martes, 4 de noviembre de 2014

Simón

¿Qué haría Bolívar? Si en vez de Marcelo Claure fuese el Libertador quien tiene que cambiar la estrategia del club que lleva su nombre, ¿qué haría en su lugar? El escenario hipotético sería el siguiente: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco ha prometido a sus tropas un territorio. La oferta la hizo tiempo atrás, cuando ese territorio estaba hipotecado para pagar, entre otras, deudas a tropas extranjeras.

Ahora que ese territorio ha sido saneado y en su superficie se eleva una sólida estructura, en el horizonte de Bolívar se avista conquistas más ambiciosas. Entonces, en vez de darles a las tropas un territorio donde originalmente prometió (lo cual no cumple un fin estratégico), el Libertador les ofrece otra comarca; una que les permita proyectarse a nivel internacional.

La realidad es que en una asamblea celebrada el 2011 en el coliseo del Colegio Don Bosco el Presidente de Baisa habría prometido darle al Club Bolívar oficinas en el edificio a ser erigido en el lugar donde estaba el Gran Centro Mario Mercado. Eso fue antes de que todas y cada una de las piezas de la estrategia estuviesen claras. La estrategia ahora debe adaptarse a las necesidades concretas. Una necesidad real es que las oficinas del Club Bolívar estén en el lugar donde se planea construir un club social y deportivo, además de una urbanización y centro de alto rendimiento.

Evidentemente, Baisa no es dueño del Club Bolívar. Tan solo fue su Libertador (de deudas). Pero la historia nos enseña la moneda con la que pagaron a Simón Bolívar por su excelente gestión. Otro caso similar se gesta al interior del Partido Demócrata Cristiano, siglas que el 2013 abarcaban menos de cinco mil personas. Ahora que el PDC conquista a casi medio millón de sufragistas, los “verdaderos” dueños del partido saltan a la cancha, para hacer usufructo de una gestión que no les pertenece.

Más allá de la astucia criolla, el meollo del asunto es nuestra capacidad de adaptación. La receta keynesiana de activar la economía en el corto plazo, incrementando el gasto presupuestario del Estado, para crear un efecto multiplicador mediante el incremento en la demanda agregada, no es una estrategia sostenible. Utilizar la política fiscal para reactivar una economía en recesión es una estrategia coyuntural. El keynesianismo populista, sin embargo, pretende convertir el gasto público en una estrategia de largo plazo.  

Cuando un periodista increpó a Keynes por cambiar de posición, él le contestó: “Cuando mi información cambia, yo altero mi conclusión. ¿Qué hace usted, señor?” Existe gran presión social sobre Morales para seguir implementando en políticas públicas la retórica socialista con la que se catapultó al poder. En realidad, nubes en el horizonte señalan la necesidad de conducir la nave del Estado hacia mayor responsabilidad fiscal y reglas de la economía de mercado.

El liderazgo de Evo, Marcelo y Tuto requiere ser flexible a la hora de modificar estrategias y definir objetivos. Las tropas, sin embargo, responden a intereses personales, mezquinos y de corto plazo. El líder, por ende, debe ultimar su capacidad de conquistar la visión egoísta de aquellas huestes incapaces de entender que las condiciones en el terreno a veces cambian.

Keynes solía decir que los mercados pueden mantenerse irracionales más tiempo de que pueden mantenerse solventes. Si el Club Bolívar prefiere “pájaro en mano”, su solvencia de largo plazo podría verse comprometida. Dudo que Claure premie una actitud cortoplacista e irracional inyectando al club más de su propio dinero. Lo propio puede suceder con el PDC, donde el afán de protagonismo de unos cuantos puede lograr que el partido retroceda a su nivel normal el 2019.


