jueves, 8 de febrero de 2007

El Más Maquiavélico

Debilitada por pugnas entre diversos grupos de poder, y usurpada su estabilidad por fuerzas extranjeras, la Italia de Maquiavelo finalmente cayó en anarquía. Era entonces una colección de ciudades-estado, fragmentada y caótica, y después de la invasión española le tomaría otros 350 años conseguir su autonomía y unidad. Maquiavelo había sido siempre un político fervientemente republicano (gobierno cuyos representantes son elegidos por el pueblo), y en los catorce años dorados de la República de Florencia, había incluso llegado a ocupar el puesto de Canciller. Sin embargo, cuando los Medici derrocaron al gobierno “democrático” de Soderini, Maquiavelo fue encarcelado, torturado, y exiliado a Percussina. El “por qué” un hombre del pueblo escribió, durante su exilio, El Príncipe, un libro con consejos para que el tirano afinque su poder dictatorial, es uno de los grandes misterios de las ciencias políticas. Existen diversas teorías, la menos halagadora de ellas que simplemente intentó egoístamente agraciarse con los nuevos gobernantes para recuperar su estatus y poder.

A diferencia de Judas, la reivindicación de Maquiavelo comprueba ser más difícil, debido a que no existen nuevos manuscritos que revelen su verdadero designio. Existen, sin embargo, dos teorías que intentan exonerarlo de la inmoralidad de la cual es acusado: Una teoría es que Maquiavelo habría encubierto artimañas entre sus consejos, con el objetivo de hacer a los Medici vulnerables a un levantamiento popular. Maquiavelo aconseja al Príncipe, por ejemplo, que la sede del poder y residencia sea mudada a Florencia, y que abandone su inexpugnable castillo. Maquiavelo argumenta que mudarse a la ciudad sería una manera de ganar popularidad y el favor de la población, cuando en realidad simplemente hacía que la seguridad del Príncipe sea más frágil, y facilitaba la insurrección del pueblo. Otra teoría es que Maquiavelo era ante todo un político pragmático. Por ende, entendía perfectamente que la situación internacional - una Italia indefensa ante el asedio español y francés - demandaba de un gobernante fuerte y capaz de garantizar la estabilidad interna, para así poder hacer frente a las amenazas extranjeras.

Aún cuando dicha frase jamás fue enunciada por él, de lo que no se salva Maquiavelo es de la bien ganada fama de ser quien inmortalizó la frase “el fin justifica los medios”. Y aunque resuena en mi cabeza la advertencia del Papa Benedicto XVI en contra del relativismo moral, debemos entender que en la política un líder a veces se ve obligado a elegir entre el mejor de dos “mundos”, o de los males el menor. Hoy parece que la encrucijada es elegir entre la igualdad o la democracia. El grito de guerra es reivindicar a los derechos de los pueblos indígenas, y revertir 500 años de injusticia. La causa es noble y es justa, de eso no existe duda alguna. Yo añadiría incluso que es necesaria. ¿Pero es este el fin supremo? Más aún, ¿justifica dicho fin pagar cualquier precio, sin importar los medios a ser utilizados?

El terminar con el racismo y la discriminación es un fin ineludible, pero los correos que recibo con epítetos y contenidos racistas me hacen dudar que la lección haya aún sido entendida por nuestra incorrectamente bautizada “oligarquía”. El racismo es uno de los mayores males que aquejan a nuestra nación, y uno de los mayores obstáculos en nuestra transformación hacia una sociedad productiva, viable y estable. Pero es más cómodo para los “Medici criollos” insistir con su heredado racismo, sin reflexionar sobre sus consecuencias, aún cuando es nuestra calidad de vida la que sufre debido a su negligencia. Tal vez es por ello que el Presidente Morales niega un espíritu Maquiavélico, tal vez sin darse cuenta que está optando precisamente por ese camino, al no revelar completamente sus intenciones, ni jugar bajo las reglas acordadas. Además, si advirtiese a su oponente de dicha estrategia, ello inmediatamente la haría inviable. En otras palabras, para que surta efecto el plan, Maquiavelo debe ocultar que es Maquiavelo. Ahora solo queda rezar para que los medios utilizados no resulten en la conflagración y anarquía que Maquiavelo siempre quiso evitar, y que en medio de dos fuerzas igualmente impostoras, sobreviva la unidad de la nación.

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