? Parece razonable romper un contrato por unos pesos, verdad, pero no lo es. ¿Por qué? Porque en juego está su credibilidad. Si al romper ese contrato sufre su credibilidad, el día de mañana nadie va a querer tener una relación comercial con usted. A menos que usted tenga muchos autos.

Es el caso, por ejemplo, de Venezuela. En octubre del año pasado, el presidente Chávez subió la regalías al 16.7%. A raíz de esta medida, ConocoPhillips a propuesto reducir su producción de petróleo en 7.5 millones de barriles al año. Por otra parte, ExxonMobil ha amenazado con hacer un juicio al gobierno. A mi, en lo personal, me parece que 16.7% de regalías es razonable. Pero ese no es el punto.

El punto es que el cambiar las reglas de juego no le ha significado a Venezuela mayores perdidas. Se estima que en el 2004 la Inversión Extranjera Directa en Venezuela fue de 21 mil millones de dólares. Lo más increíble es que, aun cuando la retórica anti-americana de Chávez a igualado en virulencia la de su mentor cubano, el 53% de la inversión extranjera provino de los Estados Unidos.

Ese lujo, entonces, se lo puede dar un país que además de ser rico en petróleo y tener acceso a una manera barata de transportarlo, mucho antes de Chávez ya contaba con la infraestructura para explotar ese recurso y más de 60 empresas extranjeras con inversiones en el país.

Quienes evidentemente no se debieron dar ese lujo eran los potosinos, cuyo Comité Cívico reconoce hoy que “se dejo pasar una buena oportunidad para salir de la pobreza” cuando la transnacional FMC-Lithco anunció que no estaba dispuesta a renegociar el contrato que había firmado con el Estado boliviano. Esto representó perder una inversión de 100 millones de dólares y un ingreso de 43 millones de dólares por año para el Estado.

Un amigo me dice que los contratos que firmó el pasado presidente son nulos porque están viciados por corrupción. Otro amigo me dice que las petroleras van a “aguantarse no más” y calladitos aceptar cualquier condición que se les ponga. Puede ser. Pero eso, como diría la canción, “no lo se”. Lo que sí se es que está en juego nuestra credibilidad, y que si queremos lograr justicia, mayores ingresos, y soberanía nacional, al ignorar, modificar o declarar nulo un contrato, debe ser con máxima cautela. Romper contratos puede ser fácil y cotidiano, y si solo tengo un auto, mejor le saco el jugo. Pero si por querer vender más caro el auto luego se queda estacionado en mi garaje, entonces voy a desear haber sabido hoy lo que recién sabré mañana.

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