jueves, 13 de diciembre de 2012

Crisis Existencial



El no apego a la ley ocasiona en Bolivia una crisis existencial, advierte Sean Penn, nuevo paladín de la justicia. En su entorno cultura la connotación es diferente al nuestro. Mientras que en Bolivia una “crisis existencial” tiene severas connotaciones, en EE.UU. es sinónimo de un momento de reflexión. Crisis en torno a la ley aquí hay varias y varios son los necesitados de una buena crisis existencial; especialmente aquellos que velan por el cumplimiento de las normas de transito. Bien le caería a la Unidad Operativa de Transito una ligera crisis existencial.

Las múltiples obligaciones burocráticas tal vez no permiten a los altos mandos reflexionar sobre cómo resolver la crisis de circulación vehicular. La evidencia son policías de tránsito, que - al estar acostumbrados a innumerables bloqueos - parecen no sufrir de crisis alguna cuando ven embotellada la ciudad. En defensa de aquellos responsables de mejorar el tránsito por calles bolivianas, no cuentan con dos recursos básicos: leyes y tecnología.

El derecho que otorga la luz verde es una ley a medias. Si bien es prohibido cruzar en rojo, resulta que es perfectamente legal – en rojo - estacionarse en media intersección. Esta extraña situación se suscita cuando el conductor (sabiendo que no podrá cruzar), le “mete nomas”, ejerciendo su derecho de avanzar en luz verde; ejercicio que evita que los demás puedan hacer lo mismo. Es decir, si un conductor avanza en verde, pero el semáforo se torna rojo cuando su vehículo esta en medio cruce, entonces está violando la ley. Si uno no puede cruzar la intersección, entonces uno debería parar en la esquina, incluso si el semáforo verde le confiere el derecho de avanzar.

El ánimo de ganarle unos segundos al día es una lógica que actúa en contra de nuestro interés personal. Todos ganan si el tráfico avanza. Pero si todos trancan las intersecciones, el resultado es un círculo vicioso, que tan solo empeora la situación de todos. Es decir, si en vez de vicioso el círculo fuese virtuoso – y todos dejaran fluir el tráfico – la situación de todos mejoraría considerablemente. Agréguele a esta fórmula unas computadoras que sincronicen los semáforos, para que -al estar coordinados- formen una “ola verde”, se superarían algunas deficiencias estructurales de Nuestra Señora de La Paz.

El espíritu de la ley también conlleva el ánimo de coordinar. Pagar impuesto, colocar la basura en su lugar, instalar sistemas de alcantarillado, desarrollar sistemas de transporte masivo, detenerse en un semáforo en rojo, todos forman parte de los juegos de coordinación que hace posible vivir en sociedad y todos están normados por políticas públicas sustentadas en leyes. Sin leyes idóneas, es imposible cumplir con la promesa de vivir en armonía. Una crisis existencial les depara a los responsables de coordinar el tránsito, porque los ciudadanos – tarde o temprano –demandarán soluciones. Una ley que prohíba avanzar en verde cuando cruzar en verde resulta en bloquear la intersección es una solución sencilla.

El único testigo de los esfuerzos (o falta de ellos) por parte de Unidad Operativa de Transito hacia mejorar la coordinación y apego a la ley entre aquellos que bloquean nuestra arterias es una mosca en la pared. Esperemos que el Comandante General de la policía y el Alcalde de La Paz puedan coordinar y redactar un Proyecto de Ley Municipal de Transporte y Tránsito Urbano que prometa resolver nuestra crisis vehicular. Resolver la crisis existencial tardará un poco más.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La CIA en buena Compañía



Un sargento en la infantería de Marina norteamericana fue tomado prisionero en Irak por Al Qaeda el 2003. Ocho años más tarde, cuando daban por muerto al sargento Brady, fue rescatado. Debido a las extrañas circunstancias de su reaparición, una agente de la CIA sospechó que Al Qaueda había logrado lavarle el cerebro al sargento, quien regresaba a EE.UU. para ejecutar un complot terrorista. Sin autorización legal, la agente Mathison instaló en el hogar de Brady un sistema de circuito cerrado, para observar las intimidades de su vida privada.

En un episodio de la vida-imitando-al-arte,  el recientemente defenestrado director de la CIA - general David Petraeus - ha visto su carrera profesional truncada debido secretos su vida privada; secretos hechos públicos debido a que espías del FBI espiaron al espía mayor. Sienta lo que usted sienta de la CIA y sus jefazos, detrás del caso hay principios sobre la ley, privacidad y ética que cualquier individuo, capaz de entender conceptos más allá de los dictados de las vísceras, habrá de encontrar fascinante.

El jefe de los espías de la CIA cayó en desgracia porque una guapa y voluntariosa mujer de buenos contactos sedujo a un agente del FBI, convenciéndolo que solicite investigar correos electrónicos “amenazantes”. Utilizando la tecnología a disposición del FBI, llegaron a la fuente de las cibernéticas amenazas: nada más ni nada menos que la amante de Petraeus, el espía mayor.

Tener una amante no es un crimen (por lo menos no ante la ley humana), ni puso en peligro la seguridad de los EEUU. No obstante, ante una falta moral que le restaba legitimidad en su capacidad de mando, el general Petraeus renunció. El verdadero crimen lo cometió el FBI, al no obedecer el protocolo básico que autorice entrometerse en la vida privada de un ciudadano. Gracias a la testosterona de un agente del FBI, la agencia más odiada del planeta vio caer – por espionaje – al encargado de espiar al mundo entero. ¡Qué ironía!

El caso del sargento Brady y la agente Mathison es ficción; parte de Homeland, una serie por demás intrigante. El caso de la red de corrupción en Bolivia, supuestamente organizada por la CIA, es demasiado real. Muchas aristas tiene el caso, no la menor de ellas la concentración de poder en manos de fiscales influenciables por agentes del órgano Ejecutivo. Otro tema (de varios) es el principio de privacidad.

Ante la presión y demanda popular de enfrentar la corrupción, no faltaron voces de muy alto nivel, que sugerían desarrollar una “base de datos” de funcionarios públicos, para entrever quienes tenían deudas u otras razones para delinquir.  Como bien decía el presidente de The Strongest, tener deudas no es delito. En otras naciones, tener una deuda es visto como algo bueno, como señal de responsabilidad y desarrollo personal. Pocos tenemos plata para pagar una casa o auto en efectivo. Preocuparnos debería que alguien no deba nada.

Pero en el país de las maravillas, el extorsionado es el criminal y espiar a funcionarios públicos – sin un protocolo básico que autorice entrometerse en la vida privada – puede parecer una buena idea. Los crímenes y la corrupción deben ser aplastados. Ojalá la oposición no juegue a la política con este caso, ni se alegre de que funcionarios públicos puedan ser investigados de oficio. Ojalá que el remedio no sea peor que la enfermedad. La privacidad es un derecho sacrosanto, incluso si aquel que es espiado está en la compañía de una organización que no nos simpatiza.

martes, 18 de septiembre de 2012

Gran Misterio


Desde el enamoramiento narcisista del hombre que lo entiende únicamente como un fenómeno humano,  hasta el romántico animismo que celebra un ser que impregna el vaivén entre el cosmos y la pachamama, no existe enigma más profundo que el misterio del “ser”.

En los albores de la civilización, nuestro pensamiento encontró en el movimiento de los astros evidencia del diseño e infinitas posibilidades del “ser”. En la astrología (de cuna egipcia y formación helénica), el ser humano depositó su fe en un orden que escapa el caos terrenal. Gran alivio proviene del bálsamo de lo eterno, una luz de esperanza en medio de oscuros instintos que supuestamente conducen las causes del mal.

En vísperas de una nueva era y ante el daño ocasionado por una mezcla de nihilismo moderno y maniqueísmo medieval, observar la dualidad de la existencia de una manera más sofisticada es cuestión de supervivencia. Seguir viendo el misterio más grande utilizando una cosmología obsoleta, equivale a intimar los secretos de las galaxias con el telescopio que usaba Galileo.

Entrever el misterio del ser requiere celebrar sus múltiples dimensiones. La dimensión material del ser – reducida a la mecánica de un cuerpo inerte tanto por la ciencia y religión - posee múltiples esencias; partículas en vibración que se agregan para formar seres cada vez más complejos.  El más complejo de todos los cuerpos son estrellas, coquetas formas materiales en perfecta sincronización, surcando los cielos bajo un principio ordenador universal.

El movimiento errático del nivel atómico se traduce misteriosamente en movimientos predecibles de la tierra alrededor del sol. Pero el orden matemático planetario es contradicho por electrones se comportan como onda y partícula a la vez, una paradoja que refleja la complejidad del ser. Si existe esperanza para una reconciliación entre la fe y la razón, será a través de la reconciliación de las diversas dimensiones del ser: átomo y planeta, materia y espíritu, masculino y femenino, ying-yang.

