jueves, 8 de febrero de 2007

Para descifrar y no discriminar

Es poco auspicioso que el 50% de la nueva tanda de los Diputados Nacionales fue incapaz de cumplir con los requisitos de la Corte Nacional Electoral. Si no fuera tan generalizada la improvisación con la que actuaron nuestros “líderes” para auto descalificarse, no faltaría quien acuse al sistema de una conspiración para obstaculizar una participación democrática. Pero no es una conspiración, es más bien un síntoma de la mediocridad de quienes han conducido y habrán de conducir el destino de nuestro país.

Pero, ¿acaso un Representante Nacional debe necesariamente ser inteligente, educado o carismático? La política no es un arte oculto que tan solo unos cuantos pueden descifrar, o peor aún, una ciencia a la cual solo unos cuantos están calificados para ser iniciados. La política – al igual que las leyes – es una manifestación de la racionalidad y sabiduría colectiva, y aunque los futuros Congresistas deberán estudiar y entender procedimientos y normas básicas, lo que deben llevar al hemiciclo, además de honestidad y voluntad de servicio, es el sentido común de los ciudadanos a quienes representan. Pensar que un candidato debe ser un “iniciado” en la ciencia o “arte oculto” de la política, o para ser un poco más contundente en el argumento, de cumplir siquiera con la condición de saber leer o escribir, es discriminar contra los derechos de una vasta población que es analfabeta.

Habiendo dicho esto, tampoco existe una manera democrática de obligar a la población a aceptar ciertas deficiencias - reales o subjetivas - en sus representantes, y la población tiene absoluta prerrogativa de emitir un voto utilizando la condición que mejor le parezca. Existen sociedades muy democráticas donde un católico difícilmente puede ser electo, y otras en las cuales la infidelidad matrimonial de un candidato no es aceptada como argumento electoral. Los bolivianos, recientemente hemos sido categorizados como una de las sociedades menos tolerantes. Estas elecciones pondrán nuestra tolerancia y diversidad a prueba con dos candidatos de un origen étnico diferente al grupo étnico que siempre ha aportado uno de los suyos para el sillón presidencial, uno con padres nacidos en Japón, y el otro nacido en el ayllu Sulca. Ser diferente no debe ser un factor discriminante, pero tampoco es condición suficiente para ejercer el poder.

La historia no tiene derechos u obligaciones, y por ende es difícil argumentar en contra del “derecho” de las fuerzas de la historia a “espontáneamente” emerger para enmendar las omisiones de quienes mal utilizan el poder. Pero un candidato si, por lo menos si quiere obtener nuestro voto, y lo que dice es la primera responsabilidad que ejerce como aspirante a nuestro mandato. Sin embargo, por un lado escucho la facilidad con la que se intenta deslegitimar candidaturas apelando a si se recibirá o no la bendición imperial. Por el otro escucho como se atiza el fuego del descontento, y en lugar de revalidar el proceso democrático mediante una actitud investida de serenidad presidencial, prefieren quitarle brillo con una retórica incendiaría. Decía yo hace poco que me “estaba quedando sin amigos”. No era lo que necesariamente deseaba, pero lo decía. Ahora que por fin se ha cumplido mi subconsciente anhelo, me doy cuenta que no solo hay que tener cuidado con lo que uno desea, sino con lo que uno dice. Existen males y existen malos, pero también existen medios y maneras, y si el pueblo ya no cree en ellos porque han demostrado ser corruptos e ineficientes y se levanta espontáneamente, que así sea. Pero no creo que sea muy presidenciable – o democrático - convertirse en comentarista o portavoz de una posible violenta rebelión.

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