jueves, 17 de noviembre de 2011

Velocidad de la Luz

Neutrinos atrevidos; acaban de violar la ley. La física sentenciaba que la velocidad máxima del universo es la velocidad de la luz. Albert Einstein ahora observa resignado esta nueva extravagancia cósmica, evidencia adicional que - en el plano del espacio - existen más una decena de dimensiones (Teoría de Cuerdas). Violar esta ley universal ayuda a crear otras dimensiones del tiempo, algo que habían intuido los griegos con su diferenciación entre el tiempo Kairos y el tiempo Cronos. El primero es un sublime “aquí y ahora”, un instante cuando se abandona la mente para entrar en sintonía con la musa. La segunda dimensión del tiempo es una medida cuantitativa, que deduce una secuencia de eventos mundanos.

Los economistas miden la “velocidad del dinero” para determinar qué tan rápido un billete cambia de manos, información que permite evaluar tendencias a la inflación. Otra velocidad es la del “proceso de cambio”; la velocidad a la cual se expande el universo; o la velocidad de los niños, que siempre crecen demasiado rápido. Cada velocidad tiene dimensiones propias. Una hablará de la salud de la economía, otra de lo difícil que había sido cambiar, otra de la proximidad de la muerte. La única ley universal es aquella que dicta que todo deberá transformarse.

Si acaso existe una velocidad de tortuga, es la tortuosa velocidad de la evolución. La evolución es la manera como Dios escucha y hace milagros en el plano material. ¿Evidencia? Hace 65 millones de años la Tierra casi desaparece debido al impacto de un meteoro, que sacudió la corteza con la fuerza de mil millones de bombas atómicas. La muerte se apoderó de nuestro planeta, pero la vida supo adaptarse, regenerarse y abrir un espacio a la poesía, amor e inteligencia. ¿Evidencia? Los genes existen. No son invento del diablo. Aquellos que dudan de la evolución, que busque fósiles prehistóricos de perros chihuahua o pequineses. Encontrarán tan solo lobos, antepasados de nuestra mascota más fiel, que ha sido manipulada por el hombre para crear miles de diferentes expresiones del arquetipo Canis lupus.

Gracias a su capacidad de dibujar mapas que reflejan diferentes dimensiones de la realidad, el humano también evolucionó. Pero, por tradición o ignorancia, el humano sigue utilizando un decrépito mapa binario y medieval para forzar juntas realidades que no corresponden dentro de un mismo espacio. Esta limitación (más que ignorancia) se debe a que la cosmovisión actual - sea aymara, occidental, maya o islámica - ha sido arraigada por un mundo lineal. Nadie tiene la culpa. El cerebro izquierdo domina aún y la evolución siempre es gradual.

El dogma modernista está siendo violado. Ahora corresponde deconstruir el mundo deconstruccionista del postmodernismo, donde todo es “relativo” y cultural. En un salto cualitativo (equivalente a saltar del sartén al fuego), abandonamos las certezas del mundo cartesiano-newtoniano, para caer en las garras del mundo subatómico, donde la incertidumbre de la trayectoria del electrón nos sume en un nihilismo igualmente destructivo. La vida es compleja y no amerita reducirla a la pasión científica por el determinismo, o desprecio romántico de la certeza, pretendiendo imponer tan solo unas cuantas dimensiones.

Más allá del conflicto primitivo entre el interés personal y la solidaridad de grupo ( ambos instintos elementales); más allá de la caricatura del “bien” y el “mal” y dogma ideológico/ religioso, existe un mundo complejo, cuyos mapas recién empezamos a esbozar. Más allá de hubris humano (ver: “Icaro”) hay un universo lleno de ciclos de vida, de muerte y de creación. Para aquellos interesados, investiguen a Ken Wilber, profeta de la integración. Mi espacio, lamentablemente, aquí muere.

martes, 1 de noviembre de 2011

Tangente Tangible

No solo aquello que se puede tocar es tangible. Tangible también es un concepto concreto, una idea que se entiende inequívocamente. Uno supondría que las reglas acordadas dentro del juego democrático deberían ser irrefutablemente tangibles; pero no. Cuando en juego está el control sobre el destino colectivo, las reglas se van directamente por la tangente.

En vez de una sinuosa carretera, por el TIPNIS cruza ahora una tangente política, que utiliza como aplanadora la definición legal de “intangibilidad” para abrir nuevos caminos al conflicto. La lógica oficial es lineal: Fueron los indígenas quienes impusieron el concepto y nos exigieron hacerlo ley. ¿No les gustan las consecuencias no intencionadas? ¡Jódanse! La racionalidad es cartesiana: Si los indígenas pueden utilizar mecanismos políticos para sabotear una carreteara, también pueden utilizarlos para socializar una victoria en La Paz que –juramos - será pírrica.

Lo mínimo que los marchistas pueden hacer, en reciprocidad por nuestra hospitalidad y civismo, es ir a socializar las bondades de la intangibilidad entre comunidades de colonizadores, que hacen tangible su protesta. Es decir, exigimos a los indígenas utilizar reglas de juego que supuestamente gobiernan el territorio del TIPNIS para dirimir diferencias y lograr consensos, cuando las reglas de juego en la otra Bolivia (supuestamente más concretas) no logran ese mismo objetivo. ¿Qué podría salir mal?

Los indígenas del CONISUR –tomándole la palabra al Presidente - exigen a los dirigentes de la CIDOB expliquen por qué el mejor trazo legal es la controversial intangibilidad. Seis federaciones de cocaleros se suman al pedido, para exigir el desalojo del parque de cualquier y toda actividad empresarial. ¿Quieren quedarse en el idilio rousseauniano del “noble Salvaje”? ¡Entonces quédense impolutos por la civilización, intangibles ante toda actividad monetaria!

Nada de lo que parece es. Lo que parece un concepto democrático tangible (socializar la ley) es en realidad una estrategia envolvente, para dilatar la demanda indígena de expulsar a 200 asentamientos ilegales del TIPNIS. ¿Quién expulsa a quien primero? En el tablero de la política coyuntural, el destino de los asentamientos ilegales de colonos dedicados a cultivar una hoja sagrada un poco más amarga que la de los Yungas se convierte en ficha de negociación. Si se van los colonos, entonces se van del TIPNIS los turistas, empresarios y cualquier otro gestor de actividad económica.

Una situación algo parecida se gestó durante la Guerra Fría, cuando las dos grandes fuerzas del planeta se hacían la guerra de una manera “subsidiaria”. La guerra subsidiaria - o guerra por proxy - utiliza a terceros como sustitutos, en vez de un enfrentamiento directo. Ejemplos de este tipo de conflictos fueron las guerras de Corea, Vietnam y Angola, donde la URSS y EEUU utilizaron a países subdesarrollados para realizar una triste y costosa pulseta geopolítica. En el TIPNIS se enfrentan empresarios contra cocaleros. ¡Quelle surprise!

Nada de lo que parece es. Lo que parece tangible para la mente, en realidad es una estrategia para atizar los fuegos que mueven los hilos partidistas del corazón. Gaje de la historia parece ser que el “empate catastrófico” se nos vaya ahora por una tangente, para trasladarse de picos nevados de los Andes a las apetecibles tierras vírgenes de las amazonias. Tal parece que – al igual que otros enfrentamientos por proxy entre bolivianos – se intentará solidificar la apetecible hegemonía enfrentándose oficialismo y oposición de manera subsidiaria, en un escenario impoluto por la civilización. El TIPNIS tal vez sea la reserva ecológica de la humanidad. Pero ahora queda arraigado por las pasiones que despierta el interés económico y se vuelve sujeto a reglas de juego cada vez menos tangibles.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Funda Mental

Lleno de violencia, simbiosis y cooperación, el dictamen divino es que todo animal debe almorzar y corre el peligro de ser almuerzo. Asediados por enemigos más fuertes y rápidos, nuestra especie superó escollos propios de la supervivencia mediante una inteligencia superior. Pero por grande su potencial, nuestra mente binaria tiene su origen en un entorno poco propicio para celebrar la otredad. Diseñado en la prehistoria, cuando aun éramos cromañones, el cerebro se caracteriza por tomar decisiones ágilmente. Antes de pronunciar su primer verso fraternal, el frágil cuerpo cavernícola necesitó de una mente radical.

En la mismísima raíz del cerebro trinitario (reptiliano, límbico, neocorteza) reside un dualismo vital, que cumplió una valiosa función evolutiva. Con el avance de la civilización, sin embargo, la mente radical se convierte en lacra del planeta. El león, ¿nuestro enemigo? Antes de leyes, tecnología y complejos mapas existenciales - cortesía del lenguaje - un león era objeto de violencia: ¡punto! La reflexión holística, que permiten avanzar imperativos ecológicos, es un lujo reciente. El león, otrora enemigo mortal, ahora es protegido; celebrada su ferocidad. Adoramos al enemigo de ayer, no por un impulso primal de tótem, sino por una comprensión del delicado equilibrio entre fuerzas en aparente oposición. Por grandes los avances, el equilibrio es aún incipiente y la verdad parcializada sigue arropada en un manto de arrogancia.

Por ejemplo: la igualdad de género es el proyecto social más importante del siglo XXI. Revertir la injusticia histórica que ha sometido al 50% de la humanidad a la opresión patriarcal es deber y salvación. Sumar la inteligencia, pujanza y liderazgo de la mujer a la resolución de una profunda crisis económica y existencial es un imperativo práctico y moral. Pero con la arrogancia de la más noble causa, hay quienes reducen el 100% de las pequeñas diferencias entre hombre-mujer a una programación cultural, ignorando toda evidencia biológica.

Otro: pese a Grecia, et al, el mercado demuestra ser la mejor vía para el desarrollo. Si bien la energía de la sociedad civil – y no la de una cúpula de iluminados – es la que genera riqueza, la derecha recalcitrante en EE.UU. enarbola los “incentivos económicos” a tal punto que se prefiere hundir a su país en el caos político-económico, con tal de sabotear el “socialismo” de Barack Obama, quien comete el pecado de pretender subir impuestos a los millonarios.

Unito más: avanzar un equilibrio entre desarrollo y preservación es asunto de supervivencia. La Madre Tierra – un bien supremo - es sometida a una brutal depredación y la nueva tecnología de energía limpia aun no reemplaza al cochino petróleo. Por muy cierto todo ello, no todo aquel que cuestione la ciencia detrás de declaraciones eco-fundamentalistas es un enemigo de la Pachamama. Bolivia pierde decena de miles de hectáreas al año en manos del chaqueo despiadado y tala ilegal de árboles. Por ende, afirmar – sin mayor evidencia - que el desmonte de 80 hectáreas hubiese ocasionado la extinción de más de 900 especies parece ser una exageración. Imponer como “ciencia” incuestionable cualquier aseveración “ambientalista” es manipular el dolor colectivo que provoca la actual crisis ecológica.

El último: sin justicia social no existe la paz. Por noble el objetivo, ello no confiere el derecho a pisotear derechos inalienables. Las minorías tienen derechos constituidos en la Carta Magna, que no pueden ser abolidos, ni siquiera con el 99% del voto. Las mayorías, por muy grandes, no pueden imponer -a la mala- su verdad, por muy ilustre su objetivo. Cuando el llegar – como sea - al destino es más importante que construir un buen camino, confundimos al bosque por el árbol, cortesía de la venda sobre los ojos que entreteje nuestra mente radical.

lunes, 17 de octubre de 2011

Ocupar Chapare

Ni calentamiento global, ni formación simétrica del sol el 2012 con el corazón de nuestra galaxia: el fin de la civilización podría ser cortesía del caos en las calles, producto de la indignación. El maremoto de frustraciones con la democracia se gestó en Grecia, mismísima cuna del sistema. La crisis económica global ahora pone en tela de juicio un régimen político que, al permitir la concentración económica en manos de unos cuantos, ha socavado sus propios pilares. La premisa básica de los llamados “99%” que ocupan Wall Street, Roma, Toronto y otras tantas ciudades, es que hay poderes económicos que gobiernan el planeta sin apetito alguno de un diálogo sincero con pobres marchistas cuyos empleos están siendo reemplazados por alta tecnología.

