martes, 27 de abril de 2010

Ningún Nelson Mandela

Asociamos “dieta de pollo” con una dolencia física inducida por un virus. Tras debatir sobre cómo salvar al planeta y llegar a la conclusión que se lo salva destruyendo instintos, consumismos e intercambio comercial, nos enteramos que la dieta de pollo aflora nuestro lado femenino. ¡Qué bueno! Un equilibrio al ego masculino es lo que necesita este planeta. Lástima que nuestro líder espiritual no haya leído bien el manual anti-capitalista. De haberlo estudiado, se daría cuenta que salvar a la Pachamama requiere también desarrollar nuestro lado femenino. El comandante Hugo Chávez, por ejemplo, advierte que el actual superávit de testosteronas induce la egoísta tendencia masculina de someter la naturaleza, según los dictados del Antiguo Testamento.

Tal vez no nos salve del calentamiento global, pero seremos más humanos cuando dejen de cometerse vejaciones físicas y morales debido a la etnia, ideales, género u orientación sexual del otro; y condenar dichas vejaciones siempre, no solo en Sucre, cuando nos conviene. En algunas sociedades los homosexuales tienen los mismos derechos, entre los que se encuentran el derecho de defender a su patria, contraer matrimonio y adoptar a niños que han quedado sin hogar. En otras latitudes, los homosexuales son considerados seres iguales; y se celebra su capacidad de amar, producir y convivir moralmente con el resto de la sociedad. En las sociedades liberales se ha llegado a la conclusión que al ser humano se lo debería juzgar por su conducta, jamás por las características que definen su condición.

Es irónico entonces que en la mismísima reserva mundial de la humanidad, por un lado de la boca se condene el lado analítico-racional del cerebro humano, un hemisferio identificado con lo “masculino” y sinónimo de violencia, conquista y sed de sumisión; mientras que del otro lado de lampiños labios se mofen del lado femenino que pueda manifestarse en un macho-machote. Triste, además, es que con el poder político firmemente agarrado de ambos hemisferios cerebrales, no sean capaces siquiera de entender la dimensión o consecuencias de sus prejuiciados pronunciamientos.

Las consecuencias no se dejaron esperar y la prensa extranjera se dio un panzazo con la noticia. En contraste, las disculpas a la comunidad “gay” fueron muy tibias. Parece que el zeitgeist anti-capitalista exime a nuestro Mandatario de todo mal; que su histeria reemplaza a la historia (Bolivia ha luchado contra el imperio romano), y el gran poder le autoriza ser interprete de la voluntad divina, (el terremoto en Chile fue “castigo de Dios”). Parece también no existir límites a la capacidad de perdón y nula reflexión de un pueblo arrodillado ante sus nuevas deidades.

Una de las consecuencias parecerá banal para los re-volú-binarios del bien y el mal. Después de todos, gracias a su hegemonía, los maniqueos tienen potestad de declarar toda posición ajena siempre retrograda y reaccionaria; mientras que su líder espiritual es eterna e infaliblemente dueño de la verdad. Pero en los salones del Premio Nobel en Suecia, la noticia de su homofobia ha seguramente restado puntos en nuestra candidatura al codiciado galardón. Tampoco pasará desapercibida la atracción fálica a misiles rusos, un gasto insulso que tan solo hace evidente la mentalidad de guerra fría que aun impera en las cavernas de los cráneos que manejan nuestro destino. Gracias a un mal dado picotazo al mercado, el Premio Nobel de la Paz jamás llegará a este lado de los Andes. Insólito será que luego nos quejemos que nos negaron el premio por vil “discriminación”.

martes, 20 de abril de 2010

Molinos de Viento

Erase una vez cuando el enemigo era la energía nuclear. El movimiento ecologista nacido en Alemania en la década de 1960 soñaba con un mundo sin columnas de humo, una vida sin el estrés de la vida urbana y -sobre todo- un mundo sin la energía derivada de la fisión nuclear. Apenas una generación más tarde, los verdes de antaño aceptan los avances tecnológicos que han convertido a los peligros de la Isla de Tres Millas y Chernóbil en una pesadilla de juventud. Es muy probable que en menos de una generación, una planta de energía nuclear segura, eficiente y bajo estándares de calidad mundial sea construida en suelo bolivariano. Sin ofender susceptibilidad ecologista alguna podemos, por ende, concluir que la tecnología del siglo XXI es la energía nuclear.

