Publicado en Nueva Economía, enero 29, 2006
Las formas, y no así el contenido, parecen ser las que con mayor facilidad ocupan el espacio cognitivo de nuestras frágiles psiques. En una era en la que reina la televisión y el consumismo, nuestros sentidos se dejan fácilmente seducir por las sombras que bailan en la caverna, y las imágenes mágicamente se transforman en nuestra realidad. Lo sustancial temerosamente se acurruca en las cunetas de la autopista de información, en la que frenéticamente transitan ilusiones manipuladas que buscan satisfacer deseos infantiles y primitivos. Al igual que en otrora época lo sobrenatural evocaba el yugo religioso de la monarquía y la gente se quedaba perpleja ante el mito, cualquier mito, hoy lo simbólico es lo que queda impreso en nuestros sentidos, y la construcción de la realidad queda en manos de quienes - con dones casi divinos y la ilusión de ser portavoces de un destino manifiesto - pretenden forjar la sociedad a su imagen y semejanza.
Mucho se ha escrito sobre la moda del Presidente Morales. Sin embargo, se ha dejado a un lado – por el momento – la discusión sobre su libertad de expresión, y correspondientemente, la del pueblo boliviano. El momento es mágico, la celebración autentica y necesaria, y la fe y esperanza de todo un pueblo es tangible y por demás real. Pero ha llegado la hora de empezar a hacer caso a los mensajes emitidos, y entrever si en lo simbólico se oculta una agenda específica que pretende darle al proyecto actual más de cinco años, al margen de los procedimientos y estatutos democráticos que permitirían al ciudadano el mismo derecho y libertades que hoy permiten a las grandes mayorías experimentar con nuestro destino.
El Comandante Chávez, en un discurso en la UMSA, declaró que en 1826 Simón Bolívar había ya advertido que “con la excusa de la libertad”, el imperialismo norteamericano habría de exportar miseria al pueblo latinoamericano. No se necesita ser un politólogo para entrever que su comentario pretende devaluar las libertades ciudadanas en nombre de la revolución. Por otra parte, ante el hostigamiento de Roberto Barbery en una entrevista durante la campaña electoral, el Vicepresidente García Lineras hizo un exquisito y muy hábil malabarismo intelectual para desechar cualquier posibilidad de que la democracia liberal - con el voto universal y la democracia representativa - habría avanzado siquiera un milímetro las reivindicaciones sociales de los pobres. Y aunque tiene razón cuando minimiza el logro de una democracia de “cinco minutos” (que es el tiempo que el pueblo tiene para emitir un voto, para luego atenerse a las decisiones de sus – no siempre – nobles y honestos representantes), creo que emite un mensaje preocupante cuando reconoce que su visión de la democracia es la de una “herramienta útil” para sus fines, y no un valor en sí mismo.
La libertad de expresión es un derecho inalienable, pero en el caso de las chompas y corbatas tal vez se le da demasiada importancia a lo que uno expresa con su vestir. Habiendo dicho esto, no se puede tampoco minimizar el simbolismo detrás de nuestros hábitos y, en nuestro país, la corbata ha asumido la representación de un espíritu excluyente, de un sentido falso de superioridad, e incluso de un rechazo de lo que es nuestro. Con su impecable humildad y honestidad, el presidente electo Morales ha dejado en claro que Bolivia se siente excluida, marginada, y ha reflejado ello al ignorar el protocolo, reflejando simbólicamente el sentir de un pueblo que ha sido por demasiado tiempo ignorado. Lo que aun no queda claro es cuál será la posición del nuevo gobierno con relación al “látigo contrarevolucionario” que - según Chávez - representa la libertad.
Ahora bien, el gobierno de Evo Morales no ha tomado una sola medida que pueda considerarse como un “atentado” contra las libertades ciudadanas, y he sido ya fustigado por un amigo por “hacer olas”, cuando debería poner el hombro al proyecto actual y colaborar con el gobierno en nombre de nuestro colectivo bienestar. Considero, sin embargo, que al expresar mi preocupación y hacer un llamado a la reflexión a nuestras nuevas autoridades para que defiendan las libertades que les han permitido ocupar el lugar que hoy ocupan, estoy haciendo mi parte para que el proyecto social sea no solo exitoso, sino que su espíritu siga siendo noble, y se reconozca que la libertad también es del pueblo, porque el pueblo también se lo ganó. No podemos, por lo tanto, pretender no ver a Bush y Chávez, ambos sumergidos en un complejo de Mesías, llevados – en nombre de un bien mayor y de una inspiración divina – a suspender, ignorar o interpretar los derechos democráticos de sus respectivos pueblos.
Hoy existen dos modelos de izquierda latinoamericana; por un lado está Brasil y Chile, países que están afincando su democracia, sus libertades, y una economía abierta y exitosa, y por el otro está Cuba y Venezuela, naciones que en nombre de la dignidad y de la revolución han decidido coartar las libertades ciudadanas, y en ambos casos han necesitado para ello acudir a la represión. Ahora surge el liderazgo de Evo Morales y de los movimientos indígenas, con la promesa de llenar el peligroso vacío político en nuestro continente, y enmendar así 500 años de injusticia y opresión. Mi llamado no es a apagar esa llama liberadora, sino a que el liderazgo del movimiento continental que asume el Presidente Morales tenga una firme convicción que las libertades ciudadanas son parte de las conquistas sociales, y no así – como asume el Comandante Chávez - que las libertades ciudadanas son el caballo de Troya del “látigo contrarevolucionario” de la oligarquía y el imperialismo. Esta nación requiere sentirse digna, autentica, con un líder que - con lo que hace y no con simbolismos - traiga prosperidad. Pero en el proceso es fundamental que respete y defienda en la práctica nuestros derechos democráticos, no el menos importante de ellos el derecho que promulgó él orgullosamente - con su chompa a rayas - por todo el mundo: la libertad de expresión.
De los dos modelo de izquierda a seguir, espero que el Presidente Morales siga aquel que defiende la democracia, y todos los derechos que la constituyen. A su vez, parecerá contrarevolucionario de mi parte defender algo que aun no ha sido atacado. Sin embrago, creo que la hora de la reflexión no es cuando la violación de las libertades ciudadanas sea fait accompli, sino cuando aún podemos reflexionar sobre el tipo de sociedad que deseamos construir. Existe un vacío ideológico inmenso, en gran parte debido a la increíble mediocridad y falta de honestidad intelectual de quienes perdieron la contienda electoral. Se aproxima la Asamblea Constituyente, y quedará como Ley de la República aquello que se plasme en el papel. Espero, por el bien de todos los ciudadanos, que no se plasmen las estructuras de un régimen totalitario, y que siga reinando la libertad.
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