jueves, 24 de octubre de 2013

La Paz, Libia

Es ilegal conspirar para derrocar un gobierno electo constitucionalmente. Por lo menos es ilegal en democracia. En Washington D.C., sin embargo, hay un llamado apasionado para gestar la “segunda revolución Americana”. Los esfuerzos del Presidente Obama de ofrecer seguridad médica a los más necesitados (Obamacare) han despertado los más enraizados instintos capitalistas en una pequeña, pero muy vocifera minoría derechista, que son cotidianamente acusados por el oficialismo de “talibanes”, “fundamentalistas” y “terroristas”.

Debido a reivindicaciones democráticas conquistadas en revolución, un extremista de derecha (Larry Klayman) puede utilizar el pulpito de la minoría intransigente para demandar que (Obama) “deponga el Corán, salga con las manos en alto y abandone la ciudad”. Decir que Obama es musulmán es mentir,  pero es también ejercer un derecho constitucional a la libertad de expresión. Klayman tal vez ejerza un sarcasmo de mal gusto. Lo que no hace es violar la ley. Algunas libertades en  democracia amenazan nuestras sensibilidades. Ese parece ser el precio de la libertad.

El pueblo norteamericano también tiene la libertad de polarizarse al extremo de poner en peligro el bienestar del resto del planeta. En ese sentido Xinhua, la agencia de prensa estatal china, hizo un llamado a crear un mundo "desamericanizado". Si bien el Congreso norteamericano ha dado un respiro a la inminente crisis hasta el 7 de febrero de 2014, ello no resuelve el antagonismo congénito entre dos visiones contrastantes en el seno de la mayor economía del planeta.

La manzana de la discordia en el epicentro del capitalismo es precisamente el papel que debe jugar el Estado en el complejo papel de crear condiciones básicas para la productividad (redistribuir la riqueza/socializar la salud) que, según los fundamentalistas del “Tea Party” es una responsabilidad del individuo, que debe ser resuelta exclusivamente por el mercado. Obama fue elegido por una mayoría para reformar el sistema de salud; para que mediante la intervención estatal millones de ciudadanos actualmente sin seguro puedan participar -a un precio razonable- del cuidado médico.

A su vez, Obama fue elegido para poner fin a dos guerras que lograron acabar cualquier remanente de un apetito imperial por controlar las fuentes energéticas, en nombre de imponer la democracia. En ambos proyectos Obama ha encontrado dificultades a la hora de cumplir con sus promesas electorales.
En el primer caso, las normas democráticas han permitido a la vocifera minoría anti-socialista enmarcar el proyecto de reforma al sistema de salud de Washington como si EE.UU. estuviese a punto de convertirse en Cuba. En el segundo caso, el mundo árabe ha entrado en un proceso histórico que -una vez el sangriento trámite revolucionario y millones de litros de sangre apaguen fuegos autoritarios- se destronará en esa región viejas dictaduras militares.

Lo irónico de la democracia es que – casi universalmente – necesitó de sangrientas confrontaciones entre hermanos. Aquellas que recuentan las heroicas campañas que derrocaron regímenes totalitarios en el Caribe y América Latina se celebran. También se celebra la primavera de 1968, cuando una generación idealista y cansada de una modernidad al servicio de un consumismo estupefaciente y conservadurismo político, se lanzó a las calles en París, para invocar un futuro que supere las cadenas tecnológicas de una democracia funcional a las economías de escala y grandes empresas transnacionales. En ambos casos fácilmente se despierta en la juventud maravillosa un sentido de indignación hacia sistemas opresivos e intolerantes.

Pero no todas las revoluciones están de moda. La primavera árabe, por ejemplo, no ocasiona igual indignación hacia el monopolio del poder por parte de tribus que relegan a las mayorías a un poder político basado en el terror y yugo de la supremacía militar. En la indiferencia hacia la primavera árabe se observa el mismo relativismo moral que condujo incluso a las más ardientes feministas a volcar la mirada ante la agenda talibán de relegar a la mujer a su rol de madre, con su rostro cubierta de trapos, su mente inmersa en ignorancia, su inocencia arrebatada en matrimonios forzados con hombres muchos mayores. Esa indiferencia se manifiesta ahora en la indiferencia que ocasiona el ímpetu revolucionario árabe de deshacerse de gobiernos totalitarios.

Cuando la condición de la mujer en algunos resabios del más cruel patriarcado no provoca indignación moral, es comprensible que seamos incapaces de evaluar la actual situación en Libia (o Siria) con un mínimo de desprendimiento de las agendas geopolíticas que parecen dictar el contenido de nuestra conciencia. Ese territorio africano, alguna vez apéndice del colonialismo fascista italiano, tuvo cortos periodos de una monarquía constitucional. Pero después de lograr su independencia, se vio sometida al mandato de un solo hombre, que gobernó con mano dura desde una carpa beduina que transitaba errabundamente el desierto.

Ahora que la revolución Libia (apoyada por un cerco aéreo de la OTAN) ha finalmente destronado al dictador, sufre los dolores de parto que conlleva moverse de un régimen autoritario, a una incipiente democracia. En ese sentido, Libia comparte con EE.UU. algunos hitos. Este último, por ejemplo, también tuvo ayuda extranjera (Francia) cuando en 1775 luchó por abolir el yugo del monarca inglés, también tuvo épocas en la que vasta extensiones de su territorio no contaban con la presencia del Estado (viejo Oeste), incurrió en una guerra civil que costó la vida del equivalente a 7,5 millones de norteamericanos (2,5% de la población) y sufre de una polarización que induce a una minoría a tomar como rehén a la economía.

Obviamente también hay diferencias. Libia, por ejemplo, “aun no existe como Estado” (Ali Zeidan, Primer Ministro de Libia). Por ende, suponer que en Libia se puede establecer una democracia de inmediato es una ilusión. Libia no tiene experiencia democrática alguna. No obstante las diferencias, existen también coincidencias, que deberían llamar a la reflexión, incluso en este contexto de polarización que conlleva una paralización moral, donde los poderosos definen que constituye una indignación o preocupación legítima.

Debería preocuparnos que en EE.UU., al igual que en Libia, pequeños grupos fundamentalistas pongan en peligro la estabilidad nacional en nombre de sus intereses ideológicos y sectoriales. Debería preocuparnos que, incluso en la economía más poderosa del planeta, la democracia siga siendo un proyecto inconcluso, en el cual todavía se está perfeccionando los mecanismos que permiten dirimir conflictos entre grupos antagónicos dentro de un marco constitucional que respete los derechos de todos, incluyendo minorías.


La democracia no es juego fácil. En un extremo existe el peligro de una dictadura de las mayorías; en el otro, que un pequeño grupo tome de rehén la convivencia y estabilidad. Al margen de la construcción de un mundo multipolar y economía mixta, también debería preocuparnos que la democracia sucumba; o a la hegemonía de los que ganaron (con votos o fusiles), o al ímpetu de una minoría vocifera y bien organizada. Vivir en democracia, después de todo, es dirimir diferencias entre grupos e intereses antagónicos, en un marco de legalidad y civilidad, sin caer en hegemonías o anarquismos. Las naciones son una amalgama de diferentes etnias, visiones, regiones, religiones e intereses. Siempre habrá diferencias que se deben reconciliar. Por ende, ni mayorías ni minorías deben tener la prerrogativa de secuestrar la convivencia pacífica y democrática de una nación. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Jalar la Cadena

Sobre resbaladizos eslabones de la cadena de mando se desploma una estructura vertical que supuestamente brinda institucionalidad a decisiones que toma la jerarquía. Subalternos despiadados, sin embargo, conspiran, maquinan y vulneran esa cadena; para avanzar sus truculentas patrañas personales. ¡Qué frágil eres, cadena de mando!

Cuando una periodista le preguntó al Presidente de Siria el 2011 si no consideraba que sus fuerzas militares habían utilizado demasiada fuerza para reprimir a mujeres y niños que marchaban en una protesta contra su gobierno, Bashar al-Assad le contestó: “No son mis fuerzas, son fuerzas militares que pertenecen al gobierno… No me pertenecen a mí. Yo soy el Presidente. Yo no soy dueño del país, por lo tanto no son mis fuerzas”. En otras palabras, el Presidente sirio no dio la orden de masacrar a los marchistas. No hubo cadena de mando, hubo militares despiadados.

En esa entrevista (2011), al-Assad comparó el puñado de muertes de aquel entonces (aún no empezaba la guerra civil) con errores que cometen incluso sus enemigos occidentales. Como ejemplo, el presentó el caso de Guantánamo, donde militares norteamericanos cometieron actos de tortura que, argumentaba al-Assad, son actos de entusiastas individuos que no representa una política oficial del gobierno de Obama. En otras palabras, aquellos encargados de combatir el cáncer terrorista que atentan contras moros y cristianos  a veces se extralimitan en sus estrategias, lo cual constituye un error individual, no una política de Estado.