En nuestra propia comarca, vemos como los “pisa cocas” de ayer están siendo reemplazados por modernas maquinas de lavar ropa, que exprimen savia divina de la hoja sagrada, para generar la pasta de uno de los diez negocios más lucrativos del planeta: cocaína. Con su bestial plusvalía el narcotráfico construye submarinos, se compra jueces, policías, políticos y armas de última tecnología, para poner de rodillas a gigantes. Los efectos de la concentración de dinero de unos cuantos empresarios de la coca, dispuestos a torturar y decapitar con tal de mantener su férreo control de rutas privilegiadas a mercados del norte, son evidentes. En el norte de México las muertes violentas superan conflictos armados en todo rincón del planeta. Pero mientras la concentración de poder en manos de unos cuantos capitalistas causa indignación afuera; aquí adentro la concentración de divisas en manos de agricultores que cosechan toneladas de alcaloides parece ser simplemente una inocua redistribución del poder.

El antídoto a las lacras de la democracia representativa, que se acomoda a los intereses sectoriales de aquellos con mayor poder económico, parecía ser la democracia directa. Es decir, en vez de senadores y diputados en manos de los más adinerados, que se compran la lealtad de los legisladores, el pueblo debería dictar los lineamientos y decidir con su voto directo la dirección de la justicia y la nave del Estado. En ese sentido, la elección de magistrados a las cortes superiores ha resultado ser un ejercicio contraproducente, ya que las grandes mayorías no tuvimos ni la más pálida idea de quienes eran candidatos a administrar nuestra justicia. En consecuencia, el pueblo se manifestó indignado, para plasmar con su voto nulo su desaprobación de un proceso electoral visto – por voto directo - como ilegitimo.

La justicia boliviana no se ha vuelto más democrática. Al igual que la política, se ha vuelto más sectorial. Con el campo enfrentado a las ciudades, el pueblo empieza a replicar la indignación de otras latitudes en contra los males de un poder concentrado en pocas manos. Para expresar dicha indignación, ¿a quién tendríamos que ocupar? Descartemos de inmediato la capital, donde hay solo estudiantes y autoridades procesadas por pecados idénticos a los de Yucumo. Tal vez habría que ocupar La Paz, pero la bolsa de valores incipiente no maneja grandes capitales y la Plaza Murillo es buena solo para repartir dadivas a fieles feligreses. Mejor sería ocupar Santa Cruz, pujante metrópolis con una economía vibrante, donde grandes empresarios crean fuentes de empleo para beneplácito de inmigrantes de todo rincón. Pero si queremos ir al corazón de la concentración de poder político y económico en nuestro territorio, tendríamos que llenar mochilas de repelentes, una bolsa de dormir liviana y marchar hacia el trópico valluno, para ocupar Chapare, donde viven otros ricos que tampoco pagan impuestos.

lunes, 3 de octubre de 2011

Das Kapital

La arrogante exuberancia del capital se debe a la extracción de plusvalía (Karl Marx). En otra dimensión de la lucha de clases, el Presidente debe su excedente de poder a la arrogante exuberancia de partidos tradicionales, que despilfarraron el capital político acumulado en la otra post-revolución. Pero si de capital se trata, la maquinaria política que sustenta el poder desnudo resulta ser un juguetito bien caro. Cuando a aviones, helicópteros, cientos de vagonetas, satélite y carreteras, se le suma la factura de bonos, viajes y bocas de una robusta burocracia ávida de dadivas, pozos suficientes un gobierno no tiene jamás (Hugo Chávez).




Cuando el estomago del aparato estatal cruje de hambre, el gobierno debe extraer plusvalía a la Madre Tierra. El socialismo, después de todo, también necesita acumular capital. Prueba irrefutable es que el sistema más depredador del planeta es el comunismo Chino. La URSS y bloque del Este también fueron infamemente célebres por asesinar ríos y bosques en nombre de su supuesto humanismo. Sin el acceso a grandes recursos, el socialismo no puede subvencionar su frondosa burocracia. La diferencia con el capitalismo es que, en lugar de empresarios codiciosos al margen de la ley, el comunismo utiliza un gobierno legalmente impune ante los gajes del desarrollismo. Un Estado que se erige por encima de la sociedad, es un Estado dueño y señor de la naturaleza y todos sus recursos: renovables o no-renovables.



El planeta está asediado por un animal muy exitoso, de muchos recursos, cuya arma favorita es la tecnología. Maquinarias e infraestructura, acerbo del intelecto humano, son codiciadas por comunistas y capitalistas por igual. Presos del remordimiento, ambos, cada cual a su manera, lamentan tener que ultrajar a la pachamama para poder sobrevivir. Nos mentimos si pensamos que únicamente el capitalismo necesita explorar, conquistar, explotar y extraer cada vez más y más recursos. (“Extraer” y “acumular”, dos caras ideológicas de la misma moneda).



Recursos suficientes un gobierno no tiene jamás. Es debido a esta obviedad que a nadie ya causa asombro el surgimiento del comunismo capitalista en el Dragón Asiático. Por el contario, incluso el socialismo cubano entiende que debe “ajustarse” ante los imperativos del capital, al extraer recursos (impuestos) de la venta de chutos Chevys de la Guerra Fría. El capitalismo y comunismo son sistemas igualmente exuberantes a la hora de extraer plusvalía. Pero el pueblo no siempre es víctima pasiva ante los poderes del sistema. En democracia, el pueblo tiene su propio capital: el capital político.



En democracia, la sociedad invierte su capital usando urnas que confieren poderes a individuos con ciertas cualidades. En Bolivia, el pueblo ha invertido ese capital político en el líder histórico del siglo XXI. Si en nombre de alimentar grandes bocas burocráticas nuestro líder decide, en gasolinazos y carreteras supuestamente “etnocidas”, derrochar su capital político, el pueblo debe empezar a reflexionar dónde invertir su propio la próxima vez que tenga una elección.



El pueblo ya votó por “todo lo contrario”. La próxima vez el pueblo deberá invertir mejor su recurso electoral. Debemos avanzar un modelo equilibrado, conciliador y complementario; no el caudillo renegado de turno. El último elegido nos conduce a un estatismo exuberante y centralizador, cuyos efectos nocivos ya se dejan sentir. Lamentablemente, el reportaje de la nueva marcha por la vida no puede evitar seguir dotando de capital políticos a individuos con persuasiones extremas. En contraste al estatismo resentido y comunismo total que promueven algunos “héroes” del TIPNIS, el Presidente Morales es un pequeño burgués con dotes de Nelson Mandela. Gaje del oficio de la prensa libre había sido empoderar a extremistas que merecen permanecer en el oscuro anonimato. En vez de seguir empoderando conspiradores que conducen a la ingobernabilidad, ojalá aprendamos a invertir mejor das kapital.

martes, 20 de septiembre de 2011

Intermunicipalidad

“Integrar o no integrar, esa es la cuestión”. Ilusos hijos del siglo XXI. Pensaron que la globalización permitiría levantar el ancla del tribalismo, para navegar aguas futuristas. Pero la integración de mercados choca estrepitosamente con el cerco que impone Grecia, cuna de la democracia. En el continente más sangriento de la historia parecía que enemigos ancestrales iban a intercambiar límites territoriales por una moneda común. Pero con un euro victima de la actual crisis financiera, globafóbicos apóstoles de la desintegración se regocijan ante la posibilidad de que el mayor proyecto de mercado común sea un fracaso.

Problemas en común requieren una mínima organización. Tal es el caso de la inevitable metropolización de la sede de gobierno. Primero con su hermana gemela de El Alto, luego con Achocalla, Palca y Mecapaca, la planificación urbana deberá ser cada vez mejor coordinada. Vivir en sociedad, después de todo, implica también resolver juntos problemas de vialidad, alcantarillado, seguridad, manejo de desechos, electricidad y agua potable.

Una campaña mediática del Ministerio de Comunicación culpa la mengua de nuestro territorio nacional a la falta de integración. El relativismo que reina, sin embargo, parece determinar que algunas integraciones son legítimas, mientras que otras integraciones son nocivas (nocivas para reproducción del poder). Es así que los municipios que hacen a la gran urbe asentada a lo largo del Choqueyapu, en faldas del Illimani, chocan estrepitosamente con el cerco que impone el implacable pragmatismo político. Por encima de cualquier consideración de planificación, coordinación o mínima legalidad, cuando de repartir la torta se trata, la integración deja de ser imperativo.

 La tesis detrás de la carretera a pasar por el TIPNIS es integración; una racionalidad que al final de cuentas es económica. En este territorio de naturaleza prístina se puede entrever con claridad que el meollo de nuestras pugnas ideológicas es el cochino dinero. Por el corazón de la integración pasa la agenda de redistribución; del poder político y recursos económicos. Tal es el caso de la gran metrópolis paceña, una coincidencia de la historia que resalta en simétrica ironía los ímpetus de la naturaleza humana y el incontrolable apetito por expandir el control sobre territorios.

No obstante la evidente raíz de nuestros problemas en la pugna por el poder, algunos trasnochados pretenden reducir el conflicto entre municipios paceños a una discriminación de la urbe hacia sus vecinos rurales, utilizando la carta “racista” para disimular los avasallamientos de tierra de municipios expansionistas. Si bien la tecnología, redes sociales, interdependencia económica ente comunismo (China) y capitalismo (EE.UU.) hacen de la integración e interculturalidad un ímpetu incontenible, en la sede de gobierno de Bolivia la coordinación y planificación intermunicipal se ve sometida al cerco político. Es así que experimentamos un paralelismo lleno de contradicciones, con un llamado - por un lado de la boca - a la integración del territorio boliviano, cuando simultáneamente (en territorios que hacen la urbe interconectada de la sede de gobierno) se promueve la desintegración.

Pugnas por territorios ancestrales hacen imposible cualquier planificación y coordinación que permita desarrollar un proyecto nacional o intermunicipal. Síntoma del problema es la pugna mediática por la verdad. En esa pugna de palabras resulta que no es legítimo argumentar que en el TIPNIS existe el peligro de un avasallamiento quechua-aymara (reventar) sobre indígenas de tierras bajas. Pero cuando se trata del municipio de La Paz y su defensa de límites limítrofes legales, no les tiembla la boca a los de doble moral cuando acusan al alcalde paceño de “racismo” y “discriminación”.

Otro ejemplo de contradicción es el desbloqueo a la fuerza en Camiri, a la vez que las fuerzas policiales observan impávidas atropellos en Yucumo, donde se impide a la fuerza a ciudadanos transitar libremente por carreteras existentes. Temo que lo que se vive en Bolivia no es un proceso de integración, sino el gradual desgaste de la demagogia de quienes no temen defender su poder y privilegio, incluso al precio de defender contradicciones que merman nuestra propia democracia.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Voto Misterios

Trazos caprichosos sobre el territorio y un diálogo entre colonizados por el elusivo bien común ofusca una gran interrogante: ¿Quienes construirán el camino a la justicia? Brechas del camino democrático a la justicia social se remonta a revolución de 1952, épocas inocentes cuando ciudadanos campesinos eran llevados a las urnas en camiones del gobierno. Cuenta la leyenda que un insatisfecho ciudadano, habiendo recibido un sobre cerrado con su voto soberano, preguntó: “¿Puede decirme, compañero, por quién voy a votar?”. El compañero dirigente, movimientista poderoso, indignado por su falta de convicción revolucionaria, le contestó: “No seas ignorante, hijo, ¿acaso no sabes que el voto es secreto?”.

En la sede de gobierno de conjuran los actos políticos que definen el camino a la justicia. El trazo de esa sinuosa carretera se sustenta en tres grandes pilares: el que dirige, el que delibera y el que aplica la ley. Son tres poderes independientes, cada uno con funciones diferentes. Si los tres pilares se acercan el uno al otro demasiado, se pierde el equilibrio. En teoría, someter estos pilares al constante ejercicio de las urnas es la manera idónea de gobernar. Es así que nuestro Presidente sugiere un plebiscito para determinar si los pueblos indígenas del TIPNIS quieren o no una carretera, voluntades que habrá de competir en democracia con el voto colonizador, que busca expandir el horizonte ecológico de su hoja sagrada.