Si el misterio del mundo sub-atómico promete ayudar a integrar nuestra fragmentada cosmovisión, los astros siempre fueron agentes de fe y certeza. En su libro Cosmos y Psique, Richard Tarnas observa una transición entre una astrología enfocada en “intuir la voluntad de los dioses celestiales y responder a ella mediante el ritual adecuado, a la sistemática observación de las regularidades geométricas de regularidades en los movimientos astronómico y aplicación de principios universales de interpretación”. Es decir, un encuentro entre física y metafísica, esta vez libre de supersticiones y determinismos.

El gran misterio del “ser” (materia, psique, biología, cultura, lenguaje, espíritu), al igual que el interior atómico de la materia (onda y partícula), son paradojas que apuntan a las múltiples dimensiones e interrelación entre las diferentes manifestaciones. Solamente cuando abandonemos abstracciones binarias (blanco y negro) de antaño, para mirar a través del lente integral que ilumina el arcoíris de un ser que es realidad y potencialidad a la vez, podremos trascender nuestro ser primitivo, para por fin ser humanos.

La nueva era de Acuario no llegará gracias a rituales vacuos o voluntarismos; tampoco por dictamen de los astros, por muy bien alineados que ellos ahora estén. Una nueva era está llegando gracias a una transformación en nuestra cosmovisión, que algún día celebrará la multiplicidad del misterio más hermoso, sin discriminar ni satanizar la otredad.  

viernes, 31 de agosto de 2012

Enajeno lo Ajeno

“Solo por enajenado podemos ignorar”. Hay muchas maneras de ser enajenado. Enajenado también es aquel que - en un mundo tan interconectado - ignora los debates sobre libertad de prensa y derecho internacional en Ecuador, el control cambiario en Argentina, o las elecciones presidenciales en Venezuela. Ser ignorantes de lo ajeno es un derecho constitucional. Lo ajeno, sin embargo, forma parte del ejercicio cívico, político e intelectual, que permite encontrar las mejores respuestas a los problemas que humanos encuentran en sociedad.


Aprender de la historia-en-movimiento implica una sed de debate; una sed que el pueblo boliviano parece poder substituir por su sabor preferido de consigna sectorial. En la aldea global, patrocinada por avances en la tecnología, siguen gobernando los malos hábitos, mientras los jóvenes disfrutan de enterarse si Rihanna sigue enamorada de Chris Brown.

Dos elecciones en nuestro continente brindan la oportunidad de tomar el pulso al debate entre izquierdas y derechas: EE.UU. y Venezuela. Pero por muy interdependiente y comunicada nuestra aldea global, la curiosidad que despierta el embarazo de Shakira es cien veces mayor que el interés que despierta nuestro destino compartido.

Todos sabemos que las decisiones que tomarán los líderes de estas dos grandes potencias regionales afectarán el rumbo y creará las condiciones para lidiar con las crisis que puedan azotarnos en un futuro cercano. Conocemos las consecuencias. Pero como no tenemos voz ni voto en esa decisión, tampoco tenemos tiempo para atender debate ajeno.

Las elecciones norteamericanas reflejan la polarización de un pueblo al borde una guerra civil verbal. Los norteamericanos están profundamente divididos en su visión del bien y del buen gobierno. Pero en vez de observar cómo una sociedad -otrora conservadora e imperial- lucha por transformarse en un pueblo conciliador y compasivo, la desidia intelectual conduce a dibujar caricaturas que deforman la verdadera naturaleza del debate y pugna por el poder en nuestro poderoso vecino.

El debate en EE.UU. es sobre  el equilibrio entre interés nacional (impuesto militarmente) y cooperación multilateral (en base a consensos internacionales); entre la fuerza pujante de la iniciativa individual para crear empleos y el papel regulador que, para evitar las externalidades negativas del mercado, debe jugar el Estado. En juego está la permanente transformación del capitalismo. La banalidad, sin embargo, parece ser parte de la condición humana. El disparatado discurso de Clint Eastwood en la Convención Republicana, por ejemplo, despertó mayor interés que el discurso del candidato de la derecha a la silla en Washington.

Si el Presidente de Egipto condena al régimen Sirio en la Reunión de Países No-Alineados nos tiene poco preocupados. Si ese debate ha avergonzado al anfitrión, Irán, nuestro aliado no-alineado, ello nos importa un comino.  El debate, las ideas, el asesinato en masa, son pálida competencia para la farándula y último grito de la moda. La herramienta que es utilizada por otros pueblos para liberar revoluciones y transformar su sociedad (Facebook), aquí tiene propósitos más banales. Algunos hunden la cabeza en la arena para ignorar lo que acontece en el mundo por complicidad con malhechores-del-mismo-bando, mientras otros lo ignoramos por flojera.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Amazonía y sus Laberintos


Con Maquiavelo empiezan las ciencias políticas. Con su libro, El Príncipe, nace una teoría de conspiración. Se rumora que los consejos brindados al mandatario eran, en realidad, una artimaña para terminar con su reinado. Por ejemplo, Maquiavelo aconseja al Príncipe acercarse al pueblo, para ganar su aprecio y legitimidad. Tal vez, en realidad, Maquiavelo quería que se mude de su castillo en el campo, al palacio en Florencia, lejos de la protección de murallas y mercenarios extranjeros. Con el Príncipe más cerca, el pueblo podría dejarse mejor escuchar. Si El Príncipe fue un ardid, Maquiavelo no dejó de ser un republicano, enemigo de la monarquía.

Si alguien aconseja desarrollar alternativas para que habitantes del TIPNIS salgan de su aislamiento, ¿será con trampa? Sugerir, por ejemplo, desarrollar vías de transporte masivo fluvial, para aprovechar los canales naturales que brinda la Amazonia, con caminos rurales de bajo  impacto ambiental, que conecten puertos y comunidades, ¿es un ardid?

Una alternativa para el predicamento de los habitantes más postergados de Bolivia podría incluir el designar un presupuesto para construir hospitales en sitios estratégicos, desarrollar un programa de trabajo social, para llevar capacitadores a regiones incomunicadas. El agua potable no llegará por carretera.

Si el objetivo del actual mandatario es ser reelegido a toda costa, un buen consejo sería no incurrir en el alto costo político de insistir con esta carretera, por muy buenos los resultados de la consulta. Si la mira ha sido fijada en el 2014, un golpe de timón en el TIPNIS es – a todas luces – la manera más cauta de proceder.

En otras palabras, si la prioridad es ser reelegido, entonces lo más razonable es dejar el proyecto de carretera por el TIPNIS para otra generación. Con una serie de pequeños proyectos diseñados para proteger y mejorar la calidad de vida de los habitantes del Isiboro Sécure, el presidente Morales reduciría considerablemente la factura electoral creada por el impasse entre indígenas.
 
Si acaso hubiese artimaña en el consejo, posiblemente no consista en que hagan caso del consejo. Tal vez consista en profundizar las consecuencias de que no lo hagan y se proceda a toda costa con el proyecto de integración. Es decir, el maquiavelismo consiste en el desgaste político causado al no haber un cambio de dirección. En Florencia del Medievo, ello equivaldría a empecinar al Príncipe a que construya su castillo, ignorando posibles reclamos.

Admiro la entrega y obstinación con la cual el Gobierno intenta equilibrar su discurso pachamamista de preservación con un discurso enfocado en el desarrollo.  Siendo que mi escepticismo no es selectivo, confieso que (por grande el “efecto dominó”) aun no me convence que una carretera (en sí) ocasionaría el anunciado apocalipsis ecológico. ¿Cuál es el mejor consejo? ¿Empecinarse con un proyecto potencialmente impopular? ¿O alzar las manos y ceder ante la presión de algunos sectores indígenas y sociales?

Si alguien llegase a sugerir que - a cualquier costo político – se integren los dos océanos a través del corazón del TIPNIS, podría estar pecando de doble-astucia. Un buen consejo tal vez  es desistir, crear un comité multipartidista que proponga alternativas para la salud, educación, transporte masivo y agua para los pueblos consultados, dar un paso atrás y buscar una mejor batalla. Temo, sin embargo, que cuando no hay debate que valga (ni, supuestamente, oposición) todo consejo estará destinado a ser tomado como ardid.

sábado, 4 de agosto de 2012

Uno es Ninguno


Herencia del reduccionismo científico es la obsesión con las categorías. Sin una aplicación precisa de las matemáticas, no hubiese sido posible el triunfo de la ciencia moderna. Aristóteles desarrolló la doctrina de las esencias para cuantificar de manera objetiva aquello que observamos. Aquellas propiedades “accidentales” o “secundarias”, como ser sabor, color, olor (sujetas a la subjetividad humana), debían ser diferenciadas de características esenciales, como ser forma, número, duración y posición, que son propiedades medibles, no sujetas a la distorsión de los sentidos.  