Si la economía nacional se contrae, pero seguimos derrochando tesoro en gallinazo, la solvencia de Bolivia también podría sufrir. Si conquistar una crisis requiere hacer a un lado el dogmatismo, ¿debe el líder decepcionar a las tropas al cambiar de estrategia? ¡Simón!  

lunes, 3 de noviembre de 2014

Segunda Serpiente

A un militar le enseñan a matar. No obstante su objetivo mortal, la institución castrense se rige bajo estándares de ética que norman el acto de quitarle la vida al otro en el marco de un conflicto armado. Por muy violenta su profesión, los soldados deben rendir cuentas ante la sociedad cuando actúan fuera del marco establecido y acordado por la comunidad de naciones.

Otro marco ético controversial es aquel que rige al mundo de los negocios. Para triunfar en el mercado, algunos empresarios sienten la necesidad de pisotear al otro. Si bien esa relación obrero-patronal lentamente se transforma a una relación basada en la interdependencia (y no la explotación), el mandamás debe ser capaz de conciliar el sueño sabiendo que sus subordinados apenas satisfacen las necesidades básicas en su hogar.

Aquel soldado o empresario a quien le tiemble el pulso a la hora de conquistar, matar o eliminar la competencia, posiblemente sea quien muerda el polvo.

La ética en la medicina es otro tema con el cual la sociedad boliviana parece no dar pie con bola. Al igual que el soldado, el médico debe convivir con la muerte, por lo que desarrolla un grueso callo en las paredes de su corazón. La diferencia, sin embargo, es que este último no está en el negocio de eliminar a nadie.

Un médico ve mucha muerte y sufrimiento. Al principio el dolor ajeno tal vez invade su alma y cause insomnio. Es comprensible que adquirir cierto grado de indiferencia sea importante para cumplir con su labor. De hecho, en algunos países las normas le prohíben operar a un familiar cercano. Pero una cosa es forjar insensibilidad en nombre de su voto hipocrático y otra muy diferente es ser hipócrita con su voto de velar por el bien de los enfermos

Nuevas generaciones entienden el vacío normativo como justificativo para practicar la medicina como si fuesen mecánicos. En Bolivia existe un nivel de impunidad hacia los médicos que raya en el escándalo. Cuando un individuo no tiene un incentivo para sacrificar su tiempo y esfuerzo, difícilmente va a invertir su juventud estudiando. Pero cuando no existe un desincentivo que obligue a sostener una conducta ética, con seguridad que ese individuo también hará lo que le da la gana.

El marco normativo que rige la conducta de un médico en Bolivia es precario, por decir poco. La indiferencia que ejercen algunos médicos raya en el maltrato. Si bien la ley no debería solo encontrar culpables y es necesario mejorar las condiciones laborales de nuestro médicos y sus herramientas de trabaja, y si bien no se trata de favorecer al Colegio de Abogados e incrementar el costo de la medicina, tampoco debería existir absoluta impunidad.

El símbolo de la medicina es el bastón de Esculapio, uno de los dioses de la medicina, que practicó la medicina con profundo sentido humanista. La serpiente enrollada supuestamente manifiesta la relación desinteresada de un médico con los pacientes. En otros países se ha agregado una segunda serpiente, desvirtuando la simbología original. Las dos serpientes en un bastón (caduceo) representan a Mercurio o Hermes, considerado en la mitología romana el dios del comercio, tráfico y comercio en general, 

El Colegio Médico de Bolivia luce un escudo con solo una serpiente enrollada. La mayor parte de sus miembros honran su profesión con una ética y espíritu de servicio impecable. Pero en la medida que siga existiendo un vacío legal y persista la impunidad hacia las malas prácticas, los malos hábitos y conductas extraviadas de ética seguirán enrollándose en camas de hospitales, cual segunda serpiente.


No se trata de criminalizar la profesión médica, se trata de normar un voto hipocrático que - en demasiados casos - parece solo enrollarse en palabras que salen de su mal remunerada lengua el día que por fin se gradúan. Su servicio y sacrificio es invaluable. Pero aquellos que juegan con la vida y dolor ajeno también deberían rendir mínimas cuentas a la sociedad.