No me queda duda que el Presidente Morales sinceramente quiere interponer su buena voluntad política para resolver los problemas de la nación. Pero lo hace con tanta “inocencia” que acabará interfiriendo con el desarrollo, y entremezclando “la carreta con el buey”. Por el momento, sin embargo, no se siente el impacto económico de la insensatez y dogmatismo ideológico, y las facturas de reducir el gobernar a gesto y diatribas aún no se tienen que pagar. Mientras tanto, debemos observar como se pretende navegar mediante pura voluntad política, de la buena.
Si la Corte Nacional Electoral hubiese caído en manos del oficialismo, seguramente estaríamos escuchando en la radio, “se exhorta los buenos oficios de la población para evitar el fraude”. El Diputado Torrico advierte que no habrá fraude “porque los muertos no votan”. ¿Inocencia? Puede ser. Sin embargo, cuando el mismo gladiador propone a la diputada Marisol Abán un quid pro quo (latín para “aflojando despacito”, o “dando y dando”), lo hace conciente de que no está violando ninguna ley. A todo el Presidente Morales, indignado, llama a su suspensión “mientras se investiga el caso”. El diputado Torrico, sin embargo, no quebró ninguna ley.¡Que ironía! No hay castigo contra violar la ley para crear una ley, porque no existe.
Llámenme anticuado, pero soy de los que creo que la libertad, el progreso y la igualdad están sujetos a la ley. Pero si no entendemos el valor de la ley, no cumplimos con su espíritu, y actuamos con discrecionalidad y falta de criterio de preceptos básicos, ¿cómo se supone que vamos a perfeccionar nuestra Constitución Política del Estado? En su lugar, tenemos gestos, de los buenos, y podemos imaginarnos caricaturescamente al Presidente guiñarle el ojo a Torrico, dejándole entrever que “lo agarraron, cual taxista rompe huelga”, y que ahora lo van a “tener que chicotear”. Pero un gesto no hace la ley, y una cosa pueden estar seguros: Torrico saldrá sin rasguño alguno de la huasca.
Entonces, mientras la ley debería ser el buey que jale la carreta, hoy es el poder político el que ocupa – metafóricamente - el lugar de tan noble y leal animal. El gobierno quiere copar espacios político, no para avanzar una agenda económica que permita una más justa y equitativa redistribución de una riqueza - aun por crearse - sino para ejercer el imperativo político e ideológico de copar el poder, por el poder. La igualdad, justicia y libertad la hacen las leyes y su cumplimiento, sin embargo, por mucha retórica sobre el Estado de Derecho y la seguridad jurídica, temo que la contienda política y los objetivos hoy son otros, la perspectiva es otra, y los resultados no se dejarán esperar. A punta del chicote solo se logran gestos aislados, y únicamente la ley trasciende lo particular, la discreción y el capricho político, y solo la ley - y su cumplimiento - crea las condiciones para una convivencia sana y productiva. Pero en la ecuación del poder por el poder, encontraremos que el resultado es un vacío, un cero improductivo que buscará llenarse a sí mismo pretendiendo aún mayor poder. Los disparates que se siembran hoy, tarde o temprano empezarán a cosechar resultados. Ese día, cuando el poder por el poder no dé ningún resultado, espero que la receta no sea simplemente incrementarlo, bajo la lógica de “la igualdad será lograda compañeros”, incluso – tal vez - al precio de nuestra libertad. El poder es delegado por el pueblo, todo el pueblo, para hacer respetar nuestros derechos y avanzar el bien común, y ese poder está enmarcado en las leyes. La formula es muy sencilla, pero la “inocencia” parece ser mayor.
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