Más de 6,000 muertes en Libia; muchas (demasiadas) un “crimen contra la humanidad”. El tirano de Trípoli, incapaz de “leer” lo que sucede en su país, se aferra un poder que le ha dejado de pertenecer, a golpe de alto calibre. Mientras, en los lejanos Andes, le duele a la doble moral de trasnochados aferrados a su nueva Guerra Fría, únicamente el puñado de muertes accidentales de civiles en manos de la OTAN. Les duele cuando muere un inocente, solamente cuando el tirano es su enemigo. Si el tirano pertenece al clan, se revuelcan en el lodo del sofismo para limpiar la sangre de sus manos. Creen que condenar la sanguinaria brutalidad de sus amigos pondría en peligro una causa más elevada.
¿El petróleo de Libia es la causa de la guerra civil? Tanto dinero en manos de imperialistas, que todavía pueden comprar la consciencia e integridad física de cientos de miles de “mercenarios”; hombres, mujeres y niños dispuestos a morir con tal de crear en Libia una democracia. Pero si la ley de la selva está del lado de Gaddafi, entonces existe la posibilidad que sea el Presidente Obama quien actúa ilegalmente en esas tierras petroleras. Al llevar a cabo acciones bélicas en Libia sin autorización del Congreso de EE.UU., Obama ha suscitado dentro de su propio Congreso la censura de moros y cristianos.
Talibanes ejecutaron un exitoso acto terrorista y suicida en un hotel de lujo afgano, favorito entre occidentales. La hipocresía de enemigos de EE.UU. es silencioso testigo de la celebración en Bolivia de tal acto criminal. Entre sesos carcomidos por el cáncer de la venganza, el “enemigo de mi enemigo” no puede equivocarse. El objetivo talibán, plasmado en la foto de World Press Photo de una niña sin nariz, no hace mella en el sujeto de la historia que construye con relativismo subjetivo su ideal de “mundo mejor”. Presos de su maniquea visión, ofrendan un aplauso trasnochado a talibanes, haciéndose de la vista gorda cuando sus héroes suicidas pisotean valores básicos: Se olvidan del objetivo talibán de someter a mitad de la humanidad al yugo machista. Parece que los únicos terrorista que merecen morir en manos del Estado, son los protestantes sirios que amenazan la hegemonía del otro tirano-amigo, en tierras poco Sirias, enemigas de Israel.
Leo Strauss declaró vencedores de la Segunda Guerra Mundial a Hitler, una victoria plasmada en el relativismo moral de Nietzsche, abstracción del “ser” de Heidegger y perspectivismo de Max Weber; quien define al Estado como el monopolio de la violencia legítima. En teoría, esa violencia debe ser enmarcada en normas. No obstante, en Bolivia sigue siendo una abstracción la norma que permite al Gobierno frenar un levantamiento armado que atenta con violencia contra un gobierno democráticamente electo. Los que hacen contorsiones morales para defender a Gaddaffi, luego callan cuando el ejército boliviano necesita reglas claras para intervenir en un conflicto interno.
Si el ejército boliviano utilizaría, o no, el monopolio de fuerza mortal en el improbable caso que cambas del tercer anillo se abalancen armados sobre la nueva asamblea cruceña es una interrogante sin horizonte. Pero si Obama debe “cantinflearla” al interpretar la Resolución de Poderes de Guerra de 1973, que restringe los poderes del Presidente a la hora de declarar una guerra, en la flamante escuela de Warnes, donde se construye la nueva doctrina militar, deberían discutir los lineamientos que rigen la mutua defensa de países hermanos del Alba. Suficiente relativismo es otorgar condecoraciones a presuntos forajidos. Ojalá seamos más serios a la hora de normar el uso de la fuerza militar.
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