Platón colocó la “esencia” de las cosas en una esfera de lo eterno, donde nada cambia. En ese reino platónico de las Formas perfectas, habitan los arquetipos divinos que inspiran las copias imperfectas que hacen el mundo material. Aristóteles no estaba de acuerdo con estas abstracciones. Desarrolló una teoría que, en vez de ver el proceso de transformación de la materia como evidencia del caos terrenal, veía el cambio como el ímpetu de la materia de alcanzar su verdadera forma. El embrión se transforma en niño, adolecente y forma final en la  madurez.  La semilla se convierte en roble.

Gracias a Aristóteles el ser humano pudo observar los cambios en la naturaleza como parte del diseño cósmico, en vez de contemplar el mundo abstracto e inmutable de las Ideas. Pero por grande su aporte a la ciencia, Newton y Descartes redujeron el mundo a un ente mecánico, de piezas en movimiento que debían ser sujetos a una precisa taxonomía. Ese ímpetu reduccionista cambió con la llegada de Darwin. En vez de un mundo atomista reducido a la observación de cambios en posición, el ser humano empezó a contemplar la adaptación de las especies.

El oscurantismo ignorante, que supone que Darwin propuso la “supervivencia del más fuerte” aun opaca su genio. Lo que aportó a la ciencia es una comprensión de cómo la selección natural desarrolla mejores estrategias de supervivencia, entre ellas la conducta superior en especies sociales: la cooperación. Darwin no conocía el mecanismo de reproducción genética, otro gran avance en nuestra comprensión del proceso de transformación de las especies. Los genes garantizan la diversidad en la naturaleza. La unidad es una empresa humana.

Las sociedades modernas desarrollan censos para determinar transformaciones sociales, necesidades regionales y proporcionalidad en la representación política. Si bien la definición biológica de raza es prohibida, en el censo 2012 se intentará medir la proporcionalidad de las diferentes categorías étnicas que componen nuestra nación. Este ejercicio cuantitativo se ve empañado por una pugna política entre bandos cuya identidad es tan fluida como el contenido genético de cada generación.

La categoría “mestizo” no ha sido incluida en el censo. Aquellos que no se identifican con alguna de los 36 pueblos indígenas originarios deberán identificarse como “ninguno”. Será lamentable que aquellos empresarios privados de herencia aymara, que no comulguen con el gobierno actual, marquen “ninguno” simplemente por consigna política. Lamentable también será que se manipule el censo para conferir representación y poderes desproporcionados.

El censo debería ser una herramienta para avanzar políticas de Estado, no para hacer política sectorial. El reduccionismo es antipático y la identidad étnica una identidad fluida. Pero cuantificarnos bien es un deber cívico. Habría que dejar las consignas para futuras campañas, no para los resultados del censo actual. No obstante, parece que será difícil categorizar nuestra esencia plurinacional.

lunes, 30 de julio de 2012

Olímpicamente


Mitt Romney, candidato derechista, apoyó en Jerusalén un ataque israelí a instalaciones nucleares en Irán. Según su religión, Jesús visitó territorios gobernados por sioux y apaches después de ser crucificado. Su exitoso rescate en 1999 de las olimpiadas de invierno en Salt Lake City lo convierten, según Republicanos, en el mejor candidato para gobernar la mayor potencia militar. Atenas y Jerusalén: tan lejos y tan cerca de los norteamericanos.

En la pugna por el poder de Washington, se acusa al Presidente de EE.UU. de “capitalismo de camarilla” (Diego Ayo). Es decir, se lo acusa de financiar a grupos ideológicamente afines con el propósito que luego ellos financien su perpetuación en el poder. Según la derecha, Obama favorece a aliados políticos que se benefician de programas del gobierno (Solyndra) y  rescates financieros (UAW). Ver: “crony capitalism”.  

La religión del derechista y su rescate de los juegos olímpicos en la sede mundial del mormonismo no son motivo de crítica. Es la forma en la que acumuló una fortuna descomunal. La izquierda acusa a Romney de haber expatriado trabajos a China, con tal de extraer riqueza personal (capitalismo salvaje).

En el teatro de las elecciones por el poder político en septiembre, el debate asumirá la forma de una tragedia griega, una guerra total entre dos paladines que se arrojarán las más insidiosas acusaciones. Mientras se dilucidan las acusaciones entre los aspirantes al poder mayor, veamos un aspecto “olímpico” en la defensa de Romney.

El multimillonario dice que su éxito económico no debería ser utilizado en su contra. Si una sociedad denigra el éxito individual, dice Mitt, entonces se desincentiva el esfuerzo, creatividad y riesgo necesario para lograr la excelencia. En otras palabras, una sociedad pujante debe premiar aquellos que sacrifican el placer inmediato (alcohol y sexo), e invierten recursos (horas de estudio, capital  y trabajo) para desarrollar competencias individuales - o empresas - que avanzan el bien común.   

La izquierda contraataca con el viejo refrán, “mucho se espera de aquel a quien mucho se le confiere”. En otras palabras, aquellos que ganan mucho, deberían aportar más a las arcas del tesoro, especialmente en épocas de crisis fiscal. Pero ese es un debate para otro momento. El éxito personal de Mitt Romney tal vez fue a costillas de obreros cuyos trabajos fueron exportados a la China. No por ello debemos satanizar el esfuerzo personal.

Atletas de naciones con todo tipo de ideología y religión quieren ganar una medalla en las olimpiadas de Londres. Todos los atletas reciben mayores o menores incentivos de sus respectivas naciones para ganar. Pocas delegaciones van de turistas (¿Claure?). Si bien no todos los atletas gozan del mismo grado de apoyo o libertad individual, todos se benefician de políticas diseñadas para premiar su ambición. 

Con el satélite Tupak Katari, Bolivia entra a la carrera espacial. Setenta y cuatro talentos irán becados a China. Se espera que los elegidos sean los mejores, no los más fieles al partido. Futuros debates aquí deberían incluir un acápite sobre los incentivos para el esfuerzo y honestidad. Los resultados en Papelbol, Lacteosbol, Cartonbol y otras iniciativas estatales son parámetros importantes en el desarrollo de condiciones para lograr buenos resultados. Tal vez el éxito de Romney tenga un alto costo social. Pero la excelencia del grupo empieza por premiar la excelencia individual; no la lealtad circunstancial. 

jueves, 12 de julio de 2012

Doble Filo


El lenguaje es arma de doble filo. Poderosas cadenas se forjan a base de ignorancia; con el lenguaje cómplice de más de una cárcel mental. Saber leer no garantiza que las palabras que penetran los sentidos nos liberen, porque a veces manipulan. Es por eso que debatir es sano. Pero cuando se reduce la posición del otro a una palabra, se elimina el debate, para caer prisionero de la propaganda y distorsión.

Los sofistas fueron famosos por su capacidad de torturar conceptos en nombre del poder. La artimaña favorita ahora es matar el argumento contrario mediante el uso del prefijo “neo”. Al agregarle “neo” al adjetivo, se condena al otro, por lo menos al ridículo. Confieso haber caído en la tentación. Neo-indigenismo, neo-populismo, neo-ecologismo, neo-evolución. La lista es larga. Somos expertos en el reduccionismo propagandista.

 Explicar qué es, y qué no es, una política “neo-liberal” es arar en la arena.  El debate hoy es sobre el keynesianismo (estimulación de la demanda), elevar los impuestos a los más ricos y regular al sector financiero. Todas estas políticas implican un protagonismo del Estado y son vigorosamente debatidas en Europa y EE.UU. Si acaso queda algún resquicio “neoliberal”, es en el argumento de reducir el gasto público y déficit fiscal. Ese debate vigoroso aquí nunca ha existido.

Diferenciar lo neoliberal del liberalismo es perder el tiempo. Ese debate lo ganaron los propagandistas. Juré no volver a intentar. Pero mi neo-letargo fue interrumpido por la diputada Pierola, cuando tildó el proyecto de construir un teleférico entre La Paz y El Alto como un proyecto “neoliberal”. O la diputada Pierola está siendo irónica, o simplemente hemos desvirtuado las categorías al punto de disparar palabras al aire como si fuesen petardos en marchas de protesta.

