martes, 24 de marzo de 2015

Séptima Inocencia

La inocencia del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en su fallo en contra de Unidad Demócrata (UD) pudiese quedar comprobada. Esa teoría tiene sustento en que el “inocente” error de UD es en realidad una perversa conspiración. Después de todo, no es verosímil que un jefe de campaña pueda tirar por la borda a su partido por darse el gustito de anunciar “estamos ganando”.

Castigar con la inhabilitación a todo un partido por el simple hecho de difundir una encuesta es un tanto  draconiano. Al margen de su constitucionalidad, el hacer caso omiso de dicha disposición es pecar de inocente. Por ende, cabe sospechar que detrás de tal inocentada se esconde una trama infernal.

Muchas acusaciones se lanzan contra el imperio, sin necesidad de evidencia alguna. El único requisito es pronunciar toda crisis como producto de un “montaje”, “intervención” o intención de desestabilizar nuestra nación. Me escudo en idéntica temeridad para lanzar una posible teoría de una supuesta conspiración en Beni.

Es posible que un operativo secreto del imperio haya seducido a una asesora de Carmelo Lens, para que lo convenza de las virtudes de crear en Beni un ambiente triunfalista. Pero en vez de ganar adeptos entre benianos indecisos, el objetivo de esta supuesta Mata Hari del Beni fue inducir a que UD cometa un error, que luego obligue al TSE a inhabilitar a todos sus candidatos.

Los detalles de la conspiración no importan. Tampoco sabremos si realmente hicieron pisar el palito a Carmelo Lens. El hecho es que, una vez allanado el camino para una victoria del MAS en Beni, el imperio podría poner en marcha la segunda fase de su maquiavélico cometido.

La realidad es que el TSE no tuvo otra opción que hacer cumplir la ley. No obstante, el pueblo boliviano (según cálculos del imperio) se escandalizará con la inhabilitación de UD por el pecado de publicar una encuesta. En consecuencia, la credibilidad del TSE se verá injustamente impugnada. Esa es la primera fase del diabólico plan.

La segunda fase de la conspiración es impedir una alianza entre el MNR y UD, de tal manera que el MAS gane en Beni. Una gobernación del MAS en Beni, con una resistencia de la población (según cálculos del imperio) generaría un clima de ingobernabilidad, lo cual desprestigiaría al MAS a nivel internacional y allanaría el camino para un desgaste que se sume al de los Kirchner, Dilmas y Maduros.

Pero si la publicación de una encuesta puede afectar la intención del voto, entonces la capacidad de dar pegas y un mayor presupuesto al Beni pudiese también cambiar las preferencias político-ideológicas del pueblo. Es decir, el tesoro del Estado que gastaría el oficialismo tiene el potencial de conquistar los bolsillos benianos. Sin inestabilidad y con el pueblo cooptado, la conspiración estaría destinada fracasar.

Los votos extras de Ernesto Suárez debido a una encuesta palidecen ante los que pudiese ganar el 2019 si se proyecta como líder de la oposición. No obstante, parece que Suarez sería inhabilitado de la política durante cinco años. Por ende, Suárez crea una alianza con la agrupación NACER para vencer a toda costa al MAS. De perder en Beni el MAS, la teoría de conspiración queda inhabilitada.

Jamás sabremos si el voto de los benianos pudo haber sido afectado por una encuesta. No sabremos nunca si la verdadera conspiración fue apostar por una victoria del MNR, crear un caos electoral para cancelar las elecciones o simplemente eliminar la competencia del MAS en por lo menos 15 localidades. Si gana NACER, tampoco sabremos si se puede cooptar a un pueblo con pegas y proyectos.


