martes, 29 de abril de 2008

Obama Dilema

En la campaña electoral por la presidencia de EE.UU., la derecha norteamericana tiene un favorito entre sus posibles contrincantes, y es el rival más débil. La lógica nos dice que – entre Clinton y Obama – el más débil es aquel que – desde la perspectiva de los Republicanos – sustenta las peores políticas y es el que está más equivocado. Es imposible que sus posiciones políticas sean idénticas, pero si fuese el caso, entonces el más débil sería aquel que está menos preparado para gobernar. El frio cálculo político ha llevado a algunos Republicanos a registrarse como Demócratas, para poder así votar por Hillary. A su vez, continúan inundando los medios con ataques a Obama que, de lograr su objetivo, conseguirán eliminar al más izquierdista y menos experimentado de los dos.

La justicia norteamericana tiene su propia versión de justicia comunitaria, y todo ciudadano puede ser llamado a participar en un tribunal de doce personas que debe escuchar evidencia, argumentos del fiscal y defensa, para entonces encontrar al acusado inocente o culpable. Otro ejemplo del deseo de imparcialidad del pueblo norteamericano es que la prensa se refiere a todo acusado de un crimen como el “supuesto” culpable. El deseo no libera a la cultura norteamericana de ser sometida a manipulaciones, pero por lo menos se jacta de su debido proceso, y hace un esfuerzo por analizar información relevante con objetividad. Tanto mayor el asombro que estas elecciones se hayan reducido a si Hillary mintió sobre el tipo de recepción que tuvo en el aeropuerto en Bosnia, o si Barak elige mal sus amistades, y su pastor peca de ser un extremista.

El debate sobre la dirección en la cual se ha de dirigir el próximo presidente de EE.UU. ha pasado a un segundo plano, y por el momento ello incrementa las posibilidades de éxito de John Mc Cain, candidato favorito de George W. Bush. El mundo entero esta rogando que una de las naciones con mayor capacidad de ayudar a salir de la crisis que enfrenta el planeta (y también de hacerle daño), elija en las urnas cambiar de rumbo y optar por un nuevo horizonte. Pero Clinton y Obama deben primero convencer a los de su propio partido.

Con la ayuda de la derecha, Clinton apabulla inmisericordiosamente a Obama con insípidas acusaciones que pretenden poner en duda su carácter. No dispuesta a caer sin antes pelear hasta el último minuto, ella dice ser el candidato más “elegible” de los dos, y en parte tiene razón. A la hora de votar por su próximo presidente, una persona de extrema izquierda ha de preferir a un candidato de centro por encima de uno de derecha. Lo mismo, sin embargo, no puede decirse de una persona de inclinación política de centro que - si debe elegir entre dos extremos - puede inclinarse hacia Mc Cain.

El argumento de Hillary es que las reglas del partido Demócrata están diseñadas para avanzar la agenda del partido – ganando elecciones - y no es un pacto suicida. Es decir, aunque Obama tenga un mayor número de delgados, existe un escenario en el cual la decisión final recaiga sobre los 796 superdelegados, que son libres de dar su voto obedeciendo únicamente al dictado de su conciencia. Debido a reglas que seguramente serán reevaluadas, ex -presidentes, senadores, miembros del Comité Nacional Demócrata, gobernadores y otras figuras destacadas del partido tienen derecho a votar por el candidato que mejor les parezca. Si Obama no consigue el número de delegados necesarios, los superdelegados pueden decidir que Hillary es la mejor candidata, incluso si tiene menos votos que su contrincante.

En las últimas cuatro elecciones California ha votado consistentemente por el candidato Demócrata, mientras que Texas ha optado siempre por un Republicano. La certeza en la inclinación política de esos dos estados contrasta con la fluctuación en Florida y Pennsylvania, los llamados estados “columpio” que deciden las elecciones norteamericanas. Hillary ha ganado estos estados columpio, y las encuestas muestran que grupos sociales imprescindibles para ganar las elecciones, como ser católicos y la clase trabajadora blanca, la prefieren sobre Barak.

No obstante, para que Hillary remonte la desventaja y obtenga un mayor número de delegados, tendría que recibir más del 60% de los votos en las 10 elecciones que quedan, lo cual es casi imposible. Su única esperanza, por ende, es convencer a su partido que ella es el candidato más fuerte, y para comprobarlo ha decidido retar a su contrincante a un debate mano-a-mano, sin moderadores, sólo los dos en el cuadrilátero. Obama sabe que tiene la ventaja, y que debatir con Hillary únicamente puede vulnerarla. Hillary aprovecha ese cálculo político para asediarlo, dejando entrever que tiene miedo perder el debate y demostrar que aun no está preparado para gobernar. Los ánimos se han caldeado, y la división interna preocupa a la izquierda norteamericana, debido al peligro que la convención nacional de agosto en Denver se convierta en el escenario de una guerra civil.

Gane quien gane entre Hillary y Barak, el candidato victorioso tendrá que postular su posición inequívocamente, con una claridad nunca antes utilizada para delinear el nuevo horizonte. La claridad y especificidad en la plataforma de la izquierda norteamericana responde al imperativo de convencer al pueblo, pero también al hecho que por primera vez en la historia de EE.UU. es posible hablar de mayor igualdad económica, una fracasada política exterior y equilibrio ecológico sin que la derecha fácilmente reduzca la plataforma Demócrata a un tipo de “socialismo”, una estrategia que ha utilizado exitosamente en el pasado para deslegitimar un cambio sustancial en dirección.

¿Obama de izquierda? ¿Izquierda de quien?, preguntarán nuestro radicales. Por supuesto que la cosmología política depende de la posición relativa, y para los fundamentalistas, Obama es un capitalista, y eso es todo lo que tenemos que comprender. La realidad siempre es más compleja, y el ex – congresista Republicano Bob Barr acusa al partido de Ronald Reagan de girar demasiado a la izquierda, abandonando el más importante principio conservador: el mejor gobierno es aquel que gobierna menos.