Si bien el peligro que aun pesa cual espada de Damocles sobre el planeta es la guerra nuclear entre naciones, también existe el dilema de los residuos radioactivos. Se estima que los reactores nucleares del mundo producen 12.000 toneladas métricas al año (no reprocesado). El almacenaje de estos desperdicios nucleares se ha convertido en un tema político, más que tecnológico. Francia, Alemania, Reino Unido, España, Suecia, Finlandia, Bélgica y Suiza, por ejemplo, han creado una plataforma tecnológica para analizar el problema del almacenamiento a largo plazo de los residuos radiactivos de alta actividad. Según la Fundación Vida Sostenible, “El objetivo es promover la creación de almacenes geológicos profundos donde depositar el combustible y residuos de alta actividad, que emiten radiación durante decenas de miles de años”.

Cuarenta y siete jefes de Estado y de Gobierno asistieron a la cumbre sobre seguridad nuclear organizada por la Casa Blanca. La agenda incluyó la continua seguridad del sistema capitalista. Una de las mayores amenazas al mercado internacional–irónicamente- es el mercado negro de uranio enriquecido. Se teme que solo sea cuestión de tiempo para que anti-capitalistas reunidos en las montañas de Afganistán logren adquirir – por el módico precio de 12 millones de dólares – suficiente conocimiento científico y uranio para construir una bomba atómica de 2 megatones. Si una bomba atómica “casera” llegase a explotar en Manhattan -centro financiero del planeta – (matando un estimado de 100,000 personas), los asustadizos mercados financieros pudiesen crear mucha más muerte, hambre y destrucción que los miles de rascacielos pulverizados en la Gran Manzana.

La energía nuclear es garantía de la supervivencia del ser humano, no solo del capitalismo. En la mente de algunos, el mal manejo de sus residuos radiactivos es el camino rápido hacia, de este último, su destrucción. Es cierto que las tecnologías limpias, desarrolladas a pasos agigantados, seguirán alimentando la consumista maquinaria. Por ende, cumbres diseñadas resolver los peligros que yacen detrás del manejo de desechos radioactivos pasarán desapercibidas, mientras que las cumbres que hablan de salvar al planeta se dan el lujo de ignoran por completo que su integridad depende también del buen uso de energías derivadas de la fisión nuclear.

miércoles, 14 de abril de 2010

El Dedo en la Urna

El padrón biométrico resultó ser tan solo una monada de alta tecnología. La huella digital de mi vecino fue supuestamente cotejada contra toda y cada una de las huellas digitales de toda la nación. Hubo dudas, sin embargo, que la Corte Electoral logró utilizar las imágenes escaneadas del pulgar para constatar que cada registro electoral era “único” y perteneciente a un ciudadano que aun respira. La sociedad civil se alarmó ante la posibilidad de fraude, pero los jefes del Estado Plurinacional no se inmutaron. Cuando los candidatos “plurinacionales” obtuvieron el 64% del voto, en vez de rastrillar las actas en búsqueda de anomalías, los jefes celebraron.

Luego el padrón electoral en Pando creció más de 5% en tres meses y los “pluris” tampoco dijeron nada. Cuando la OEA objetó que no se haya utilizado tinta indeleble en la pasada elección, los “pluris” seguían mudos. Pero toda indiferencia “pluri” a las formas y maneras de la Corte Electoral murió cuando Tarija y Santa Cruz, joyas petroleras de la corona, fueron conquistadas electoralmente por la oposición. Recién entonces la maquinaria fiscalizadora del Gobierno, engrasada y sacramentada, empieza su ágil y arrolladora marcha para encontrar conexiones conspiradoras entre notarios, cortes departamentales, jurados electorales y delegados de mesa que corrupta (y supuestamente) vulneraron la voluntad de los pueblos de Beni, Tarija y Santa Cruz.