El primer día de abril, se celebra el Día de los Inocentes en los Estados Unidos de Norteamérica. En Bolivia ese día tal vez tengamos los cómputos finales de las elecciones sub-nacionales 2015. Gane quien gane en Beni, nadie puede predecir qué sucederá después. Lo único seguro es que todas las partes involucradas han pecado de inocentes en la inhabilitación de la agrupación UD. 

domingo, 22 de marzo de 2015

Azul Dilema

Recuperar el mar es el producto estrella de nuestras causas sociales. Con ese objetivo, se ha desarrollado una campaña mediática llamada “Corazones Azules”. Da la casualidad que el partido en ejercicio del poder utiliza como color emblema también el color azul. ¡Vaya dilema!

La regla de oro en ventas es diferenciar tu producto. Con ese objetivo, se escriben manuales de imagen corporativa, que establece los tipos de letra, espacio entre líneas y – sobre todo-  los colores de la marca. Desviarse de la línea grafica equivale a desviarse del mensaje. El “marketing” dictamina que la imagen del producto debe sobresalir por encima de otros. 

En el marketing político se vende las causas de unos cuantos, mientras que en el marketing social se avanza causas comunes. Los spots del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, por ejemplo, ayudan a crear un sentimiento de estabilidad. Un país con confianza en su moneda es un país cuyos ciudadanos invierten su esfuerzo y capital, lo cual beneficia a todos. Ejemplos de marketing social incluyen luchar contra la violencia intrafamiliar, los daños del alcohol y peligros de obstruir ojos de tormenta.

Intentar establecer una iconografía cuyos colores y tipo de letra capturen la esencia de un objetivo social es un arte complicado. A excepción de las cebritas paceñas, cuya línea gráfica transmite la idea de civilidad, otros valores no pueden ser fácilmente convertidos en iconografías. Tal vez sería incluso banal el pretender asociar colores, tipos de letras o un jingle con los derechos de la mujer.

Decir que el Gobierno también “vende” ideología tal vez ocasione malestar “revolucionario”. No obstante, nadie puede negar que los políticos invierten dinero (propio y ajeno) en posicionar sus objetivos sociales. Las ideas y objetivos también compiten entre sí y la ideología se vende a diario en costosas propagandas. Eso se llama democracia. Y aunque esté de moda imponer limitaciones a la economía de mercado (y derechos políticos del opositor), defender el libre mercado de ideas no es un prejuicio “neoliberal”.

Tenemos diferencias sobre cuáles son las mejores estrategias para salir de la pobreza. Pero por lo menos acordemos que el arte de conceptualizar una idea implica definirla y transmitirla. Por ejemplo, conceptualizar una sociedad en la que el hombre y la mujer construyen un hogar trabajando en equipo, en vez de imponiendo un régimen violento y autoritario, es una manera de diferenciar entre dos “productos”.

El primero modelo (producto) es un régimen patriarcal, que usa el poder físico y monopolio de recursos para avanzar el bien común; el segundo avanza la felicidad, productividad y estabilidad en el hogar creando espacios de poder para los físicamente más débiles y económicamente dependientes. El modelo (producto) que por ahora se impone a nivel político y social son las habituales palizas por parte de los más fuertes a los no sumisos.

En el recuadro final del spot “Corazones Azules” salen dos niños con poleras azules, una más grisácea que la otra. No mantener una línea grafica en el spot tal vez sea una manera de no discriminar entre “azules” cuando marchemos unidos por la misma causa. El mensaje subliminal de la pluralidad de tonos en la campaña es: “recuperar el mar es una campaña/marketing social, no una campaña política”.  

Otra razón puede ser que los diseñadores de “Corazones Azules”, fieles al geist marxista,  se rehúsan a  comulgar con la burguesa manía de convertir todo en mercancía para la venta.

Vender nuestra campaña por un mar soberano sin claudicar a las reglas del marketing para luego, una vez recuperado el mar, exportar lo Hecho en Bolivia sin claudicar a las reglas del mercado (ENATEX), sería justicia poética para los detractores de la globalización.