La tradición ideológica de Ronald Reagan se puede resumir en su postulado “El gobierno no es la solución a nuestros problemas, el gobierno es el problema”. Según Barr, candidato a la presidencia de EE.UU. por el partido Libertario, Republicanos como Bush y Mc Cain han traicionado este espíritu conservador, una traición que lo impulsa a ofrecer una alternativa política en la derecha para contrarrestar la herejía Republicana de optar por un candidato – John Mc Cain - que tuvo la osadía de votar contra la reducción en impuestos para los más ricos.

El mismo gradualismo que impide notemos que nuestro organismo cambia cada día, nos roba el lujo de la perspectiva histórica, una retrospectiva que permitiría observar cómo aspectos medulares del socialismo y capitalismo se fusionan delante nuestros ojos. Cuales eslabones de una cadena, el 8 del 8 del 08 es la fecha de la ceremonia inaugural de las Olimpiadas en Beijín. Con esta cábala celebraremos la inclusión de China a la economía mundial, inyectando a la recesión grandes dosis de consumo. El movimiento hacia un mundo multipolar y no-dogmático es gradual, pero la dirección es inconfundible.

La derecha fríamente calcula que apoyar a Hillary incrementa la división interna en el partido Demócrata. Parten de la premisa que Obama no puede perder la nominación, y por ende ayudar a meter más calda en la pugna interna de la izquierda fortalece a John Mc Cain. Tal vez Hillary es el candidato más fuerte, pero la división racial que resultaría de negarle al primer candidato afroamericano su victoria electoral es un lujo que los Demócratas no pueden darse ¿O sí? Si la derecha ahora defiende a Hillary es porque cree que en estas elecciones no podrá ser la candidata.

La discusión sobre el espíritu y dirección del capitalismo made in USA estará implícita en el debate sobre políticas económicas, política exterior y visión de una economía “verde”. Si gana la nominación de su partido, Obama entrará a ese debate debilitado por los ataques a su patriotismo y relación con el Rev. Wright, que acusa al gobierno norteamericano de inventar el SIDA para eliminar a la población afroamericana, y de practicar un terrorismo de estado. Obama es el candidato más débil, pero si su argumento sobre la necesidad de cambio es sólido, su visión del futuro uno de esperanza, entonces el pueblo norteamericano deberá escucharlo, y decidir si ha de optar por cambiar el rumbo hacia una izquierda sensata.

Gane Hillary, o gane Obama, si luego gana la elección presidencial, cualquiera de los dos será mensajero de un importante cambio, y la derecha no será la única en llorar esta transformación. Una victoria de Hillary u Obama no conviene a los demagogos en ambos extremos de la cosmología electoral, porque será un eslabón más en la integración del ser humano, y un eslabón menos en la cadena del dogmatismo radical. La derecha norteamericana e izquierda tribalista latinoamericana desprecian por igual a Hillary y Obama, y aunque pretenden tener un favorito, no saben contra cuál de ellos el día de mañana prefieren debatir. ¡Vaya dilema!

Flavio Machicado Teran

Brutal Conspiracion

La derecha chilena conspiró contra Salvador Allende, ocultando galpones enteros de azúcar y harina que el pueblo necesitaba, y que fueron retirados del mercado para inducir un espiral inflacionario que lastime su popularidad.

La derecha boliviana no tiene ni la capacidad, ni los recursos para ejecutar algo similar. La anterior clase gobernante, sin embargo, aportó para que la popularidad de nuestro Presidente se deteriore. Su conspiración es su fracaso, porque fracasaron miserablemente en modernizar la economía; al tiempo de lucrar de la ignorancia y explotar a un pueblo que ha quedado sumergido en el más grande resentimiento e irracionalidad. Si hoy pagamos la factura del desquiciamiento, es por culpa de quienes sólo nos enseñaron a robar.

Los que sí tienen los recursos para perjudicar la economía, son las petroleras extranjeras. Según la propia Cámara Boliviana de Hidrocarburos – que aglutina las transnacionales – se requieren 8 mil millones de dólares para cumplir con Brasil y Argentina. Actualmente se invierten sólo 900 MMDD, de los cuales 400 son para reposición de inversión, y 100 para gastos administrativos. Quiere decir que la inversión neta son apenas 400 MMDD, y que necesitaríamos 20 años para cumplir con nuestro objetivo.

La Ley de Abastecimiento de Argentina obliga a suspender las exportaciones, y crea un régimen de excepción - con derecho incluso a expropiar la propiedad privada - para garantizar el suministro de bienes y servicios estratégicos. Nuestra Ley de Hidrocarburos 3058, en su artículo 14, simplemente establece que la comercialización y producción de hidrocarburos es un servicio de utilidad pública que debe ser prestado de forma continua e ininterrumpida. Pero no establece “cómo” ejercer ese derecho.

Digamos que todas las petroleras “casualmente” decidan a la vez ejecutar el mantenimiento de sus plantas – o que se eche a perder el pozo - afectando la producción y provocando un desabastecimiento. En dicho caso, el sindicato de transportista no necesitaría ser comprado por la derecha para estrangular la economía. Esta brutal conspiración representaría una asquerosa injerencia en nuestra política interna, digna de ser presentada ante la OEA.

Hasta aquí los “oficialistas” seguramente han podido seguir mi lógica. Cuando se pierden es ante la posibilidad que el Presidente Chávez sea quien conspire para derrocar a sus enemigos. La justificada condena ante la OEA por la violación del territorio ecuatoriano, contrasta con el ensordecedor silencio ante la posibilidad que Venezuela apoye a las FARC.

