La anatomía de la energía nuclear es polémica por naturaleza. En el interior del átomo se encuentra el arquetipo de energía cósmica; una fuerza vital convertida por el hombre en espada de Damocles. Con Fukushima, resurgen miedos que van en contrasentido del único consenso entre el eje Irán-Venezuela y occidentales: construir más reactores nucleares. En el ojo de la cancerígena tormenta está Francia, líder de la acción exigida por la Liga Árabe y apoyada por “imperialistas” como Dinamarca, Holanda, Bélgica, España y Canadá; una intervención militar en Libia que vierte gasolina sobre la otra fuente de energía: petróleo.
En antesala al 2012, el genocidio y calentamiento global obligan al ser humano tomarse en serio su voluntad colectiva. Por lo pronto, la comunidad internacional de hoy han decidido no permitir se repita el Ruanda y Bosnia de ayer. En medio de una hipócrita apología del delito por parte del carnicero de Trípoli, que arremete con artillería pesada en contra del pueblo, debemos también resolver como proveer mañana la energía que necesitará muy pronto la humanidad. Pero al igual que los yankees satanizan el comunismo y los ideólogos mucho más confundidos satanizan el mercado, el fundamentalismo verde sataniza la energía nuclear.
La visión se empaña cuando los tonos verdes, rojos y azules se van al extremo. Al radical le resulta inaceptable que en tierra de dragones conviva el estatismo más poderoso del planeta con la inversión privada. Con el unicornio azul perdido entre sus nubes, románticos amantes del retrovisor quisieran eliminar también todo tipo de reactor, incluyendo los más tecnológicamente avanzados. De satisfacerse su añoranza silvestre, millones de humanos morirían en manos del hambre y caos a ser desatado cuando se acabe su preciado oro negro, que actualmente subvenciona las travesuras de más de un tirano. La visión radical auspiciada por el odio visceral, ofusca una comprensión más complementaria.
La energía nuclear es una energía limpia, mucho más eficiente que otras energías renovables. El único desperdicio que emiten sus turbinas es vapor de agua. En Francia y EE.UU. han muerto por radiación - en toda la historia de la energía nuclear - menos de 3 personas. Francia obtiene 70% de su energía de reactores nucleares y es el país más limpio de toda Europa. Tan solo una muerte o deformación debido a la radiación es una tragedia que pesa sobre toda la humanidad. La otra realidad es que cientos de miles mueren cada año por respirar los residuos de carbono que exportan los países más retrogradas del planeta. En 40 años tendremos que alimentar de energía a millones de comunidades. Si no desarrollamos a gran escala una alternativa al petróleo, serán millones los que mueran de hambre y se masacren cada año por un litro de gasolina, en un escenario dantesco a la Mad Max.
Una empresa francesa en manos de Estado – Areva - es líder mundial en el sector de la energía nuclear. Su presidenta, Anne Lauvergeon, conocida como “Ana Atómica”, es una de las diez mujeres más poderosas del planeta. Ana estuvo recientemente en Japón, ayudando a Tokyo Electric Power (TEPCO) implementar normas de seguridad que eviten se repita la crisis nuclear de Fukushima Daiichi. En Japón, la empresa privada TEPCO hizo las cosas mal. Su negligencia y tecnología obsoleta (1970) podría costarle casi 140 mil millones de dólares y posiblemente ser nacionalizada. En Francia, la mezcla de estatismo y libre mercado demuestra ser muy buen modelo, el aire que respiran muy limpio y sus reactores nucleares la tecnología del futuro. ¡Vive le différence!
1 comentario:
Interesante
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