Cuando recuperemos el mar azul, ¿tendremos un sector industrial exportador, que vende con la misma eficacia con las que venden nuestros vecinos de la cuenca del Pacífico? Exportar por el mar azul requiere que los bolivianos mejoremos condiciones de inversión, producción y técnicas de venta, un talante burgués que parece irritar a los azules. ¡Vaya dilema! 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Él Desinteresado

Un romántico descubre en la semilla una entrega desinteresada a nuestra seguridad alimentaria. Un pragmático encuentra en su ímpetu de reproducción cierto “egoísmo”. La semilla germina y lucha por erigirse hacia la copa del árbol en busca de más luz, opacando a las demás. Ello no la hace una semilla “neoliberal”. Del interés personal de la semilla de reproducirse brota el milagro de la interdependencia y sinergia ecológica.

Los genes de una semilla luchan por reproducirse, no por ingresar al estómago humano. Ese ímpetu de perpetuar la especie alimenta un proceso evolutivo que permite que del interés individual surja el ímpetu de la cooperación y sinergias que conforman los ciclos de la vida. Decir lo contrario es pecar de un idealismo antropocentrista.

De esa cooperación surge el clan, que lucha por la supervivencia del grupo. Ese grupo antes otorgaba poder a quienes podían mejor dirigirlos en la caza, cultivo de tierras o defenderse de la tribu vecina. Antes, el interés individual del líder estaba apegado al interés colectivo. Ahora, con los inmensos  y permanentes recursos del Estado, fruto de impuestos y recursos naturales, el líder tiene un margen de error muchísimo mayor. Antes un error del líder causaba muerte, hoy simplemente causa un déficit fiscal.

Al igual que la semilla, resulta que debemos creer que hay candidatos desinteresados. La verdad es que todos necesitamos algo: prestigio, satisfacción profesional, seguridad material, amor del prójimo o amar al prójimo. Incluso en el altruismo uno satisface la necesidad de expresar su compasión. Amar al vecino no contradice necesitar una linda vecindad, por lo que el mito del “desinteresado” debería despertar sospechas.

Existen quienes aman con tanta pasión que maltratan violentamente a su amada. En la política, líderes que aman a su patria tienen también necesidades no alineadas con las de la comunidad. Si un candidato no es capaz de someter su ego, inseguridades, complejos, ambiciones o necesidades inmediatas, entonces ese candidato no es el mejor preparado para servir.

Los intereses inmediatos del candidato pueden pesar más que su vocación de servicio. Existen candidatos que ponen su agenda personal por encima de la agenda de la comunidad. Espero que nadie se sorprenda con ese silogismo. Parte del ejercicio democrático es discernir entre un líder “egoísta” y un líder cuyo interés personal está alineado a los intereses (necesidades) de la comunidad.

Parte del ejercicio democrático es evaluar la idoneidad de un candidato, ya que si unos son pillos, otros son vagos o incapaces. Incluso si hubiese una “Madre Teresa” entre los políticos, ello no garantiza su capacidad de gestión. Los presupuestos quedan sin ser ejecutados y se gastan millones del erario público sin resultados tangibles.

Ante la falta de debates y un escrutinio (que no sea de su “estirpe política”), evaluar la idoneidad de un candidato en época electoral es un ejercicio esotérico. Solamente la pureza ideológica del candidato merece ser investigada. Su efectividad profesional, su compromiso con su entorno (familia, vecindario, comunidad) se vuelve irrelevante en una era en la cual lo trascendente es el color de su bandera.

Ahora, el caudillo proclama que piensa solamente cooperar con aquellos de su propio partido. Ello viola dos principios básicos de la democracia: que el que gobierna, gobierna para todo el pueblo, no solamente para los de su clan; y que quien controla los recursos del Estado no puede utilizar ese poder para manipular un voto libre y soberano.   

La competencia electoral se ve contaminada cuando quien define la idoneidad de un candidato son los poderosos. Corresponde al individuo velar por los intereses del grupo, determinando quién será su líder. En la vida hay una competencia de intereses, que supuestamente se dirimen en democracia. No todos necesitan lo mismo, ni ejercen de igual manera sus competencias o intachable buena voluntad. Elegir al candidato idóneo no es un ejercicio desinteresado.