La estrategia de dominación del Imperio sobre los pueblos latinoamericanos es cada vez más sutil y, en lugar de los ejércitos de intervensionistas bajo la Doctrina de Monroe de 1823, ahora se avanza - cual caballo de Troya - la ideología de la libertad. La anterior es, en esencia, la retórica chavista, que nos advierte que lo que se mantiene es el afán imperialista de “dividir para conquistar”. Parecería que años de cárcel leyendo biografías del Libertador, y su predisposición al delirio de grandeza, han atrapado el sufrimiento y frustraciones de Bolívar bajo su piel. En su retórica es notable observar como Chávez sinceramente sufre por cada aliento de rebeldía que fue apagado con sangre, y como encarniza profundamente la historia de una América sometida, la resucita melodramáticamente, como si estuviese embrujado por los miles de fantasmas revolucionaros que habitan un continente cansado de ser el patio de atrás.
No es consuelo para los mártires de la independencia latinoamericana, observar desde el cielo que en lugar de Marines, ahora se utilicen civiles cubiertos de Armani y corbatas Hugo Boss. Pero el espíritu humano de libertad es incontenible, y al igual que la fe en Cristo supo rescatar en el medioevo a la iglesia católica del papel imperialista que durante siglos jugó en Europa, ahora el pueblo norteamericano deberá levantarse en contra del Emperador George Bush. Otrora, los valores de compasión y tolerancia cristianos pudieron más que el fuego redentor de Torquemada, y de igual manera los valores democráticos del pueblo norteamericano eventualmente derrotarán al imperialismo de las elites políticas yanquis sustentadas por el terror de las transnacionales.
¡Resulta, entonces, que son los gringos los que carecen libertad! La retórica chavista es indudablemente magistral, y apela a los sentimientos nacionalistas, resucita odios ancestrales, establece claramente cual es el enemigo, para luego ejercer su propia agenda de “dividir y conquistar”. A su vez, la sofistería de Chávez obliga a manejar la realidad de una manera dualista, haciendo diferencias entre un libre comercio digno y otro servil, entre los que están con el, y quienes se atreven oponerse. Ya se lo dijeron en Viena, pero creo que merece ser entendido bien: entre el maniqueísmo que divide al mundo entre el bien y el mal de Bush y Chávez, no existe ninguna diferencia.
Si Ecuador está siendo chantajeada mediante el TLC por el Gobierno de los EEUU para que no haga cumplir la ley y el contrato con la petrolera OXY, habiendo ésta realizado transacciones de valores sin previa autorización, eso no se vale y no se puede aceptar. Pero manipular ese incidente para negar cualquier beneficio que pueda traer un tratado de libre comercio es en realidad una estrategia de poder, una agenda irracional de crear un enemigo, para luego arremeter contra los molinos de vientos, con el deseo enfermizo de adquirir la inmortalidad, aunque sea al precio de frenar el desarrollo de nuestros mercados.
Cuando se divide al mundo en blanco y negro, quienes avanzan esa agenda y controlan el poder, no pueden permitir que exista más de un solo color, y todos deben adaptarse a su concepto de lo que representa un desarrollo libre y soberano. Más peligroso que para Bolivia, esto es peligroso para Centroamérica, porque ellos no tiene gas. Como verán, la injerencia, al igual que el imperialismo, puede ser muy sutil. La agenda ahora– en nombre de la humanidad - es dividir este continente, hasta que se arrodille ante la estrategia del desarrollo autárquico y estatista subvencionada por el petróleo venezolano. Sin embargo, si de aquí a 20 años, al celebrar los dos siglos del Congreso “Anfictiónico” de Panamá de 1826, nos despertamos a la realidad que nos comimos los hidrocarburos, que se han desarrollado otras tecnologías y por ende no podemos seguir chantajeando a nuestros vecinos, que hemos hipotecado nuestra integración económica en nombre del molino de viento que nos vendieron Chávez y Fidel, que vivimos en un continente desarticulado y polarizado ideológicamente, al precio de nuestra libertad, dudo que los mártires de la lucha contra el imperialismo, allí en el cielo, sientan que se hizo patria, o que alguien haya vencido.
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