Parece que el sendero a la justicia únicamente defiende leyes que se acomoden al capricho del poder político. Es así que, con dos tercios del congreso y ahijados del poder judicial, el rodillo del poder ejecutivo asfalta el camino a una justicia sectorial. Con paciencia y pragmatismo, se pretende legitimar el territorio avasallado del parque nacional de Mallasa, un territorio en poder de loteadores que llegaron por el asfalto que articula La Paz con municipios aledaños. Con cabildos bien apadrinados pretenden forzar al municipio de La Paz ceder también otros territorios. Sucesivamente, la urna pintada de azul reflejará cuales trazos legales son válidos y cuales leyes pertenecen al pasado colonial.

En octubre, mes fatídico, iremos a las urnas para elegir aquellos ciudadanos mejores aptos para condenar a los condenables a muchos años de prisión. A los que consideremos ser mejores jueces imparciales debemos cederles nuestro voto democrático, para encumbrarlos en la silla del poder judicial. Pero por mucho que intento informarme, escuchar y digerir debates apolíticos entre candidatos a las diferentes magistraturas, no dejo de sentirme igual que el campesino enfilado a las urnas en los años después de la otra gran revolución.

Mi voto es soberano y nadie me obliga a aceptar un candidato en un sobre cerrado entregado por un alto dirigente sindical. Pero al igual que el campesino conducido a las urnas en camión oficialista, temo que en octubre no tendré idea por quién estoy a punto de emitir mi voto. Tal vez el mío no sea un voto consigna, pero ante la ignorancia que me acongoja, será un voto misterio. Y así, entre urnas y diretes de un gobierno que no cede un milímetro del territorio ganado en una democracia cada vez más “directa”, la justicia del vencedor nos enfila - cual ganado – al desfiladero. La justicia boliviana empieza a convertirse en un territorio a ser trazado únicamente en azul.

lunes, 15 de agosto de 2011

Justicia Poética

El pragmatismo anti-imperialista obligó al soñador convertirse, “por necesidad”, en bolchevique. Es decir, Fidel Castro -líder idealista - construyó su proyecto revolucionario a base de fingir ser simpatizante de lo soviético, cuando en realidad estaba manipulando a Moscú para oponerse al dragón del norte. Cincuenta años después, pensadores latinoamericanos, como Methol Ferré, realizan un “mea culpa” por ese maquiavélico accionar. Ante esta revelación, el Che Guevara - primero en oponerse al proyecto imperialista de la URSS – exclama desde lo etéreo, “¡justicia poética!”.

Existen argumentos razonables y legítimos en el caso del Tipnis, principios que lamentablemente comparten el lecho con argumentos apocalípticos del fundamentalismo verde. Endulzado su oído por el olor a sangre, la oposición boliviana canjea principios por pragmatismo político, convirtiéndose en vulnerable al canto seductor de los argumentos más extremistas del ecologismo profundo. Habiendo primero perdido el poder político, y habiendo ahora abandonado principios que otrora los llevaron a oponerse al derecho de pueblos indígenas de bloquear el desarrollo en nombre de preservar la naturaleza en condiciones prístinas, la oposición parece incapaz de discriminar entre la validez de diferentes tipos de argumentos, prestándose así a darle legitimidad a cualquier posición que ayude a darle al gobierno un ojo negro.

La diversidad de flora y fauna en el Tipnis debe ser conservada, los derechos de indígenas que hacen de la selva su forma de vida también debe ser defendida. Pero no a cualquier precio. Construir un equilibrio entre conservación y desarrollo no es posible cuando se manipula una crisis tan compleja como la del Tipnis, utilizando de peón político a movimientos indígenas que legítimamente expresan su desencanto hacia los imperativos de la civilización. En un entorno salvaje donde la depredación, tala de árboles y el ritual del chaqueo es un hecho cotidiano, crear condiciones para que el Estado pueda proteger los recursos naturales, a la vez que los pueblos puedan integrarse, será imposible si seguimos utilizando una carretera como si fuese un tablero de ajedrez.

La diversidad de lógicas y opiniones es síntoma de una democracia saludable. El éxito económico del gigante del Oriente, financiador de la carretera que causa la crisis del Tipnis, se debe a la lógica de Lula, un sindicalista obrero. Pero cuando su contraparte boliviana intenta emular en parte su proyecto desarrollista, su credencial de máxima autoridad del sindicalismo cocalero crea la susceptibilidad que son sus devotos del Chapare quienes pretenden hacer del Tipnis su patio trasero. En nombre de celebrar la diversidad de lógicas y opiniones, existe la agenda de encausar la polarización demagógica, utilizando cualquier excusa para avanzar la ingobernabilidad.

Al legitimar la lógica apocalíptica, se empaña la lógica ecologista con la que se intenta brindar racionalidad a una carretera amazónica. Al convertir una noble causa en causa radical, corremos el riesgo de caer en la lógica del bloqueador. Si bien la lógica de la opresión obligó al oprimido a optar por el sabotaje, ahora el ímpetu de derrotar al otro conduce a asumir posiciones “por necesidad”. El indigenismo-ecologista fue bandera política que encumbró a Evo en el poder; bandera que la oposición le arrebata gracias al Tipnis. El hecho que sea la defensa de la Pachamama y derechos indígenas la que promete rasgar la hegemonía política del MAS conduce a la oposición a exclamar, “¡justicia poética!”, a la vez que elevan a los cielos un proverbial escupitajo.

martes, 2 de agosto de 2011

Escuchar al Otro

Dar la otra mejilla es una sabiduría incomprendida. Una interpretación descabellada del refrán es que, al obligar al agresor a utilizar la mano impura, es una sutil manera de humillarlo. En el otro extremo, dar la otra mejilla es la expresión suprema de humildad. Otra sabiduría difícil de implementar es “amar al enemigo”, una lección que no entran ni con sangre, lo cual explica por qué las formas de lidiar con el terrorismo pecan a veces de ser extravagantes. Una de las maneras de lidiar con la violencia que comprueba ser muy efectiva es aprender a escuchar al otro.

Escuchar al otro es celebrar la otredad. En un mundo de tensiones entre múltiples interpretaciones de la verdad, entrever otras posibles dimensiones ayuda a crear armonía. Escuchar al otro es acto supremo de amor y de humildad. Lástima que también puede ser un crimen. En el crimen político que empezó una larga tradición – Watergate – el Presidente de la nación cuya mismísima identidad está predicada alrededor del derecho a la privacidad, tuvo que renunciar por espiar a sus oponentes políticos.

A diferencia de Richard Nixon, el gobierno de George W. Bush tuvo una buena excusa para escuchar al otro: combatir el terrorismo. Con el ímpetu cívico y nacionalista de salvaguardar la integridad y seguridad del Estado, el poder Ejecutivo se atribuyó competencias reservadas para a jueces. El manto de “seguridad nacional” sirvió para cubrir de pragmatismo acciones secretas en contra se cédulas fundamentalistas musulmanas, enemigas de las libertades democráticas del pueblo.

A meses del decimo aniversario del brutal ataque terrorista en la isla de Manhattan, un terrorista de extrema derecha derramó fuego asesino en una isla noruega. La excusa fue erradicar la migración musulmana aplicando otra antigua sabiduría - la ley del Talión. Ante el “ojo por ojo” y purismo étnico de un extremista, el pueblo noruego prefiere dar la otra mejilla y aferrarse a su inocencia. En el fuego cruzado de preceptos bíblicos en contraposición, Noruega enarbola principios básicos de convivencia, entre los cuales se encuentran precisamente los derechos civiles que inspiraron los ataques terroristas. Noruega rehúsa permitir que el ataque a sus valores liberales se convierta en sendero a un Estado-policía.

Escuchar las conversaciones del otro forma parte del monopolio a la violencia que puede ejercer el Estado. Existen casos extremos en los cuales el individuo – gracias a su criminal accionar - pierde el derecho a su privacidad. La determinación de sancionar la mala conducta, sin embargo, pertenece a un juez, no a un burócrata cualquiera. El ente regulador de las telecomunicaciones, por ejemplo, obedece a instancias del poder Ejecutivo. Sería un serio resquebrajamiento de la división de poderes si una atenta autoridad reguladora asume competencias que pertenecen al poder Judicial.

Con complicidad de la cajita de resonancia en manos de tele-basura, el gobierno de Siria utiliza tanques para arremeter contra barrios residenciales en la ciudad de Hama. Ejecuciones sumarias en las calles no parecen despertar indignación alguna entre defensores de los derechos humanos de algunos. El terrorismo sirve de excusa perfecta para que tiranos se aferren al poder. George W. Bush, santo patrón de la lucha contra el terrorismo, fue el primero en limitar derechos civiles en nombre de proteger al Estado de “situaciones de emergencias”. Parece que mientras más ahondamos el sendero anti-imperialistas, más nos inclinamos a otorgar a autoridades burocráticas licencia para “escuchar al otro” al mejor estilo “cowboy”.

domingo, 24 de julio de 2011

Desde el Banquillo

El nuevo norte es el sur. Desde un puntito terrenal de un cosmos infinito, debatir la posición de “arriba” y “abajo” es un debate insulso: el universo no tiene parte inferior. Pero en un planeta repleto de subjetividad humana, establecer lo “inferior” es un objetivo compartido, en norte y sur, por los que están - momentáneamente - más arriba. Imponer su propio estándar de “justicia” en esta tierra azul permite a los de arriba usar la fuerza de la ley para someter a los de abajo. En el norte y en el sur, tener jueces parcializados es de especial importancia para imponer la ideología considerada superior.

En el norte, el debate sobre “justicia” se centra en un concepto básico: Los jueces deben limitarse a interpretar imparcialmente la ley, evitando así usurpar competencias a los legisladores. En una democracia, los legisladores - elegidos por el pueblo- son quienes debaten y forjan la ley. En el norte, los magistrados supremos, confirmados por el congreso, juran no permitir que su ideología personal empañe su interpretación de la carta suprema. En teoría la ley es objetiva e imparcial. En la práctica, los terrícolas somos seres contextualizados, para quienes interpretarlo “todo” es ley: la ley no es una fórmula matemática.

En el norte, angular al debate sobre justicia es la separación de iglesia-Estado. La ley de Dios está separada, por ley, de la del hombre. No obstante, en el norte, la “Mayoría Moral”, un bloque electoral de derecha, intenta impone su ley a minorías haciendo gala de estadísticas: el 78.4 % de la población es cristiana. Con el yugo de “usos y costumbres”, se intenta barrer los derechos gay, el derecho de la mujer a decidir y otros temas tabú bajo la alfombra del poder social de la derecha. Jueces valientes deben vencer el yugo de las “mayorías”, para llenar vacios legales e imponer un concepto de justicia que defienda a minorías, incluso cuando su voz no está reflejada en las urnas. A eso, la derecha llama “legislar desde el banquillo”, un anatema a la imparcialidad de magistrados que deberían limitarse a imponer la ley, según la voluntad moral de las mayorías.

La palabra es herramienta suprema. Junto a la palabra, la ley es vehículo de convivencia. Ambas, sin embargo, están sujetas a la interpretación. En base a leyes arcaicas, cortes deben decidir sobre – por ejemplo - el derecho a la propiedad intelectual. Esa ley, sin embargo, puedo haber sido escrita antes de la invención del internet. Es precisamente debido a la anacrónica ambigüedad de las palabras, que las cortes necesitan individuos idóneos, cuya capacidad moral, intelectual y profesional sea juzgada por quienes han dedicado sus vidas al estudio de la ley y que mejor entienden las complejidades de la justicia.

Interpretar la ley es un arte, no una ciencia. El lenguaje suele ser contradictorio; un amalgama de voces de legisladores con diversos intereses sectoriales. Ante abstracciones, un juez debe deambular entre múltiples interpretaciones de un texto. La ley se clarifica, se adapta y es muchas cosas a la vez. Lo que la ley no debería ser es un instrumento político. Para eso existe el Congreso, un foro donde se esgrimen palabras para perfeccionar la ley. Las varias interpretaciones de justicia son, y deberán ser, debatidas. Debatir sobre “legislar o no legislar” desde el banquillo es otro debate necesario. Y si en el norte la mayoría moral se impone a minorías mediante argumentos de “objetividad” textual, en el sur el debate sobre derechos de las minorías por el momento es nulo. Si el nuevo norte es el sur, entonces la nueva derecha es la izquierda.

jueves, 7 de julio de 2011

Identificación Personal

Antes del Estado, existía la identidad. Comunidades ancestrales imponían justicia sin policías, fiscalizaban sin monedas y coordinaban acciones colectivas sin decretos iluminados. Central a la danza de voluntades de la comunidad rural fue el sentido de identidad, un instinto básico que permitió cementar la cohesión social, brindándole vitalidad a la hora de reproducir la vida y un ímpetu suicida a la hora de defender su territorio. En antesala al lento proceso que desemboca en un Estado moderno, las comunidades “primitivas” gozaban de salud política y complejidad administrativa, sin necesidad de leyes, jueces o tribunal electoral. En aquel lejano pasado, cuando éramos todos campesinos, la sociedad agraria estructuró exitosamente al colectivo alrededor del sentido de identidad personal.