Siria hoy es el ojo del huracán y sus vientos amenazan con destruir los cimientos de una inestable paz en Oriente Medio. Una proliferación de ese conflicto pudiese tener consecuencias desestabilizadoras a nivel global. La situación en la región es un caldero de tempestades que tiene el potencial de sumir al planeta entero en una crisis cuyo desenlace nadie puede predecir. Bajo el manto de la amenaza de un petit-apocalipsis, alguien utilizó armas químicas, asesinando más de 400 niños y 1.000 adultos, cuyos últimas horas de vida fueron de dolor infernal.

Pero volviendo a la cadena de mando: No pasa desapercibido el hecho que – al romperse la cadena- se ocasionan casos de violaciones a los derechos humanos e incluso genocidio con armas químicas. El asesinato en masa de ciudadanos de cualquier rincón del planeta constituye un crimen de lesa humanidad. Difícilmente alguien se hará responsable de un acto tan cruel y despiadado. Tan solo un grupo de desquiciados podrían ufanarse de utilizar armas químicas contra niños, mujeres y ancianos.

Los auto-atentados existen. A veces un gobierno fabrica complots para descabezar al adversario. Otras veces son los grupos insurgentes los que ocasionan muertes para culpar al gobierno que pretenden derrocar. Incluso es posible que el ataque químico haya sido un “accidente”. La verdad es que es difícil comprobar quien utilizó las armas químicas en Damasco. De lo que no queda duda es que tal ataque sí ocurrió y que mujeres, niños y ancianos agonizaron durante horas, para morir de una manera inimaginablemente dolorosa. Pero ellos no son las únicas víctimas de este conflicto: victima también es nuestro compás moral.

El recién electo Presidente de Irán, por ejemplo, no tuvo tal confusión e inmediatamente condenó los ataques. En su cuenta de Twitter, Hassan Rouhani dijo que su gobierno “condena categóricamente el uso de armas químicas en Siria” y urgió a las Naciones Unidas a “utilizar toda su fuerza” para evitar nuevos ataques. El Presidente iraní no estaba criticando a su aliado sirio; tan solo expresaba el sentimiento de su pueblo, que fue también atacado por armas químicas cuando Saddam Hussein desató una guerra infernal contra Irán en una guerra que costó más de un millón de vidas. Esa experiencia permite al pueblo iraní apuntar su brújula moral hacia la indignación, una experiencia  tangible de estos horrores que el resto de los mortales lamentablemente no tenemos.

Aquellos que no hemos visto a un hermano, hija o esposo retorcerse en espasmos, su boca espetando espuma y sus pulmones ardiendo de dolor, debemos remitirnos a abstracciones que limitan nuestro grado de indignación. Antes de activar nuestro sentido de empatía, parece que debemos realizar cálculos geopolíticos, que nos permita dar prioridad a nuestro sentido de indignación que nos provoca la existencia de una “policía global”, por encima del crimen cometido.

El auto-proclamado juez-policía del planeta puede interpretar mal la evidencia cuando condena a Siria a una represalia militar. Las Naciones Unidas pueden quedar atadas de manos por consideraciones políticas de algunos miembros del Consejo de Seguridad. También es posible que nunca sepamos quien cometió el crimen, que jamás se aplique la ley internacional y que los culpables se beneficien de una burlesca impunidad. Pero ese no es el punto. El punto es que alguien ha asesinado cruelmente a más de 1.400 personas y -ante este horror- nuestro sentido de indignación se mantuvo durante una semana en suspenso, sin que el horror de lesa humanidad active inmediatamente nuestra condena moral ante el acto (sin acusar a nadie). 

No somos culpables de una doble moral; somos víctimas de un software prehistórico (afinado en la era medieval). Somos víctimas de una cosmovisión binaria, maniquea, reduccionista; que se especializa en entender el mundo en blanco y negro; a dividir el mundo en “amigos”-“enemigos”. El software no respeta ideología o clase social: moros y cristianos, oficialistas y oposición, todos utilizamos el mismo lente; utilizamos una manera de procesar la información  que somete a nuestro espíritu a los dictados de una cultura 2.0.

La cultura universal 2.0 tiene mil manifestaciones, pero en el fondo sigue atrapada en un estadio (etapa evolutiva) arraigado en el pasado tribal de la cultura 1.0. Nuestro sentido de indignación, por lo tanto, primero sopesa las consecuencias políticas y calcula como nos afectaría la aplicación de un principio cuando el supuesto criminal es un “amigo”. Si el criminal es enemigo, entonces la indignación se activa inmediatamente (sin necesidad de evidencia); pero si el sospechoso de una brutal fechoría pudiese ser un “amigo”, entonces la indignación se suspende en un aire de inmoral indiferencia.


Las cadenas de mando se quiebran cuando así lo considera funcional la jerarquía. Pero son las cadenas de una mente tribal - una mente politizada y sumida a las dinámicas del poder - las que debe romper una humanidad 3.0. La humanidad 2.0 se encuentra en el umbral de una cosmovisión integral, cuyo futuro compás moral se fundamentará en principios, no intereses personales o sectoriales. La mente, sin embargo,  sigue encadenada a una visión tribal e ideológica  que solo puede ver “buenos” y “malos” y le corresponderá a la próxima generación por fin jalar esa cadena.

viernes, 26 de julio de 2013

Imperialismo Feminista

En la era colonial, hombres obligados a aceptar su inferioridad eran encadenados con lazos invisibles. Sus mentes atadas por el miedo y la superstición, los invasores prohibieron a nuestros antepasados recibir una educación. La lucha contra un poder sustentado en la ignorancia es hoy celebrada por casi toda la humanidad. Todavía existen, sin embargo, quienes añoran el privilegio de someter millones negándoles la libertad de educarse. La lucha en contra la igualdad de la mujer de los talibanes, por ejemplo, es una lucha declarada. Los talibanes celebran abiertamente haberle disparado a Malala, una niña de 14 años, cuya cabeza se cubrió de sangre por el atrevimiento de predicar que las mujeres tienen el mismo derecho de asistir a una escuela.

Un año después, su cabeza cubierta por la misma manta que uso en vida Benazir Bhutto,  Primer Ministro de Paquistán asesinada por terroristas, Malala habló en una reunión de las Naciones Unidas: “Declaremos entonces nuestra gloriosa lucha en contra del analfabetismo, pobreza y terrorismo – levantemos nuestros libros y nuestros lápices, que son nuestras armas más poderosas”. El terrorismo, aquel cáncer que colocó una bomba en frente de la casa de un cardenal boliviano, creando un pánico que hasta hoy perdura, ha cegado cientos de vidas de niñas inocentes simplemente por su descaro de querer leer y escribir. Al declarar una lucha en contra del terrorismo, la voz de Malala se une a la voz de más de un pueblo que combate aquellos que pretenden imponer sus valores y agendas a base del miedo.

El terrorismo es un tema complejo; las tácticas que utilizan algunos Estados para combatirlo a veces cuestionables y en contrasentido del Estado de Derecho. En Siria, por ejemplo, el Gobierno de Bashar al-Assad se ve obligado a torturar y asesinar a niños y mujeres en nombre de su lucha en contra el terrorismo. Al no unir nuestra voz de protesta al de la comunidad internacional, el pueblo boliviano implícitamente acepta como legitimas las prácticas anti-terroristas utilizadas por una minoría chiita contra la mayoría suni. Aplicar algoritmos a bases de datos de llamadas telefónicas (sin escuchar su contenido) para determinar patrones de llamadas posiblemente relacionadas a complots terroristas, sin embargo, nos parece una violación de la privacidad, lo cual nos ocasiona profunda indignación.

Bashar al-Assad, presidente de Siria, aplaudió el golpe de Estado en Egipto como una caída del “islam político”. El gobierno islámico de Morsy, aliado del gobierno islamista de Turquía, había realizado un llamado para la unidad de la oposición siria. Paralizado nuestro sentido ético de defender siempre principios democráticos, no pudimos pronunciarnos sobre el golpe de Estado asestado en contra de un enemigo (Morsy) de un amigo (Siria) de nuestro amigo (Irán); de igual manera que durante una década hemos suspendido nuestro sentido de indignación en contra de la agenda de los talibanes, porque debemos primero obedecer el principio de no censurar al enemigo de nuestro enemigo.

La afgana Sahar  Gul fue forzada a sus 12 años a desposar un hombre mucho mayor. Su inocencia fue interpretada como un acto de provocación. En represalia, la familia la golpeó al borde de la muerte y arrancó sus pequeñas uñas. La semana pasada un juez de la Corte Suprema Afgana puso en libertad a los tres familiares que habían sido sentenciados por intento de asesinato, después de cumplir apenas un año de su condena. Los derechos de Sahar parece serán nuevamente mancillados si el parlamento afgano pasa una legislación que limita los testimonios de testigos en casos de violación y violencia domestica.

En una sociedad patriarcal que menosprecia el aporte de la mujer, prácticas ancestrales conducen a muchos padres a asesinar a niñas recién nacidas en Afganistán. Tal pudo haber sido el caso de Fawzia Koofi. Cuando Fawzia era un bebé, sus padres la abandonaron bajo un sol ardiente. Afortunadamente, los padres recapacitaron y no la dejaron morir. Fawzia - ahora miembro del parlamento afgano - se preocupa por sus compatriotas mujeres, que posiblemente serán abandonadas a los caprichos políticos y culturales de los talibanes cuando las fuerzas internacionales abandonen Afganistán el 2014.

