Guantánamo, Cuba. El mandato popular es cerrar esta prisión, una promesa electoral que ayudó a Obama ser elegido Presidente. El candidato Hugo Chávez hizo su propia dosis de promesas, muy parecidas a las que ayudaron al Presidente peruano Ollanta Humala trepar a la silla más alta. Todo político que aspire ser electo hace más promesas de las que jamás podría cumplir. Tal vez esa sea la naturaleza del animal político. Pero una cosa es ser humanamente incapaz de cumplir toda promesa electoral, otra muy diferente es traicionar los principios básicos bajo los cuales uno fue elegido. En la escala movible de la izquierda latinoamericana, con Lula en el extremo liberal y Chávez en el comunista, el candidato Humala prometió replicar el modelo brasilero. El Presidente Humala ahora se convierte en barómetro de los vientos del cambio que arrasarán las cordilleras de los Andes. Su mandato popular es mantener en Perú el modelo de economía de mercado. ¿Aguantará Humala presiones geopolíticas del ALBA?
Errar es humano. Incluso los más sabios cometen estupideces. Es la naturaleza del animal. El pueblo, que es más sabio que cualquier persona, casi nunca se equivoca. Cuando lo hace, es porque fue engañado por patrañas políticas diseñadas para enmascarar la verdadera agenda de los que - con las urnas - fueron ascendidos a “poderosos”. En las urnas, el argumento confiere poder. Pero una vez encaramados en el árbol, los poderosos intentan utilizar al Estado para perpetuarse, comprando lealtades con recursos del pueblo. Esa es la naturaleza del animal. Debido a la tendencia corruptora del poder, la democracia limita las veces que un individuo puede ser reelegido. Debido a la naturaleza del animal político, el caudillo debe hacerse a un lado para permitir que prospere el proceso de cambio. El individuo poderoso, de ego enaltecido, es más propenso que el colectivo a traicionar su propio ideal.
Una característica del colectivo es que no permanece estático. La siguiente generación es más sabia que la anterior, porque se beneficia de la experiencia acumulada, de la información divulgada y de los errores del pasado. Si bien hoy llenan la garganta con cerveza y narices con cocaína, mañana esos jóvenes llenarán los curules del congreso nacional. Cuando esa juventud perdida encuentre su camino, madure y aprenda de la naturaleza del animal, implementará su propio mandato popular, diferente al de sus antepasados. Esa es la naturaleza del proceso de cambio permanente. En el ojo de la tormenta intelectual está el papel que debe jugar el Estado. ¿Qué hará al respecto Humala? Pronto se sabrá.
El colectivo forja su destino sumando sabidurías individuales. Por muy sabio el pueblo, necesita de la experiencia personal. Esa es la gran contradicción dialéctica entre individuo-comunidad. Los humanos, propensos al error, juntos aprendemos en el camino. La juventud, con la arrogancia de su idealismo, algún día también aprenderá. Uno de esos jóvenes, Felipe González, primer Presidente socialista español, hoy, con los años encima, advierte: “Temo las voces que proponen utopías regresivas, que han demostrado hasta la saciedad que llevan al fracaso…Radicalizaciones que pretenden que el Estado sustituya a la sociedad, a los actores económicos, o los que defienden “la mano invisible del mercado” como elemento de autorregulación, sin intervención del Estado”. Gonzales rechaza ambos extremismos absolutistas. Suponer que un Estado todopoderoso, o el mercado, es capaz de resolverlo “todo”, es un mal dato popular. En los Andes se gesta gradualmente un equilibrio pluralista. ¿Qué aprendiste tú, Ollanta Humala?
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