El que se siente identificado sacrifica su vida por el grupo, para plasmar en sangre su sacrificio. Antes de llegar a ese grado de desprendido compromiso, su frágil ego debe ser transformado en temple de guerrero. La evidencia histórica demuestra que -en la guerra, política o futbol - esa entrega apasionada al grupo se amasa mediante la identificación personal con los colores de la tribu (su bandera). Estas comunidades se “hinchan de hinchas” de una causa común. En las tribus de antaño la causa fue supervivencia. En las tribus modernas, la política de la identidad congrega a minorías desafectadas que luchan contra la violencia de elites que las marginan por sus diferencias: color de piel, orientación sexual o bravuconeado nihilismo. Antes y después de la historia, la identidad antecede a “clase social” como categoría organizadora.

Identidad: instinto genio y figura. En su vientre se gestan comunidades de jerarquías necesarias, una necesidad de crear minorías poderosas que dan lugar al orden: sin la distribución desigual de prestigio, poder y privilegios, la célula social se anquilosa, su accionar se debilita. La gran ironía de la identidad es que, a la vez que libera al individuo del aislamiento, lo somete a la voluntad de quienes se adueñan de los símbolos del clan.

Reciprocidad: código social supremo. Cuando una comunidad –organizada bajo la fuerza centrípeta de la identidad local - siente impotencia ante la violencia ejercida por elites externas, que imponen una relación jerárquica no-reciproca, la comunidad se rebela (Magagna). Es decir, si empresarios foráneos, que viven bajo la sombra del FMI, han usurpado nuestra independencia, entonces la comunidad se rebela y siente la necesidad de ejercer violencia abstracta contra gringos que eluden la justicia comunitaria: incluso al precio de su economía personal.

Las tiranías del siglo XXI se sustentan en la política de la identidad. Abrazados por el odio a potencias colonialistas, el Partenón político en Medio Oriente de caudillos despiadados se llenó. Subvencionada su popularidad por la nacionalización de la identidad de clase social y etnia, los caudillos pueden burlar durante décadas el precio del fracaso.

viernes, 1 de julio de 2011

Subjetivo Talibán

Más de 6,000 muertes en Libia; muchas (demasiadas) un “crimen contra la humanidad”. El tirano de Trípoli, incapaz de “leer” lo que sucede en su país, se aferra un poder que le ha dejado de pertenecer, a golpe de alto calibre. Mientras, en los lejanos Andes, le duele a la doble moral de trasnochados aferrados a su nueva Guerra Fría, únicamente el puñado de muertes accidentales de civiles en manos de la OTAN. Les duele cuando muere un inocente, solamente cuando el tirano es su enemigo. Si el tirano pertenece al clan, se revuelcan en el lodo del sofismo para limpiar la sangre de sus manos. Creen que condenar la sanguinaria brutalidad de sus amigos pondría en peligro una causa más elevada.

¿El petróleo de Libia es la causa de la guerra civil? Tanto dinero en manos de imperialistas, que todavía pueden comprar la consciencia e integridad física de cientos de miles de “mercenarios”; hombres, mujeres y niños dispuestos a morir con tal de crear en Libia una democracia. Pero si la ley de la selva está del lado de Gaddafi, entonces existe la posibilidad que sea el Presidente Obama quien actúa ilegalmente en esas tierras petroleras. Al llevar a cabo acciones bélicas en Libia sin autorización del Congreso de EE.UU., Obama ha suscitado dentro de su propio Congreso la censura de moros y cristianos.

Talibanes ejecutaron un exitoso acto terrorista y suicida en un hotel de lujo afgano, favorito entre occidentales. La hipocresía de enemigos de EE.UU. es silencioso testigo de la celebración en Bolivia de tal acto criminal. Entre sesos carcomidos por el cáncer de la venganza, el “enemigo de mi enemigo” no puede equivocarse. El objetivo talibán, plasmado en la foto de World Press Photo de una niña sin nariz, no hace mella en el sujeto de la historia que construye con relativismo subjetivo su ideal de “mundo mejor”. Presos de su maniquea visión, ofrendan un aplauso trasnochado a talibanes, haciéndose de la vista gorda cuando sus héroes suicidas pisotean valores básicos: Se olvidan del objetivo talibán de someter a mitad de la humanidad al yugo machista. Parece que los únicos terrorista que merecen morir en manos del Estado, son los protestantes sirios que amenazan la hegemonía del otro tirano-amigo, en tierras poco Sirias, enemigas de Israel.

Leo Strauss declaró vencedores de la Segunda Guerra Mundial a Hitler, una victoria plasmada en el relativismo moral de Nietzsche, abstracción del “ser” de Heidegger y perspectivismo de Max Weber; quien define al Estado como el monopolio de la violencia legítima. En teoría, esa violencia debe ser enmarcada en normas. No obstante, en Bolivia sigue siendo una abstracción la norma que permite al Gobierno frenar un levantamiento armado que atenta con violencia contra un gobierno democráticamente electo. Los que hacen contorsiones morales para defender a Gaddaffi, luego callan cuando el ejército boliviano necesita reglas claras para intervenir en un conflicto interno.

Si el ejército boliviano utilizaría, o no, el monopolio de fuerza mortal en el improbable caso que cambas del tercer anillo se abalancen armados sobre la nueva asamblea cruceña es una interrogante sin horizonte. Pero si Obama debe “cantinflearla” al interpretar la Resolución de Poderes de Guerra de 1973, que restringe los poderes del Presidente a la hora de declarar una guerra, en la flamante escuela de Warnes, donde se construye la nueva doctrina militar, deberían discutir los lineamientos que rigen la mutua defensa de países hermanos del Alba. Suficiente relativismo es otorgar condecoraciones a presuntos forajidos. Ojalá seamos más serios a la hora de normar el uso de la fuerza militar.

sábado, 25 de junio de 2011

Exuberancia Teórica

Tal vez funcione en la práctica, ¿pero funciona “en teoría”? En la práctica, el ímpetu de la libertad individual comprueba por doquier ser una fuerza incontenible y existe abundante evidencia que la libertad es la mejor manera de desarrollar una comunidad. En teoría, la economía es más justa (y la vida más virtuosa) cuando la conducta individual es regulada por iluminados con el poder de implementar el bien común, a fuerza de decretos supremos. De “supremos” los decretos han tenido poco, ya que en la práctica han caído -uno tras otro- víctimas de la abrogación. No obstante los resultados prácticos, en la aplicación del gasolinazo, limpia de chutos, transporte seguro y diplomacia internacional, la teoría ha sido impecable.

Agréguenle a la lista de decretos de teoría suprema la imposición de sobriedad en municipios propensos a la exuberancia alcohólica. Autoproclamado “enemigo de las Verbenas”, el Presidente Morales considera contraproducente calificar la gestión de un alcalde en base a su capacidad de organizar una buena farra. El Ejecutivo hace bien en repudiar el uso de dinero del pueblo para adormecer al pueblo, un estupor que impide al Estado organizar un buen desfile cívico. La chicha y cerveza son cómplices de Hollywood y telenovelas en trastocar la mentalidad, una distracción inútil que impide “evaluar el presente” y “proyectar el futuro". En teoría, el papá Estado puede imponer moralidad sobre su rebaño, el mal llamado “soberano”.

Soberano, en teoría, es el municipio descentralizado. En la práctica, no muere tan fácil el centralismo autoritario. En temas tributarios, las autoridades autonómicas ven sus competencias abrogadas por un estado de contradicción normativa, que pone en claro un pragmatismo programático a la hora de articular el proyecto ideológico oficial. Al rodillo parlamentario ahora se suma el mazo moral del Ejecutivo, que pretende imponer un incremento en la productividad a través de la transformación de la conducta personal. En la práctica, son los incentivos económicos los que logran mayor compromiso con la productividad, vía las condiciones laborales creadas por mayores inversiones. No hay mejor incentivo para la virtud que el miedo a perder una oportunidad de desarrollo. Pero cuando la norma es el subempleo y dádivas políticas, no existe norma que obligue una ética laboral, por mucho que desfilen ordenadamente decretos supremos, que luego caen presas de la caprichosa abrogación.

La borrachera más grande es un gasto público desordenado. Si algo adormece al pueblo, son consignas que intentan sustituir el desarrollo personal por ideología sectorial. En teoría, las arcas del Estado gozan de la mayor bonanza de la historia. En la práctica, estamos cada vez más cerca de un chaqui generalizado, producto de un entorno económico cada vez más intoxicada por la regulación y bloqueos legales. Adictos al gasto público, el despilfarro colectivo debe ser subvencionado por el bolsillo del ciudadano que participa de la economía formal. Con el mazo fiscalizador se incentiva, en teoría, la virtud cívica de aportar -con un cocktail de impuestos- al Tesoro General. En la práctica, la exuberancia teórica enfría una economía cada vez más cerca a la resaca.

El pueblo bebe copiosamente de una transformación política histórica. El proceso de cambio, sin embargo, está pasando de celebración, a mamadera. El elixir del poder se nos subió a la cabeza, haciéndonos confundir decretos “virtuosos” por “desarrollo”. En la práctica, proyectar el futuro implica hacer gestión, no proselitismo moral. En teoría, la virtud empieza por casa.

viernes, 17 de junio de 2011

Racionalidad Chatarra

La razón está devaluada. El cálculo frio, científico y analítico ha creado urbes mecanizadas, con vientres de metal, que engendran autómatas esclavos de la tecnología. El animal más racional se ha vuelto adicto al veneno que escupen máquinas torturadoras de la madre naturaleza. Sin el maldito petróleo no hay ni el plástico que necesita la “tarjeta madre” para navega por el nuevo mundo digital. “Abandonad los que aquí entráis toda esperanza”. Prisioneros de nuestros apetitos, pecamos de consumismo y falta de autocontrol. Habiendo fracasado la racionalidad individual, ha llegado la hora de imponer verticalmente la racionalidad colectiva.

Un mundo lleno de egoístas, que quieren cada vez más y más, es una receta para la destrucción del planeta. Si el individuo no puede controlarse a sí mismo, entonces es menester del Estado internar al enfermo en un centro de salud. Si el empresario no puede ser responsable con el servicio que ofrece, hay que expropiar su herramienta de trabajo. El Órgano Legislativo debe promulgar cuanta ley sea necesaria, con tal de asegurar que el individuo obedezca una racionalidad superior. Si es necesario, debemos incluso reforzar las tareas de control policial con el peso de la bota militar. En la nueva Bolivia, vamos a eliminar la irracionalidad mediante decretos iluminados que nos obliguen a salir de la pobreza.

El Decreto Supremo 0890 es una norma racional que - a fuerza de voluntad suprema -mágicamente renueva en siete años el parque vehicular de transporte público. Los más cínicos dicen que la norma es una “cortina de humo” para que olvidemos la nacionalización de autos chutos. Lo que la norma pretende es reemplazar la racionalidad individual con la racionalidad orgánica del Estado. El decreto obliga ser racionales a los egoístas chóferes, porque los vehículos modernos necesitan menos mantenimiento, consumen menos gasolina y ofrecen mayor seguridad. Los usuarios, acostumbrados a reliquias dignas de la Habana, harán su parte pagando más para moverse por las urbes de concreto. La razón detrás esta alza sucesiva (inflación) es conocida como “expectativa racional”.