En El Alto no hay bodegas repletas de alimentos. Pero si las petroleras llegasen a “coordinar” su mantenimiento, puede que sea porque tienen una agenda. Por el momento, la escalada de precios responde a la ineptitud del Gobierno y sus políticas “a lo cubano”. Ello no elimina el peligro que se esté confabulando algún tipo de conspiración. Si nuestra inteligencia alcanza para escandalizarnos ante esta posibilidad, no entiendo porque no se nos mueve una pestaña ante la posibilidad que Chávez financie a un grupo armado que secuestra y asesina al pueblo colombiano. Pero si somos brutos, es obra y designio de quienes no supieron gobernar.

Cholazo Total

Falsa modestia sería de mi parte no reconocer mi gran capacidad de observación. Mi mano izquierda, en cambio, apenas trabaja. Mayor mi sorpresa cuando me hicieron notar lo indigno que es levantar el tenedor con la zurda. Se desmoronó súbitamente el orgullo que había sentido por mi habilidad de manipular la comida con - de mis manos - la más débil. Un representante de la oligarquía paceña fue quien tuvo la delicadeza de hacerme notar que - al utilizar la izquierda para levantar mi alimento - yo “comía cómo indio”.

Sabía que alguna vez fui un llokalla irresponsable, que pretendía que todo sea un carnaval. Mi abuelo, sin embargo, tuvo la paciencia de instruirme. Entre otras historias, con gran orgullo me relató de un antepasado nuestro, Pasos Kanki, un gran intelectual Aymara. Menos instructivo fue un amigo de infancia, quien me puso de apodo “el indio Flavio”. Agradecido, sin embargo, también estoy con él, por brindarme la oportunidad de entenderme mejor. Llevo sangre Aymara en las venas, y ello es motivo para mí de gran celebración.

Renuncio, sin embargo, a mi sangre Aymara, porque detesto la burocracia, y no sabría cuales trámites debo completar para poder llamarme oficialmente “originario”. No quisiera, además, parecer que quiero aprovecharme de la coyuntura. Renuncio también a otras “sangres” cuya función sea socio-política. La única sangre que me sirve, es aquella que nutre mi ser. Lo que sí quisiera es establecer mi total y absoluta independencia de este tipo de consideraciones, declarándome un cholazo total.

No tengo nada contra las categorías, mientras éstas sirvan para entender la realidad. Existen, sin embargo, categorías que se utilizan para manipularla. “Birlocho”, por ejemplo, es una categoría utilizada para ridiculizar a quien no viste como suponen los “patrones”. “Originario” ahora es una categoría que se utiliza para dividir y conquistar. Es por ello que quiero lanzar un grito independentista, para quienes no permitirán ser manipulados en esta contienda de etno-adjetivos, cuyo objetivo lejos está de ser la libertad.

Las izquierdas y derechas radicalizadas seguirán manipulándonos con artimañas y odios, reduciendo unos a “k’aras”, otros a “indios”, y “cholos” a todos los demás. Seguirán así con su danza favorita; pugnar por el poder. Pero si declarándome yo un cholazo me libero de sus mezquinas y falsas pretensiones de obrar por el bien colectivo, entonces me libero de su pueril guerra de consignas, uniéndome a quienes sufren de una presencia marginal.

Prefiero ser desclasado, a verme obligado a interpretar la realidad según la máscara que ambos bandos obligan a utilizar para poder sentarse en su misma mesa. ¿Alzar el sustento con la izquierda, o la derecha? ¡Sutil había sabido ser la diferencia! El pueblo chico se fija como elevan sus tenedores los otros; condenando a quienes lo hacen de una manera diferente a la que ellos imponen. Mi respeto es para quienes prefieren observar y entender aquello que ayuda a la patria grande nutrirse y progresar. ¿Pluralidad y diversidad? ¡Sólo les sirve para llenarse la boca!

El Pan Sube

“¡Evo cumple!”, es un popular graffiti que adorna paredes y medios de comunicación. Mucho antes de la imprenta, las paredes de Roma servían como válvula de escape político, y amanecían con dibujos que comunicaban consignas del gobierno y oposición. Lo difícil en aquel entonces - y ahora – es saber si el garabato reflejaba el sentir de todo un pueblo, o el de una solitaria voz.
En Bolivia los feriados son también válvulas de escape político, y hay quienes temen que ello represente un peligro. Las crisis nacionales vividas durante carnavales demuestran que nuestra prioridad es celebrar. A su vez, mientras que detrás del graffiti puede existir la intención de desestabilizar de unos cuantos conspiradores, los carnavales no son alentados o reprimidos – según les convenga - por pequeños grupos de poder. La celebración de los múltiples feriados que hacen al imaginario colectivo nacional escapa la intencionalidad política de “buenos” y “malos”.
El bien intencionado padre Xavier Albó no está convencido de ello, y advierte que los feriados corren el peligro de ser manipulados. La ambigüedad de su análisis, sin embargo, hace que primero aplauda el que cocaleros levanten un altar “con bebida, hojas de coca y otras ofrendas”, para luego advertirnos que la coca y el trago puede convertirse en el “opio del pueblo”. ¿Quién decide cuando la hoja aliena, y cuando sirve para celebrar?

Un hombre que deambula en temas de fe tal vez deba manifestar un pronunciado voluntarismo. La inocencia de su intención, sin embargo, abruptamente se disipa cuando nos llama a “denunciar toda manipulación alienante”. No puedo hacer otra cosa que tomarle la palabra y denunciarlo al preguntar, ¿Cuándo se vuelve la celebración alienante, y quienes están autorizados para diferenciar una festividad legitima de una manipulada?

Los lingüistas creen que el peligro yace en la “ínter-subjetividad”. El peligro, sin embargo, es que suba el precio de la canasta familiar al punto que el pueblo no tenga manera - o razón - para seguir celebrando. La maquinaria mediática oficialista ahora pretende demostrar que detrás del alza en los precios están inescrupulosos intermediarios. Para contrarrestar la tendencia inflacionaria el gobierno, lejos de asegurar mercados para nuestros productos, o incentivar la inversión para siquiera cumplir con obligaciones adquiridas, continúa su brillante estrategia económica utilizando el graffiti político, pretendiendo racionar el gas afuera, y aquí el arroz.

