jueves, 8 de febrero de 2007

Atropellar el desarrollo

Cuando me subo a un taxi, casi invariablemente el conductor parece ser una persona razonable, amable y educada. No pasan siquiera unos minutos, y esa ilusión se desvanece detrás de una serie de bocinazos y atentados contra la vida de- por lo general - inocentes transeúntes. Las faltas contra la civilidad, sin embargo, no son monopolio de quienes prestan este servicio de transporte, ya que los de elegantes movilidades también hacen gala de su impaciencia e imprudencia hacia quienes debemos o queremos caminar.

Creo que este fenómeno se debe a que el taxista no ve al peatón cruzar la calle, y tampoco entiende que sus bocinazos lo único que causan es contaminación ambiental. Y si no ve y no entiende, puede argumentarse que es inocente, o por lo menos que no es culpable de su accionar. ¿Pero cómo que “no ve”? Esta bien que no entienda, ¡pero que no vea! Años atrás, los dueños de esclavos no “veían” en su conducta un atentado contra la humanidad. Y no veían (ni entendían) ello, simplemente porque tener esclavos era perfectamente moral y legal. Entonces, si los reglamentos de transito que norman lo permisible y lo no permisible en la operación de un automóvil son difundidos y aplicados jamás, una persona difícilmente puede ser culpada de ignorarlos olímpicamente. Para mí, el señor taxista, y el encorbatado licenciado, son igualmente inocentes de manejar como perfectos imbéciles.

Movámonos (sin bocinazos) ahora hacia la democracia, hacia el “modelo”, y sus detractores. Resulta que ahora se ha vuelto “democrático” arrojar el auto de la demagogia contra quien tenga la osadía de transitar en un sentido contrario al mío, y que si le toco bocina, o mejor aún, le cierro el paso, estoy ejerciendo un derecho constitucional. Muchos no entienden que significa el “modelo”, y por ende asumen que es el único culpable del hecho que seguimos sumidos en un atraso descomunal. Y a raíz de nuestro fracaso como sociedad en generar riqueza, ahora todos lo quieren atropellar. Pero, ¿Qué parte del modelo quieren rectificar en unos casos y destruir en otros? ¿Acaso las libertades personales? ¿Acaso al mercado como un mecanismo para asignar recursos?

A esta altura del partido creo que nadie podría oponerse a que, en una economía incipiente como la nuestra, se requiere de cierta intervención del Estado. En Europa lo han hecho durante los últimos 50 años, con la diferencia que allí se ha tenido siempre en claro ciertas reglas de juego. ¿No quieren el modelo? Perfecto, pero dejen claramente establecido qué parte, o si es que no quieren nada de éste. Y qué es entonces el mentado “modelo”. En parte es democracia, son libertades individuales, es propiedad privada, es incentivar la generación de riqueza, es seguridad jurídica, y mucho más. Lo que no es el modelo es malos procesos de capitalización, prebendas y corrupción. ¡Eso no es parte del modelo señores! Es parte de nuestra deficiente y corrupta versión. Pero en medio de tantos bocinazos lo único que resalta es que ser empresario es un crimen (solo hay que ser “productor”), que generar riqueza es un atentado contra la comunidad, que crear condiciones para exportar o atraer inversión extranjera es someterse al imperio, y demás babosadas.

Entonces, si el honorable Morales y colegas del Congreso dejan al país sin inversión extranjera, ¿Quien puede ver que es un acto irracional? Casi nadie, por que al igual que no vemos al peatón, parece que tampoco tenemos un marco de referencia que nos permita entender lo que representa una verdadera convivencia social, enmarcada en una serie de normas que regulen nuestra conducta, y por ende no podemos ver ni entender las condiciones necesarias para nuestro desarrollo.

La analogía quiere dejar en claro una cosa: Si queremos atropellar el desarrollo es por que no tenemos manera de identificarlo. El peatón se convierte en una quimera cuando está delante del parabrisa, y solo cuando entra a nuestro taxi podemos ver en él a una persona. El desarrollo de este país, y las condiciones que requiere ese desarrollo, es igualmente una quimera, porque parece que no podemos ni verlo, ni entenderlo. Culpa de ello hay mucha por repartir, pero eso no quita que una de las piedras angulares de una sociedad es que su gente entienda el bien común, y aquello que lo enaltece, que lo permite y que lo nutre, y no así aquello que lo bloquea, lo atropella y destruye. El bien común no se da sin libertades personales, sin derechos y obligaciones, pero tampoco se da sin empresarios, sin ganancia, y sin generar riqueza. Pero pareciera que la sociedad que queremos crear es una donde solo hayan peatones. ¡Por lo menos de los bocinazos nos vamos a librar!

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