Cuando el Gobierno decretó el gasolinazo, la expectativa racional fue que los precios se incrementen. Por mucho yugo estatal sobre el sector productivo, la profecía fue incontenible. Los agentes económicos (pueblo) anticiparon el alza y la profecía se cumplió. Los chóferes, sin embargo, no anticiparon se derogue la ley que hacía ilegales los autos chutos. Si existe un déficit en esta economía, es un déficit de credibilidad. Ya nadie cree en las decisiones de los padres de la patria. Sin credibilidad, las políticas diseñadas para imponer racionalidad pierden efectividad, debido a que el individuo adapta su expectativa racional antes que la política surta el efecto deseado. ¡Malditos egoístas!

Garrote y zanahorias: con la norma se obliga, con el incentivo se abre el apetito. Imponer únicamente la racionalidad colectiva enmarcada en la ley es invitar al individuo a rebelarse. Los chóferes (y borrachos) han recibido un ultimátum, cuando lo que necesitan también es incentivos. El millón de toneladas de metales retorcidos tienen un valor de reciclado. Pero el Gobierno ni ha pensado en qué hacer con el acero de los vejestorios. Como los chóferes ya no creen en los créditos prometidos, el paro nacional es preámbulo para un aumento de tarifas, única forma de financiar la nueva ley. El papá Estado piensa que ha de cambiar conductas y viejos colectivos a base de imponer leyes llenas de “sabiduría”, cuando en realidad intenta ejecutar una ingeniería social cuya lógica nace de una racionalidad chatarra.

domingo, 12 de junio de 2011

Mal Dato Popular

Guantánamo, Cuba. El mandato popular es cerrar esta prisión, una promesa electoral que ayudó a Obama ser elegido Presidente. El candidato Hugo Chávez hizo su propia dosis de promesas, muy parecidas a las que ayudaron al Presidente peruano Ollanta Humala trepar a la silla más alta. Todo político que aspire ser electo hace más promesas de las que jamás podría cumplir. Tal vez esa sea la naturaleza del animal político. Pero una cosa es ser humanamente incapaz de cumplir toda promesa electoral, otra muy diferente es traicionar los principios básicos bajo los cuales uno fue elegido. En la escala movible de la izquierda latinoamericana, con Lula en el extremo liberal y Chávez en el comunista, el candidato Humala prometió replicar el modelo brasilero. El Presidente Humala ahora se convierte en barómetro de los vientos del cambio que arrasarán las cordilleras de los Andes. Su mandato popular es mantener en Perú el modelo de economía de mercado. ¿Aguantará Humala presiones geopolíticas del ALBA?

Errar es humano. Incluso los más sabios cometen estupideces. Es la naturaleza del animal. El pueblo, que es más sabio que cualquier persona, casi nunca se equivoca. Cuando lo hace, es porque fue engañado por patrañas políticas diseñadas para enmascarar la verdadera agenda de los que - con las urnas - fueron ascendidos a “poderosos”. En las urnas, el argumento confiere poder. Pero una vez encaramados en el árbol, los poderosos intentan utilizar al Estado para perpetuarse, comprando lealtades con recursos del pueblo. Esa es la naturaleza del animal. Debido a la tendencia corruptora del poder, la democracia limita las veces que un individuo puede ser reelegido. Debido a la naturaleza del animal político, el caudillo debe hacerse a un lado para permitir que prospere el proceso de cambio. El individuo poderoso, de ego enaltecido, es más propenso que el colectivo a traicionar su propio ideal.

Una característica del colectivo es que no permanece estático. La siguiente generación es más sabia que la anterior, porque se beneficia de la experiencia acumulada, de la información divulgada y de los errores del pasado. Si bien hoy llenan la garganta con cerveza y narices con cocaína, mañana esos jóvenes llenarán los curules del congreso nacional. Cuando esa juventud perdida encuentre su camino, madure y aprenda de la naturaleza del animal, implementará su propio mandato popular, diferente al de sus antepasados. Esa es la naturaleza del proceso de cambio permanente. En el ojo de la tormenta intelectual está el papel que debe jugar el Estado. ¿Qué hará al respecto Humala? Pronto se sabrá.

El colectivo forja su destino sumando sabidurías individuales. Por muy sabio el pueblo, necesita de la experiencia personal. Esa es la gran contradicción dialéctica entre individuo-comunidad. Los humanos, propensos al error, juntos aprendemos en el camino. La juventud, con la arrogancia de su idealismo, algún día también aprenderá. Uno de esos jóvenes, Felipe González, primer Presidente socialista español, hoy, con los años encima, advierte: “Temo las voces que proponen utopías regresivas, que han demostrado hasta la saciedad que llevan al fracaso…Radicalizaciones que pretenden que el Estado sustituya a la sociedad, a los actores económicos, o los que defienden “la mano invisible del mercado” como elemento de autorregulación, sin intervención del Estado”. Gonzales rechaza ambos extremismos absolutistas. Suponer que un Estado todopoderoso, o el mercado, es capaz de resolverlo “todo”, es un mal dato popular. En los Andes se gesta gradualmente un equilibrio pluralista. ¿Qué aprendiste tú, Ollanta Humala?

domingo, 29 de mayo de 2011

Facha de Facho

Fascismo, qué astuto eres. Lo que dicen del demonio, lo cumples tú: asumes formas diferentes. Enterrado en 1945 en facha café, reencarnaste medio siglo después en un arcoíris de colores. Tan sutil son tus formas, que tus maneras pasan desapercibidas. Fascismo, ¿quién eres? Pocos parecen conocerte. Seduces con las bondades de enaltecer al Estado por encima del individuo. Enamoras mentes sumidas en cinismo y desesperación, dispuestas a ceder sus libertades individuales a la voluntad de una cuadrilla todopoderosa. Te sirves del hechicero canto de sirena de una identidad férrea y nacionalista; manipulando el amor instintivo a “Sangre y Tierra” (Blut und Boden).

Fascismo, tu romanticismo es una quimera y pronto se despintará. Has ganado, por ahora, la partida. Pero someter al individuo a las fauces de la unidad hegemónica de un poder orgánico y vertical es facho, por mucho que la facha sea de oveja. Si el demonio dice, “el demonio no existe”, el fascista acusa a todo aquel que se opone a su proyecto totalitario de ser un facho también. Eres astuto, como un zorro.

Al fascismo le preocupa un grupo de individuos rebeldes, de espíritu indomable. Estos sediciosos “gerentes propietarios” recorren las venas del sistema productivo como una red de células rojas imposible de nacionalizar. Potencialmente subversivos, individualistas por excelencia, ejercen con gran autosuficiencia su función social. Dueños de su movible aparato productivo, representan una amenaza al proyecto hegemónico absolutista. Transportistas fachos, lacayos de empresarios exportadores, no merecen ser socorridos del hambre o frio, aunque caigan presas de un bloqueo en el Perú.

Tres semanas durmiendo a la intemperie altiplánica, sin posibilidad de avanzar, muchos sin la opción de dar la vuelta y regresar. Dos semanas pasaron antes que la Cruz Roja entienda que el bloqueo en el Desaguadero es una crisis humanitaria. Los transportistas, con la facha desecha de tanto esperar, cazaron conejos salvajes para no seguir el destino de algunas empresas bolivianas que exportan por el corredor comercial que atraviesa Puno.

Tanta angustia por tan poco empleo, que el pueblo no se da cuenta que el mayor bloqueo a las exportaciones es un modelo económico hostil y deficiente. Víctima aquí es un pueblo sin opciones y una economía asediada por el acoso fiscal, hostigada por desincentivos y regulaciones selectivas, que castigan al empresario y exoneran a contrabandistas de autos chutos. Víctimas aquí son los choferes que llevan productos bolivianos de exportación a puertos peruanos, abandonados por los poderosos durante la crisis humanitaria en Desaguadero. Víctima es la productividad, bloqueada por la ineptitud, dogmatismo y burocracia.

Autos-bloqueados por sus propias regulaciones, los poderosos no disponen fácilmente de recursos públicos para hacer gestión, incluso en condiciones de emergencia humanitaria. Tres semanas los productos bolivianos están detenidos en la frontera. Al igual que las empresas bolivianas que exportan, invierten y crean empleos, la miseria de choferes en fachas es ignorada. ¿Incentivar exportaciones privadas? Ese no es el objetivo. Se trata de explotar el nacionalismo y profunda victimización de un pueblo sin empleo, para culpar al enemigo de nuestro subdesarrollo y enclaustramiento mental. Se trata de atizar pasiones bajo la bandera de una reivindicación marítima, cuando lo último en la mente de los poderosos es hacer más fácil exportar al sector privado. Patriotismo enardecido, conspiraciones internacionales, sombras del pasado, misticismo de una causa nacional. Lobo en facha de oveja, ¡qué astuto eres!

lunes, 23 de mayo de 2011

Bloqueo Legal

Tan legal fue el secuestro de Edgardo Mortara, que la orden fue dada por la autoridad suprema, el papa Pio IX. Si el secuestro fue legal, la intención fue noble más allá de cualquier duda. Verán, Edgardo, niño boloñés de extracción judía, había sido secretamente bautizado. El bautizo lo había realizado una niña analfabeta, un día jugando, cuando Edgardo quedó inconsciente después de golpearse la cabeza. Al verlo inmóvil, la niña pensó que del impacto Edgardo ahí mismo moriría. Entró en pánico, no supo qué hacer. Fiel a los dictámenes del dogma dominante, hizo lo más noble: lo bautizó.

La noticia llegó al Vaticano: un niño convertido a la gloria de Jesús en manos de judíos ¡Horror! El papa Pio IX envió a la policía papal a arrebatar al niño de los brazos de su judía madre. Edgardo, bautizado por accidente, ahora pertenecía al buen rebaño y debía ser criado como tal. Más que legal, ante los ojos de los poderosos de aquel entonces, el secuestro de Edgardo era un deber moral. Bolonia, reducto disminuido de Italia, fue impotente ante los caprichos de Roma. La iglesia católica hoy abraza a todos los credos. Pero alguna vez quiso convertir a todo aquel que piense diferente. Para salvarnos, la iglesia impuso alguna vez una cruzada violenta que – aunque de muy noble objetivo – doblegó el desarrollo espiritual de minorías, justificando a la vez su dogmático aferro al poder.

No existe causa más noble que poner fin a la corrupción. La cruzada actual es mucho más sofisticada y bien intencionada que la de los poderosos de ayer. Las formas como los poderosos de hoy extraen ganancias son también más sofisticadas. ¡Tienen que serlo! Solamente los de arriba pueden darse el lujo, mientras los de abajo quedan presas del miedo. Crear cuadrillas de burócratas-empuja-papel que no coimean es una victoria pírrica. Lo triste es que el aparato está bloqueado. Al igual que Edgardo, inmovilizados por más de un “golpe”, su eficiencia es secuestrada por los procesos penales administrativos que amenazan a servidores de la patria.

Sueldos bajos, usos y costumbres: las aristas son muchas. El resultado es uno: subdesarrollo. La corrupción tiene un alto costo en la economía. Pero la corrupción es también válvula de escape que permite subsanar vacios y deficiencias estructurales que – con engorrosa burocracia – hacen muy difícil hacer negocios. No es apología del delito, es un principio universal: ante mayores barreras burocráticas, procedimientos legales, trámites administrativos, mayor la probabilidad de funcionarios corruptos. A su vez, ante mayores barreras administrativas, mayor la necesidad de lubricar con unos pesitos una maquinaria estatal ineficiente. La burocracia también tiene un alto costo, un bloqueo “legal” al desarrollo.

Ante las barreras legales en Bolivia, la inversión prefiere probar fortuna en Chile y Perú. Aquellos que aquí invierten deben lidiar con el Estado de enclaustramiento mental. Las exportaciones bolivianas son detenidas por bloqueos en Desaguadero y la Plaza Murillo. Los poderosos de hoy, enemigos de la corrupción, son como el chofer que cruza el semáforo en verde, aun cuando no tiene manera de avanzar. Ese conductor legalmente bloquea la intersección, para avanzar un par de metros. Su victoria es pírrica, ya que metros más adelante deberá detenerse, seguramente ante otro imbécil que legalmente también interrumpe el fluir del tráfico. Lo que la cruzada contra la corrupción ayuda a eliminar es a la competencia, una victoria pírrica, porque el pueblo no come juicios, por “legales” que sean. Bloqueadores se hicieron del poder, para convertir a todo infiel y secuestrar nuestra economía, legalmente.

lunes, 16 de mayo de 2011

Velo al Ignorante

Encadenados en putrefactas bodegas fueron transportados a América. Los que sobrevivieron la bestial travesía por mar fueron ultrajados, cual animales, bajo el régimen de la esclavitud. Secuestrados en África, reemplazaron poblaciones originarias que fueron decimadas en uno de los genocidios más brutales de la era moderna. Los conquistadores anglosajones no tuvieron piedad.