Resabios medievales de un fundamentalismo represivo empieza a cobrar fuerza en una nación indómita, que supo expulsar fuerzas coloniales del imperio británico, soviético y norteamericano. Millones de afganos murieron en su lucha contra el comunismo secular que su poderoso vecino del norte (URSS) quiso imponerles a finales del siglo XX. Ahora los talibanes se proponen combatir a la democracia liberal y derechos humanos que pretenden imponerles la comunidad internacional, al mando de los EEUU.

Si los EEUU utilizaron el ataque terrorista en su suelo (Torres Gemelas) orquestado desde Afganistán para hacer un “business”, hicieron un muy mal negocio. Habiendo derrochado mucha sangre y tesoros en páramos inhóspitos, los norteamericanos levantan las manos ante la dinámica patriarcal local. Bajo el dictamen que guía su política exterior (“¿Es en el interés de los EEUU?”), Washington ha perdido el apetito de seguir invirtiendo vidas y dólares en construir naciones o dictar (imponer) principios democráticos. Ante el vacío de poder que será creado en Afganistán una vez abandonen ese territorio sus fuerzas militares, existe el temor que la mujer afgana verá un dramático retroceso en las reivindicaciones políticas, sociales y legales que han ganado, gracias a los lances militares del imperialismo norteamericano, en la última década.

Le preocupará a nuestro pueblo, vigilante ante imposiciones culturales por parte de naciones industrializadas, que el gobierno norteamericano financie las escuelas, refugios y servicios legales que permitan defender los derechos de la mujer.  Las tácticas anti-terroristas de Siria son consideradas prácticas soberanas. Lo que nos indigna es el hecho que Fawzia Koofi pretenda que USAID se entrometa en asuntos internos de Afganistán, avanzando proyectos cuyo objetivo es salvaguardar los derechos de la mujer usando valores occidentales, para contrarrestar la arremetida talibán, que desea regresar el estatus quo de la mujer a una era ancestral. Como reserva moral de la humanidad tal vez tengamos que destapar el feminismo, esta nueva máscara del imperialismo, para defender el absolutismo patriarcal universal, usando nuestra arma favorita: el relativismo cultural, que enarbola tradiciones, usos y costumbres. A diferencia de la indignación que nos ocasiona el hecho que a los indígenas bolivianos se les haya negado una educación, denunciar la intromisión de Malala en asuntos internos y negarle ese mismo derecho a Sahar parece ser cuestión de defender la soberanía nacional afgana. 

viernes, 12 de julio de 2013

América Encuentra su Rival

En su infancia, con el fuego volcánico aun ardiendo en entrañas compartidas y unidas por el ombligo ecuatorial, los continentes de Bolívar y Mandela eran uno solo. Millones de años después, hermanas separadas por movimientos en sus placas tectónicas deben competir por galardones concedidos a quienes supuestamente mejor avanzan la capacidad de alimentar a su pueblo (FAO).  Más importante aún, África y América deben competir  por el capital que empresarios de todo rincón del planeta invierten en tierras fértiles.     

A diferencia de Asia y Europa, continentes cuya capacidad de atraer inversión se nos adelantó una generación, compartimos con África un pasado empañado por el yugo colonial; un pasado de explotación que ha dificultando el proyecto de vivir bien. Empapados en calor humano y un espíritu bastante más festivo que el de los nórdicos, ambos continentes ahora deben ahondar esfuerzos por lograr índices de crecimiento económico sostenibles en el tiempo.

América, de raíces cada vez más diversas, tal vez– por ahora – sea un lugar más atractivo para invertir que el mercado africano. No obstante, grandes capitales lentamente se dirigen hacia el continente madre; hacia aquellas tierras originarias de la humanidad, que paulatinamente abandona su dependencia en la explotación de recursos no renovables, para producir valor agregado a través de la educación, inversión, tecnología y manufactura.

No todos los recursos que permitirá a África abandonar la dependencia llegan en la forma de capitales extranjeros; algunos son transferencias de tecnología, otros son las temidas donaciones para educación, salud y construcción de institucionalidad democrática. En su último viaje al continente donde nació Barack padre, el afroamericano Barack hijo anunció que Washington incrementa el número de becas ofrecidas por el programa de Becas para Jóvenes Líderes Africanos, un programa que ofrece educación  superior en universidades norteamericanas a miles de las más brillantes mentes africanas.

Durante la visita del Presidente norteamericano a Sud África, jóvenes de diferentes naciones del continente le realizaron preguntas en un foro estudiantil a nivel continental (vía satélite). Las susceptibilidades no estuvieron ausentes. Algunos estudiantes acusaron a EE.UU. de tener interés en África solo porque el continente es una prioridad en la política exterior de la China. Otros se lamentaron que Obama no visitara Kenia, su patria ancestral, porque Kenia se ha acercado demasiado al Gran Dragón asiático.

La siguiente fue la respuesta de Obama:

“En primer lugar, nuestro compromiso con África está basado en que creemos en la promesa de África y el futuro de  África, y queremos ser parte de ese futuro. En segundo lugar, creo que todos deberían estar involucrados en África.” En ese sentido, Obama consideró positivo que África cuente con inversiones de China, India, Brasil y Singapur. “Todos, vengan a África, porque 6 de las 10 economías de mayor crecimiento en el mundo están justo aquí en África”, dijo, en medio de risas, el primer Presidente afroamericano que gobierna desde la Casa Blanca.

El Presidente norteamericano no ocultó que detrás del maquiavélico plan de ayudar a jóvenes talentos africanos a desarrollar habilidades de liderazgo cívico, administración pública y capacidades empresariales, existe un interés nacional. En su retorcida lógica capitalista, Obama está apostando por un futuro en el cual las naciones africanas lleguen a un nivel de desarrollo institucional, social, político y económico que permita un mayor consumo de servicios y productos producidos  en China, India, Brasil, Singapur y (egoístamente) los EE.UU.

La población de África excede los mil millones de habitantes. La edad promedio de los africanos es de 19.7 años. Se estima que para el año 2050, habrá tres africanos por cada europeo. McKinsey Global Institute estima que para el año 2035, África tendrá la masa laboral más grande del planeta. No obstante estas cifras, que la convierte en un mercado atractivo, África también padece grandes males. El 58% de la mano de obra se emplea en el sector agrícola y la mayoría de los otros trabajos son en sectores informales y auto-empleo. De las diez naciones más corruptas del mundo, nueve se encuentran en África. Los niveles de libertad política, representatividad democrática y abertura comercial del continente aun siguen siendo bajos. 

Habiendo lentamente ha superado los escollos de la guerra, 11 de las 20 naciones que crecen más rápido en el mundo son africanas. Nokia, Nestlé e IBM están invirtiendo grandes capitales en esas fértiles tierras del Sahara. En el 2010, Sud África se sumo a Brasil, India, China y Rusia como una de las economías emergentes con mayor éxito en el mundo. En el otro extremo del péndulo africano se encuentra Zimbabue, con una tasa de desempleo que ha llegado al 95%, un sector agrícola en las ruinas después de una corrupta reforma agraria que - en nombre de enmendar las injusticias de la era colonial – la obliga a revertir una galopante hiperinflación mediante la dolarización de su economía.

En una entrevista reciente, el Presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, criticó a Nelson Mandela por su actitud conciliadora con los blancos. "Ha ido un poco demasiado lejos en su buen trato a las comunidades no negras, algunas veces a costa de los negros", dijo Mugabe, lamentando a su vez el hecho que Mandela no haya despojado a los blancos de sus propiedades. El modelo de Mugabe, una especie de jihad económico, pretende imponer justicia social enarbolando los valores medievales del “honor” y la “venganza”. En contraste, Mandela supo dirigir a su nación a un proceso de reconciliación, después de los horrores del apartheid, instituyendo una serie de valores un tanto más modernos y positivos.

El contraste entre las dos naciones solo se le puede escaparse a ojos viciados por tintes ideológicos. Mientras que en Zimbabue la producción de oro cayó en veinte años de 27 toneladas en 1998, a tan solo 7 (una reducción de 75%) a raíz de una ley que prohíbe a extranjeros invertir en ese sector, la economía de Sud África sigue atrayendo inversiones, a pesar de haber desacelerado el 2013 de un crecimiento esperado del 3.2% a tan solo 2.5%. El ingreso per cápita de $ 11.000 dólares en Sud África, comparado con $ 780 de Zimbabue, debería – en sí - hablar volúmenes.

Las naciones africanas, antiguas vecinas nuestras, tierra originaria de nuestras tortugas, caimanes, monos y alpacas, deberán elegir entre desarrollar una economía de mercado, como la que Mandela heredó a su pueblo, y el jihad económico de Mugabe. Con una economía de mercado, naciones como Brasil, Rusia y China han sacado a millones de la pobreza. Con el modelo de jihad económico, que enarbola el discurso anti-colonialista por encima de la inversión, no es un convencido fundamentalista quien se inmola en nombre de un concepto abstracto del “bien”, sino que se martiriza el empleo y desarrollo de la siguiente generación.