Debe preocuparnos las todavía afiladas y largas garras de la “derecha” separatista extienda su control al Altiplano, comprando la lealtad de angurrientos líderes locales en pueblos como Achocalla, Corocoro y Achacachi. Es una preocupación legítima. Pero aun más me preocupa la gran negligencia de un partido - en el poder más de cinco años - a la hora de fiscalizar el proceso electoral mediante delegados de mesa; una incapacidad que contrasta la gran eficiencia a la hora de investigar como les metieron votos en las urnas bajo sus mismísimas narices.

Todo partido político tiene el derecho y obligación de supervisar el proceso electoral mediante delegados de mesa, que son los testigos presenciales y garantía de un proceso transparente. El MAS ha tenido cinco años para organizar y capacitar a sus partidarios, de tal manera que eviten que en las urnas hagan trampa los “separatistas”. No obstante el poder y preparación, resulta que todo un ejército de “pluris” fue embaucado a firmar actas en “blanco”, una pelotudez más que dio lugar a las matufias de un puñado de (separa) “tistas”. Ante tanta ignorante pelotudez, es impresionante que – en apenas una semana- un puñado de “pluris” sean luego capaces de desenmarañar una compleja conspiración para cometer fraude. ¡Qué contraste en capacidad de gestión!

La inocencia de los delegados de mesa del MAS que firmaron actas en blanco es únicamente superada por la inocencia de quienes creen que, nuevamente cambiando las reglas de juego, el Gobierno pretende erradicar el fraude. Inocente también es suponer que las “revoluciones” nunca lo cometen. Algunas revoluciones pretenden imponerse con un dedo registrado varias veces. A dedazos y con gran arrogancia, la revolución “pluri” quiere imponerse comiéndose a sus propios hijos, empezando por ponchos rojos e ilustres descolonizadores e indigenistas del buen beber. Deslumbrados por el astro espiritual que los guía, siguen creyendo que poseen la suprema hegemonía. Con el dedo del poder fiscal firmemente en el ojo opositor - y su ojo oficialista en tinta - parece que observan fraude, polarización y regionalismo únicamente en el ojo ajeno.

miércoles, 7 de abril de 2010

La Ecuación Incompleta

Sin economía la vida es más pobre. Negar esta tautología es la mezquindad de moda. Ignorar las condiciones que permiten vivir bien en sociedad, sin embargo, no es ninguna novedad. La generación anterior, por ejemplo, se olvidó la valiosa lección de la Revolución de 1952: sin inclusión social no hay desarrollo. La economía – después de todo – es más que máquinas y billetes. También es seres humanos, cuya integración a la sociedad tiene una dimensión moral y productiva. Olvidar esta lección es un desliz conceptual de los poderosos de ayer que nos está costado caro.

El proceso de perfeccionamiento de la economía es delegado a cada generación. La mayor responsabilidad y contribución de la infraestructura legal, moral y científica es precisamente proteger, nutrir y mejorar el aparato productivo. Con el paso del tiempo, la premisa anterior se hace cada vez más compleja. El ecosistema, por ejemplo, no era considerado antes parte del “aparato productivo”. Hoy se entiende que la ecología es la economía. Y así sucesivamente, el concepto de “economía” se perfecciona, convirtiéndose en una ecuación integral que incorpora todo tipo de variable: sobre todo social.

En el pasado no se le brindo a la inclusión social el lugar que amerita en la ecuación del desarrollo. El hecho es que en Bolivia se creó una clase social desamparada, relegada a la discriminación y olvido. El Estado sirvió a la perfección para las ambiciones de una clase dominante que hizo de la política su mejor inversión. En consecuencia, invertir en la inclusión social – con la correspondiente mejora en el aparato productivo - no fue una prioridad. Es insensato, por ende, suponer que el horizonte de los nuevos poderosos sea construir el andamio que ni siquiera los “empresarios” de ayer se dignaron erigir.

La nueva generación deberá aprender que la inclusión social no puede ser legislada ni impuesta por decreto. Gracias a la visión del actual Gobierno - la nacionalización de los hidrocarburos y canalización de recursos a las regiones a través del IDH - las arcas de los municipios y prefecturas están llenas. Ahora corresponde una ejecución presupuestaria coherente con el propósito de mejorar el aparto productivo. La brecha de la desigualdad no puede cerrarse, ni la inclusión social lograrse, sin avances en la economía.