Los lazos de fraternidad, solidaridad y justicia se tienden tenuemente sobre un estomago vacío, y sólo cuando se atiza un instinto mayor de supervivencia: odio al enemigo. El pueblo puede aguantar pobreza cuando teme a la maldita serpiente usurpadora. En Cuba, en vez de crear industria, arremeten su lanza contra molinos de viento, a los que imputan su fracaso. Ahora que el precio de todo sube, nuestras ganas de vivir mejor y celebrar deberán ceder ante la pesadilla provocada por idénticas consignas, y se atizará el miedo, con llamados a “denunciar” al manipulador. Así, el horror limpiará la injusticia, ahuyentando inversiones y mercados. Todos igualmente jodidos. ¡La promesa se cumplió!

Fuego Cruzado

Sin pronunciar palabra alguna, una jauría de lobos impone su jerarquía. Armados de mecanismos mucho más complejos, las jerarquías humanas suelen ser menos eficientes. Existe una gran diferencia, y es que los objetivos de los lobos son compartidos, y su unidad orgánica. Los humanos, en contraste, debemos integrar una gran diversidad de intereses y actividades que hacen a nuestra manada mucho más interesante, prolífica y agraciada, aún cuando más violenta. Consecuentemente, nuestras jerarquías suelen distorsionar nuestros propósitos, corromperlos y agraviarlos. Ello no quiere decir que debamos, o podamos, prescindir de la odiosa necesidad de estructurar la sociedad.

Sin legislar palabra alguna, el hombre impone sobre la mujer su jerarquía. No existe Constitución o Decreto alguno que especifique el valor de una mujer divorciada. Sin embargo, deben actuar con gran cautela aquellas mujeres hoy libres de un marido inservible, o correr el riesgo de ser estigmatizadas. Ello impone sobre la sociedad una gran ineficiencia, ya que hombres buenos, también divorciados, no pueden conocer a sus contrapartes femeninas, por estar ellas encerradas en casa cuidándose del “qué dirán”.

Algo similar puede llegar a suceder con nuestros empresarios. Habiéndose creado una jerarquía constituida por quienes fueron parásitos del Estado, la consigna ideológica de un sector radicalizado parece ser “estrangular” a todo quien digne llamarse “emprededor”. Tal vez sea una sutileza semántica pero, ¿no sería más productivo plantearse el objetivo de desmantelar al feudalismo empresarial y agrícola que corruptamente se benefició del Estado? Por culpa de unos cuantos, estigmatizar a toda una clase que no tiene etnia, religión, ni propósito otro que no sea hacer empresa, me parece un gran desacierto histórico. Empresarios, después de todo, son también algunos comerciantes de la Sagarnaga que – al margen de sus propias “matufias” en la forma de evasión fiscal – hoy aportan al desarrollo nacional, al permitir que sus familias hagan empresa.

Ser empresario requiere de habilidades que no todos poseemos. Al margen de las buenas intenciones enmarcadas en nuestra nueva Constitución, y atizado el fuego por grupos radicales, corremos el riesgo de destruir nuestra capacidad productiva, en nombre de revertir la jerarquía anterior. Crear una sociedad más justa, donde aquellos que poseen la habilidad y conocimiento necesario – y no los señores feudales – hagan empresa, es un proyecto mucho más coherente, que simplemente eliminar toda desigualdad. Las jerarquías pueden ser odiosas, pero cuando bien articuladas, y cuando obedecen a una meritocracia, también pueden ser conducentes al bien común.

A su vez, pretender imponer la ley orgánica de la naturaleza, en nombre de eliminar la diversidad y complemento de funciones propia de ella, me parece una aberración conceptual. Debemos superar esta falsa dicotomía, y comprender que la dialéctica de nuestra evolución, gracias a la capacidad intelectual y libertad humana, permite un complemento entre competencia y cooperación. De lo contrario, el empresario boliviano – aquel que trabaja 14 horas diarias creando empleos y desarrollo - se verá bajo el fuego cruzado de una derecha sin ideología, que pretende recuperar sus privilegios, y una izquierda que sustenta la ideología del bien y el mal.

Inercia Politica

Más nos acercamos a la luna, y la ley de gravedad parece transformarse, o incluso desaparecer. La ley sigue siendo la misma. Solo que en la luna gobierna los cuerpos diferente a lo que estamos aquí acostumbrados. Mientras permanezcamos bajo el manto atmosférico de la tierra, sin embargo, nos caemos todos exactamente igual.

Otro principio que pasa desapercibido es el de la inercia. Un objeto permanece en movimiento hasta que una fuerza externa actúa sobre el, y logra completamente detenerlo. Trágicamente, es el parabrisas quien muchas veces frena la ensangrentada cabeza del desafortunado pasajero, que no supo colocarse su cinturón de seguridad.

Los cinturones de seguridad salvan vidas. Es un aparato sencillo, pero eficiente, y cientos de miles las personas se arrepienten por no haberlo utilizado. Pero cuando nuestros usos y costumbres decretan que todo taxi y minibús debe ser destripado de cualquier mecanismo que ponga en duda la infalibilidad y pericia de quien conduce, no importa la experiencia colectiva acumulada, ni cuantas campañas o leyes se promulguen. Nuestra conducta seguirá siendo precaria e irracional.