En la década de 1960, con el ánimo de compensar, integrar y unificar una nación desgarrada por un pasado de injusticias, el Presidente Kennedy instituyó la “acción afirmativa”, una política anti-discriminatoria diseñada para prestar ventajas a minorías marginadas. Su objetivo es promover igual acceso a oportunidades en educación y empleo a minorías que no cumplen con los “requisitos” necesarios. La acción afirmativa intenta revertir injusticias estructurales que únicamente permiten jugar a la “meritocracia” a pieles pálidas que tienen los recursos necesarios para adquirir estatus y educación.

La “acción afirmativa” otorga ventajas según el color de la piel. En contraste, el “velo de la ignorancia” es un experimento intelectual que pretende ser ciego ante el arcoíris de teces. El concepto es de John Rawls, desarrollado en su Teoría de Justicia para entrever la moralidad de una situación bajo la condición que “nadie conoce su lugar en la sociedad, su posición de clase o estatus social”. Es decir, detrás del velo de la ignorancia, el hombre tiene la disyuntiva: ¿Qué leyes implementaría si ignora su propio color de piel, nivel de educación, genero o condición social”. El principio de justicia detrás del velo de la ignorancia se parece al graffiti de Mujeres Creando que reza: “Si Evo fuese Eva, el aborto sería legal”. El punto de M. Galindo y J.Rawls es que el hombre hace leyes que les conviene; sea para defender su posición social, imponer su ideología o puras ganas de aferrarse al poder. Detrás del velo de la ignorancia, el diablo no sabe para quien trabaja.

Antes de Obama, había Clarence Thomas; primer afroamericano elegido a la Corte Suprema de Justicia. El proceso de nominación de magistrados en EEUU reluce la complejidad de elegir jueces idóneos e imparciales. El juez Thomas fue acusado de ser un “tío Tom”, un apelativo peyorativo utilizado para negros que adoptan los valores e ideas de caras pálidas cuyos antepasados alguna vez los esclavizaron. En el caso de Clarence Thomas, su pecado ideológico fue ser conservador, afín a las ideas de Thomas Sowell, un afroamericano opuesto a la acción afirmativa, que sugiere que - en vez de victimizarse – los negros deben superar las adversidades aprovechando al máximo sus oportunidades. En contrataste a la defensa de la igualdad de oportunidades, los paladines de la lucha de clases pretenden imponer la hegemonía de un grupo social sobre las resentidas minorías.

El acoso mediático de un “negro arribista” fue por el supuesto acoso sexual a Anita Hill. El juez Clarence Thomas ahora no habla con los medios, a quienes acusa de “tener su propia agenda”. Lo quisieron linchar, no por negro, sino por no sustentar su misma ideología liberal. La prensa tal vez tenga su propia agenda. Lo inocente es creer que los poderosos no tienen también la suya y que desean una justicia ciega a su interés sectorial. En Bolivia los poderosos decidirán quienes son los magistrados idóneos, no en base al color de su piel o méritos académicos, sino en función al color de su ideología. Peor aún, nos harán votar, casi a ciegas, por candidatos que gozan del beneplácito de una cúpula de representantes cuyo poder se sustenta en un voto antiguo y desgastado. ¿Democracia directa? ¡Oí al ignorante!

jueves, 14 de abril de 2011

Ratan Tata

El mayor enclaustramiento es mental. Prisioneros de doctrinas del ayer, obedecemos a la definición más elegante de la demencia: seguir intentando lo mismo, esperando un resultado diferente. Los indios aprendieron esa lección en 1991, cuando apostaron por una economía de mercado y empezaron a salir de la pobreza, para convertirse en potencia mundial. Ahora un empresario indio - Ratan Tata - le quita su joya automotriz, Jaguar y Land Rover, a Inglaterra, antiguo imperio colonizador. El Grupo Tata es dueño de 98 empresas, con 65% de sus ingresos provenientes de inversiones en 56 países, en 6 continentes diferentes.

La India tiene 120 veces más habitantes que Bolivia, en un territorio apenas tres veces mayor. No obstante problemas de inflación y pobreza, el ingreso per cápita indio en 2010 fue de Bs. 1.900 por mes. En términos de volumen, la economía de la India es la cuarta más grande del planeta. La India ha logrado sacar 300 millones de la pobreza y solamente China crece a un ritmo más acelerado. Pero en contraste con los Tigres del Asia, cuyo éxito se debe a las exportaciones, su economía es impulsada por el consumo interno. Cuando se tiene una fuerza laboral de 467 millones, es más fácil crear el efecto multiplicador que - para defender un incremento salarial del 15% - usan como argumento los líderes sindicales de la COB.

Al lograr su independencia en 1947, India adoptó un socialismo “fabiano” y proteccionista. En 1991, el endeudamiento público obligó a liberalizar su economía. No obstante el proceso gradual de apertura comercial, la economía India continúa bajo el yugo del Estado, con más de 500 empresas bajo su control (equivalente al 40% del PIB). Gracias al correspondiente alto gasto público, la deuda de la India es actualmente alrededor del 80% del PIB, por lo que es un imperativo reducir el déficit y encausar una disciplina fiscal que siga haciendo atractiva la inversión extranjera. Preocupado por su propio déficit fiscal norteamericano, el Presidente Obama recientemente indicó que “las inversiones no llegan a un país que no sabe equilibrar sus cuentas”.

En ese sentido, el gobierno boliviano actuó responsablemente cuando dio la cara ante la presión sectorial, para avanzar una política de austeridad, que evite un déficit fiscal que estrangule nuestra precaria economía. Su nuevo némesis es la irracionalidad de quienes utilizan el lenguaje económico para argumentar a favor del incremento salarial (efecto multiplicador del 15%), a la vez que luchan por eliminar la ley de la oferta y demanda (21060). Tales contradicciones hacen eco a la esquizofrenia que se apodera de un modelo de desarrollo que no parece entender bien cuál es su propio horizonte.

De los indios podríamos aprender a abrir nuestro mercado para atraer inversión privada. Si bien la economía parece dar un vuelco negativo, hay razones para tener un poco de fe. El apoyo de líderes de la oposición al Presidente Morales en nuestra reivindicación marítima tal vez permita a los poderosos iluminarse, para que trabajen en pos de crear condiciones para que el puerto marítimo que tanto añoramos sirva para algo más que mojarse los pies. Mientras, tan solo queda soñar con hacer las cosas diferentes, para atraer mayor inversión, productividad, para algún día exportar por aire, tierra y mar. Queda soñar con algún día tener nuestro propio Ratan Tata, un empresario indio con licencia para volar un Falcón 2000, más lento y más pequeño al que vuela nuestro Presidente. Si hacemos las cosas diferentes, algún día tendremos empresarios que surquen Bolivia creando empleos, con presupuesto para comprar su propio jet.

viernes, 1 de abril de 2011

Ana Atómica

La anatomía de la energía nuclear es polémica por naturaleza. En el interior del átomo se encuentra el arquetipo de energía cósmica; una fuerza vital convertida por el hombre en espada de Damocles. Con Fukushima, resurgen miedos que van en contrasentido del único consenso entre el eje Irán-Venezuela y occidentales: construir más reactores nucleares. En el ojo de la cancerígena tormenta está Francia, líder de la acción exigida por la Liga Árabe y apoyada por “imperialistas” como Dinamarca, Holanda, Bélgica, España y Canadá; una intervención militar en Libia que vierte gasolina sobre la otra fuente de energía: petróleo.

En antesala al 2012, el genocidio y calentamiento global obligan al ser humano tomarse en serio su voluntad colectiva. Por lo pronto, la comunidad internacional de hoy han decidido no permitir se repita el Ruanda y Bosnia de ayer. En medio de una hipócrita apología del delito por parte del carnicero de Trípoli, que arremete con artillería pesada en contra del pueblo, debemos también resolver como proveer mañana la energía que necesitará muy pronto la humanidad. Pero al igual que los yankees satanizan el comunismo y los ideólogos mucho más confundidos satanizan el mercado, el fundamentalismo verde sataniza la energía nuclear.

La visión se empaña cuando los tonos verdes, rojos y azules se van al extremo. Al radical le resulta inaceptable que en tierra de dragones conviva el estatismo más poderoso del planeta con la inversión privada. Con el unicornio azul perdido entre sus nubes, románticos amantes del retrovisor quisieran eliminar también todo tipo de reactor, incluyendo los más tecnológicamente avanzados. De satisfacerse su añoranza silvestre, millones de humanos morirían en manos del hambre y caos a ser desatado cuando se acabe su preciado oro negro, que actualmente subvenciona las travesuras de más de un tirano. La visión radical auspiciada por el odio visceral, ofusca una comprensión más complementaria.

La energía nuclear es una energía limpia, mucho más eficiente que otras energías renovables. El único desperdicio que emiten sus turbinas es vapor de agua. En Francia y EE.UU. han muerto por radiación - en toda la historia de la energía nuclear - menos de 3 personas. Francia obtiene 70% de su energía de reactores nucleares y es el país más limpio de toda Europa. Tan solo una muerte o deformación debido a la radiación es una tragedia que pesa sobre toda la humanidad. La otra realidad es que cientos de miles mueren cada año por respirar los residuos de carbono que exportan los países más retrogradas del planeta. En 40 años tendremos que alimentar de energía a millones de comunidades. Si no desarrollamos a gran escala una alternativa al petróleo, serán millones los que mueran de hambre y se masacren cada año por un litro de gasolina, en un escenario dantesco a la Mad Max.

Una empresa francesa en manos de Estado – Areva - es líder mundial en el sector de la energía nuclear. Su presidenta, Anne Lauvergeon, conocida como “Ana Atómica”, es una de las diez mujeres más poderosas del planeta. Ana estuvo recientemente en Japón, ayudando a Tokyo Electric Power (TEPCO) implementar normas de seguridad que eviten se repita la crisis nuclear de Fukushima Daiichi. En Japón, la empresa privada TEPCO hizo las cosas mal. Su negligencia y tecnología obsoleta (1970) podría costarle casi 140 mil millones de dólares y posiblemente ser nacionalizada. En Francia, la mezcla de estatismo y libre mercado demuestra ser muy buen modelo, el aire que respiran muy limpio y sus reactores nucleares la tecnología del futuro. ¡Vive le différence!

viernes, 18 de marzo de 2011

El Gran Eje Mono

Encontrar una causa común es nuestro deber y salvación. Milenios atrás, intentamos adorar un solo Dios. Si bien fue un gran salto evolutivo, pugnas internas, Guerras Santas y Jihads indican que el monoteísmo no es el Santo Grial. ¿Amar al prójimo? Esa causa común está en la agenda hace más de dos mil años, con grandes dificultades a la hora de su implementación. ¿Miedo al diablo? Tuvo su época. Pero ni siquiera miedo al calvario de morir quemado logró crear la añorada hegemonía cultural. Después de Marx, la lucha de clases se convierte en disparador del esperado gran hegemón, con el proletariado al frente de una revolución liberadora. En Bolivia tres letras hablan volúmenes de la hegemonía de una clase sobre las demás: “C.O.B.”.

Para que su poder sea verdaderamente “hegemónico”, debe existir complicidad en aquel que acepta como legitimas las premisas dictatoriales. No es “hegemonía” si el conjunto de valores se imponen a punta de fusil. Su raíz etimológica es del griego, pero para los puristas “hegemón” es un odioso anglicismo que – con servilismo lingüista – se refiere a la supremacía absoluta del grupo dominante. Si bien su acepción original de “dominador” es de carácter institucional, también puede referirse al estamento ideológico-cultural que gobierna la psique colectiva.

