jueves, 14 de abril de 2011

Ratan Tata

El mayor enclaustramiento es mental. Prisioneros de doctrinas del ayer, obedecemos a la definición más elegante de la demencia: seguir intentando lo mismo, esperando un resultado diferente. Los indios aprendieron esa lección en 1991, cuando apostaron por una economía de mercado y empezaron a salir de la pobreza, para convertirse en potencia mundial. Ahora un empresario indio - Ratan Tata - le quita su joya automotriz, Jaguar y Land Rover, a Inglaterra, antiguo imperio colonizador. El Grupo Tata es dueño de 98 empresas, con 65% de sus ingresos provenientes de inversiones en 56 países, en 6 continentes diferentes.

La India tiene 120 veces más habitantes que Bolivia, en un territorio apenas tres veces mayor. No obstante problemas de inflación y pobreza, el ingreso per cápita indio en 2010 fue de Bs. 1.900 por mes. En términos de volumen, la economía de la India es la cuarta más grande del planeta. La India ha logrado sacar 300 millones de la pobreza y solamente China crece a un ritmo más acelerado. Pero en contraste con los Tigres del Asia, cuyo éxito se debe a las exportaciones, su economía es impulsada por el consumo interno. Cuando se tiene una fuerza laboral de 467 millones, es más fácil crear el efecto multiplicador que - para defender un incremento salarial del 15% - usan como argumento los líderes sindicales de la COB.

Al lograr su independencia en 1947, India adoptó un socialismo “fabiano” y proteccionista. En 1991, el endeudamiento público obligó a liberalizar su economía. No obstante el proceso gradual de apertura comercial, la economía India continúa bajo el yugo del Estado, con más de 500 empresas bajo su control (equivalente al 40% del PIB). Gracias al correspondiente alto gasto público, la deuda de la India es actualmente alrededor del 80% del PIB, por lo que es un imperativo reducir el déficit y encausar una disciplina fiscal que siga haciendo atractiva la inversión extranjera. Preocupado por su propio déficit fiscal norteamericano, el Presidente Obama recientemente indicó que “las inversiones no llegan a un país que no sabe equilibrar sus cuentas”.

En ese sentido, el gobierno boliviano actuó responsablemente cuando dio la cara ante la presión sectorial, para avanzar una política de austeridad, que evite un déficit fiscal que estrangule nuestra precaria economía. Su nuevo némesis es la irracionalidad de quienes utilizan el lenguaje económico para argumentar a favor del incremento salarial (efecto multiplicador del 15%), a la vez que luchan por eliminar la ley de la oferta y demanda (21060). Tales contradicciones hacen eco a la esquizofrenia que se apodera de un modelo de desarrollo que no parece entender bien cuál es su propio horizonte.

De los indios podríamos aprender a abrir nuestro mercado para atraer inversión privada. Si bien la economía parece dar un vuelco negativo, hay razones para tener un poco de fe. El apoyo de líderes de la oposición al Presidente Morales en nuestra reivindicación marítima tal vez permita a los poderosos iluminarse, para que trabajen en pos de crear condiciones para que el puerto marítimo que tanto añoramos sirva para algo más que mojarse los pies. Mientras, tan solo queda soñar con hacer las cosas diferentes, para atraer mayor inversión, productividad, para algún día exportar por aire, tierra y mar. Queda soñar con algún día tener nuestro propio Ratan Tata, un empresario indio con licencia para volar un Falcón 2000, más lento y más pequeño al que vuela nuestro Presidente. Si hacemos las cosas diferentes, algún día tendremos empresarios que surquen Bolivia creando empleos, con presupuesto para comprar su propio jet.

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