Otro derecho extirpado de las silenciosas minorías es el derecho a trabajar en un lugar libre de sustancias nocivas. Una reciente ley intenta regular el consumo de cigarrillos en lugares públicos, una muy contaminante costumbre que las grandes mayorías han impuesto sobre el resto de la población. Se supone que la ley ha de proteger a quienes no fuman. Podemos apostar, sin embargo, que nuestra acostumbrada discrecionalidad hará que se respete dicha disposición únicamente en oficinas públicas en las que el jefe no sea un fumador empedernido.
La ley se manifiesta de manera diferente mientras más nos acercamos a los círculos de poder. Mientras más poderosa sea la figura que afecta nuestra orbita gravitacional, mayor será su capacidad de ejercer sobre nosotros su dominio. Para entender la discrecionalidad que reina en Bolivia, no necesitamos referirnos a los entretelones en corredores palaciegos. El banal ejemplo aquí expuesto es del individuo que no puede ejercer su derecho a frenar su inercia sin ser lastimado, simplemente porque “aquí no se acostumbra” a utilizar cinturón. Parecerá trivial que cuando uno sube a un transporte público, cuyo dispositivo de seguridad ha sido extraído, o debe trabajar en un ambiente impregnado por un manto de nicotina, pierde todo derecho a proteger su vida. No es inconsecuente, sin embargo, que debamos acostumbrarnos al peligro que las grandes mayorías nos imponen, y que para no ser acusados de “chantaje” debamos hacerlo sin chistar.
El gobierno pretende crear un Estado “fuerte”, que asuma por nosotros iniciativas, y controle, entre otras cosas, la economía. Debido al imperativo político de hacer superior su razón de ser, en lugar de buscar equilibrar y limitar los poderes - delineando específicamente atribuciones y competencias - su agenda se enfoca en subordinar, y en controlar nuestros recursos. Por ende, mientras su consigna sea imponer un Estado todopoderoso, ningún debate, ley, mecanismo constitucional, o contrapeso, conseguirá - en la práctica -frenar su dominante inercia, y permaneceremos sometidos a su arrastre gravitacional

Libertad de Culto

Aquellos de discreta naturaleza no hacen alarde de sus pasiones, y cortésmente ignoran a quienes necesitan demostrar lo ardiente que es su forma de sentir. Los fogosos hinchas, en cambio, a veces pretenden imponer la calurosa forma de expresar su devoción. En el pasado partido amistoso de preparación para eliminatorias Mundialistas, las apenas conmovidas masas optaron por casi vaciar el estadio 10 minutos antes que Bolivia anote el gol de la victoria, ejerciendo así su libertad de expresión.

No deja de ser curiosos, sin embargo, que siendo Bolivia un país dechado de virtudes musicales y folklore, seamos tan mediocres a la hora de alentar nuestra selección. Tal vez, por el bien común, sea mejor diluir nuestro patriotismo, dando lugar así a las virtudes comunitarias que habrán de derrotar el “mono-nacionalismo”. Tal vez la mayoría se dio cuenta que sentir pasión por la patria es el “opio del pueblo”, parecido al oprobioso consumismo. El “patriotismo” y “consumismo”, después de todo, son ímpetus “burgueses” por excelencia.

Casi idénticas las palabras “comunista” y “consumista”; al igual que los prejuicios que suelen despertar. Por albergar principios igualitarios y contrarios al racismo, solían acusarme de ser un “comunista”. Por ahora comprender que el mercado puede ayudar alcanzar la igualdad y justicia, se me acusa de ser un “consumista”. Ambos prejuicios pecan de ignorante intolerancia.
La igualdad y desarrollo difícilmente pueden ser alcanzados sin el consumo típico de Alasitas; la compra y venta de “lujos” encontrados en la Uyustus; o los múltiples feriados que inducen a visitar otros pueblos y ciudades. Sin este “frívolo” consumo, el gobierno tendría que inventarse el Bono Turismo y el Bono Comerciante para activar nuestra deprimida economía “nacional”.
Si algún “poder” lograse se consuma sólo lo “básico”, y que todos abandonemos la urbe por el campo, el daño al medio ambiente sería el de una plaga de langostas que lo arrasa todo. El delicado equilibrio ecológico necesita de economías de escala; el equilibrio económico de una dosis de consumo; y el equilibrio social de una identidad compartida.

La unidad tal vez requiera de más que estribillos, y el espacio aquí es demasiado corto para armonizarlos. Sólo sugiero, entonces, subvencionar músicos - con bombos y trompetas - para que amenicen los partidos de la selección boliviana. No seremos mayoría, pero muchos quisiéramos corear con mayor entusiasmo nuestro orgullo nacional. Si han de ejercer ingeniería social, que el gran poder del Estado invierta en el talento de músicos profesionales, para que innoven nuestro monótono, cansado e intermitente cántico de apoyo a la selección.

Que nos ayude la pesada y visible mano del Estado a ser libres de ventilar en el estadio Hernando Siles – con mayor pasión - nuestras frustraciones. Que no las limiten a corear contra el consumo (que crea empleos), o ventilarlas mediante resentimientos contra cambas, chuquis y chapacos, naciones que se supone hacen una.

“¡Eso es pan y circo!” gritarán los anarco-reaccionarios. Dudo que su nacio-nihilismo, que nos está segregando en etnias y regiones, sea una mejor opción.

Paleo Ciegos

Una mujer no tiene la obligación de votar por una candidata de su mismo sexo, y un afroamericano no tiene que votar por quien tiene su mismo color de piel. Ello queda demostrado en la distribución de votos de Clinton y Obama en la primarias Demócratas. Muchas mujeres menores de 30 apoyan al carismático moreno y, en varios estados, algunos afroamericanos mayores de 50 se inclinan a favor de la rubia antes mencionada. Cuando el sistema se adapta, perfecciona, y deja el individuo de sentirse discriminado, el voto puede ser por ideales, visiones, o capacidad de gobernar.

En las pasadas elecciones bolivianas hubo un voto castigo, por parte de quienes estábamos cansados de un sistema partidista arrogante y basado en la exclusión. También hubo un “voto rehén”, de quienes temíamos que la victoria de un k’ara haría estallar el polvorín. El voto más importante, sin embargo, fue un voto por “uno de los míos”, y el pueblo se movilizó para apoyar a uno de su misma raza. ¡Perdón! Se me olvidaba. Una minoría votó por el decrepito modelo de Fidel.