En las próximas décadas los índices de crecimiento y el bien vivir del continente más joven del planeta dependerá de cómo se despojan de su pasado colonialista, para incorporarse de lleno a la economía global. Los  bolsillos, que dependen de empleos a ser creados mediante la productividad, educación e inversión extranjera directa, tendrán la última palabra; no así los delirios vengativos de caudillos que insisten en arremeter su burocrático caballo contra molinos de viento. Los resultados en el largo plazo tendrán la última palabra. 

jueves, 11 de julio de 2013

Medios Libres

La libertad siempre ha sido relativa. En la dialéctica entre socialismo y capitalismo, por ejemplo, se debate las luces y sombras de la libertad positiva y negativa. La primera es una libertad para avanzar una visión del bien; por lo general una voluntad colectiva que guíe al individuo por el camino que (en teoría) conduce a una sociedad mejor. La segunda es libertad de la opresión que ejerce el Estado sobre el individuo, por lo que establece los límites a la interferencia de terceros en la vida privada. La libertad positiva es colectiva, la negativa es individual. Para  evitar que el Estado se convierta en un déspota intolerante, o que la masa caótica de hedonistas enarbole un sinfín de caprichosas banderas personales, la sociedad requiere de un vigoroso debate entre diversas ideas sobre lo que es la libertad.

Otra libertad que motiva un tímido debate es la libertad de prensa. En un medio profundamente politizado, algunos creen que un periodista no puede desprenderse de su partidismo o ideología, por lo que su reportaje será necesariamente parcializado. Otros opinan que la información se ha convertido en mercancía, al mismo tiempo que asignan vastos recursos en la compra de espacios de publicidad política. Una de las funciones del Cuarto Poder es fiscalizar al poder político, independientemente del color de su camiseta. Por ende, es una falta de ética solo fiscalizar a unos y permitir que los otros gocen de impunidad. Monopolizar o tergiversar la información también atenta contra un principio básico de la democracia. Muchos son los posibles pecados de los medios de comunicación.

Existe una salvaguarda para la manipulación: la credibilidad. Un medio que pierde credibilidad, pierde clientes y – por ende – pierde dinero. A su vez, si un régimen aplica métodos autocráticos del siglo XX, ese régimen corre del riesgo de seguir los pasos de la Primavera Árabe. En su libro, “*La Curva de Aprendizaje del Dictador*”, William Dobson argumenta que en contraste con los regímenes autocráticos de antaño, los modernos son más sofisticados, por lo que – en vez de una represión abierta – ahora utilizan los medios de comunicación social e internet para reforzar su autoridad. Por ende, incluso un medio subvencionado por las arcas del Estado deberá ejercer cierta ecuanimidad a la hora de informar, si quiere ser efectivo en su rol propagandístico.

Otra salvaguarda para la manipulación mediática es la activa participación del pueblo en el debate político. En este sentido, existe una herramienta indispensable: la libertad de conciencia. Cuando observamos el caos y muerte en Siria, Irak y Afganistán, es evidente que en esas tierras no existe un debate político; existe una confrontación entre etnias y religiones. No puede existir libertad de pensamiento cuando lo que está en juego (en la mente del individuo) es la supervivencia (o supremacía) de su tribu. En otras palabras, no somos totalmente libres, ni puede entrar en juego un debate de ideas, cuando lo que existe es un empate catastrófico entre dos bandos antagónicos que – trágicamente - ocupan un mismo territorio.

En Bolivia, la libertad de prensa es una libertad relativa. Debido al gran vacío ideológico (nota: las “consignas” no conforman una ideología; son herramientas que conforman estrategias de comunicación) y ante la ausencia de un verdadero debate de ideas, lo que florece en nuestro medio es un ramillete de “*opinologos*”. Los medios de comunicación prestan sus espacios para que “*librepensantes*” de cada grupo político o movimiento social viertan allí sus agravios, desagravios y revisionismos. Entonces, en vez de un ejercicio democrático, que encamine a la sociedad a enfocarse en los grandes debates que habrán de decidir el destino compartido (intercambio comercial, responsabilidad fiscal, estrategias de desarrollo, sustentabilidad ecológica y contradicciones que emanan de una incipiente industrialización), lo que tenemos es un avispero de aguijones verbales destinados a trivializar las opiniones expuestas por el otro.

El actual contexto político-económico (la “estructura” del marxismo) no conduce a un vigoroso debate de ideas, conduce a un ímpetu por controlar el mensaje. En una democracia de apenas tres décadas, con una población nacional del tamaño de una gran ciudad china o mexicana, e ingresos millonarios producto de extraer riqueza del subsuelo, la cultura política (o “superestructura”) está determinada por el mismo rentismo que enriqueció a una oligarquía parasitaria. En vez de unos cuantos que vivían a costillas del Estado, ahora tenemos una creciente masa de empleados públicos cuya visión ideológica se limita a defender reivindicaciones que llegan cada mes en papel moneda. Se puede concluir, entonces, que el debate de ideas en la actualidad es aquel que corresponde a la madurez posible dentro del actual momento histórico; un momento caracterizado por la bonanza fácil y triunfalismo inmediato.

Los medios de comunicación posiblemente aspiren a jugar un papel dentro del próximo proceso electoral, un papel que se acerque al ideal del periodismo. Aquel papel de supuesto guardián, que fiscaliza a los poderosos y  proporciona al pueblo información imparcial, sin embargo, seguramente se ve obligado a moderar su voz en pos de su sustentabilidad económica. En juego hoy no está debatir sobre modelos de desarrollo, conceptos de libertad o maneras de asegurar la sustentabilidad de largo plazo de la estabilidad económica. Lo que está en juego una porción de la torta de la publicidad que pueden pagar los poderosos, que se disputan espacios y control del tono del mensaje. Cuando un medio de enfrenta el peligro de los números en rojo (déficit), el imperativo de credibilidad debe pasar al asiento trasero.

Si los medios tienen limitaciones a la hora de informar, ¿somos totalmente libres a la hora de debatir y pensar lo que queramos? Lo dudo. Las limitaciones impuestas por valores que gobiernan la mente e intereses que imponen su propia voluntad son las que determinan los parámetros del debate de ideas. Es decir, por encima de la construcción de alternativas y mejoras a los avances de los últimos diez años, lo que predomina la subjetividad e intereses encontrados.

La mayoría de ciudadanos votan sin importarles un comino el contenido del plan de Gobierno, resultados o debilidades de su partido político (el llamado “voto duro”). Una minoría sopesa  los diferentes argumentos y visiones, para reflexionar sobre las consecuencias, peligros y bondades que ofrece cada candidatura. Este reducido caudal de pensantes independientes podría decidir una elección cerrada. Considerando ésta lejana posibilidad, ¿qué temas son los que tal vez volcaría la opinión de los indecisos en una dirección u otra? Una evaluación de los temas fundamentales (no coyunturales) que están actualmente sobre la mesa, a meses de una elección presidencial, demuestra lo pobre que es nuestro debate político.


Vivimos un momento en el cual los medios que dependen de su credibilidad compiten con que los que dependen de capacidad de vender publicidad política. La coyuntura actual hace que, en vez de un debate de ideas, los medios se presten a avanzar la ilusión que hemos llegamos a la libertad, bienestar y desarrollo (tareas que siempre estarán incompletas, por grande el avance de una generación). Si bien todos parecen abogar por medios libres, pocos reconocen que todos (incluyendo los medios) somos medios libres a la hora de avanzar un debate político usando nuestra relativa libertad.

jueves, 23 de mayo de 2013

Un Relevo a Evo


Reducir la democracia a votos o leyes es perder el bosque por querer treparse (o quedarse) en la rama más elevada. Al igual que el dinero, la democracia es una herramienta, no es un fin en sí. Muchos hablan con gran solemnidad en su nombre, cuando en realidad sus actos no avanzan en un ápice la estabilidad económica, justicia social o seguridad civil. El mayor peligro para la democracia es una eclosión social. Por ende, el espíritu democrático trasciende urnas, papeles  y palabras a ser interpretadas: el espíritu de la democracia es ser libres, a veces de incluso de nuestra propia mezquindad.

La oposición trasgrede un principio democrático cuando es incapaz de defender una política de Estado que avanza los intereses de la nación. La responsabilidad fiscal es un principio básico. Cuando el Gobierno invierte su capital político lidiando con demandas que (en el actual contexto productivo) llevaría a la bancarrota el sistema de pensiones, los opositores se contentan con observar como su enemigo - en el afán de introducir una mínima racionalidad económica – supuestamente se desgasta.

El oficialismo tampoco avanza la convivencia democrática cuando se ufana de haber inducido a la oposición (usando argucias) a votar en favor de la nueva Carta Magna. A su vez, dudo que abra espacios de consenso el deconstruir a toda la oposición como “vende patrias”. Tal vez se logre forjar una hegemonía temporal que acapare la sombra que se arroja desde el tronco del poder. Pero hacerse dueño y señor del patriotismo refleja un ímpetu totalitario, que desgarra el potencial efecto conciliador de una rama de olivo.

