lunes, 25 de junio de 2012

Mentalidad Campesina



Un campesino quiere un huevo. Compra una gallina y siembra maíz. Para obtener el huevo, su  ave debe comer. El cálculo básico que hace ese campesino es, ¿Cuánto maíz? Con esta analogía, Petty le explicó a John Arandia su lógica empresarial.

Si el maíz tiene pesticidas, o la gallina está genéticamente manipulada para poner huevos de avestruz, el Estado debe intervenir. La gallina tampoco debe ser torturada; su vida metalizada al punto de ofender la más básica sensibilidad humana. Consideraciones morales, fiscales y sanitarias debe normar el mercado del huevo. Pero si el campesino quiere vender muchos huevos, esa mentalidad empresarial es también “mentalidad de campesino”.

La mentalidad empresarial está siendo denigrada. Un ciudadano es libre de apenas trabajar, para precariamente alimentar a su familia en una economía de subsistencia. Pero a lo largo y ancho de este planeta (p.e. China), la lógica del campesino es la lógica del mercado. Solamente aquellos que reciben sueldos por espetar palabras pueden darse el lujo de menospreciar el hecho que la vida es un negocio. Aquellos que no vivimos de la política debemos desarrollar una habilidad, o producto idóneo y competitivo, para luego venderlo al mejor postor.

Un tejano – Bush -se mofaba de la elite intelectual, jactándose de su propia mentalidad de campesino. Ese tejano ganó la presidencia en su país. “Los intelectuales”, decía, “son bueno solo para construir castillos en el aire”. Mientras que un campesino produce alimentos que la familia sirve en su mesa, un ideólogo se sienta detrás de su escritorio para elucubrar abstracciones. Mientras un campesino levanta el pico para sembrar el maíz que alimenta la gallina, el político levanta el teléfono para vender poder y sembrar aliados.

Otro tejano – Petty- llegó aquí hace años para invertir, crear empleos y pagar impuestos al Estado. Ahora ese tejano quiere invertir en una empresa que está en la lona. Admite el tejano que sus asesores más cercanos creen que está loco por pensar que puede rescatar una aerolínea en crisis, sobre todo en el clima que caracteriza la coyuntura actual.

El tejano habla un idioma ajeno, tan ajeno, que incluso un neoyorquino tendría problemas para entender. El tejano habla el idioma del campesino, un lenguaje sencillo que tiene poco sentido para un citadino, que jamás ha criado una gallina, cuyos huevos salen del supermercado.  El tejano quiere apostar en que rutas aéreas, como ser Honduras-México-Los Ángeles, pueden poner muchos huevos en beneficio de todos: empleados, fisco, proveedores, usuarios e inversionistas

Por humilde el origen del político, cuando el poder lo convierte en intelectual, rápidamente se olvida de la mentalidad de campesino. Entonces traza abstracciones para “abrir” mercados, cuando detesta la mentalidad empresarial, y de invertir o producir a gran escala no entiende nada. Detrás de la comodidad de su lujosa oficina, con grandes medios para volar muy alto en su imaginación, desprecia la actividad básica de la sociedad civil: hacer negocios.

Los campesinos que labran la tierra para alimentar gallinas que ponen huevos, hacen negocios. Vender huevos no es altruismo. Satanizar los “negocios” es ignorar que la mentalidad de la ganancia es también “mentalidad de campesino”. Mareados por la altura del poder, algunos ignoran lo complejo que es crear empleos. En vez de apoyar el rescate de una empresa que alimenta miles de familias, están a punto de dejar que muera una gallina más. Lo más preocupante es que creen que dejar morir gallinas nos ayuda a “vivir bien”.  

miércoles, 6 de junio de 2012

Vengador Anónimo


El Vengador Anónimo es una película de la década de los 70´. Después que asesinan a su esposa, Charles ejecuta sin piedad la Ley del Talión: ojo por ojo. Las grandes urbes norteamericanas habían caído presas del crimen en los 70´.  Ver en el cine a Charles devolverles a sucios criminales el favor era una manera de ventilar la impotencia. La fantasía, después de todo, es una manera de descargar nuestras frustraciones. Para eso está el arte. En contraste, en sociedad se pretende que impere la justicia por encima de sed de venganza. Para eso está el Estado.

Hablando de fantasías, aquí les va una: diez mil víctimas de atracos violentos se organizan. Cada una aporta Bs. 20 al mes. El presupuesto luego es utilizado para contratar un equipo que consiste de señuelos, guardaespaldas y golpeadores de primer nivel. El señuelo camina las calles, pretendiendo estar en estado de ebriedad. Sin que los malhechores puedan detectar la presencia del equipo de vigilantes, el señuelo es seguido sigilosamente por quienes han de imponer un poco de orden en esta ciudad, al mejor estilo de Charles, el vengador anónimo.  

¿Qué tiene de mal esta fantasía? En primer lugar, si bien la policía arrastra sus pies a la hora de desarticular bandas de criminales, ténganlo por seguro que aplicarían todo recurso disponible para desbaratar de inmediato cualquier esfuerzo ciudadano de imponer nuestra propia justicia. Así es la ley de la jungla: “no te metas a mi territorio”. Por otra parte, ¿diez mil personas han de aportar Bs. 20 al mes? Otra ley la establece la naturaleza humana, vía la teoría de juegos: en toda acción colectiva, la mayoría prefiere obtener un beneficio, que ha tener que pagar por él. No es lo mismo masas que salen a protestar en respuesta a una buena estructura de incentivos/desincentivos,  a que las masas paguen y coordinen por un bien colectivo. Para eso está el Estado.

El Estado es quien debe cobrar impuestos y quien ha sido delegado la responsabilidad de velar por aquellos bienes colectivos que el ciudadano no puede por su cuenta procurar. Ejemplos son la defensa nacional, construcción de carreteras y hospitales y  las planillas de los jueces y policías que resguardan nuestros derechos básicos e integridad. Esa es la teoría/fantasía. La realidad es otra. Por ende, que no nos la Charles.

Hablando de fantasías, fantástico sería que las instituciones que imponen justicia hagan bien su trabajo. Pero los resultados dejan mucho que desear. Si bien las voces del poder  reclaman presentar evidencias a aquellos que acusan a servidores del Estado de delitos varios; cuando un ciudadano se toma la molestia de presentar como evidencia su rostro magullado, los pandilleros delincuentes salen a la calle más rápido que una charla de café.

Los policías probos, eficientes, que hacen honor a su institución, son la mayoría. Pequeño consuelo es que la mayoría de ciudadanos tampoco se dedican a violentamente arremeter contra inocentes cráneos para robar un celular. Pero si una acción colectiva, coordinada, que logre organizar y financiar un grupo de vigilantes, es tan solo una fantasía; la realidad es que cuando los incentivos existen, los clanes se forman y coordinan muy efectivamente entre sí. A Sergio Vega lo tuvieron 4 horas sangrando y mal herido, para tomarle su declaración. Las horas de espera fueron horas de negociación. Al final es el dinero en efectivo el que tiene todas las posibilidades de ganar. Entiendo que quieren evidencias. Por eso, para que no me la charlen, lo escrito no pasa de ser una fantasía.