La historia del siglo XX de Bolivia está marcada por el corporativismo caudillista, que permitió que las grandes masas apoyaran banderas revolucionarias llenas de consignas, y evidentes deficiencias en su proyección histórica y nacional. Líderes sindicales y campesinos fueron cooptados por el MNR, y por más de una dictadura militar. Las manipuladas masas apoyaron a líderes y movimientos porque su voluntad había sido capturada por estructuras orgánicas. Con mayor información, eso está lentamente cambiando, y es precisamente a ese cambio que le temen en Cuba y Venezuela, cuyos gobernantes intentan como pueden controlar el acceso del pueblo al Internet.

Bolivia votó por el cambio, y no por el retroceso. El racismo ha hundido al país en un subdesarrollo, y esa es una factura que – con gran arrogancia e ignorancia - aún hay quienes se resisten en pagar o subsanar. Es un gran aporte histórico del Presidente Morales marcar el principio del fin de esta lacra social, y en esa tarea debería tener el apoyo de todos los bolivianos. La reunión con los Prefectos, sin embargo, es una pauta que las grandes mayorías en nuestro país no han apostado por un estatismo ineficiente, ni por la prepotencia y discrecionalidad de quienes coyunturalmente sustentan el poder.

El Presidente Morales fue electo sin asistir a siquiera un debate. El debate empieza dos años después. El pueblo boliviano, discriminado y excluido, ha votado por un cambio, y sobre todo por uno de su misma raza. Pero dudo que haya votado por la destrucción del aparato productivo, o por el paternalismo estatal. La gente quiere justicia e igualdad, pero con empleos y desarrollo. Las voces dominantes hoy son eco de fósiles de la historia, que reverberan un revanchismo que tan solo logrará ventilar amargas frustraciones. Esperemos, por ende, que el debate entre en el Executivo y Prefectos permita apaciguar el paleo-ciego dogmatismo de las “grandes minorías ideológicas”, que junto a la arrogancia de grupos de poder económico, han puesto a nuestra unidad y progreso en peligro de extinción.

Flavio Machicado Teran

Post Tribalismo

Muy poco probable la próxima cabeza del “imperio”, Hillary Clinton tiene un dilema con el cual me identifico. Nacida en Illinois, pero senadora por otro estado, admite no saber si apoyaría en una final a los Cachorros de Chicago, o a los Yankees de Nueva York. Su predicamento ha alimentado los ataques de la derecha, que utiliza su “ambivalencia tribal” para acusarla de ser incapaz de tener una firme y clara posición. Aparentemente, aun en países supuestamente tolerantes de la diversidad, todo individuo debe arraigarse a una identidad que lo defina. Por ende, quienes no somos viscerales defensores de un color, somos acusados de padecer la vergonzosa enfermedad del postmodernismo.

Desarraigado de mis raíces culturales, y criado en el Caribe, en lugar del futbol, yo soy fanático del basquetbol. A su vez, me he (o me han) “intersubjetivizado” al proyecto de la NBA, que pretende globalizar la liga, promoviendo estrellas de todo el mundo. La estética, profesionalismo y nivel de la NBA es del más alto. No es suficiente para mí, sin embargo, observar un gran partido, y para disfrutar del campeonato necesito invertirme emocionalmente con un equipo, el cual elijo después de observar su dinámica, ética de trabajo, garra y espíritu. Los equipos cada año cambian, se renuevan, o se deteriora su capacidad de trabajar juntos. Después de todo, son seres humanos los involucrados, y ello garantiza drama, sudor y lágrimas. En todo caso, puedo darme el lujo de tener como favoritos a seres humanos, y ser “fan” de la dinámica que los acompaña, y no así ser prisionero del fetiche y obligación de tener que rendirle culto y tributo a una camiseta.

En la liga profesional de futbol boliviano hay un gran proyecto, y consiste en transformar en empresa a lo que fue un club. La proyección de negocio es grande, y obedece a un plan de hacer al Bolivar una empresa rentable y competitiva. Los demás equipos ahora deberán tomar una decisión: seguir haciendo las cosas según nuestros usos y costumbres, o adaptarse a una nueva manera de elevar el nivel competitivo de nuestro deporte. Yo, originario estronguista, y rayado de por vida, tal vez no pueda darme el mismo lujo que me doy con los diferentes equipos de la NBA, a los cuales - porque en su momento allí jugaban aquellos seres humanos a quien he admirado por su estilo y pundonor - he brindado mi amor postmodernista. Ello no quiere decir que no considere positivo que el Bolivar alcance un nivel superior de competitividad, y que no celebre el que ahora obligue a todos los demás a superarse.

En el futbol español, la rivalidad entre el Real Madrid y Barcelona raya en un odio tribal. Existe un gran resentimiento, que tiene como antecedentes los vanos intentos de Franco de borrar por siempre el idioma catalán. El lujo de odiarse tal vez pueden dárselo ellos, que tienen la liga más importante del planeta y un mercado europeo, lo cual permite subvencionar su regionalismo. Nosotros no. Y si a Hillary Clinton se le fustiga su carencia de fundamentalismo originario, mis compañeros estronguistas seguramente cuestionarán que le desee al Bolivar fortuna y éxito en su nuevo proyecto. Que me disculpen ellos, pero espero que el Bolivar haga una gran empresa, una revolución bolivariana “Hecha en Bolivia” que yo si puedo celebrar.