A “neoliberal” ni siquiera llegó la política de eliminar gradualmente la subvención a la gasolina. En aquella oportunidad, en evidente falta de honestidad intelectual, la oposición no tuvo el valor de entrar en un sano debate. En lugar de cuestionar la forma como se pensaba aplicar el “gasolinazo” y defender un principio elemental (el Estado no debe subvencionar a los más ricos, ni a la economía de vecinos en frontera), optaron por lo fácil: propiciar al Gobierno un ojo en tinta. El debate nunca existió. Hoy el déficit fiscal se profundiza porque sería suicidio político permitir que se acuñe el término “neo-gasolinazo”.

Las políticas “liberales” de Lula, Bachelet, Humala y Dirma sacan a millones de personas de la pobreza. Crear empleos a través de la inversión privada no es una política “neoliberal”. En el caso de Brasil, Colombia, Perú y Chile (las economías más exitosas del continente), se practican  políticas de Estado a la derecha de Cuba. Pero si más de 2/3 de la humanidad está a la derecha de Fidel Castro, eso no quiere decir que el planeta sea “neoliberal”.

El desnivel que ofrece la ladera entre dos grandes urbes hace del teleférico una solución ideal. El hecho que el teleférico originalmente lo plantearon “otros”, no lo hace un proyecto neoliberal (menos aun si los pasajes son subvencionados). Me encanta la ironía de la diputada Pierola. Pero si la ironía es cómplice en asesinar el debate entre modelos de desarrollo, entonces puede ser arma de doble filo. Cuando la palabra (sea “neoliberal” o “cocalero”) forja prejuicios, ese reduccionismo se presta a la propaganda barata. Eliminar el debate mediante la distorsión del leguaje es una forma de adoctrinamiento, un ejercicio poco democrático que nos hace daño.



lunes, 25 de junio de 2012

Mentalidad Campesina



Un campesino quiere un huevo. Compra una gallina y siembra maíz. Para obtener el huevo, su  ave debe comer. El cálculo básico que hace ese campesino es, ¿Cuánto maíz? Con esta analogía, Petty le explicó a John Arandia su lógica empresarial.

Si el maíz tiene pesticidas, o la gallina está genéticamente manipulada para poner huevos de avestruz, el Estado debe intervenir. La gallina tampoco debe ser torturada; su vida metalizada al punto de ofender la más básica sensibilidad humana. Consideraciones morales, fiscales y sanitarias debe normar el mercado del huevo. Pero si el campesino quiere vender muchos huevos, esa mentalidad empresarial es también “mentalidad de campesino”.

La mentalidad empresarial está siendo denigrada. Un ciudadano es libre de apenas trabajar, para precariamente alimentar a su familia en una economía de subsistencia. Pero a lo largo y ancho de este planeta (p.e. China), la lógica del campesino es la lógica del mercado. Solamente aquellos que reciben sueldos por espetar palabras pueden darse el lujo de menospreciar el hecho que la vida es un negocio. Aquellos que no vivimos de la política debemos desarrollar una habilidad, o producto idóneo y competitivo, para luego venderlo al mejor postor.

Un tejano – Bush -se mofaba de la elite intelectual, jactándose de su propia mentalidad de campesino. Ese tejano ganó la presidencia en su país. “Los intelectuales”, decía, “son bueno solo para construir castillos en el aire”. Mientras que un campesino produce alimentos que la familia sirve en su mesa, un ideólogo se sienta detrás de su escritorio para elucubrar abstracciones. Mientras un campesino levanta el pico para sembrar el maíz que alimenta la gallina, el político levanta el teléfono para vender poder y sembrar aliados.

Otro tejano – Petty- llegó aquí hace años para invertir, crear empleos y pagar impuestos al Estado. Ahora ese tejano quiere invertir en una empresa que está en la lona. Admite el tejano que sus asesores más cercanos creen que está loco por pensar que puede rescatar una aerolínea en crisis, sobre todo en el clima que caracteriza la coyuntura actual.

El tejano habla un idioma ajeno, tan ajeno, que incluso un neoyorquino tendría problemas para entender. El tejano habla el idioma del campesino, un lenguaje sencillo que tiene poco sentido para un citadino, que jamás ha criado una gallina, cuyos huevos salen del supermercado.  El tejano quiere apostar en que rutas aéreas, como ser Honduras-México-Los Ángeles, pueden poner muchos huevos en beneficio de todos: empleados, fisco, proveedores, usuarios e inversionistas

Por humilde el origen del político, cuando el poder lo convierte en intelectual, rápidamente se olvida de la mentalidad de campesino. Entonces traza abstracciones para “abrir” mercados, cuando detesta la mentalidad empresarial, y de invertir o producir a gran escala no entiende nada. Detrás de la comodidad de su lujosa oficina, con grandes medios para volar muy alto en su imaginación, desprecia la actividad básica de la sociedad civil: hacer negocios.

Los campesinos que labran la tierra para alimentar gallinas que ponen huevos, hacen negocios. Vender huevos no es altruismo. Satanizar los “negocios” es ignorar que la mentalidad de la ganancia es también “mentalidad de campesino”. Mareados por la altura del poder, algunos ignoran lo complejo que es crear empleos. En vez de apoyar el rescate de una empresa que alimenta miles de familias, están a punto de dejar que muera una gallina más. Lo más preocupante es que creen que dejar morir gallinas nos ayuda a “vivir bien”.  

miércoles, 6 de junio de 2012

Vengador Anónimo


El Vengador Anónimo es una película de la década de los 70´. Después que asesinan a su esposa, Charles ejecuta sin piedad la Ley del Talión: ojo por ojo. Las grandes urbes norteamericanas habían caído presas del crimen en los 70´.  Ver en el cine a Charles devolverles a sucios criminales el favor era una manera de ventilar la impotencia. La fantasía, después de todo, es una manera de descargar nuestras frustraciones. Para eso está el arte. En contraste, en sociedad se pretende que impere la justicia por encima de sed de venganza. Para eso está el Estado.

Hablando de fantasías, aquí les va una: diez mil víctimas de atracos violentos se organizan. Cada una aporta Bs. 20 al mes. El presupuesto luego es utilizado para contratar un equipo que consiste de señuelos, guardaespaldas y golpeadores de primer nivel. El señuelo camina las calles, pretendiendo estar en estado de ebriedad. Sin que los malhechores puedan detectar la presencia del equipo de vigilantes, el señuelo es seguido sigilosamente por quienes han de imponer un poco de orden en esta ciudad, al mejor estilo de Charles, el vengador anónimo.  

¿Qué tiene de mal esta fantasía? En primer lugar, si bien la policía arrastra sus pies a la hora de desarticular bandas de criminales, ténganlo por seguro que aplicarían todo recurso disponible para desbaratar de inmediato cualquier esfuerzo ciudadano de imponer nuestra propia justicia. Así es la ley de la jungla: “no te metas a mi territorio”. Por otra parte, ¿diez mil personas han de aportar Bs. 20 al mes? Otra ley la establece la naturaleza humana, vía la teoría de juegos: en toda acción colectiva, la mayoría prefiere obtener un beneficio, que ha tener que pagar por él. No es lo mismo masas que salen a protestar en respuesta a una buena estructura de incentivos/desincentivos,  a que las masas paguen y coordinen por un bien colectivo. Para eso está el Estado.

El Estado es quien debe cobrar impuestos y quien ha sido delegado la responsabilidad de velar por aquellos bienes colectivos que el ciudadano no puede por su cuenta procurar. Ejemplos son la defensa nacional, construcción de carreteras y hospitales y  las planillas de los jueces y policías que resguardan nuestros derechos básicos e integridad. Esa es la teoría/fantasía. La realidad es otra. Por ende, que no nos la Charles.

Hablando de fantasías, fantástico sería que las instituciones que imponen justicia hagan bien su trabajo. Pero los resultados dejan mucho que desear. Si bien las voces del poder  reclaman presentar evidencias a aquellos que acusan a servidores del Estado de delitos varios; cuando un ciudadano se toma la molestia de presentar como evidencia su rostro magullado, los pandilleros delincuentes salen a la calle más rápido que una charla de café.

Los policías probos, eficientes, que hacen honor a su institución, son la mayoría. Pequeño consuelo es que la mayoría de ciudadanos tampoco se dedican a violentamente arremeter contra inocentes cráneos para robar un celular. Pero si una acción colectiva, coordinada, que logre organizar y financiar un grupo de vigilantes, es tan solo una fantasía; la realidad es que cuando los incentivos existen, los clanes se forman y coordinan muy efectivamente entre sí. A Sergio Vega lo tuvieron 4 horas sangrando y mal herido, para tomarle su declaración. Las horas de espera fueron horas de negociación. Al final es el dinero en efectivo el que tiene todas las posibilidades de ganar. Entiendo que quieren evidencias. Por eso, para que no me la charlen, lo escrito no pasa de ser una fantasía.

lunes, 14 de mayo de 2012

Despacio, Que Llevamos Prisa


De esos proverbio que preferimos ignorar hay varios. Otro es, “ten cuidado con lo que pides”. Cuando el deseo hay que cumplirlo- a cualquier precio- el remedio suele ser peor que la enfermedad. Joyitas de la sabiduría popular, como ser el refrán jacobino “en toda revolución debe correr sangre”, son menos cautos. Las revoluciones, por definición, buscan la velocidad.    

