jueves, 8 de febrero de 2007

BUEN GOBIERNO

Los fantasmas del pasado se han desatado con furia infernal y flamean cual banderas. Su danza dionisíaca ronda las imaginaciones hasta el punto que lo material – es decir, el empleo, infraestructura, alimentación, salud, y educación – se ve obligado a ceder ante las múltiples abstracciones mentales que se anidan en el subconsciente colectivo. Es irónico, por lo tanto, ver que quien resucita es la dialéctica materialista, que aunque representa una herramienta útil en el análisis de los movimientos sociales, temo que incluso éstos movimientos habrán de encontrar poca reivindicación el día que sus familias deban alimentarse de buenas intenciones.

A la lucha étnica y la lucha de clases, ahora se suma la lucha regional, y estamos apostando nuestro futuro en la fe que lo “dialéctico” resolverá nuestros problemas, y no así lo “racional”. Es decir, pensamos que la lucha es buena, porque de ella nace una nueva realidad, y ello por sí - y en sí - es suficiente. Entonces salen las banderas del indigenismo para resolver el conflicto étnico, y las banderas de la autonomía para resolver el conflicto regional. Ambas reivindicaciones son válidas y necesarias, pero no son suficientes. El resolver el conflicto étnico y el conflicto regional tiene como objetivo – quiero creer – crear condiciones de desarrollo para Bolivia, y eso no puede ser una abstracción, y por el contrario, debe tener resultados mensurables y tangibles, sobre todo en el bolsillo de cada ciudadano.

La lucha de clases está quedando en un limbo, y he sido escéptico de que será el “proceso dialéctico” el que resuelva el conflicto, y he preferido apostar en algo tan sencillo, pero tan elusivo últimamente, como una estabilidad política que permita arrancar el motor del crecimiento. Proceso dialéctico o proceso racional, la lección es que igual debemos hacer a un lado el miedo que despiertan nuestros fantasmas y nuestro miedo a transformar esta sociedad, y debemos entender esa transformación en su dimensión dialéctica, y en su dimensión racional. Por ejemplo, si un “burgués”, como lo fue Marcelo Quiroga Santa Cruz, fue quien dirigió a la izquierda de manera “nítida”, posiblemente es porque en ese entonces lo “dialéctico” se resolvía entre las clases gobernantes. Si hoy es un orgulloso indio que dirige la izquierda, eso no debe ofuscar lo racional detrás de su liderazgo, o de su papel histórico. Y si este “burgués” hoy levanta su pluma en aras de llenar el vacío político que a dejado marginada a la sociedad, lo hace no porque ha dejado a un lado su ideología liberal para convertirse en socialista, sino porque también actúa de manera racional. En otras palabras, al diablo con las banderas, llenemos el vacío político, y seamos participes en crear por fin condiciones de justicia, verdadera democracia y gobernabilidad.

El buen gobierno no será el que por fuerza de su voluntad cree estar avanzando las diferentes reivindicaciones de los diferentes sectores de la sociedad con actos y concesiones simbólicas. El buen gobierno gobierna para todas las bolivianas y bolivianos, y cualquiera sea el papel que le asigne al Estado, su función será el de crear condiciones, y no en creer que lo puede solo porque lo desea. Habiendo dicho esto, creo que el mejor gobierno saldrá – irónicamente – de la resolución de un proceso “histórico” que ha dejado inerme y cínica a las grandes mayorías, masas que hoy deben volver a creer en una nación que la ha olvidado, que no la hizo participe, y que con un racismo arrogante le ha restado su autoestima y su hasta su propia fe. No será suficiente que la lucha de clases se resuelva en lo “dialéctico”, pero aunque me cueste admitirlo, parece ser un primer paso – o condición sine qua non – de un despertar económico y de la fuerza constructiva de toda una nación.

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