Travieso Canciller

La mirada de los que “tienen” es esquiva, y refleja total desinterés en encontrarse con la mía. Saben que no tengo nada de lo que buscan, y su cordialidad está reservada para quienes agregan valor a su estatus, u ofrecen complicidad en la frívola búsqueda de encuentros carnales. Los que se dignan cruzar palabras, lo hacen para indagar a qué me dedico. Consciente de las consecuencias, y buscando el desprecio que me libere de su insípida curiosidad, contesto “a nada”. Me divierte cerrar puertas enchapadas en mediocre cotidianeidad y privilegio, porque la civilidad que guardan tampoco tiene para mí valor alguno.


La mirada de los que “no tienen” es también evasiva, y refleja fracaso. Su amabilidad está reservada para quienes puedan ofrecerles algo, su espíritu presto a sonreír cuando se cruzan con aquellos dotados de importancia. Buscan un empleo, mejorar su estatus, y tener las mismas satisfacciones que suponen tienen los demás. Quieren abrirse puertas, y aunque por dentro sienten el mismo desprecio, fingen cortesía. La ciudad arde de frustración y amargura, y la maldita necesidad de ser alguien se tropieza con la falta de empleos, mellando lo que queda de su frágil dignidad. Mientras, los que ahora degustan el seductor sabor del poder, piden a la gente que encuentre sentido a sus vidas con cada vez menos, y que desistan por siempre del egoísta deseo de “vivir mejor”.


Saboreo el desprecio, porque permite expresarme sin temor al castigo de los dueños del circo. Desapercibido camino más libre, ignorando sus ladridos silenciosos, y con estas líneas espero eliminar el riego de despertar su hipocresía. Prefiero inducir el mismo anonimato que me depara cuando dejo la patria en búsqueda del sustento que nuestra fértil tierra ha dejado de sembrar. Comparten mi destino los millones los bolivianos que prefieren las miradas evasivas de gringos o españoles, quienes también los desprecian por no ser uno de ellos.


“¡No los queremos!”, “¡No los necesitamos!”, espetaba Fidel cuando salieron los “marielitos” de Cuba. Al menospreciar el éxodo masivo de bolivianos que se cansaron de las miradas evasivas que desprecian su ambición de ser y vivir sin depender de la caridad del Estado, el gobierno silenciosamente comparte el mismo sentimiento. Ignorados en su patria, y sujetos a la inepta esquizofrenia política de los nuevos dueños del poder, son demasiadas las familias que salen del país en búsqueda de empleo, encontrando con frecuencia abusos y gran desdicha debido a su estatus de ilegal.


El gobierno tal vez no piense igual que “los que tienen”, pero su desprecio es el mismo. Los que migran son menos bocas que el Estado debe alimentar, y más remesas que inyectar a la economía. Con idéntica indiferencia, el gobierno vuelca la mirada a quienes no añaden valor a su ingeniería social. Deben suponer que pueden mejor subvencionar una sociedad donde queden menos para “no hacer nada”. Lo mío es un ardid, parecido al que a menudo nos juega el Canciller. La política de “arcas llenas sin empleo” ahora obligará al pueblo aprender a darse el mismo lujo, o intentar fugar.


Flavio Machicado Teran

lunes, 21 de abril de 2008

Nuestros Elegidos

Las naciones crean mitos que guían su accionar, muchas veces con nefastas consecuencias.

La soberanía sobre sagrados territorios ancestrales ha sido manzana de la discordia que entorpece la evolución de la armonía. Su legítima propiedad fue reclamada durante las Cruzadas por moros y cristianos, y ahora por Palestina e Israel. El mismísimo Dios supuestamente otorgó a israelitas aquella tierra prometida, creencia que ha convertido a quienes solían ser perseguidos y discriminados, en un imperio “accidental”. El mito de “los elegidos” ha radicalizado a varios, que testarudamente se interponen al proceso de paz.

La unidad indisociable entre la tierra, cultura y etnia es parte de los usos y costumbres del pueblo alemán. Bajo la consigna ancestral de Blut und Boden, los nazis desarrollaron un nacionalismo totalitario que suponía que la raza aria era única y legítima heredera del destino germano, justificando así el genocidio y atropello de aquellos considerados moralmente inferiores.

Otro mito imperialista es el Destino Manifiesto, la creencia que los EE.UU. estaba destinado a expandir su territorio desde las costas del Atlántico hasta el Pacifico. Este mito no solamente ha justificado la obtención de territorios más allá de los originales límites continentales, sino que ha alimentado la ideología que los norteamericanos tienen la misión de promover y defender la democracia en el planeta entero.

En el preámbulo al proyecto de constitución se pretende crear el mito de “tiempos inmemoriales”, cuando nuestros pueblos “comprendían” la pluralidad y diversidad. Tal vez comprendíamos, pero jamás pusimos en práctica dichos principios. En aquel entonces, “unos” sometían a “otros”, y los vencidos eran a veces sacrificados. Si nuestros antepasados celebraron la pluralidad, lo hicieron derramando muchísima sangre.

Quienes quieren hacernos creer que las razas originarias bolivianas han sido eximidas de cruentas prácticas propias de la evolución humana, pecan de ignorancia o deshonestidad intelectual. Si intentan convencer que el imperio Inca se construyó con piedad y benevolencia, sin discriminar o subyugar a quienes eran conquistados, es porque ahora pretenden victimizar, dividir, y conquistar al pueblo boliviano.

Más que “comprender” la pluralidad y diversidad, debemos crear condiciones para ella. Imaginar que jamás comprendimos el racismo “hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia”, no ayuda al proceso. El racismo es la escoria de la humanidad, y construir un Estado moderno requiere eliminar todo tipo de discriminación. Sin embargo, absolver a nuestras razas de la primitiva necesidad de diferenciar a quienes pertenecían a otros grupos, es pretender que fuimos - y somos - moralmente superior a los demás.