Sectores sociales tienen varios deseos; que exigen sean cumplidos, a la mala. Nadie pide valorar y defender, sin importar “quién” se beneficie, principios básicos. Dos principios en particular son manoseados: “gobernabilidad” (democrático) y “empatía” (cristiano). Cual fanático del futbol (ciego a las faltas propias, pero extremadamente sensible a las ajenas), utilizamos estos principios selectivamente. Es decir, defendemos la gobernabilidad y somos empáticos únicamente hacia los amigos.

Es difícil defender el principio de gobernabilidad cuando los que ahora gobiernan lo ignoraban cuando eran oposición. Es difícil sentir empatía hacia el sufrimiento ajeno, cuando quien sufre intentó eliminar a su escuálida oposición manipulando principios democráticos. Si fuese fácil aplicar un principio, el ser humano (tan humano) avanzaría más rápido el proceso gradual de perfeccionar el sistema.

Los saltos cualitativos “revolucionarios”, que conducen mágica o violentamente al ser humano del estado de perdición a una redención iluminada, no solamente jamás se han dado, sino que han resultado en experimentos totalitarios. La ingeniería social no tiene facultad en universidad alguna. Por algo será.

Pero si de revoluciones de trata, la bolivariana ha sido relativamente exitosa en evitar el derramamiento de sangre que proclamaban necesario sus antepasados. Si la comparamos con otras revoluciones de la historia, recibiría un mayor puntaje en varias categorías, entre otros retazos y esbozos de democracia. El sistema sigue siendo imperfecto, el poder sigue siendo una fuerza corruptiva y el ser humano sigue siendo un animal político muy conflictivo. Eso lo sabemos. Lo que no queremos aceptar es que estamos un poquito mejor que ayer.

Muchos desean ponerle un freno en seco a la revolución, para encausar  de inmediato el proceso de cambio en una dirección mejor. Estos marginados del poder político tienen derecho a ambicionar treparse al árbol. Las preguntas difíciles en esta difícil coyuntura es, ¿a qué costo?, ¿cómo?,  ¿cuándo? y ¿con el respaldo de quién?

Sectores sociales desean a los líderes de la revolución bolivariana apabullados por la presión popular, o defenestrados por el cáncer. Parece que eligen ignorar dos principios básicos de sus sistemas de creencias y valores “compartidos” de democracia y cristianismo. Si el deseo se cumpliese y los líderes fuesen a desaparecer- ya sea victimas de masas en frenesí o células malignas- dudo que el proceso de perfeccionamiento del sistema y enaltecimiento de nuestro propio espíritu se beneficie, o que sea acelerado.

Los caminos a la democracia y ejercicio cristiano están empedrados de buenos principios que luego decidimos no aplicar. El camino a la perfección del sistema y alma requiere atravesar el fuego de las pasiones, para convertir en conductas aquellos principios que adornan nuestros mejores deseos. Desearle al gobierno caos, o a un gobernante muerte, no es ser consistente con principio alguno. El peligro es que el deseo se cumpla prematuramente. El riesgo de acelerar el proceso permanente de cambio es profundizar la polarización; para que la sangre que claman los jacobinos esta vez sí sea derramada. 

viernes, 4 de mayo de 2012

Pecado Siete


La censura original fue tapar el cuerpo humano. Los retazos de bisonte amarrados al cuello tuvieron un uso utilitario, abrigar nuestro desnudo torso. Cierto. Pero con el paso del tiempo, el hombre descubrió otro de sus grandes inventos: la propiedad privada. La primera propiedad del hombre fue la mujer. Las sociedades ancestrales debían organizarse para sobrevivir. Tener hombrecitos lujuriosos corriendo detrás de sus hormonas no hubiese ayudado a imponer el orden. Por ende, el sagrado voto del matrimonio condujo a todo tipo de tabú. Es comprensible. Pero miles de años después, la estrategia manifiesta serios inconvenientes, no el menor de ellos una actitud patriarcal, envuelta en traumas y agresiones, que han logrado una relación enfermiza hacia nuestro propio cuerpo y sexualidad. La mujer es su víctima mayor, por lo que, ante la represión sexual, siéntanse libres de indignarse.

Indignación también provoca el hecho que este medio de excomulgación fuera censurado por algunos fanáticos del séptimo pecado, – justo en el día de la libertad de expresión. La soberbia, fuente suprema de los otros pecados capitales, no es otra cosa que una sobrevaloración del “yo”. Lamentablemente, pareciera que existen todavía voces minoritarias cuyo poder no radica en tener la razón, sino hacer vocifera alharaca de sus inhibiciones. La soberbia es una opinión elevada de uno mismo que raya en la prepotencia. Si mostrar el torso desnudo de un grupo de rock es un pecado, una falta a las buenas costumbres o simplemente manifestación de mal gusto, dejo a la opinión del lector la falla a la moral que representa censurar un medio por el horror de mostrar el pezón de cinco gorditos buenos-tipos.

Estamos en el umbral de una consciencia integral, conectada al mundo y sensible a la interdependencia de la existencia. El cuerpo humano debe ser tapado del frío, protegido de las enfermedades, estudiado y venerado. Lo que el cuerpo humano no merece es seguir siendo objeto del desprecio de las mentes chicas, que suponen hacen una labor encomendable al estigmatizar su desnuda manifestación. Lo que logran aquellos que se sonrojan ante un hombro destapado, acompañado de su ombligo y tetilla, es perpetuar una censura cuya utilidad ha fenecido. El ser humano integro, comprometido con una causa superior, sensibilizado ante la pobreza, la crisis ecológica y los abismos creados por el sistema, no tiene tiempo para estar ruborizándose por peladas, pelados o el cuerpo humano, tal y como lo creó Dios.

miércoles, 2 de mayo de 2012

¡Viva Hugo!


Un buen hombre es Hugo Chávez. Sus dotes de liderazgo, incuestionables. Su convicción revolucionaria y entrega al pueblo, auténtica y profunda. Escucharlo es escuchar historia viva; relatos ensalzados de anécdotas llenas de humildad. Su empatía hacia el dolor ajeno se hace palpable cuando rememora sus recorridos por todo rincón de Venezuela. Habla con autoridad sobre el sufrimiento de los más pobres, porque es testigo personal de las injusticias de un sistema corrupto y clasista.

A la muerte, Hugo ha mirado antes fijamente a los ojos. Ahora se aferra a los dictados de Cristo para renovar su fe y concluir su proyecto bolivariano. Enfrentado a dos batallas que se entrelazan entre sí, parece temer más el descubrir que su fundamentalismo es un derrotero equivocado, incluso que a abandonar su cuerpo material.

Una página importante del imaginario colectivo latinoamericano pende del latido de un corazón. Más que la mortalidad de Fidel, la salud del comandante Chávez habrá de definir el destino de más de una nación.

El experimento bolivariano ha sacado de la extrema pobreza a más del 30% de venezolanos. No obstante sus luces, las limitaciones del modelo bolivariano se hacen palpables cada día más. Incluso el denominado BRIC, aquellas naciones que han experimentado en la última década un crecimiento desenfrenado, llegan a límites en su crecimiento. No es lo mismo crecer una economía cuando el salario promedio de un trabajador es la octava parte de un salario en países industrializados, que cuando la brecha entre salarios es mucho menor.

El salario real en Brasil, Rusia, India y China se ha casi duplicado en los últimos 20 años. Por ende, su capacidad colectiva de seguir creciendo al mismo ritmo encuentra una disminución en el rendimiento marginal. Pero si naciones que impulsan la inversión y seguridad jurídica (BRIC) están teniendo dificultades para seguir creciendo al mismo ritmo, aquellas que se comen sus regalías se están quedando estancadas en la retórica de “los más pobres”.

La fe en Cristo de Chávez nos hace recapacitar. Si bien su solidaridad hacia los más pobres es sincera, ello no justifica implementar un modelo económico destinado a que – de la pobreza extrema –tan solo se pueda aspirar a seguir siendo (por dadivas del Estado) un poco más favorecido. Las movidas populistas siempre tendrán aplausos. Pero cuando Argentina sigue la receta y corre el riesgo de quedarse sin inversión, nuestro Presidente intenta distanciarse de arengas que espantan la capacidad de incrementar la producción y empleos, para darle una palmadita de confianza a los de REPSOL (aunque “confundiendo” después a Red Eléctrica de España).