Es loable por parte de la oposición creer tener la capacidad de contener los actuales conflictos sociales; conflictos nacidos del hambre del pueblo. Un líder que no cree en su capacidad de gestión no debería entrar al ruedo. Pero pareciera que el síndrome de Hubris del cual se acusa al Gobierno es también lagaña en el ojo de quienes pretenden relevar el mandato del Presidente Morales. Dudo que otros puedan (por ahora) hacerlo mejor.

A su vez, es loable por parte del oficialismo no caer en proselitismos populistas en nombre de ganar el favor de la clase trabajadora. Pero también hay varias dudas sobre su capacidad de crear (a base de dádivas y discursos) un aparato productivo que permita mayores niveles de ingresos en la clase trabajadora, para que jubilarse con el 70% del sueldo sea mañana un argumento más atractivo.

Y aunque es un tanto truculenta la contextualización oficial de la historia contemporánea, es verdad que estuvimos (y estamos) transitando un muy frágil equilibrio. Tal vez el desatar nuevamente las fuerzas sociales no resulte en una Guerra Civil. No obstante, otra serie de conflictos retrasarían las reivindicaciones sociales un par de décadas. Un relevo a Evo puede ser peor que la enfermedad.

Un líder no debe eternizarse (ser reelegido) indefinidamente porque el poder actúa de manera perniciosa sobre la psique humana. A su vez, relevar al individuo no implica alternancia política en el sistema. Si el modelo realmente es el propicio, el partido en ejercicio puede permanecer en el árbol una eternidad. Ese no es el punto. El punto es que un hombre no es un modelo. Y el modelo es tan fuerte como su más débil paladín. Con el tiempo, el poder ciega y engolosina incluso a los más santos devotos.

¿Principios democráticos? Aquí caen por la borda. De lo que se trata es del poder; con ambos bandos con hambre de “votos” y tan solo incipientemente “democráticos”. Por ende, y hasta que con el tiempo se forjen principios, lo que esta nación necesita es un equilibrio entre apetitos y visiones. Para ello, el próximo mandato del Presidente Morales debería ser por un pequeño margen de votos, con un Poder Legislativo en manos de una oposición fortalecida; para que el ganador se vea nuevamente obligado a aplicar estrategias hegemónicas envolventes con el otro 50% de la población, y así envolver a la patria con vestigios de aquello (astutamente) plasmando en nuestra Constitución.  Mientras tanto, un relevo a Evo es una propuesta truculenta.

lunes, 13 de mayo de 2013

Chisme Perfecto



Aquel libre de todo chisme que lance el primer twitter. En la prehistoria, la reciprocidad indirecta era fundamental para que funcione el precario sistema. Por ende, aquellos egoístas que no cooperaban debían ser monitoreados. Antes de que existiera un Estado, el orden social se imponía a base del chisme. El chisme servía para castigar a los que violaban normas de conducta; el chisme construía y mantenía un sentido de comunidad con valores e intereses compartidos. El papel de integración social que juega el acicalamiento en grupos de primates, entre humanos ahora lo cumple el Facebook (¡Perdón! Digo, el chisme).

Un padre que a su hijo le relata sobre aquel amigo que jugó con fuego (o drogas) y se quemó está revelando oscuros secretos del otro. Si el hijo comparte en su colegio esta información (donde también estudia el hijo del amigo), lo que pudo ser una lección de vida puede pasar a chisme en un segundo. A su vez, no todos los chismes son iguales: algunos mantienes secreta la identidad del pecador, otros son mentiras absolutamente inventadas con el exprofeso propósito de lastimar a un oponente.

Si bien es cierto que el chisme tiene un substrato evolutivo y forma parte de la psicología humana, todos quisiéramos que el chisme tenga un código de conducta. Brindar una  apología bajo la excusa que “todos somos chismosos”, como si fuese un determinismo fatalista, que no puede ser transformado o mejorado, es rendirse ante los múltiples improperios de una herramienta ancestral. Una actitud más loable es intentar mejorar las bases éticas de una conversación que involucra la vida y milagros de los demás, para lograr que se comparta información sin lastimar o injuriar a nadie.

El periodismo informa sobre eventos que nos afectan a todos. Denominado el Cuarto Poder, el periodismo cumple una función más importante y trascendental que la herramienta social antes mencionada. Si bien los ideales son precisamente eso: horizontes lejanos a los cuales quisiéramos llegar, el brindar una apología de la subjetividad (a los pocos días del Día del Periodista) me parece muy poco ingenioso. El ideal del periodismo es un apego a la verdad, con un reportaje preciso, objetivo, imparcial y justo. La teoría es precisamente eso: un ideal. Pero brindar una apología de la subjetividad es deslindarse de toda teoría sobre el periodismo. En teoría, el periodista debe informar (y no manipular) a los demás.

Juez, policía, profesor, ingeniero; todos deben intentar ser imparciales. Un ingeniero no puede evaluar políticamente la factibilidad de construir una carretera en nombre de ponerse la camiseta del partido. Por normal que sea tener una línea, sería poco ético de un profesor de primaria intentar impregnar las mentes de niños con su propia manera de entender el mundo. Si los teoristas pretenden aplicar ese principio a la religión, para brindarles a los jóvenes la parte y contraparte de las múltiples maneras de adorar a Dios (en vez de adoctrinarlos a una sola fe), no entiendo porque les resulta tan antipático pedirle a un periodista que haga lo mismo.

Otrora, jueces, militares y profesores nos introducían a la fuerza sus favoritismos, promoviendo subjetivamente su propia visión del bien. Ahora se intenta avanzar pesos y contrapesos, para obligar a los poderosos a respetar ciertos principios básicos. Es cierto que estamos lejos del ideal. También es cierto que somos animales políticos. Pero hay un momento y un lugar para todo. Incluso Fox News Channel, del ultra-derechista Rupert Murdoch, siempre invita a liberales, para que brinden un contrapeso que refuten su línea conservadora. El hecho que existen canales de televisión que jamás presentan una opinión diferente a su línea política no quiere decir que esa sea la manera ideal de hacer periodismo.

Los estándares de imparcialidad no demandan homogeneidad en la percepción y reportaje de los hechos; tan solo demanda reconocer que tan solo un chismoso poderoso pretende hacerse dueño de la verdad.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Perdido en la Traducción


La comunicación es una empresa frágil. El lenguaje una herramienta limitada. El malentendido entre hermanos pan nuestro de cada día.  Cada idioma posee misterios propios de su individualidad; algunos creación de su semántica, otros del coloquialismo propio de la idiosincrasia regional. Un tarijeño puede encontrar en los modismos de un beniano razones para celebrar su extraño hilvanar de las palabras, o puede confundir  en la cadencia de las silabas espetadas un insulto disimulado. Así de frágil puede ser la comunicación.

Si incluso ciudadanos con idéntica lengua materna pueden mal interpretar un enunciado, tanto más difícil será traducir aquello que quieren decir habitantes de tierras muy lejanas. Si a las limitaciones propias del lenguaje agregamos complejidades culturales, llegaremos a la conclusión que traducir es más un arte que una ciencia. Tal es el caso en la Península de Corea, donde dos pueblos que hablan el mismo idioma quieren decir dos cosas marcadamente diferentes cuando dicen “libertad” y “democracia”. 

El Gobierno ha designado a Guadalupe Jim Palomeque de la Cruz como nuestra representante diplomática ante el Gobierno de Seúl. El canciller David Choquehuanca le ha encargado a la flamante embajadora una tarea por demás compleja: aprender de las políticas coreanas,  “que aumentaron su ingreso per cápita de 100 dólares a 25.000 dólares por año”.  Si bien la empresa de la embajadora boliviana en la República de Corea del Sur es loable, temo que sutilezas de las políticas sudcoreanas pudiesen perderse en la traducción.

Los Gobiernos de Alemania y Japón, países con economías de mercado, invirtieron fuertemente en su sector automotriz. Lo mismo sucedió en EE.UU. en tiempos recientes. La participación del Estado en la economía no contradice una economía de mercado. Por ende, la participación del Gobierno de Seúl en su economía no es evidencia que el milagro de los Tigres de Asia se deba a un exacerbado estatismo; el milagro sudcoreano se debe precisamente a que supieron instituir una economía de mercado.

Economías de mercado en el globo entero dependen de pequeñas empresas. Estas pequeñas empresas (menos de 500 empleados) constituyen el 70% los nuevos empleos en EE.UU. En Japón, de las 874,471 de las plantas de manufactura, el 75% emplean menos de 10 trabajadores. La presidenta sudcoreana Park Geun-hye dijo recientemente, "Tenemos que convertir la estructura económica actual, que se centra en las grandes empresas, en una estructura económica en la que se desarrollen simultáneamente las exportaciones e importaciones y las pequeñas y medianas empresas (PyME) y conglomerados".

En cualquier economía uno tiene tres opciones: crear su propia empresa, trabajar para un empresario o ser empleado del Estado. En cualquier economía, no se puede pasar de un ingreso per cápita de 100 dólares a 25.000 dólares por año, cuando el principal empleador es un político asalariado.

