lunes, 3 de octubre de 2011

Das Kapital

La arrogante exuberancia del capital se debe a la extracción de plusvalía (Karl Marx). En otra dimensión de la lucha de clases, el Presidente debe su excedente de poder a la arrogante exuberancia de partidos tradicionales, que despilfarraron el capital político acumulado en la otra post-revolución. Pero si de capital se trata, la maquinaria política que sustenta el poder desnudo resulta ser un juguetito bien caro. Cuando a aviones, helicópteros, cientos de vagonetas, satélite y carreteras, se le suma la factura de bonos, viajes y bocas de una robusta burocracia ávida de dadivas, pozos suficientes un gobierno no tiene jamás (Hugo Chávez).




Cuando el estomago del aparato estatal cruje de hambre, el gobierno debe extraer plusvalía a la Madre Tierra. El socialismo, después de todo, también necesita acumular capital. Prueba irrefutable es que el sistema más depredador del planeta es el comunismo Chino. La URSS y bloque del Este también fueron infamemente célebres por asesinar ríos y bosques en nombre de su supuesto humanismo. Sin el acceso a grandes recursos, el socialismo no puede subvencionar su frondosa burocracia. La diferencia con el capitalismo es que, en lugar de empresarios codiciosos al margen de la ley, el comunismo utiliza un gobierno legalmente impune ante los gajes del desarrollismo. Un Estado que se erige por encima de la sociedad, es un Estado dueño y señor de la naturaleza y todos sus recursos: renovables o no-renovables.



El planeta está asediado por un animal muy exitoso, de muchos recursos, cuya arma favorita es la tecnología. Maquinarias e infraestructura, acerbo del intelecto humano, son codiciadas por comunistas y capitalistas por igual. Presos del remordimiento, ambos, cada cual a su manera, lamentan tener que ultrajar a la pachamama para poder sobrevivir. Nos mentimos si pensamos que únicamente el capitalismo necesita explorar, conquistar, explotar y extraer cada vez más y más recursos. (“Extraer” y “acumular”, dos caras ideológicas de la misma moneda).



Recursos suficientes un gobierno no tiene jamás. Es debido a esta obviedad que a nadie ya causa asombro el surgimiento del comunismo capitalista en el Dragón Asiático. Por el contario, incluso el socialismo cubano entiende que debe “ajustarse” ante los imperativos del capital, al extraer recursos (impuestos) de la venta de chutos Chevys de la Guerra Fría. El capitalismo y comunismo son sistemas igualmente exuberantes a la hora de extraer plusvalía. Pero el pueblo no siempre es víctima pasiva ante los poderes del sistema. En democracia, el pueblo tiene su propio capital: el capital político.



En democracia, la sociedad invierte su capital usando urnas que confieren poderes a individuos con ciertas cualidades. En Bolivia, el pueblo ha invertido ese capital político en el líder histórico del siglo XXI. Si en nombre de alimentar grandes bocas burocráticas nuestro líder decide, en gasolinazos y carreteras supuestamente “etnocidas”, derrochar su capital político, el pueblo debe empezar a reflexionar dónde invertir su propio la próxima vez que tenga una elección.



El pueblo ya votó por “todo lo contrario”. La próxima vez el pueblo deberá invertir mejor su recurso electoral. Debemos avanzar un modelo equilibrado, conciliador y complementario; no el caudillo renegado de turno. El último elegido nos conduce a un estatismo exuberante y centralizador, cuyos efectos nocivos ya se dejan sentir. Lamentablemente, el reportaje de la nueva marcha por la vida no puede evitar seguir dotando de capital políticos a individuos con persuasiones extremas. En contraste al estatismo resentido y comunismo total que promueven algunos “héroes” del TIPNIS, el Presidente Morales es un pequeño burgués con dotes de Nelson Mandela. Gaje del oficio de la prensa libre había sido empoderar a extremistas que merecen permanecer en el oscuro anonimato. En vez de seguir empoderando conspiradores que conducen a la ingobernabilidad, ojalá aprendamos a invertir mejor das kapital.

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