Una partida prematura del comandante crearía mayor polarización en nuestra hermana República y profundizaría el apego emocional al modelo en-el-extremo en América Latina. Con las venas abiertas, se olvidan que el socialismo ya ha triunfado en Europa, Asia y Norte América. Hoy existe una economía de mercado mixta, con mayor o menor dosis de políticas sociales; un Estado de Beneficencia que busca equilibrar el gasto y déficit fiscal.

El modelo extremo - de antipatía visceral a esfuerzos de la sociedad civil para crear empleos - es un modelo probadamente fracasado. Pero es menester que las fuerzas dialécticas de la historia sean las que acaben con la última versión del experimento cubano, no el paso mortal de su más reciente paladín. Por ende, que Dios se apiade de su más honesto caudillo. El modelo comunista ha muerto, ¡larga vida al Rey!

jueves, 19 de abril de 2012

Secretos Colombianos

“Colombia, el riesgo es que te quieras quedar”. La campaña busca contrarrestar los temores que generan el narcotráfico y guerrilla en turistas prestos a visitar al vecino andino. Colombia, pionera en la mercadotecnia nacional, creó en 1959 al personaje Juan Valdez, un simpático campesino, que tuvo su primera aparición en televisión en 1983. Llegó a Hollywood en 2003, para brindarle una taza de “tintico” al mismísimo reemplazante de Dios, en la película “Todopoderoso”. Juan Valdez tuvo su auge como estandarte de la simpatía colombiana. Pero en abril de 2012, el cafetero ha sido reemplazado por un nutrido grupo de guapas mujeres, cuyo magnetismo seductor fue tan grande, que incluso agentes del servicio secreto de Obama cayeron fulminados.

Dos cosas han quedado en claro en el “Cartagenagate”. El escándalo no es responsabilidad del partido gobernante, debido que el servicio secreto es una agencia federal independiente. El escándalo no es un cuestionamiento moral, sino ético: un agente no puede ejercer su labor de proteger la vida del Presidente igual cuando tiene encima tremendo guayabo (traducción: “chaqui infernal”). Pero si de papelones se trata – y cortesía de solados norteamericanos de ellos hay varios – el mayor es aquel engendrado en la Guerra Fría: el embargo a Cuba.

El embargo a Cuba – al igual que la Guerra contra las Drogas – son políticas de Estado sonadamente fracasadas. La primera es una contradicción en muchos niveles, ya que EE.UU. fue hasta el 2008 el principal exportador de alimentos a la isla. La segunda es un pésimo reprís de una prohibición que – en vez de erradicar el consumo de alcohol – logro crear a Al Capone, un mal recuerdo que ojalá tan solo resonara en películas de Hollywood. Lamentablemente, la violencia actual generada por el narcotráfico hace que, en contraste con colombianos y mexicanos de ingresos variables pero jugosos, Charles “Lucky” Luciano parezca un aprendiz de cogotero.

Las políticas de Estado tienen formas de lograr que cualquier mandatario parezca el villano de la película. Pregúntenle a cualquier Presidente socialista-populista que, en nombre de mantener la estabilidad macroeconómica, debe hacer frente a demandas de incrementos salariales y ruda presión social. En el caso de Obama, su reelección en noviembre depende en parte de ganar Florida, un estado en manos de una vocifera minoría de expatriados cubanos que no dudarían de severamente castigar cualquier intento de revertir la anacrónica política exterior hacia la isla.

La vida de Obama jamás estuvo en riesgo, pero la sensatez latinoamericana fue asesinada, culpa del hawaiano y su estatus como prisionero de una política de Estado de eras pasadas. La tozuda actitud norteamericana ha logrado nuevamente victimizar al victimizador, haciendo que los hermanos Castro parezcan unos genios incomprendidos. El riesgo del papismo yankee fue lograr que Latinoamérica entera se solidarice con una dictadura.

El riesgo de bloquear a Cuba es que ofusca el fracaso de su modelo económico y deforma la defensa de derechos humanos. Si bien es cierto que nadie pasa hambre en Cuba, que ningún niño duerme en la calle y que existe un cadre de médicos fieles a la revolución; también es una certeza que todo aquel que nace en Cuba debe abandonar la esperanza de cuestionar el modelo, de disentir de las masas y de viajar libremente al exterior. Por mucha apertura que exigen, el riego en la llamada “prisión con forma de caimán” es tener que quedarse (calladito).

viernes, 23 de marzo de 2012

No Joda la Cultura

Un cavernícola pintaba un antílope, regocijándose bajo la estalactita de una cueva. Como veía que nadie aplaudía, fue a buscar un camarada. Vino un camarada, vio la rustica pintura del antílope e inmediatamente se le antojó una piernita a las brasas. El orgulloso cavernícola miró a su reducido público con ganas de un elogio, pero el camarada empezó a balancear su mano en forma de capullo (ver: lenguaje corporal argentino) en la primera expresión de “que carajos es esto”. En un solo momento de la historia de la humanidad nació el primer artista, la primera publicidad y el primer critico envidioso.

Un cavernícola con tufos surrealistas empezó el arte. La cultura vino muchísimo después. Remontarse a aquel instante en el que nuestro primer antepasado, con un lenguaje reducido a gruñidos, se maravilló de un cielo pintado de anaranjado y pensó por dentro, “¡qué hermoso atardecer!”, es remontarse al principio de la mismísima civilización. Lo hermoso tuvo un primer día. La cultura vino después, cuando además del lenguaje, el ser humano perfeccionó el arte de los símbolos. Con cada avance en la gramática y tecnología de la tinta-papel-papiro, vino la petulancia de aquellos que se consideran dueños del buen gusto; anacoretas protectores de lo bello, parásitos que viven de la legítima expresión de la cultura, arropados en pieles robadas de la tradición.

Mozart posiblemente fue víctima de los críticos del arte, fortuna compartida por Schubert, Wagner y George Michael. Cuando el dominicano Juan Luis Guerra se graduó de Berkeley College Of Music, para luego fusionar el jazz con sonidos caribeños, los puristas del acerbo caribeño catalogaron su música de “aberración a los cánones del merengue” establecidos, entre otros, por el maestro Rafael Solano (googléenlo). Lo que era antes música cuasi-satánica (Beatles) hoy es música adorada universalmente. Los Rolling Stones, chicos malos de antaño, hoy apaciguan a doñas malhumoradas que se relajan en lujosos autos con una versión Bossa Nova de “Satisfaction” (que de todas mangueras “they can´t get, no”).

Con la excepción de Juan Luís Guerra, devoto entregado a su religión, la mayoría de artistas no son ajenos a una noche de copas, una noche loca (María Conchita Alonso). Desde que aquel otro “primer humano” que por primera vez sintió en su paladar un nuevo saborcito – y en su cabecita primitiva un ligero chispoteo después de beber un jugo de uva fermentado - la cultura de la humanidad empezó su larga relación simbiótica con aquello que vulgarmente se conoce como “joda”.

Relacionar el consumo del vino con la construcción de la cultura seguramente le dará a los puristas ganas de gritar, “¡herejía!” Al igual que aquel primer camarada en una cueva rupestre, incapaz de entender una nueva expresión del espíritu humano, los cancerberos de la tradición prefieren satanizar a los bohemios, tildándolos de “espíritus torturados”. Como su costumbre es preservar y mercadear el arte, a la vez de criticar a los demás, no entienden el misterio del proceso de crear, mucho menos cuando ese proceso tiene un componente de “joda”.

Los artistas, humildes y mal pagados artesanos de la cultura, son seres incomprendidos. Su “joda”, al igual que la de humanos que son creativos en diversas actividades manuales, estéticas, sociales e intelectuales, no debe confundirse con la joda de malos borrachos que - en la caverna de su cavernícola cabeza - dibujan con palabras puras güevadas. No toda joda forja cultura, pero sin una ocasional “joda” sufre la creatividad, sufre la tertulia y – en la construcción de la cultura - sufre la maldita honestidad.

jueves, 1 de marzo de 2012

Placer de Coordinar

Reloj que marcas las horas, lograste para los británicos un imperio global. Sin coordinación hubiese sido imposible conquistar naciones en todo continente. Un ejército que avanza desorganizado no gana batallas. Avances tecnológicos en el reloj (siglo XV) le dio a ingleses, franceses y alemanes una ventaja competitiva sobre otras civilizaciones.

