Clinton había lanzado 20 mísiles Tomahawk al campamento de Osama Bin Laden en Afganistán para matarlo. La oposición Republicana – hoy desesperada por acabar con la vida de Bin Laden –acusaba entonces a Clinton de querer Menear al Perro, en referencia a una película en la cual un Presidente inventa un conflicto internacional para distraer la atención pública de un juicio al cual era sometido. Como Mónica lo tenía con la guardia baja, Clinton se vio obligado a desistir del cometido de intentar - una vez más - retribuir a Bin Laden por los atentados que había orquestado en contra de objetivos norteamericanos en África y Yemen.
Haciendo a un lado si el objetivo de asesinar a éste terrorista es loable o condenable, aquí existe una lección interesante para quienes pueden hacer a un lado su prejuicio personal. La lección es que - en nombre de la política del poder - muchas veces la oposición sacrifica la política de Estado. Los Republicanos, guiados por su desprecio de Bill Clinton, sucumbieron ante la tentación de ridiculizar su implementación de un plan para eliminar a Bin Laden. Es decir, el afán de la oposición de destruir a su oponente político llevó al fracaso del propósito de acabar con el autor intelectual de los horrores vividos el 11 de septiembre en Nueva York, antes de que los mismos ocurriesen.
El criticar siempre fue fácil, y admito es hasta divertido. Solo requiere de una pizca de sentido común y gran dosis de ironía. Lo difícil es sacrificar horas de sueño, y apostar cuerpo y alma al ejercicio de avanzar el bien común. Eso es precisamente lo que hace el Presidente y su gabinete todos los días, con errores y omisiones, pero firmes al pie del cañón. Por ende, nada me daría más placer que ser abandonado por la Musa de la inspiración. Ello significaría que todo anda bien. Además, no hace lectura entretenida hablar de cómo - aún si no lograse nada más en su gobierno - Evo Morales debe ser reconocido como quien salvó al país de la horrible conflagración social a la cual estábamos encaminados. Tampoco inspira un comentario mordaz el escribir sobre el avance que representa para el país que el Gobierno logre negociar mejores acuerdos con Argentina, o que esté por fin enmendando la gravísima injusticia de anteriores Mandatarios, quienes confirieron millones de hectáreas a sus compinches políticos, perjudicando la posibilidad de trabajar de miles de campesinos.
Es palpable en ambos bandos la predisposición de asumir una postura antagonista, y de crear una animosidad y adversidad tal que extirpe nuestra capacidad de crear condiciones de estabilidad. Me pregunto, ¿hemos de avanzar nuestro bienestar colectivo creando un clima de ingobernabilidad? Otrora se le criticaba a Evo de no dejar gobernar, y ahora pareciera que quisiéramos aplicarle el Viejo Testamento. Nada me enferma más que la incapacidad humana de actuar en base a principios. Pero requiere de gran benevolencia, empatía y racionalidad el poder hacer a un lado nuestros rencores, egoísmo e interés particular, y actuar bajo el manto de la imparcialidad. No. Primero vemos que conclusión nos conviene, quienes están de nuestro lado, y solo entonces buscamos el principio que mejor defiende nuestro interés. Somos insufriblemente sofistas, e incansablemente detractores de quienes no piensan como los de nuestro clan.
Es con el espíritu de la imparcialidad, que procedo a simplemente plantear una interrogante relacionada con la crisis de pasaportes. Las filas en la Camacho se han convertido en un graffiti humano de advertencia sobre la situación interna del país. No ayuda que la gente deba apiñarse en un ínfimo corredor flanqueado por calaminas. La imagen es de desesperación y un inminente éxodo masivo de quienes no encuentran manera de mantener aquí a sus hijos. ¿Es esta situación simplemente reflejo de una mala planificación ante una insospechada sobre demanda? ¿O es la manera del Gobierno de decirle a EEUU y Europa, “Hagan algo para apoyarnos, o aténganse a un dolor de cabeza migratorio”? No lo sabemos, y no deberíamos suponer o asumir. Habiendo dicho esto, tampoco podemos quedarnos callados y dejar de preguntar. Lo que debemos hacer es asumir imparcialidad en nuestras posturas, pero lo único que logramos es compartir su irracionalidad.
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