Dudo que un juez, por muy riguroso que sea en la aplicación de la ley, condene por asesinato a una mujer cuyo agresor le hubiese dado la espalda, y ella haya acertado mortal golpe al criminal, dejándolo sin vida. La sociedad, sin embargo, trata de disuadir dichos actos de mutua destrucción, estableciendo castigos penales, indemnizaciones civiles, y creando conciencia sobre las consecuencia personales de agresiones a la mujer. Lo que no hace la sociedad es fomentar el odio entre hombres y mujeres, ni satanizar al hombre por su sistema patriarcal, que condenó a condición de “ciudadana de segunda clase” a su supuesta socia en la empresa de construir una sociedad más justa y equitativa.
Soy de la convicción, que la sociedad se verá beneficiada el día que la mujer asuma un papel protagónico en la definición y ejecución de políticas de desarrollo, debido precisamente a su capacidad de escuchar diferentes posturas, reconciliar aparentes contradicciones y fomentar armonía, confianza y amor propio, una labor que una madre mejor que nadie sabe hacer. De lo que no estoy tan convencido es que la sociedad se vería beneficiada con un feminismo recalcitrante e irracional, que pretenda subvertir las injusticias a las cuales son las mujeres sometidas mediante un dogmatismo político cuyo objetivo sea castigar al hombre.
A nivel global los pueblos más débiles e indefensos han sido explotados por países con mayor poder. Sin embargo, no es la herramienta la culpable, sino el uso que se le dio. Por ende – al igual que la mujer complementa al hombre, y viceversa – el socialismo puede complementar al capitalismo, y viceversa. En el caso de género, la mujer y el hombre comparten la misma inteligencia y capacidad física, y si existen asimetrías, estas son mínimas, y por lo general se compensan. En el caso de las “herramientas”, el capitalismo y el socialismo comparten el objetivo de avanzar la justicia y la igualdad, el primero al avanzar igualdad de oportunidades para crear esa riqueza, el segundo al crear mecanismos para distribuirla mejor.
En Bolivia, sin embargo, existe demasiado despecho y resentimiento hacia el concepto “capitalismo”, al punto que incluso el “empresario nacional”, se ha vuelto sinónimo de prebendalismo, elitismo y explotación. En el pasado los empresarios bolivianos evidentemente vivieron del Estado y del favoritismo político. Pero, ¿es razonable ahora satanizar al libre mercado, a la capacidad emprendedora y a la inversión? Si los empresarios actuaron mal, era porque el marco legal era incompleto, anacrónico y deficiente, y ello instituyó incentivos perniciosos que se manifestaron en conductas mediocres. La solución, creo yo, es desarrollar el marco legal que nos permita a los bolivianos actuar bajo una racionalidad diferente, para que nos esforcemos por competir, por innovar, y por desarrollar mercados en el exterior para productos bolivianos.
La ironía de la estrategia de satanizar, es que ahora se quiere satanizar la reelección del Presidente. Yo creo que la reelección no tiene nada de malo, mientras sea legalmente y bajo las reglas de juego. Lo que si es un problema es que el accionar del Presidente sea irracional. Tal vez en el amor, donde prima el corazón, no siempre se pueda ser consistente, racional o lógico, y el odio sea parte de la capacidad de amar. En el mercado, sin embargo, prima la mente, fría y calculadora, donde no debería prevalecer lo ideológico o personal. Uno no puede amar con la mente, pero tampoco puede crear mercados con el corazón. No existe, después de todo, tal cosa como un mercado feminista. Que Evo Morales sea reelegido no me preocupa. Me preocupa que no entienda que los modelos de desarrollo no son incompatibles y excluyentes, que los mercados son complementarios a su afán nacionalizador, y que la discusión ideológica debe ser madura y racional, para reconciliar y superar las contradicciones e injusticias con la grandeza del amor de una madre, y no así con la mezquindad del resentimiento ideológico, que tan solo logrará comprometer nuestra estabilidad y al desarrollo nacional.
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