Para los románticos del retraso, el Big Ben de Londres es un símbolo nefasto del despreciable instinto de dominación. Para los rebeldes del mundo mecanizado, llegar tarde es más que un sentido de elegancia; es repudiar la civilización, para acercarse a la naturaleza, indómita, caótica en sus ritmos prolongados.

Pero la naturaleza es coordinación, una realidad incomprendida por igual en la izquierda y derecha fundamentalista. El dictamen de la evolución, por ejemplo, es cooperar; forma suprema de la coordinación. Confundir el dictamen darwinista de la “supervivencia del más apto” por “la supervivencia del más fuerte” es ignorar el diseño cósmico. Aquello que comprueba ser la mejor estrategia de supervivencia en todo animal social es la cooperación. Por ende, no es el más fuerte el que sobrevive, es el más cooperador.

Del reloj al teléfono celular; las culturas que encuentran placer en coordinar hacen honor al imperativo tanto de religión y naturaleza: “cooperar los unos con los otros”. El éxito de sociedades organizadas y su capacidad de coordinación no es casualidad; es reflejo de una ética elemental. Súbditos de naciones que conocen los horrores de la desorganización encuentran placer en llamar al otro para informar que el tráfico está muy pesado y que llegará a la reunión un poco tarde.

Pero el dolor que causa aquí tener que “dar explicaciones” palidece ante el dolor que causa el resquebrajamiento de la credibilidad. Nadie cree en nadie. En vez de un acuerdo creíble, la norma es el engaño institucionalizado. “Nos vemos a las 8”, no quiere decir lo que predica el enunciado. Nadie asume que el contrato verbal es literal: el convenio es discrecional y figurativo. ¿Qué sentido tiene entonces coordinar? Es mejor dejar el encuentro al azar y paciencia ajena, un desperdicio del tiempo de aquel dispuesto a honrar un compromiso. Quien pierde es la productividad, la legalidad, la fibra social que hace esa seguridad jurídica que nace desde abajo: la palabra personal.

El dolor mayor es la pobreza en medio del tesoro de nuestra riqueza natural. Atenuante temporal a la miseria vino cortesía de un alza en el precio de nuestro gas y minerales. En el mediano plazo, solamente la creación de empleos logrará que vivamos bien. Para ello se requiere de inversión, la cual requiere a su vez de credibilidad en los contratos contraídos, una premisa básica que parece causar mofa en aquellos que consideran “seguridad jurídica” una consigna “neoliberal”. ¿No causa dolor el espantar la inversión privada?

Otro dolor lo causan cotidianos avasalladores de la cooperación, delincuentes de la coordinación que a diario bloquean intersecciones; o mezquinos inquilinos que se apropian de una casa ajena, loteadores que se afincan en terrenos de lo demás. Si el reloj creó un imperio, también marcó su final. La coordinación hoy tiene propósitos más elevados que la conquista. La pregunta es, ¿cuándo encontraremos aquí placer en obedecer la ley, honrar contratos y respetar la propiedad y tiempo ajeno? Mientras el placer esté en la picardía criolla, jamás se organizará el verdadero proceso de cambio. Pero el dolor siempre llega - a su debida hora - a los hombres de pobre voluntad.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Construir el Paradigma

Paradigma no es una teoría general que incorpora todas las demás teorías, ni es el mundo de ideas que habita nuestra mente. El paradigma tampoco describe la morada donde el intelecto encuentra refugio temporal: “Paradigma” es el conjunto de herramientas que permite a una generación descubrir, conocer y construir el camino.

El concepto “paradigma” fue acuñado por Thomas Kuhn, un pragmatista que señaló la relación entre las prácticas sociales, culturales y científicas y el conocimiento que obtenemos a través de esas prácticas. El telescopio, por ejemplo, permitió a Galileo corroborar las fórmulas matemáticas que llevaron a Kepler y Copérnico concluir que la tierra gira alrededor del sol. Primero existió una hipótesis, una idea abstracta que -gracias al nuevo paradigma, cortesía del telescopio- permitió al ser humano obtener una muy útil comprensión sobre su hogar azul. Después del telescopio es imposible creer que el sol gira alrededor de nuestra Tierra.

La crítica devastadora de Kuhn al paradigma científico es similar a la crítica que humanistas lanzan a las iglesias. El problema del paradigma científico, acusa Kuhn, es que obedece a prejuicios, prácticas impuestas por la tradición e intereses de la vieja-guardia-científica, que imponen métodos y premisas para defender su absoluta propiedad intelectual sobre su última versión de la “verdad”. Pero la verdad no es un monolito eterno, preservado por deidades en un Partenón platónico de formas eternas; la verdad se adapta, se transfigura para gradualmente manifestar en el espíritu humano gotas de la luz divina que hace a la gracia de la Creación.

Trozos de verdad contenidos en las dimensiones de la física y biología son opacados por profundas contradicciones. No obstante el aparente laberinto de la dualidad, muy lentamente el ser humano obtiene una perspectiva privilegiada de la mente y pasión de nuestro Creador. En contraste, desarrollar metodologías que permitan consensos sobre una pluralidad de universos creados por humanos a lo largo de tradiciones culturales o imposiciones políticas, resulta ser un ejercicio bastante más complejo que avanzar una ciencia objetiva y acertada. La subjetividad humana y la fuerza centrifuga del conformismo nos obliga a habitar incluso el imaginario de los múltiples infiernos creados por la fantasía de Dante hace más de 700 años.

Las complejidades dibujadas por la relación dialéctica entre “cosmovisión” (valores) y “paradigma” (método y herramientas) se hacen tangibles en la onerosa tarea de plasmar en palabras el espíritu de la Ley de Consulta Previa. En el último capítulo de Macondo, el país de las maravillas, las autoridades deberán dotar a los indígenas del TIPNIS de información “acopiada”. Esa información deberá permitirles consensuar una posición colectiva a favor o en contra la construcción de una carretera que atraviese el corazón de un parque nacional.

En democracia, las diferencias se resuelven mediante un vigoroso debate de ideas. En las dos últimas elecciones presidenciales, dicho debate estuvo ausente. Se hace tradición, entonces, una democracia por consigna. A falta de un debate, los indígenas del TIPNIS recibirán información. ¿Quién ha de desarrollar esa información? Más alucinante aun, en la interacción entre información que sustente la integración desarrollista y aquella que legitime un ecologismo indígena-pachamamista, ¿cuál será la cosmovisión que emerja del intento de una síntesis histórica? Lo único seguro es que el paradigma a ser aplicado, una vez más, será aquel que construyen los altos sacerdotes de su única verdad.

sábado, 11 de febrero de 2012

¿Regresa el ADN?

¿Regresa el partido del General Banzer? No precisamente. Regresa el otro ADN; aquel utilizado para transmitir características biológicas. Dios creó el ADN para escuchar las necesidades de la naturaleza (evolución, adaptación y selección natural). El ser humano ahora utiliza esta herramienta divina para mejorar su condición. La policía, por ejemplo, usa ADN para comprobar el autor de un crimen. Gracias a la genética, el lobo ancestral se manifiesta en mascotas con hocicos de toda forma y tamaño. El pan nuestro de cada día es mejor debido a miles de años de seleccionar las mejores semillas. Ácido desoxirribonucleico. El cáncer, diabetes y SIDA son tratados gracias a su manipulación.

La larga marcha del ser humano empezó en África. Atravesando desiertos y montañas, humanos recorrieron el planeta, adaptándose a diversas geografías. Utilizando la línea mitocondrial del ADN, se desarrollan mapas de migraciones humanas que pronto permitirá comprobar que las diferentes etnias descienden de un mismo grupo; un ancestro en común para toda la humanidad.

Pero si la llamada “Eva mitocondrial” celebra nuestro hermandad, otras corrientes políticas la desprecian. Tal fue el caso en Alemania a principios del siglo XX, cuando se puso de moda la eugenesia (“bien nacido” en griego). De su aparentemente inocuo propósito de “dirigir la evolución humana”, el gobierno electo en 1933 por la mayoría de alemanes llevó la eugenesia a su extremo ruin, instituyendo la higiene racial como política de Estado.

El extremo malvado del racismo fue desenmascarado por el holocausto, pero el horror no fue suficiente para disuadir la discriminación según el ADN. “Apartheid” significa “separación” en afrikáans, lengua de los colonizadores. Gracias a la perversión de la ley electoral, el Partido Nacionalista ganó “democráticamente” las elecciones de 1948. Acto seguido, los ciudadanos sudafricanos fueron clasificados racialmente según apariencia y ascendencia. Con el apoyo de leyes promulgadas en 1950, ciertos territorios (distritos) podían ser habitados únicamente por miembros de una etnia. La nación fue segregada y los derechos civiles fueron establecidos según el código genético individual.