En tiempos inmemoriales no existían naciones, derechos civiles, o estado de derecho. Existía un permanente estado de guerra y - para diferenciarse de otros pueblos – el ser humano tatuaba su cara, deformaba labios, nariz u orejas, creando dioses y rituales. Hemos evolucionado, y queremos seguir perfeccionando la sociedad. Pero si consiguen imponernos mitos que niegan nuestro violento pasado, a la vez que cuestionan la moral de otras razas, habrán logrado atizar un alienante resentimiento, exaltando la autoridad moral de unos cuantos neo-racistas, para así perpetuarse en el poder.

Flavio Machicado Teran

Quo Vadis Torch?

If doubts whether the Chinese economy is in fact the new world power lingered like nicotine on a wedding gown the morning after, the upcoming Beijing Olympics will eliminate all delusions. The unipolar hegemony shortly held by the US withers away before our very eyes, and preeminence in the post-American world is being distributed amongst a host of nations. This redistribution notwithstanding, the wellbeing of the new big boys in Asia – India and China – hinges on growth in the greatest consumer society to ever engulf the planet, and both tremble before the possibility of a recession made in USA.

New evidence shows that in a highly interconnected world military prowess pales in comparison to public opinion, particularly when it comes to conquering hearts and minds. Armed with faster internet connections and their scrutiny enhanced by shock and awe, people cannot help but to witness every violation of human rights. After thousand years of wars between empires, however, no world power is prepared just yet to abandon their armies and trade them for a good PR department, and national security is still high on the agenda of every nation state. The complex formula in the modern era includes energy, water, food and economic stability. Thus, with few exceptions in oil rich countries, national safety is hardly optimized by creating obstacles, intransigence or confrontation.

As much as the US and China jockey against each other to maintain or increment their influence, no two enemies had needed each other so much before. And even as China represents an alternative political order, competing against the West for political and economic clout, it is also a partner. China must be brought to the table to discuss issues like human rights in Darfur, as well as in her own back yard. This will hardly be achieved through the use of force, or after having been subjected to humiliation in its own house. However, if the intent is to flare up the Chinese people’s nationalist passions, then joining our voices to the rightful protests is the appropriate path.

The Beijing Olympic torch touched American soil last week in San Francisco, where Mayor Newsome, State Department, two paramilitary officers from the Red Army, local police and the FBI executed a flawless torch run as far as the physical integrity of the runners - and the image of the Chinese government - is concerned. The torch began its journey in the shores of the Golden gate bridge, only to be immediately hoisted inside a warehouse with more protection than George W. Bush would need walking the streets of Baghdad. Using bait and switch tactics, the torch traveled through San Francisco inside a police escorted van, only to surface in streets filled with bewildered pedestrians in neighborhoods that were not in the original route.

Supporters of the Dalai Lama and a free and independent Tibet saw in the almost military execution of the torch run an implicit defense of Bush’s foreign policies and free trade, as well as of the human right violations on the part of the Chinese government. This awkward de facto alliance between Washington and Beijing has unleashed a fury of ironies and contradictions that our dualist primitive brain is not yet prepared to handle.

Those who peacefully protest human right violations see China as a colonial power that subjugated the people of Tibet by force. Is the struggle of the Tibetan monks and of its people a separatist ploy, or does it represent a legitimate anti-imperialist effort?

Those who ideologically oppose reestablishing economic stability by using the people’s taxes in the rescue of investment banks, consider the financial system a capitalist tool that has subjugated by force the world economy. Do efforts to perfect financial regulations in the US benefit the people of India and China, or is it an illegitimate capitalist imposition?

Those that defend freedom of expression and free trade see the campaign to boycott the Olympics – or the inaugural ceremony – as a strategy that harms the stability of world markets. Can one be pragmatic, cynical and promote freedom simultaneously?

The challenges facing humanity render ideological fundamentalism very dangerous. The fine line separating issues such as the free trade (promoted as well by China and India), the West’s opening up politically to the East (while promoting human rights), and government intervention for the sake of protecting financial stability (promoted by all) has been blurred, and these inconsistencies make us lightheaded.

In the name of consistency, many extremists would have to justify human right violations in Tibet, while others would have to applaud the fact that the US is copying a page from the Chinese ethics playbook by being bashful towards human right abuses when national interest are at stake. China – after all – is the world’s authority in the exercise of constraint and soft power, a foreign policy based on the strategy of commercial brinkmanship bundled with utmost silence regarding internal affairs, which incude brutal repressions on the part of many of its African trade partners.

Our achromatic daltonic brain struggles with the contradictions brought about by a multipolar world, as we strive to differentiate between friend and foe, and take a stand only once we have sorted out who is who. The Olympic game held every four games represent the union of the five continents and harmony between nations. This time around, they will also symbolize the unity and harmony that exists between multiple realities. Human rights now coexist with the imperative to transform the world economy into an efficient, ecological and socially driven engine for change. The world has ceased to be painted in black and white.

Global warming, energy and food crisis, and financial illiquidity are hitting humanity like a storm. Perfecting the system and understanding reality in its full range of colors, instead of pretending to reduce it to a dichromatic dualism, has become a matter of survival for humanity. The torch that lights the path towards practical solutions will require a modern and integrated global economy, one that creates incentives for nations to sit down together and improve the system, rather than to strive to malign it.

The fire that feeds the torch demands increasing cooperation, and less cynicism. Strengthening commercial ties and diplomacy will probably go further in overturning human right violations in China, than demanding Western leaders to upstage and defraud their games. Maybe the foreign policy currently in place by Washington has shown to be self-defeating. It does not follow that those who exercise their freedom of expression in protesting human right violations must be censored. Particularly when dissuading the protests could be confused by the Chinese government as having successfully appeased the West, encouraging brazen initiatives, such as the sale of weapons to Sudan and Zimbabwe.

Regardless of the many contradictions, truth is not absolute, and the process of creating conditions for peace and wellbeing for all people demands that we navigate waves of discontinuous logic. A small dose of the dreaded relativism will help advance global integration, and does not contradict the fact that defending principles only when it is in one’s interests to do so is invariably wrong.

Flavio Machicado Teran