Encontrar una causa común es nuestro deber y salvación. Milenios atrás, intentamos adorar un solo Dios. Si bien fue un gran salto evolutivo, pugnas internas, Guerras Santas y Jihads indican que el monoteísmo no es el Santo Grial. ¿Amar al prójimo? Esa causa común está en la agenda hace más de dos mil años, con grandes dificultades a la hora de su implementación. ¿Miedo al diablo? Tuvo su época. Pero ni siquiera miedo al calvario de morir quemado logró crear la añorada hegemonía cultural. Después de Marx, la lucha de clases se convierte en disparador del esperado gran hegemón, con el proletariado al frente de una revolución liberadora. En Bolivia tres letras hablan volúmenes de la hegemonía de una clase sobre las demás: “C.O.B.”.
Para que su poder sea verdaderamente “hegemónico”, debe existir complicidad en aquel que acepta como legitimas las premisas dictatoriales. No es “hegemonía” si el conjunto de valores se imponen a punta de fusil. Su raíz etimológica es del griego, pero para los puristas “hegemón” es un odioso anglicismo que – con servilismo lingüista – se refiere a la supremacía absoluta del grupo dominante. Si bien su acepción original de “dominador” es de carácter institucional, también puede referirse al estamento ideológico-cultural que gobierna la psique colectiva.
Mientras en la ONU discuten valores universales, los humanos demuestran ser incapaces de valorar su propio hogar. Entre animales silvestres, el imperativo de supervivencia es fuerza hegemónica, una danza caótica de síntesis entre fuerza vital (élan vital) y programación visceral. En contraste, el hombre – joya de la creación - destruye su hábitat compartido. En lenguaje sencillo, endógeno y culturalmente abrazador, se exhorta al pueblo no botar basura en las calles. Pero ni las mortíferas riadas de febrero 2002 lograron avanzar la conciencia ecológica necesaria. Horrendas muertes a manos del desperdicio nuestro de cada día no es una abstracción ideológica: son víctimas tangibles. No obstante, la hegemonía de proteger la Pacha Mama nos sigue eludiendo. No podemos defender nuestras vidas con un sencillo acto de civilidad, pero los ideólogos del cambio suponen que si podemos imponer una hegemonía político-cultural, para avanzar su muy racional dictadura del proletariado.
Trasnochados de Gramci, por favor presten atención: En la naturaleza, historia y psique humana no existe una fuerza que sea más legítima. Borrachos del poder unidos, entiendan: si dejan caer su botella, entrará en efecto la fuerza de la gravedad, rompiendo su recipiente favorito. Pero si logran penetrar su vacio, encontrarán millones de millones de electrones, un movimiento errático en la dimensión subatómica que puede observarse solo con herramientas sofisticadas. Las dos fuerzas conviven en un mismo espacio: una gobierna objetos con masa, la otra gobierna su energía. No existe contradicción; existe complementariedad. Solamente un dogmático ignorante pretende derrocar la hegemonía de Newton en nombre de la física cuántica de Bohr.
La genética es otra herramienta de la creación, un eco biológico que permite a Dios escuchar los cambios suscitados por fuerzas siderales que golpearon Yucatán, permitiendo a las criaturas adaptarse al nuevo entorno. Únicamente en el oscuro extremismo fundamentalista Dios está peleado con la evolución. En ese proceso gradual, fuerzas primordiales están en conflicto permanente. Incluso en el cerebro unitario, el hemisferio izquierdo y derecho se contradicen, manifestándose a veces en poesía abstracta, otras veces con rigor intelectual. No existe hegemón posible, ni en la naturaleza, ni en la mente humana, ni en la C.O.B.
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