Mientras en la ONU discuten valores universales, los humanos demuestran ser incapaces de valorar su propio hogar. Entre animales silvestres, el imperativo de supervivencia es fuerza hegemónica, una danza caótica de síntesis entre fuerza vital (élan vital) y programación visceral. En contraste, el hombre – joya de la creación - destruye su hábitat compartido. En lenguaje sencillo, endógeno y culturalmente abrazador, se exhorta al pueblo no botar basura en las calles. Pero ni las mortíferas riadas de febrero 2002 lograron avanzar la conciencia ecológica necesaria. Horrendas muertes a manos del desperdicio nuestro de cada día no es una abstracción ideológica: son víctimas tangibles. No obstante, la hegemonía de proteger la Pacha Mama nos sigue eludiendo. No podemos defender nuestras vidas con un sencillo acto de civilidad, pero los ideólogos del cambio suponen que si podemos imponer una hegemonía político-cultural, para avanzar su muy racional dictadura del proletariado.

Trasnochados de Gramci, por favor presten atención: En la naturaleza, historia y psique humana no existe una fuerza que sea más legítima. Borrachos del poder unidos, entiendan: si dejan caer su botella, entrará en efecto la fuerza de la gravedad, rompiendo su recipiente favorito. Pero si logran penetrar su vacio, encontrarán millones de millones de electrones, un movimiento errático en la dimensión subatómica que puede observarse solo con herramientas sofisticadas. Las dos fuerzas conviven en un mismo espacio: una gobierna objetos con masa, la otra gobierna su energía. No existe contradicción; existe complementariedad. Solamente un dogmático ignorante pretende derrocar la hegemonía de Newton en nombre de la física cuántica de Bohr.

La genética es otra herramienta de la creación, un eco biológico que permite a Dios escuchar los cambios suscitados por fuerzas siderales que golpearon Yucatán, permitiendo a las criaturas adaptarse al nuevo entorno. Únicamente en el oscuro extremismo fundamentalista Dios está peleado con la evolución. En ese proceso gradual, fuerzas primordiales están en conflicto permanente. Incluso en el cerebro unitario, el hemisferio izquierdo y derecho se contradicen, manifestándose a veces en poesía abstracta, otras veces con rigor intelectual. No existe hegemón posible, ni en la naturaleza, ni en la mente humana, ni en la C.O.B.

jueves, 3 de marzo de 2011

Socialismo del Siglo XXIII

En coches de lujo y chofer se conducen los románticos corazones de quienes añoran transformarnos a como de lugar. Impecables son sus deseos poderosos, infatigable su compromiso de erradicar todo egoísmo y desigualdad. Sus credenciales son inmejorables. Son los resultados los que dejan mucho que desear. La razón de su fracaso es sencilla: No escuchan a Karl Marx. El más grande odiador del capitalismo fue también su gran apologista. Marx entendía que, sin desarrollo industrial y mercados eficientes, el proyecto socialista es una quimera; un muy buen deseo, destinado a fracasar.

A partir de la Revolución Industrial y democracia liberal, el aparato productivo es gobernado por las decisiones de ciudadanos que se conducen a pie; que en la madrugada salen a producir y vender el pan que luego el pueblo pone sobre su mesa. Por mucho que los abnegados y sacrificados burócratas lo intenten, no podrán generar empleos productivos. Su poder es democrático y su trabajo es vital para el manejo del Estado, pero por grande su voluntad, no pueden mover la economía. La economía se mueve por las decisiones que toman pequeños productores, que invierten su tiempo, energía y capital en pequeños negocios; esfuerzos colectivos que permiten alimentar y brindar servicios básicos a la sociedad. Eso podría cambiar en el siglo XXIII.

Tal vez el equivocado es Marx. Tal vez el desarrollo de un mercado eficiente no es condición necesaria para que burócratas detrás vidrios blindados controlen el aparato productivo. Tal vez lo que se necesita es simplemente tecnología de información. Si con ayuda de un satélite chino, el Gobierno logra algún día crear una red informática que recolecte datos estadísticos de todo y cada rincón, los nobles servidores en control del Estado tal vez puedan controlar la economía. Esa red tecnológica y centralizada - equipos sofisticados que deberán ser resguardados un edificio de la ciudad de La Paz - aun no existe. Pero en el siglo XXIII, poderosos servidores (TI) permitirán crear una red político-social que permita a poderosos servidores controlar la voluntad, inversión de tiempo, recursos y esfuerzos del individuo: todo el aparato productivo.

Lo que Churchill decía de la democracia, se aplica a la economía de mercado: “Es el peor sistema que existe, a excepción de todos los demás”. El mercado utiliza la información que proporcionan los precios para asignar recursos, un método imperfecto, que permite que sean las decisiones de los ciudadanos de a pie las que van edificando el aparato productivo. Esa “libertad” es relativa y fácilmente manipulable por poderes económicos. Es por ello que existen leyes anti-monopolio y poderosos sindicatos, que obliga a los dueños de los medios de producción a negociar sueldos con la clase obrera. Un obrero calificado en una economía de mercado gana más de 20 dólares la hora.

La economía de mercado saca de la pobreza a millones en Chile y Brasil. Pero el socialismo del futuro será mucho más eficiente y justo, porque podrá controlar la red de producción mediante gigantescas bases de datos que – al observarlo todo - alimenten poderoso algoritmos, para así invertir nuestros recursos de una manera mucho más idónea, independientemente de lo que haga o piense el ciudadano común. En vez de la red social actual, que embrutece a la juventud con frivolidades y revoluciones en el mundo árabe, se construirá una red política-social, capaz de una brutal racionalidad en la asignación de recursos. Mientras llegue esa red, habrá que seguir challándole no más, para que deje de ser tan quencha el socialismo del siglo XXI.

sábado, 12 de febrero de 2011

Ali Baba y los 40 Comunicadores

Hazte dueño del mensaje y serás rey. La receta, antigua como la humanidad, nace con sacerdotes que hablaban en nombre de dioses que protegían al clan de tribus forasteras. Cual monarca anunciado por Dios, el autócrata se adorna de principios básicos para aterrar al pueblo y someterlo a su poder. En Egipto, una dictadura basada en el sentimiento nacionalista se desmorona. Victimas durante 50 años de la ilusión y pasión compartida, el pueblo permitió que aquellos que se adueñaron del patriotismo se convirtieran en dueños de toda su nación. Habiendo sido mil veces esclavizados por consignas poderosas, el pueblo egipcio una vez más enaltece el proceso por encima de su destino final.

Las revoluciones de antaño colocaban sus nobles objetivos por encima de todos los demás. Las injusticias mayores fueron cometidas en nombre de los ideales más enaltecidos; sangre que sigue corriendo en nombre de lo más justo y sagrado. Pero una nueva revolución empieza a ganar mentes y corazones. Surge un espíritu que abandona palabras vacías por procesos dinámicos; que hace un lado el fetiche de las viejas efigies para abrazar el eterno devenir. Las nuevas generaciones integran el errático movimiento del electrón, para favorecer el dinamismo de las reglas de juego, por encima de un estático objetivo final. Los días del maquiavélico dictamen “el fin justifica los medios”, giran velozmente a su muerte.

Miles de años atrás empezó en Egipto una marcha a la Tierra Prometida, una promesa que ha sido convertida por varios en dogma una y otra vez. Egipto es símbolo de otro tipo de marcha, un desplazamiento que nos acerca a venerar, con madura devoción, los pasos que van marcado el camino. Revoluciones van y vienen, pero la de Egipto es emblema de una pirámide invertida. Entender la importancia del debido proceso, de las normas de convivencia, de los derechos inalienables de las minorías, puede permitir a enterrar poderes populistas, momificados por la envoltura propagandística de una consigna repetida una y otra vez.

Egipto transforma el significado de “proceso”, “histórico” y “cambio”. En Egipto, cuna de la civilización, las verdades ancestrales deben ceder ante una unidad que trasciende el patriarcado, sectarismo religioso, ideología política y prejuicios típicos del privilegio enraizado en la cultura vertical, para exigir un sistema verdaderamente democrático. Este movimiento popular fue liderado por una nueva generación, que se vuelve cada vez menos dogmatica, más dispuesta a aceptar el proceso dialectico y construcción de las verdades a través de una danza tolerante con fuerzas de la oposición. El proceso será gradual, un lento salir de la oscuridad de la catacumba estatista/sectorial. Pero si Egipto logra instituir instituciones y normas que privilegian el proceso por encima del resultado, habrá colocado la piedra angular de una revolución secular, liberal y verdaderamente democrática.

El faraón intentó frenar el proceso de cambio verdadero atizando la desconfianza natural del pueblo hacia tribus forasteras. La prensa extranjera fue culpada en los medios del Gobierno derrocado como “agentes del imperialismo” (con coro de los hipócritas-alaba-Assange). El Gobierno intentó, desesperado, vender la revolución como una conspiración extranjera. Pero el pueblo egipcio ya no compra consignas nacionalistas y reluce su soberana decisión de redimir el proceso de permanente cambio, que había sido secuestrado por aquellos que se adueñaron del espíritu tribal de toda una nación. La revolución nazi-estatista no podrá contra las revoluciones por minuto de un nuevo mundo digital. Q.E.P.D.

martes, 8 de febrero de 2011

Frontera Marítima

La producción nacional no es de exportación. Las fronteras son celosamente guarecidas precisamente para evitar que los empresarios bolivianos hagan negocios en Chile, Paraguay, Brasil y Perú. Ahora que las negociaciones con Chile para salir de nuestro enclaustramiento avanzan a paso acelerado, surge la pregunta, ¿necesitamos acaso una frontera más que controlar? Cuando el mayor y más rentable producto de exportación cuesta en destino más de $ 50,000 dólares el kilo, uno supondría que la vía aérea es la opción más costo efectiva.

Una salida al mar ha de requerir invertir en un puerto marítimo. Con un satélite chino a punto de entrar en órbita, habrá que agregar ese costo al menguado presupuesto. Tanta preocupación con la interconectividad invoca un pregunta ¿el modelo de desarrollo boliviano es autárquico, o es un modelo afín con la globalización? Un satélite chino sirve para popularizar precisamente las tecnologías que están sepultando a tiranos en otras partes del planeta. Un puerto marítimo sirve para exportar, algo que no es precisamente nuestra especialidad. Y aunque la naturaleza ha sido con nosotros generosa, Bolivia importa alimentos de naciones que alimentan una población varias veces mayor. De seguir la tendencia, estar más conectados al mundo solo hará más posible que las “contradicciones dialécticas” estallen en nuestro “face”.

Naciones vecinas exportadoras de alimentos pertenecen al mismo planeta, no a una comarca extraterrestre, exonerados de los agravios del calentamiento global que justifica nuestro fracaso. Esos países vecinos alimentan el triple de nuestra población con casi la misma extensión territorial. ¿Será que el calor y contaminación fruto de los chaqueos hace que Bolivia tenga una crisis climática que elude a Colombia, Chile, Perú y Uruguay? La buena noticia es que con una salida al mar, Colombia podrá exportar más rápido y barato los millones de quintales de azúcar que aquí necesitamos.

En Bolivia está prohibido exportar varios de nuestros mejores productos. Es irónico que, justo cuando estamos más cerca a una salida al mar, sea justo cuando el sector exportador enfrenta más trabas para expandir sus actividades. Para entender la ironía, observemos una campaña del Ministerio de Economía y Finanzas, que analiza el alza mundial en el precio del azúcar con una lógica selectiva. Cuando le conviene, el Gobierno acepta y utiliza la ley de la oferta y la demanda: “a menor oferta global, mayor el precio internacional”. Pero cuando debe brindar excusas, la menor producción interna se convierte en agio y especulación. Cuando le conviene, la culpa es del cambio climático; cuando no le conviene, culpables son los empresarios. Con esa lógica tal vez marean la perdiz, pero ni por mar lograrán exportarla.