Este elusivo concepto “economía”, cada vez más integral y con rostro más humano, representa un sinfín de condiciones que hacen la vida en sociedad. Las exportaciones bolivianas forman parte de la ecuación y estas empiezan a caer. La inversión extranjera directa es otro componente importante. Atraerla no es fácil cuando ocupamos en lugar 146 en el Índice de Libertad Económica. No obstante, los demás fundamentos macroeconómicos por el momento son sólidos. Para ahora incorporar la inclusión social a la ecuación del desarrollo debemos superar la corrupta visión rentista de ayer, con una visión enfocada en invertir en el aparato productivo, que incluye infraestructura social. La inclusión es el camino y horizonte a la vez. Pero sin una buena y pujante economía, es tan solo un bonito estribillo.

viernes, 2 de abril de 2010

Dime a Quien Atacas

El perro de un amigo me dio un buen mordisco. Me dolió. Sería ridículo, sin embargo, molestarme con el dueño del mastín, o enojarme con el noble animal, que tan solo cumplía con el papel que le fue encomendado. En un evento que no tiene nada que ver con lo acontecido entre un can y yo, un fiscal hizo también el trabajo encomendado, hurgando selectivamente archivos de gastos reservados, tal como lo demanda la ley guillotina.

A juicio de la Comisión Colombiana de Juristas, “El Fiscal General debe ser independiente política, laboral y económicamente tanto del gobierno, como de los funcionarios públicos que debe investigar, lo cual brinda garantía de imparcialidad y objetividad en su labor”. Me parece un principio probo aplicable a todo fiscal, quien debería ser invulnerable a presiones políticas de cualquier tipo. En contraste al anterior espíritu de independencia y objetividad, la ley guillotina es un sopapo en la cara de la jurisprudencia boliviana. Puede que sea cierto. No obstante, el fiscal Félix Peralta solo cumplió con el objetivo político que le fue encomendado: ignorar que el Ministerio Público debe defender los derechos de las personas frente a los abusos del Estado y no al revés.

Con el respeto que merece el cardenal Julio Terrazas, su jerarquía no lo hace inmune a la ley (por retrograda que sea). El ex Defensor del Pueblo, por ejemplo, fue corriendo a la fiscalía, a comprobar que había recibido dinero para cumplir con una tarea social, provocada por un conflicto público. Pero acusar a un cardenal de corrupción, sin pruebas, tendrá clarísimas consecuencias electorales, sobre todo en Santa Cruz.

Ante la metida de pata de un fiscal, los voceros del Gobierno dieron desgarradores aullidos, con intenciones de propinar sendas mordeduras a un servidor que solo cumplía con el papel que le fue encomendado. El fiscal Peralta, después de todo, no recibe un sueldo por parte del Estado para realizar cálculos políticos que permitan identificar si el blanco de su investigación es un blanco idóneo, o si un blanco de jerarquía puede tener consecuencias electorales.

La moraleja de este episodio no puede ser más clara: “acusa públicamente y viola la presunción de inocencia únicamente de aquellos ciudadanos (léase figuras políticas) que el pueblo ha defenestrado”. El anterior enunciado no debe confundirse con una defensa implícita de la corrupción institucional que condujo a cientos de miles de servidores públicos a seguir los patrones de conducta que en Bolivia fue vista durante muchos años como “normal”. Está bien echar por la ventana usos y costumbres que – por muy tradicionales – atentan contra el patrimonio del pueblo. El problema es la selectividad maquiavélica con la que se pretende aplicar las nuevas normas.

El analista Fernando Molina advierte que violar las “formas” democráticas (léase debido proceso) en nombre de un “bien superior” (p.e., acabar con la corrupción) es atentar contra la democracia (que no es sólo el poder de la mayoría). Según Molina, “En la democracia lo que interesa no son los resultados… lo que interesa son los procedimientos... incluso cuando (estos) perjudican el logro más rápido o más pleno de los resultados deseados”. En Bolivia los procedimientos están siendo reemplazados por la guillotina, una vía rápida a la tan ansiada total hegemonía. El ataque al cardenal Terrazas fue parte de la estrategia jacobina; una que acabó mordiendo la mano que a los fiscales les da de comer. En vez de independencia para los fiscales, el lema parece ser,”dime a quien investigas y yo (Gobierno) te diré si puedes”.