La economía es una empresa frágil (Unión Soviética). El mercado una herramienta limitada (Europa). El malentendido entre vecinos pan nuestro de cada día (USAID). Pero acusar a un modelo que saca a miles de millones de la pobreza de ser una “conspiración elitista” es usar una semántica anacrónica. La historia e ingreso per cápita en los diferentes modelos de desarrollo tendrán la última palabra.  La historia no se acaba con una bonanza energética en el Nuevo Mundo.

El avance de justicia social e igualdad no es monopolio ideológico, es un factor de la productividad. Si bien es cierto que la especulación financiera es un cáncer que amenaza la economía, en el Caribe traducen mal la crisis actual en la economía global cuando caricaturizan al mercado con un lenguaje propio de la Guerra Fría. Las pequeñas empresas innovan, compiten y desarrollan manufactura, para crear empleos sostenibles.  Esperemos que la experiencia de la embajadora en una de las dos Coreas no se traduzca en cancillería (por lealtad ideológica), al modelo de desarrollo de Kim Jong-il.

viernes, 19 de abril de 2013

Sofista Pacifista


“Un futuro sin guerras es una idea hermosa, incluso indispensable. El ideal de la paz mundial y tolerancia internacional es un ideal más valioso y provechoso que cualquier ideal nacionalista; que en su estrecho egoísmo pospone largamente todos los intereses humanos a los suyos propios”. Un año después que empezó la carnicería que cegó la vida a más de 16 millones de europeos, Hermann Hesse esbozaba el ideal pacifista.

Europa es hoy un territorio integrado, donde otrora enemigos mortales esbozan juntos planes para subsanar el despilfarro fiscal de sus vecinos bon vivant. La unión entre europeos no es ideológica, es institucional. Si en España hay alternancia política, la victoria electoral de la oposición no peligra la integración regional. No obstante, y en nombre del mismo nacionalismo que elevó al gobierno por encima del individuo en los experimentos fascistas de Hitler y Mussolini, pacifistas conspiran contra el único experimento que intenta superar el tribalismo étnico, en un continente que ha pasado de ser el más violento, al más tolerante de la diversidad.

La tecnología elevó la guerra al nivel de suicidio colectivo. Las grandes potencias (Rusia, China y EE.UU) ahora intercambian inversiones -en vez de amenazas de una mutua destrucción total- gracias a la energía concentrada en el interior del átomo. No obstante, y en nombre del mismo infantilismo que alimenta el ímpetu simétrico entre impúber hermanitos (“¿Por qué mi hermano puede y yo no?”), pacifistas abogan el derecho de Irán y Corea del Norte de jugar con armas nucleares en las regiones más inestables del planeta. ¿Quién es la comunidad internacional (incluyendo Rusia y China) para intentar frenar la proliferación de armas nucleares?

Aviones no tripulados (drones) elevan la discusión ética sobre ejecuciones extra judiciales a nuevos niveles de complejidad. ¿Es moralmente aceptable eliminar terroristas sin derecho a un debido proceso? La complejidad del debate es mayor del que pueda esbozarse en 500 palabras. No obstante, los pacifistas callan cuando el gobierno de Siria lanza indiscriminadamente bombas en zonas urbanas, matando niños inocentes. ¡Perdón! Me olvidaba la diferencia entre el derecho soberano de matar a los propios, que de matar a extraños (por muy asesinos que sean), aun cuando ambas acciones se ejecuten en nombre de la misma guerra contra el terrorismo, pero con otra pollera.

Pacifistas del norte reclaman el derecho constitucional del pueblo a poseer y portar armas. Según la Segunda Enmienda, la manera de disuadir un gobierno no democrático es contrarrestar el monopolio de la violencia del Estado con milicias armadas. Si bien este ímpetu individualista escandaliza a los del sur, pacifistas no pestañean cuando milicias armadas de las FARC imponen un estado de terror en Colombia, o cuando se arma al pueblo para defender extra institucionalmente un gobierno (y así evitar el error histórico de Salvador Allende).

Los incentivos que ofrece nuestra patria a narcos y sicarios añaden gasolina al clima de inseguridad. Dudo que el Ministro Romero hable de ejecuciones extra judiciales, o tácticas propias de la revolución mexicana, cuando reclama el derecho de la policía de defenderse de asesinos profesionales. No obstante, pacifistas confunden el debate cuando intentan maniatar (con agendas políticas) el derecho que tiene un policía de regresar ileso a su hogar después de defendernos de los criminales más despiadados.

Para vivir en paz, debemos disuadir la violencia mediante la amenaza de aplicar una violencia racional. No obstante, pacifistas solo argumentan “fuego con fuego” cuando están de por medio sus intereses políticos, pero exigen dar la otra mejilla al enemigo. Ese sofisticado sofismo impide un debate honesto que conquiste la violencia y logre imponer una seguridad duradera a nivel interno e internacional. La paz se logra a nivel de la consciencia individual. Lo que deben garantizar los gobiernos es la estabilidad y seguridad de todos.

jueves, 21 de marzo de 2013

Libertad Relativa


La libertad no es un regazo en el cual se uno se acurruca un buen día, para jamás abandonarlo. Un pastel de chocolate en la nevera doblega la voluntad, incluso cuando el colesterol atenta contra la vida. La tentación, sin embargo, no es el mayor obstáculo a una voluntad libre y soberana. Las barreras son varias; incluyendo la ignorancia.

Decisiones soberanas hace 300 años eran tomadas sobre la base de información incompleta. Un gran barón industrial inglés del siglo XVIII explotaba a su obrero con una férrea e indómita voluntad. No obstante, las disposiciones de ese arrogante nuevo rico estaban determinadas por las condiciones ideológicas, políticas y culturales (superestructura) de su época. No lo dice Rico Mc Pato. Lo dice Karl Marx.

Muchas generaciones pasaron antes que un magnate industrial inglés-francés-alemán (globalizado) entienda que un obrero bien remunerado, con beneficios sociales y vacaciones en el Caribe, es más productivo que un obrero explotado. Las leyes, producto de la experiencia, nuevas condiciones y batallas sindicales, también lo obligan ahora a entender. Un obrero europeo tiene mayor libertad que hace un par de generaciones (si no está desempleado). Pero su libertad económica es tan solo una dimensión de tan loable, pero abstracto objetivo. La libertad existencial no se adquiere con un buen salario.

Los existencialistas crearon la ilusión de que somos absolutamente libres de elegir. Al estudiar los cambios en la conducta del individuo en función a las cambiantes condiciones que determinan dicha conducta, la psicología evolutiva ha retomado la batuta heredada de Karl Marx.

Pero en vez de abstracciones, observemos un salto a la libertad en la transformación ideológica del senador norteamericano Rob Porter. El senador conservador se oponía al matrimonio gay, hasta que el vacio de su ignorancia fue llenado por su propio hijo. Hace dos años, el hijo del senador conservador confesó su orientación sexual a su padre. Varias conversaciones más tarde, el hijo gay del senador conservador  logró que su padre adquiera la libertad de pensar diferente a sus obtusos correligionarios.

Hace apenas dos generaciones, sin embargo, el hijo de un político conservador en la sucursal occidental  del fundamentalismo religioso, no hubiese tenido la información para entablar con su padre una conversación que le permita construir un puente que atraviese el vacio que aun arroja a tantos al abismo de la discriminación. El padre no hubiese tenido la libertad de escucharlo, menos aun de entender sus argumentos. La libertad de pensar diferente no es inmediata; se adquiere con el conocimiento, la reflexión y experiencia acumulada.

Somos libres, pero tan solo parcialmente. La libertad de dibujar un nuevo mapa requiere de un compromiso con nuevos descubrimiento sobre nuestra naturaleza, para dejar atrás prejuicios y resentimientos que nos hacen prisioneros de la manipulación ideológica y mediática. Lamentablemente nuestra conducta -en mayor o menor grado-  está determinada por imperativos biológicos, tradiciones y adoctrinamiento ideológico. 

La libertad no es un estado; es un peligroso transitar por un mar de contradicciones, adicciones e imposiciones culturales. La tentación de satisfacer apetitos básicos corroe nuestra voluntad y mejores intenciones. Llenamos nuestras venas abiertas de manteca, nuestras mentes de dogmas medievales, nuestros corazones de un odio anacrónico.  Arrodillados ante prejuicios y adoración de ídolos imperfectos, creemos haber alcanzado el ideal. Pero seguimos tras las rejas, a veces de una información incompleta, otras veces de una información manipulada.  La libertad es un horizonte cada vez más amplio que se expande gradualmente gracias a avances científicos, reivindicaciones sociales y un compromiso individual; no es un salto de fe (o revolucionario) impuesto por mortales todopoderosos.



miércoles, 13 de marzo de 2013

Tabú de la Naturaleza


El tiempo del equilibrio es el tiempo del eslogan. Si hubiese un compromiso real con el equilibrio, buscaríamos complementariedad allí donde todavía existe contradicción entre opuestos. Si el equilibrio fuese algo más que un conveniente estribillo,  estaríamos dispuestos a trascender la temeraria dualidad, para descubrir la pluralidad de herramientas que utiliza la Creación para verter fertilidad en su vergel más preciado. Pero la ecuación de un mundo integral, que perpetua el milagro de la vida a través de la inclusión y diversidad, parece estar reservada para la naturaleza.