Fortalecer la moneda nacional y una mayor burocracia en fronteras perjudica las exportaciones. Pactos políticos con quienes tenemos un magro intercambio comercial, en perjuicio de una relación sana con mercados que si compraban productos bolivianos, perjudica al agro. La lógica de nuestro “libre comercio” obedece a prioridades ideológicas, y no a la idoneidad de la propuesta comercial. . Si mañana tenemos una salida soberana al mar, ¿qué vamos a exportar por nuestra flamante frontera marítima? Pocas naciones se preocupan más por evitar que sus productos salgan, que por controlar los que entran a su país. Con o sin salida al mar, los productos bolivianos no se van, ni irán, al exterior en barca; una preocupación menos para la política de prohibición de la exportación.

sábado, 5 de febrero de 2011

Es el Incentivo, Estúpido

Arkansas es un pequeño estado, algo parecido a Tarija, ubicado en la mitad norteamericana que perdió la Guerra Civil. Gracias a su eslogan, “es la economía, estúpido”, un oriundo de esa región, conocido por su debilidad por el saxo, fue elegido Presidente. Bill Clinton, un pueblerino de familia humilde, dirigió una de las bonanzas más importantes de la historia. En contraste, en Bolivia se nos vende a diario propagandas que crean una bonanza mediática, como si la economía fuese cuestión de tener buena voluntad.

En 2006, después de nacionalizar los hidrocarburos, el Gobierno adornaba las calles urbanas con gigantes anuncios pregonando su mejor deseo que en Bolivia nunca más se repitan los gasolinazos. Su lógica, llamada “falacia de la composición”, asume que tener control de los medios de producción confiere poderes mágicos, capaces de controlar voluntades, mentes y la capacidad de producción. Cinco años más tarde, nuestros poderosos empiezan a entender que la economía es cuestión de incentivos, un bien colectivo a punto de desaparecer.

Incentivos haya cada vez menos: al sector agroindustrial se lo intimida, el aliciente para empresas es cerrar sus puertas, comerciantes deben adivinar sus costos, mientras que infalibles burócratas se aferran a jugosos presupuestos, paralizados por el fantasma de Marcelo Quiroga Santa Cruz. Los empresarios no tienen incentivos para invertir, mientras que los empleados públicos temen mover un solo dedo. Incluso entre compañeros se delatan y clavan puñales administrativos, porque el incentivo mayor es hundir al oponente, incluso si viste un poncho del mismo color. La gran ironía de la economía boliviana es que está a merced de un Gobierno cuya gran propuesta política fue el arte del bloqueo, cuyo legado será bloquear el sector productivo y paralizar la inversión.

La oposición es otra víctima de esta paralización, sus cerebros colectivos anonadados por la cacería de brujas desatada por el fantasma de George W. Bush y su guerra santa contra el terrorismo. La atrevida admonición de Bill Clinton sobre la importancia de lo económico (estúpido) se queda en un comprensible lamento, un análisis de lo obvio: las familias empiezan a pasar penurias. ¿Una solución? Incentivar el empleo y la producción. ¿Cómo? La fórmula se convierte en un cansado mantra que al pueblo le cuesta entonar: reglas de juego claras. Un incentivo inmejorable para la inversión es la seguridad jurídica, una garantía que el Gobierno no ha de ensañarse con una empresa privada, como si el éxito económico fuese una traición.

El pueblo quiere soluciones. Para que las soluciones lleguen, debemos comprender que la empresa privada crea empleos e incrementa la productividad. A su vez, el Gobierno debe entender que, en vez de acosar al sector productor, debería intentar ayudarlo. Pero en vez de brindar incentivos fiscales para invertir en producción, el Gobierno parece estar empecinado en hacer cada vez más riesgoso hacer negocios en Bolivia. Lejos de crear incentivos, la política económica es una voluntad de castigar, amenazar y espantar la empresa. En vez de reducir las cargas impositivas, para que la inversión se convierta en empleos y mayor producción, el ímpetu fiscalizador se convierte en otra cacería de brujas. La energía del Gobierno se enfoca en satanizar regiones, políticos y empresarios, una malversación de nuestro tiempo y recursos. El efecto multiplicador del miedo es la paralización. Bloquear ha resultado ser nuestro arte supremo y hablar de incentivos un prohibido tabú “neoliberal”.

sábado, 29 de enero de 2011

Nilo, Piensen

Se hizo fácil alegrarse por la desgracia ajena. Incluso cuando sus obreros perdieron mil millones de dólares de su patrimonio debido a un ajuste en el precio de su hogar, igual sentimos escorna por los norteamericanos, celebrando su bancarrota. No nos acongojan los miles de hijos que murieron en dos edificios derrumbados, mucho menos los otros miles que murieron cuando viajaron al Oriente a matar. ¡Yankees go to hell! Nunca vi tanto odio hacia un pueblo que luego llamamos un país “hermano”.

EE.UU. entregó su apoyo militar al tirano del Nilo, al costo de traicionar principios de su preciada libertad. Es precisamente esa doble moral que les gana a los yanquis tan mala voluntad. En Egipto las contradicciones tocaron fondo, haciendo trisas la vieja receta de Washington (F.D. Roosevelt) de no importarle que un líder sea un “hijo de perra” (Trujillo), con tal que el hijo de perra sea suyo. Resulta que el Presidente Mubarak no puede garantizar la estabilidad geopolítica en Oriente Medio, cuando no tiene al interior siquiera estabilidad social. Pero si los mil millones en apoyo militar que EE.UU. otorga a Egipto no garantizan control de la región, por lo menos aseguran que si el vacio del poder ha de ser llenado, el nuevo líder será un militar. Con el descalabro de Mubarak, le llega a Barack la hora de defender principios.

Una dictadura de 50 años, con un pueblo sin trabajo, sin oposición, sin libre acceso al Internet y sin libertad de expresión. Esa historia me suena conocida. El 2010, el partido de Mubarak obtuvo el 80% de los escaños en el Parlamento egipcio, una popularidad parecida a la que goza el Partido Comunista en la Asamblea Nacional de Cuba. Si algo nos demuestran la Revolución Digital que arrasa con tiranos en el mundo árabe, es que el siglo XXI ofrece herramientas para que el pueblo piense y se movilice con un alto grado de libertad. Quien se hubiese imaginado que Facebook, un sitio para colgar fotos, se convierta en un espacio virtual para colgar tiranos.

El partido de Mubarak no siempre fue tan odiado. En 1957, cuando Egipto reconoció al gobierno comunista de China y decidió nacionalizar el Canal de Suez, el gobierno del Presidente Nasser era inmensamente popular, su nacionalismo y liderazgo entre los países árabes muy aplaudido. Pero Inglaterra, Francia e Israel estaban inconformes con el líder populista y decidieron atacar a su nación. El Presidente Eisenhower prefirió traicionar a sus aliados de la Segunda Guerra Mundial, antes que apoyar esta agresión tripartita. Desde entonces en Egipto gobierna el partido de Nasser. El Presidente Obama una vez más debe elegir entre ponerse del lado de un viejo aliado (Mubarak) o defender los derechos del pueblo de Egipto. El Presidente de EE.UU. debe elegir entre “estabilidad” a la fuerza en la región más conflictiva del planeta y un principio democrático. Nuestro hermano pueblo norteamericano parece haber recuperado su compas moral.

La doble moral y discursos nacionalistas demagógicos tienen fecha de caducidad. Los tiranos que se afincan en el poder se apoyan en las armas y la ignorancia del pueblo. Con la Revolución Digital, la capacidad de un Gobierno de tapar el sol con un dedo ha llegado a su glorioso final. Líderes que defienden a gobiernos totalitarios que restringen las libertades del pueblo se jactan de ser muy anti-norteamericanos. Pero es Obama quien ha recuperado su norte y es EE.UU. quien nos confiere la tecnología de la libertad (Internet). ¿Creen que pueden seguir manipulando al pueblo y su capacidad de pensar y organizar su propia voluntad? Ni lo piensen.

sábado, 22 de enero de 2011

Exterminismo Nihilista

Tal vez sin saberlo, la oposición boliviana se torna un tanto talibán. Es tan solo natural. En el psique del ser humano habita un poderoso ímpetu que fácilmente se desboca: el deseo del poder. Ese instinto primitivo es fiscalizado por normas que garantizan que las mordeduras entre seres humanos sean mediante el voto, un procedimiento electoral que condujo al frenesí a senadores de la oposición. Tendrán sus buenas razones. No es mi intención evaluar la idoneidad del proceso, ni opinar sobre cuál hubiese sido el opositor “más puro”, digno de ser nombrado en el Senado segundo secretario. Lo que se pretende es observar un apetito que, bajo diversas excusas, banderas e ideología, busca atascarse de poder. Y si el emperador, aquel que gritaba en Tiwanaku “que mueran los malos”, ya no viste su famosa chompa a rayas, entonces la oposición empieza mostrar al desnudo su ambición del poder por el poder.

El Senador Gerald Ortiz, supuesto judas de la oposición, tiene exasperada a su propia bancada, antiguos compañeros que ahora le arrojan escarnios por culpa de unos escaños de poder. ¿Cuáles son las diferencias filosóficas entre el supuesto traidor y la ortodoxia opositora? ¿O es simplemente una pugna por cargos y privilegios? Parece que el proceso democrático se reduce velar por quién toma las decisiones, en detrimento de enmarcar posiciones ideológicas de fondo. Las riñas son frecuentes, pero quedan en la superficie, para relatar los errores del adversario. Este estilo contestatario busca culpables, a la vez que ofrece criterios ligeros. ¿Cuál es la visión de país de la oposición? Además de – con toda razón – quejarse por los atropellos del poder, no se percibe su convicción, no se impulsa un programa económico, no se enarbolan principios básicos que permitan al Gobierno actual entender la raíz de sus múltiples desaciertos debido a un modelo que, más que “Evonomics”, es una especie de economía vudú.

La economía no es posible sin estabilidad social. En ese sentido, existe un corolario de las ciencias sociales que nadie se atreve a enunciar: “La necesidad de represión es directamente proporcional a la carencia institucional”. Suena nefasto, pero la historia ofrece amplias evidencias. Para muestra, el botón más invisible de la ropa del emperador: el imperio Inca. Antepasados nuestros que se atrevieron a cuestionar el poder del Inca fueron torturados por las fuerzas invasoras. Mantener la unidad y estabilidad del imperio en la antigüedad necesitaba de altas dosis de sangre, un principio que fue aplicado por romanos, mongoles, francos y anglosajones. En el mundo civilizado de la actualidad, el corolario sigue siendo aplicado en países que son ingobernables precisamente por su bajo nivel de institucionalidad. Naciones sumidas en el caos, como ser Haití, Somalia, Sri Lanka y Túnez necesitan de un aparato estatal capaz de imponer un mínimo de orden. De lo contrario, de permitirse a las masas desafectadas y furiosas – con toda razón –ante su hambruna, desatar su ira en las calles de manera permanente, no es posible implementar solución económica alguna.

Existe en las ciencias sociales otro corolario que pocos se atreven a enunciar: “el impulso dionisiaco por el poder tiene una arista suicida”. Cuales árboles que deciden incendiarse a sí mismos, para que las ardientes brasas quiebren duras semillas y germine nueva vida, el ser humano suele arrasar con los suelos para saciar su sed del poder. Este exterminismo nihilista se manifiesta en ecologistas que inconscientemente celebran las inundaciones, las mazamorras que violentamente caen de laderas para sepultar todo a su paso y la hambruna que acompaña al calentamiento global. En sus retorcidas mentes, este castigo apocalíptico de la naturaleza forma parte de la transfiguración del ser humano. En ese sentido, algunos ecologistas exterminsitas comparten un perfil psicológico con talibanes, musulmanes y cristianos extremistas, cuya voluntad de poder se manifiesta en el deseo que descienda una bola de fuego divina sobre la tierra, para condenar a los malos y salvar a los que obedecieron su ortodoxia.

El extremismo del Gobierno fue alimentado por factores viscerales, entre ellos su insaciable apetito de poder. Ahora la oposición se detiene ante la coyuntura actual y parece emitir su voto por un descalabro económico y social. Hay que tener cuidado con lo que uno pide, porque aquello que se pide puede venirse con una potencia desastrosa. El Presidente Morales gritaba ante las ruinas de nuestros antepasados “que mueran los malos”, reflejando un maniqueísmo que ha caracterizado su mandato. Ahora la oposición parece regocijarse ante el descalabro de se pudiese avecinar. En vez de ayudar a enderezar la nave del Estado, para que la economía retome un rumbo correcto, parecen estar satisfechos con dejar que las recetas fracasadas del Evonomics toquen fondo. Ante el posible debacle social, de aplicarse a Bolivia los anteriores corolarios, el Gobierno tendrá que decidir entre reprimir los movimientos sociales que lo apoyaron, o ver nuestro Palacio Quemado arder una vez más.