El poder absoluto cumplió con su promesa, y los militantes de partidos tradicionales han escabullido el juicio colectivo acomodándose donde pudieron, disfrazando el despecho que sienten al saber que en estas elecciones, su fuente de sustento se podría perder. A su vez, los designios del destino parecen haber definido que Bolivia debe primero arrasar con su maleza, antes de empezar nuevamente a sembrar. Es decir, es posible que en los próximos cinco años, ante la falta de condiciones para las inversiones, se hipoteque una vez más nuestro proceso de modernización. Ello, sin embargo, no parece ser tan importante como crear las bases de estabilidad política y gobernabilidad, para lo cual todo indica que la población pretende desechar a la vieja guardia de políticos reciclados, y obligar al sistema político a su largamente esperada renovación.
Reitero mi convicción que el mejor camino para el país es una democracia liberal, lo que significa un accionar político firmemente anclado en procesos democráticos, enalteciendo ante todo la libertad, y fomentando el desarrollo de un mercado sano, justo y productivo. La democracia liberal, como se ha demostrado en naciones como Francia, Suecia, Dinamarca o Noruega, puede tener un alto contenido de redistribución de riqueza y de justicia social. En otras palabras, puede existir un capitalismo con programas de izquierda, porque el capitalismo no es una doctrina política, sino un conjunto de condiciones básicas, o leyes económicas fundamentales, que permiten el desarrollo de la economía moderna. Y si necesitamos ver contrastes en la historia, sugiero estudiar el caso de Alemania Oriental o de Corea del Norte. Por demás está decir que en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rusia y China, ahora privilegian las leyes económicas del mercado, y se esmeran en atraer inversiones extranjeras para mejorar las condiciones de vida de su población.
El tema ideológico, sin embargo, parece ser tan solo una abstracción, cuando el tema central de discusión en estas selecciones ha dejado de ser el “modelo de desarrollo”, y se ha convertido en un Referéndum sobre el repudio de la población hacia un grupito que se siente investido con el don divino de gobernar. Y así, quienes, se suponía, habrían de hacer el planteamiento ideológico en defensa de la estabilidad y del perfeccionamiento de la democracia liberal, se contentan con ser el “anti-Evo”. Irónicamente, la postura liberal, o capitalista, parece haber encontrado resonancia en donde menos la esperabamos, y es el MAS quien se atreve de hablar de capitalismo, cuando todos los demás prefieren eludir la responsabilidad de definirlo en términos claros e inequívocos, aun cuando el mercado y las leyes que lo gobiernan son componentes claves en cualquier proyecto para un desarrollo nacional.
En la ciencia de la administración existe el dicho, “es mejor un mal plan, pero bien ejecutado, que un excelente plan que no se pudo ejecutar”. Por muy bueno que sea el plan de quienes representan la continuidad del sistema político, me temo que existe demasiado resentimiento en la población como para que su propuesta llene el vacío político e ideológico (que su arrogancia tan solo ha ayudado a exacerbar), y por ende veo difícil que tengan la capacidad de gobernar. Pero aun queda la esperanza que en este breve e insustancial período de campaña electoral, el pueblo pueda escoger entre emitir un voto consciente y elegir al mejor postulante, al margen de su pasado, o entrar en el peligroso juego de invocar al ave fénix, mediante un prolongado y agonizante proceso de chaqueo de nuestro agotado, improductivo y estéril terreno político.
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