Establecer derechos según etnia es una política del pasado. El ser humano avanza hacia un horizonte de igualdad, donde el contenido de la piel, intelecto y alma no podrán ser utilizados para imponer valores y determinar quién es un “bien nacido”, o quien contiene en su pasado genético el germen del mal. Despreciar el proceso de mestizaje y nuestra herencia española, por ejemplo, es una actitud que rápidamente pierde legitimidad.

Si el ADN mitocondrial permite identificar las migraciones humanas, podremos determinar que etnia habitó un territorio primero y que etnia se lo arrebató. Grandes extensiones del territorio que hoy llamamos Bolivia, por ejemplo, fueron conquistadas por los aymara. Con el uso avanzado de perfiles genéticos, tal vez podamos delinear mejor el derecho legítimo sobre el territorio de cada una de las 36 naciones (ó 52 etnias) reconocidas por el nuevo orden como legitimas.

La autodeterminación de moxeños-trinitarios, chimanes y yuracarés necesita de una metodología. En la compleja fórmula para la consulta podríamos utilizar el ADN, agregando al proceso “democrático” un perfil genético, para que solamente los legítimos habitantes originarios del TIPNIS decidan su destino. Y así, con el regreso político del ADN, se avanzarían las contradicciones dialécticas, para que algún día nuestros descendientes puedan por fin decir que el uso de categorías étnicas sea una política del pasado.

miércoles, 25 de enero de 2012

Masas Critican

“Masa crítica” es la cantidad de personas necesarias para que una conducta/valor sea imitada por la mayoría de los demás. Por ejemplo, cuando el 5% de población empieza a utilizar una nueva técnica de producción, asume como cierto un descubrimiento, o adopta una refinación moral, ese nuevo hito tal vez tenga “masa crítica”. Para que sea “masa crítica”, el fenómeno/conducta debe adquirir una dinámica propia que le permita sostenerse y crecer. “Masa crítica” es el umbral que atravesamos, una y otra vez, en el arduo camino a la evolución.

Pero una cosa es que más del 5% de la población adopte nuevos valores, tecnologías o conocimientos; otra cosa es que las masas crezcan y crezcan, llegando a números insostenibles, convirtiendo a la urbe en una plaza insoportable.

Gente a borbotones, bocinazos, caprichos, caos vehicular. ¡Si tan solo hubiese menos gente! Agréguenle a la crisis urbana una crisis ecológica. El animal más exitoso se reproduce cual plaga, para consumir recursos y extinguir otros animales a un paso cada vez más acelerado. Al imperativo religioso se conjuga el imperativo capitalista de reproducirse, consumir y conquistar. Si bien el planeta azul es un paraíso fecundo y generoso, es menester del ser humano empezar a reducir las masas de humanos que nacen cada día.

Pero una cosa es imprimir racionalidad al ímpetu cultural e instinto básico de tener una gran prole; otra muy diferente es menospreciar el gran aporte y bendición que significa ser millones de millones, concentrados en urbes, que permiten las economías de escala que han sacado al ser humano de la miseria, dotándole de condiciones básicas de supervivencia, para colocarlo en el umbral del progreso y libertad.

Sin una masa crítica de hermanos, la vida sería perversa, breve y brutal. Sin millones de ciudadanos compartiendo aceras, colegios, clínicas y mercados, estaríamos dedicados por completo a resolver dos necesidades básicas: alimentación y seguridad. Gracias a una población de millones, tenemos la libertad de asumir una pluralidad de oficios y la bendición de tener tiempo libre para amar, descansar, cultivar arte y espíritu; sin tener que dedicar la vida a cosechar, recolectar, cazar y defender a nuestro hogar de amigos de lo ajeno.

La civilización, con sus leyes y aparato productivo, permite por lo general convivir en paz y armonía. Pero por muy moral sus ciudadanos, la premisa que “cada quien debe auto-gobernarse” es una oda anarquista que – sin importar la masa crítica de piadosos y honestos ciudadanos – jamás ha de erradicar la necesidad de la policía.

Ante el caos vehicular, se necesita imponer normas que castiguen aquellos que contaminan con alarmas y bocinazos, o bloquean con gran impertinencia. Ante el caos social, el Estado debe interponer las instituciones que resguardan la paz y el orden ante los intereses sectoriales, especialmente cuando grupos violentos violan derechos mayoritarios.

Una cosa es el derecho a la protesta, otras es secuestrar impune y cotidianamente a la población. A su vez, la policía no puede ser peón político, que interviene marchas ajenas, pero protege marchas afines a quienes firman sus sueldos. Rebasada ya varias veces, la policía pierde credibilidad. La oposición no ayuda cuando pinta como “represión” toda intervención violenta. Ante turbas enardecidas, la violencia a veces es legal y necesaria. Pero las masas son rápidas a la hora de criticar a la policía, cuando en realidad la capacidad de imponer el orden (no suplicarlo) es la que hace que la convivencia de millones sea una bendición.

miércoles, 4 de enero de 2012

Indicador: Reciprocidad

La reciprocidad no es un indicador, es una herramienta. En épocas arcaicas, cuando no existían bancos, ni monedas, la reciprocidad era la mejor manera de invertir los excedentes de producción. En la lejana antigüedad, mucho antes de los refrigeradores, dinero o mercados, la familia producía para su consumo personal. En épocas de cosecha, si la familia producía – por ejemplo - más tomates de los que podía consumir, el excedente de tomates simplemente se pudría. ¿Qué hacer? ¡Regalar los tomates al vecino! (antes que se pudran, por supuesto). De esa manera el vecino adquiría una deuda moral con el productor de tomates. Al año siguiente, cuando era la familia vecina quien producía un excedente de huevos de gallina, ¿adivinen a quien se los “regalaban” (antes que se pudran)?

La reciprocidad nació en un mundo hostil, carente de mercados y medios de intercambio comercial (dinero), como una manera genial de evitar que se pudran los excedentes de producción. Con la invención del dinero, el desarrollo de leyes y mercados cada vez más sofisticados, la familia no tenía que depender de la buena memoria (o talante moral) del vecino. El productor podía ir con sus tomates o huevos de gallina al mercado, recibir a cambio un bien no perecedero (dinero) y – con el tiempo – ahorrar ese excedente. Ese “mercado” permitió a los aztecas intercambiar productos con incas muchos siglos antes de la invención del “capitalismo”. Pero para los románticos del impoluto noble salvaje de Rousseau, el mercado - y toda herramienta basada en el dinero - es equivalente a capitalismo salvaje, corruptor de la buena moral.

El dinero es una herramienta. El capitalismo salvaje del siglo XIX y la especulación financiera del siglo XX son aberraciones inmorales que deben ser eliminadas. Ya no hay lugar para la explotación del trabajador, ni para el irresponsable agio mediante herramientas financieras que han destrozado los ahorros de millones de familias de trabajadores y ha postrado al mundo entero ante el pánico de una nueva recesión. Pero el dinero sigue y seguirá siendo una de las invenciones más geniales. Lo que el ser humano haga o deje de hacer con las herramientas que ha desarrollado es tema aparte.

La reciprocidad funciona entre grupos pequeños de individuos, que pueden implementar herramientas sociales para asegurarse que nadie viole el sistema; herramientas que incluyen el chisme, la censura moral, la presión social y el insulto. Debido a que hoy hay familias con mayor poder político que otras, existe el peligro que algunas reciban mayor reciprocidad que otras, sin poder político. A su vez, las familias obtienen los recursos para ser recíprocos en el mercado, donde venden sus servicios o productos para obtener el dinero con el cual luego “generan valores espirituales” en ferias, fiestas y matrimonios. Pero los sacerdotes del apocalipsis predican que, en lugar de complementariedad entre la reciprocidad y el mercado, lo que existe es una “oposición” (Layme Pairumani).

¡Tanto hablar de complementariedad, para luego ver el mundo en blanco y negro! Las nuevas generaciones, por suerte, no son tan fáciles de embaucar y buscan integración y progreso, no autarquía social. La reciprocidad es una forma de empatía y - Dios sabe - necesitamos una dosis mayor de una fibra moral que nos haga más sensibles y comprometidos con el sufrimiento ajeno. Pero la manera de avanzar la justicia social y solidaridad no es satanizar el ahorro, la inversión o productividad; herramientas que demuestran ser capaces de crear la riqueza con la cual el día de mañana (sin las mañanas, imposiciones, ni asimetrías de poder que gobiernan al “pequeño grupo”), uno puede ser reciproco con toda su nación: pagando impuestos, creando empleos, desarrollando industrias. Esos son indicadores de la salud económica y bienestar del pueblo, no un concepto maniqueo y manipulado de “reciprocidad”.