Muchas reformas en el Vaticano deberán aun transcurrir antes que se pueda discutir, sin tentar los fuegos del infierno, el tema de la naturaleza humana.  Por el momento, plantear como natural  la homosexualidad, liderazgo episcopal de la mujer y los bajos instintos del sexo es incurrir en alguna forma de oscura rebeldía. La gran diversidad de expresiones de la creación divina no tiene cabida entre las diócesis que dependen de la Santa Sede y Revolución Bolivariana. En el mundo creado por el hombre, la retórica moralista es la estrategia que acapara el poder y autoridad moral. 

Emerge una simetría entre el cristianismo que predicaba el Comandante Chávez y los predicados más conservadores del catolicismo: ambos consideran al egoísmo como una aberración del verdadero arquetipo humano.  Este absolutismo ignora una sutileza de la naturaleza: el hecho que en nuestra especie prima el interés personal. Incapaces de diferenciar entre el egoísmo mezquino y cortoplacista (que arremete contra la buena fe y fibra social), e interés personal iluminado (que avanza el bien de la familia individual dentro de un marco ético y de mutuo beneficio), ambos campos nos venden caricaturas de la naturaleza humana.

El sexo e instinto de supervivencia son pilares fundamentales de la Creación. Pero se supone que patriarcas y caudillos a la diestra y siniestra, aceptan la castidad como única legitima entrega a su causa.  En un caso ello implica jamás tocar con libido el cuerpo de una mujer; en el otro requiere una renuncia franciscana a los goces de la vida material. Escándalos sexuales en la iglesia encuentran, sin embargo, simetría en los resabios de la  suntuosa vida que requiere el sacrificio en el servicio a la patria. La piel trémula se acostumbra a las camas de hoteles cinco estrellas. La naturaleza humana es muy difícil de domar.

Afirmar que nuestra especie ha adquirido características biológicas que constituyen nuestra “naturaleza” no es caer en garras del relativismo moral. Por el contrario, es establecer el marco evolutivo en común del cual emerge nuestro libre albedrio, nuestra ética y sentido del bien común. A su vez, establecer que no somos biológicamente indistinguibles no quiere decir que sea legítimo prejuzgar a un individuo en función a una categoría (ver Pinker). Todo ser humanos es igual, con los mismos derechos. Atentar contra esa igualdad es moralmente repugnante.  Pero la naturaleza, en su sabiduría, ha privilegiado una diversidad y pluralidad de manifestaciones humanas.                         

Luiz Inácio Lula da Silva arengaba al hijo del obrero a soñar con ser dueño de empresa. En vez de mofarse de quienes nacieron con cuchara de plata en la boca, Lula luchó por que todos tengan la oportunidad y educación para que el hijo de comerciante mañana sea gerente general. El tiempo del equilibrio requiere de un modelo de desarrollo que integre la ambición individual con la abnegación fraternal; la proclividad a asumir riesgo con la seguridad asalariada. Pretender que la ingeniería social convirtiera a todos en ovejas solidarias del rebaño en un experimento anacrónico que no funcionó ni en China.  Vender un único modelo de desarrollo personal y arquetipo monolítico inspirado en próceres y santos es tan solo un eslogan proselitista que - en vez avanzar el añorado equilibrio - atiza el resentimiento entre los diversos tipos y clases de humanos.

jueves, 28 de febrero de 2013

Ser o No Ser


Antes ellos lanzaban diatribas desde su bunker de la Arce. Ahora, en Nueva York, somos nosotros quienes les decimos samba-canuta en su cara. Hace poco les dijimos que su ONU alberga un “Consejo de la Inseguridad”.  A ese Consejo le debe resultar difícil diferenciar entre un genocidio donde mueren menos de 70 personas, del legítimos derecho a bombardear con artillería pesada, tanques de guerra y bombarderos a niños y ancianos. No obstante, implícitamente instamos los lacayos de la ONU apoyar la lucha del Gobierno de Siria contra el “terrorismo”.

Detener a los terroristas en Siria obliga a su gobierno a ser cómplice en la muerte de más de 70,000 ciudadanos. Gajes del oficio. En Bolivia tenemos terroristas propios y esperamos que su largo proceso judicial y posible castigo disuada a otros de osar con experimentos separatistas.  Antes, EE.UU. era líder en esa batalla, ahora somos nosotros quienes apoyamos tácticas antiterroristas en el lejano Oriente. Los tiempos cambian, la retórica es la misma.

¿Bolivia asestando golpes diplomáticos contra “malos” vecinos? Es como si hubiésemos invertido roles con los norteamericanos. Antes ellos sermoneaban sobre el déficit fiscal y la importancia de hacer a un lado el partidismo tribal. Ahora son ellos los polarizados, incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para salir de una de las mayores crisis de su historia.

El Congreso norteamericano ha diseñado un mecanismo de recortes automáticos generalizados, denominado “sequester”. Si los demócratas y republicanos no llegan a un acuerdo para superar el actual estancamiento presupuestario entonces, por ley, caerá un mazo fiscal y se reducirá el gasto a lo largo y ancho del Estado. Es decir, si en el Congreso no se puso de acuerdo el pasado viernes sobre cuanto el Gobierno puede gastar, entonces el presupuesto para educación, salud y defensa nacional se reduciría en 85 mil millones de dólares, con el correspondiente impacto sobre una economía que no puede darse el lujo de contraerse aun más.

La inversión de roles es curiosa. Antes nosotros no nos poníamos de acuerdo en nada. Ahora simplemente estamos confundidos entre “ser o no ser”. En este sentido, el tema del déficit fiscal nos confunde aun más. Nos resulta paradójico que se predique austeridad, pero que las naciones europeas que mayores medidas draconianas han impuesto para solventar la crisis sean las que campean menores índices de recuperación económica. Nos confunde que Obama argumente que una austeridad desmedida no es siempre la mejor receta en época de recesión.

¿En qué quedamos? ¿Más gasto o austeridad? Todo depende. Si los bancos ingleses manipulan la tasa Libor, entonces merecen multas multimillonarias (ver Barclays). Ello no justifica arremeter contra el éxito de la banca boliviana. Si EE.UU. y Europa necesitan políticas keynesianas para salir de la actual crisis, ello no justifica incrementar -sin reservas- el gasto público.

La economía no es una dimensión maniquea. No hay verdades absolutas; hay coyunturas. Por ende, para ser hay que ser plástico y adaptar la política según la necesidad. No hay que ser necio en el uso de la política favorita. En sus épocas de bonanza y liderazgo en la lucha contra el terrorismo, EE.UU. atizaba banderas nacionalistas, valores morales  y “cohesión” orgánica.  Si la caída del muro de Berlín no marcó el Fin de la Historia (ver Fukuyama), la política económica boliviana tampoco debería recaer en triunfalistas sonetos shakesperianos. Lanzar poéticas diatribas a cada vez más enemigos no sostendrá esta buena economía. Ser flexibles, no ser dogmáticos propagandistas; esa es la cuestión.  


martes, 19 de febrero de 2013

Lectura Perfecta


Avances en la ciencia forense atentan contra lecturas psicópatas de brutos que – en nombre de un apetito patriarcal – victimizan a mujeres. Expertos ahora pueden reconstruir la escena del crimen y recolectar evidencia incriminatoria. Treinta años de cárcel no son suficientes para aquel culpable de feminicidio. 

La economía es una ciencia menos exacta que la forense, por lo que abundan en su gremio lecturas antojadizas. En Washington, por ejemplo, leyeron mal la burbuja inmobiliaria; burbuja que se tragó millones de millones de dólares en riqueza del pueblo. La ingeniería comercial de “bonos basura” e ingeniería social de bancos estatales (que prestaban a individuos sin empleo ni ingresos), hundió a la economía en una crisis perfecta (ver: Freddy Mac, Fannie Mae y préstamos NINJA).

Menos exacta aun son las ciencias políticas. Ni siquiera espías de la CIA vieron venir la implosión del bloque comunista. Capaces de lanzar ojivas nucleares y miles de satélites al espacio, el muro de Berlín se precipitó a la tierra más rápido que meteorito que surca cielos de Siberia.

En Bolivia, dos malas lecturas podrían atizar una tormenta perfecta. La primera lectura involucra a la banca; la segunda a la constitución.  En las suculentas ganancias del sistema financiero, por ejemplo, hay economistas que leen una incitación a encajar en la bolsa estatista otra nacionalización. A su vez, políticos sin bastón de mando leen en la constitución los voluptuosos fundamentos  para emprender una temeraria pulseta jurídica que les permita interponerse a la participación del Presidente Morales en la próxima contienda electoral.

Una lectura miope de la salud financiera de los bancos interpreta su robustez actual como una invitación implícita a avanzar justicia social con las utilidades logradas por el cobro de tasas de interés. Ignorar que el sistema financiero es también vulnerable a  ciclos económicos es exponer al pueblo a un potencial economicidio. Si bien, por ahora, la cartera vencida de la banca está en niveles históricamente bajos, esos préstamos pueden estar siendo utilizados para especular con bienes raíces, o mercadería de Iquique; en vez de rubros productivos.  Evidencias de una burbuja que se infla no saltan a la vista.

