miércoles, 26 de octubre de 2011

Funda Mental

Lleno de violencia, simbiosis y cooperación, el dictamen divino es que todo animal debe almorzar y corre el peligro de ser almuerzo. Asediados por enemigos más fuertes y rápidos, nuestra especie superó escollos propios de la supervivencia mediante una inteligencia superior. Pero por grande su potencial, nuestra mente binaria tiene su origen en un entorno poco propicio para celebrar la otredad. Diseñado en la prehistoria, cuando aun éramos cromañones, el cerebro se caracteriza por tomar decisiones ágilmente. Antes de pronunciar su primer verso fraternal, el frágil cuerpo cavernícola necesitó de una mente radical.

En la mismísima raíz del cerebro trinitario (reptiliano, límbico, neocorteza) reside un dualismo vital, que cumplió una valiosa función evolutiva. Con el avance de la civilización, sin embargo, la mente radical se convierte en lacra del planeta. El león, ¿nuestro enemigo? Antes de leyes, tecnología y complejos mapas existenciales - cortesía del lenguaje - un león era objeto de violencia: ¡punto! La reflexión holística, que permiten avanzar imperativos ecológicos, es un lujo reciente. El león, otrora enemigo mortal, ahora es protegido; celebrada su ferocidad. Adoramos al enemigo de ayer, no por un impulso primal de tótem, sino por una comprensión del delicado equilibrio entre fuerzas en aparente oposición. Por grandes los avances, el equilibrio es aún incipiente y la verdad parcializada sigue arropada en un manto de arrogancia.

Por ejemplo: la igualdad de género es el proyecto social más importante del siglo XXI. Revertir la injusticia histórica que ha sometido al 50% de la humanidad a la opresión patriarcal es deber y salvación. Sumar la inteligencia, pujanza y liderazgo de la mujer a la resolución de una profunda crisis económica y existencial es un imperativo práctico y moral. Pero con la arrogancia de la más noble causa, hay quienes reducen el 100% de las pequeñas diferencias entre hombre-mujer a una programación cultural, ignorando toda evidencia biológica.

Otro: pese a Grecia, et al, el mercado demuestra ser la mejor vía para el desarrollo. Si bien la energía de la sociedad civil – y no la de una cúpula de iluminados – es la que genera riqueza, la derecha recalcitrante en EE.UU. enarbola los “incentivos económicos” a tal punto que se prefiere hundir a su país en el caos político-económico, con tal de sabotear el “socialismo” de Barack Obama, quien comete el pecado de pretender subir impuestos a los millonarios.

Unito más: avanzar un equilibrio entre desarrollo y preservación es asunto de supervivencia. La Madre Tierra – un bien supremo - es sometida a una brutal depredación y la nueva tecnología de energía limpia aun no reemplaza al cochino petróleo. Por muy cierto todo ello, no todo aquel que cuestione la ciencia detrás de declaraciones eco-fundamentalistas es un enemigo de la Pachamama. Bolivia pierde decena de miles de hectáreas al año en manos del chaqueo despiadado y tala ilegal de árboles. Por ende, afirmar – sin mayor evidencia - que el desmonte de 80 hectáreas hubiese ocasionado la extinción de más de 900 especies parece ser una exageración. Imponer como “ciencia” incuestionable cualquier aseveración “ambientalista” es manipular el dolor colectivo que provoca la actual crisis ecológica.

El último: sin justicia social no existe la paz. Por noble el objetivo, ello no confiere el derecho a pisotear derechos inalienables. Las minorías tienen derechos constituidos en la Carta Magna, que no pueden ser abolidos, ni siquiera con el 99% del voto. Las mayorías, por muy grandes, no pueden imponer -a la mala- su verdad, por muy ilustre su objetivo. Cuando el llegar – como sea - al destino es más importante que construir un buen camino, confundimos al bosque por el árbol, cortesía de la venda sobre los ojos que entreteje nuestra mente radical.

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