Una desaceleración económica (producto de una banca nacionalizada), sumada a precios más bajos por materia prima y un gasto fiscal desenfrenado, puede crear una tormenta financiera. Pero si agregamos a ese escenario un potencial vacío político en el oficialismo (producto de deshabilitar legalmente la candidatura de Morales), una tormenta perfecta podría infiltrarse al menú. La ciencia de la economía no puede predecir si el cambio hacia el estatismo derrochador seguirá siendo sostenible en el tiempo. Pero no hay que ser analista político para entrever el grado de violencia que sería engendrada si la oposición gana el 2014 ante un candidato suplente, para luego heredar las facturas de la política-económica actual.

La ciencia forense lee lo que sucedió, no lo que sucederá mañana. La economía y ciencias políticas, en cambio, intentan evitar caer en ciclos económicos y continuas crisis políticas. Temo que los ciclos son inevitables y que la estabilidad es siempre frágil. El ímpetu nacionalizador fuera de control y las ganas de ganar elecciones en las cortes (en vez de las urnas), son lecturas que ponen en peligro la integridad del pueblo. Seguro que ni nacionalizarán la banca, ni evitarán la candidatura de Evo. Pero en el afán de unos de tirar abajo al egoísta capital privado, y de otros de tirar abajo un estatismo ineficiente, podemos leer perfectamente un ímpetu absolutista, propio de la mente patriarcal. 

lunes, 28 de enero de 2013

Mapa Oficial

Mapas mentales diferencian al humano de primates, su menos evolucionado hermano mamífero. Capaces de dibujar en su interioridad diversos escenarios, los humanos reproducen pasos trajinados sin necesidad de olfatear el camino. Gracias al lenguaje acumulamos experiencias y trazamos con el intelecto rutas que logran leyes y tecnología. Si bien es cierto que el concepto moderno de racionalidad ha ofuscado el complemento que ofrece la intuición y emociones; sin conceptos, palabras y categorías jamás hubiésemos podido escalar las limitaciones cognitivas del instinto animal.  

El mapa es manipulado por la herramienta favorita del poder: una lógica binaria. Ejemplo de dicha manipulación es el siguiente axioma: “Todo aquel que cree que el motor de una economía es la sociedad civil es un neoliberal”. “Obama cree que el mercado e iniciativa privada constituyen piedra angular del desarrollo, creación de empleos y justicia social”. Por ende, “Obama es un derechista”. El mapa en blanco y negro de la lógica oficial dibuja una caricatura de todo aquel diferente. Lo único que falta es que se lo acuse de ser racista.

Obama es un liberal (de izquierda). Pero como aquí se dibuja la ideología con solo dos colores, la capacidad del pueblo de discernir entre políticas públicas y estrategias de desarrollo ha caído prisionera del reduccionismo binario. Tres grandes políticas definen la gestión de Obama: rescate de la industria automotriz, sistema de seguro médico universal y elevación de impuestos a los más ricos. Para la verdadera derecha, estas políticas constituyen una manipulación del mercado, intervención estatista en la vida privada, ingeniería social, promoción de la lucha de clases y redistribución socialista de la riqueza.

Por muy liberal, Obama no es libre de alterar políticas de Estado que promueven el interés nacional. Tiene limitaciones. Ese no es el punto. El punto son las limitaciones conceptuales que tiene el pueblo boliviano a la hora de entender las sutilezas y complejidades de la economía global; ignorancia inducida por el estatismo mediático, cortesía de la manipulación del lenguaje político. La tergiversación de las múltiples dimensiones de la ideología liberal es estrategia parecida a subyugar al pueblo con la imagen de Satanás; donde Obama es un anticristo derechista.     

Colombia, Chile, Perú y México – economías liberales - son las más pujantes de la región. Cómplices de la conspiración liberal de coadyuvar una colaboración entre Estado e iniciativa privada para crear empleos también son Rusia, India, Polonia, Vietnam, China y Brasil. En vez de intentar sacudirse el mote de “derechista” con estos argumentos, la esclerótica oposición parece estar contenta con señalar falencias oficiales, cortesía de una piel trémula.

La realidad es relativa. Ese no es el punto. El punto es que el debate sobre la seguridad económica y social de la nación se ha convertido es un gestalt goebbeliano, donde el sujeto es inducido a reemplazar conceptos por caricaturas. En vez de una estrategia de desarrollo mixta, rendimos culto al chauvinismo ideológico. Parece que el absolutismo platónico  ya no es monopolio de los conservadores.

Sentir orgullo de la regresión a una política económica de principios del siglo XX es privilegio del triunfalismo cortoplacista. Se olvidan que una bonanza coyuntural no hace primavera. Un odio provinciano a la utilidad tampoco evitará que Europa salga pronto de su crisis. El petróleo abundante tal vez ayude a mofarse del hecho que 90% del planeta está a la derecha de Fidel. Pero si la verdad es relativa, la manipulación conceptual actual es muy concreta. La democracia liberal no es dogmatica y se fundamenta en un debate honesto; única manera de ser dialecticos en la práctica, no solamente en la teoría oficial. Lástima que al pueblo se lo reduzca a usar mapas dibujados con ángeles y demonios.

jueves, 17 de enero de 2013

¿Cena Quínoa?


Exportar fertilizante a base de coca, para abonar trigo ajeno, permitirá financiar los bonos  que – según la teoría -  coadyuvan el alto vuelo de la economía boliviana.  Si al abono de coca de exportación agregamos miles de toneladas de quínoa, tal vez logremos complementar con “ventaja comparativa” nuestra incipiente comprensión del concepto “efecto multiplicador”.

Bolivia tiene una ventaja comparativa en coca y quínoa. Exportar hoja y grano sagrado con valor agregado, agregará pocos pero valiosos empleos e impuestos, para coadyuvar el financiamiento de proyectos agrícolas  (y creciente gasto público). En el argot de la timba, exportar coca y quínoa será cena-quina para la economía nacional.

Pero si en vez de invertir escasos recursos en industrializar coca y quínoa, nos empecinamos en ser autosuficientes– digamos – en producir trigo, incurriríamos en un costo de oportunidad. Es decir, invertir en trigo distraería recursos de la coca y quínoa; productos agrícolas que producimos más eficientemente y que pueden ser industrializados, exportados y fiscalizados con mayores beneficios que un trigo excedentario.

Tenemos otra ventaja comparativa en gas y materias primas. Estas exportaciones – sin embargo – alimentan industrias ajenas, que agregan valor a nuestros recursos naturales. Nuestra ventaja, por lo tanto, no se traduce en mayores empleos. Si bien las arcas del Estado se benefician de precios altos en el mercado internacional, el efecto multiplicador de nuestras exportaciones se concentran en menos de 200 mil afortunadas familias; mientras que otras millones siguen acopiando migajas de una economía informal.

Industrias estratégicas (litio, acero, turismo) merecen incentivos por parte del Estado, sea mediante inversión en infraestructura, seguridad jurídica o participación directa. Lo que no necesitamos es diluir escasos recursos en plantar trigo, o construir (digamos) fábricas de celulares.

Otros países producen celulares a muy bajos precios, por lo que ahora son accesibles a la mayoría de la población. Los que se ufanan de la ubicuidad de estos aparatos (como si su bajo precio fuese logro de una nacionalización), parecen ignorar que es la competitividad de otros a quienes debemos dar las gracias. No necesitamos ser autosuficientes en la producción de aquello que otras naciones producen con mayor competitividad y eficiencia.

Bolivia debe identificar sus ventajas comparativas y facilitar la inversión en industrias competitivas. Pero como nuestra mayor eficiencia es identificar al enemigo, lo que exportamos son expertos en rasgarse las vestiduras. En el caso de México, por ejemplo, causa gran disgusto ideológico el hecho que 30% de su maíz no esté “Hecho en México”.  Es cierto que, debido a que está siendo usado para biocombustibles, se ha duplicado su precio. También es cierto que la economía mexicana tiene la productividad necesaria para darse el lujo de subvencionar un bien por el cual paga el doble.

México exporta 20 mil toneladas de carne a Japón, agregándole valor al maíz importado. Mientras México tenga una ventaja comparativa en miles de industrias pujantes, que exportan por doquier, los mexicanos tendrán el lujo de crear empleos que permitan pagar un poquito más por tortillas, atole y tamales.

Incentivar la producción y exportación de quínoa y coca industrializada agregará un pequeño peldaño a la tasa de empleos. Se necesitan empleos, no un superávit en cuentas del Estado. Para crear empleos se requiere invertir en industrias con ventajas comparativas. Esas industrias llegarán cuando exista entre Estado y sociedad civil un acuerdo enmarcado en leyes e incentivos (economía mixta), de tal forma que los mecanismos de mercado coadyuven los burocráticos nobles deseos de los gobernantes. Sin inversión no hay productividad, ni empleos, y el pueblo deberá seguir acopiando valor agregado de la hoja sagrada: “cena coca”.