Ante la amenaza que se repita la agresión de hordas germanas de la Primera Guerra Mundial, los galos decidieron erigir una de las defensas más famosas de la historia militar: la Línea Maginot. Esta línea de concreto, flanqueada por los Ardennes, es la más majestuosa de todas las barricadas. Su efectividad a la hora de detener al enemigo, sin embargo, caducó el día que la Luftwaffe creció sofisticadas alas de metal. La moderna tecnología de guerra del ejército alemán – y el Blitzkrieg a través de Bélgica - convirtió en obsoleto este coloso de la arquitectura. Los nazis circundaron la línea, a la vez que penetraron el territorio francés desde las alturas; vulnerando y humillando al que fue el poderoso ejército de Napoleón.
Perú es el mayor “enemigo” ideológico con el que – por el momento -compartimos frontera. En el departamento peruano de Cuzco, una zona montañosa de clima parecido a Yungas, yace el majestuoso Machu Pichu. Cuzco colinda con Madre de Dios, donde también se planta mucha coca, de la buena. Madre de Dios colinda con Pando. A diferencia del sus colegas del Chapare y Yungas, los productores de cocaína en esta zona selvática del Perú cuentan con autopistas asfaltadas que conectan su cato con el sindicato de narcotraficantes actualmente radicando en Pando. El destino final de la merca peruana no es Cobija, es Brasil.
Cualquiera supondría que semejante competencia desleal de nuestros vecinos conduciría al Comandante en Jefe a replicar la sutil beligerancia de su homónimo de Venezuela, enviando tropas a resguardar la integridad territorial de nuestra patria. Las fuerzas militares bolivianas, sin embargo, brillan por su ausencia. La carretera que va de Filadelfia a Puerto Maldonado pasa a un lado del rio Muyumano, una frontera porosa con Perú. En esa ruta apenas se ve una vagoneta Toyota de la FELC haciendo rondas. En Puerto Evo el reten aduanero es una pequeña oficina entre medio de tiendas. En Bolpebra, punto de encuentro con Perú y Brasil, el acceso del regimiento a provisiones y refuerzos es restringido a un puente aéreo, porque los precarios puentes de madera caen con las primeras lluvias de verano.
Obtener el 63% del voto exonera al gobierno de brindar explicación alguna. Como ciudadano aun libre y soberano, ello no me priva del derecho de preguntar. ¿Cuál es nuestra estrategia militar? Vamos a invertir 100 millones. Es importante adquirir la capacidad de defender a Bolivia. Ello no quiere decir que no podamos preguntar: ¿cuál es el plan? La historia de Francia demuestra que el objetivo de la inversión puede estar equivocado. Un debate libre entre ciudadanos, a la vez de una deliberación a puertas cerradas entre representantes, puede evitar gastar pólvora en gallinazo.
La confianza depositada en el actual gobierno por un pueblo que aplaude ciegamente cualquier y toda decisión ejecutiva es de asombrarse. Nada demuestra tal devoción mejor que la doble moral que se apodera de nuestro entorno “pacifista”. Los más estridentes adeptos hubiese lanzado un grito al cielo (y piedras a mansalva) si fuese otro gobierno quien decide invertir 100 millones de dólares en importar armas, en vez de crear empleos. Es verdad que cuando la patria se encuentra asediada por el enemigo, tal concentración del poder – nos enseña la historia y George W. Bush – es un mal necesario. Curiosamente, al igual que en EE.UU., el enemigo llegó a Bolivia en vuelos comerciales. En vez de saudís suicidas, aquí aterrizaron europeos.
El argumento aquí es sencillo: democracia que no se ejerce se marchita. Es menester del ciudadano de a pie, por ende, preguntarse cuál es la estrategia militar; cuál es el enemigo; y cómo se piensa derrotarlo. Si el enemigo es EE.UU., tal vez deberíamos incrementar el monto. Si el enemigo es interno, la lógica dominante dicta invertir en complementar la estrategia de hostigamiento político, con armas de represión. Tal vez el plan sea subsanar la actual huerfanidad militar de nuestras fronteras. Ello aún no lo sabemos; posiblemente porque es secreto militar.
Social y económicamente hablando, 100 millones de dólares permiten construir la infraestructura que brinda salud y educación, ayudando a su vez a generar empleos. Pero militarmente hablando, ese monto permite construir una línea de defensa únicamente si es una defensa ideológica. Afortunadamente para nuestros gobernantes, el actual proyecto abstracto de “defensa nacional” no será discutido y será aceptado sin cuestionamientos, gracias a que el poder ha triunfado rotundamente en despertar en nuestro pueblo las ganas de destruir un enemigo igualmente abstracto; un ímpetu alimentado por una gran imaginación.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
martes, 22 de diciembre de 2009
Nobleza Obliga
En épocas feudales el poder absoluto era otorgado a unos cuantos nobles caballeros por obra y gracia de la suprema racionalidad de Dios. Los privilegios conferidos por la voluntad del Creador se traducían en vastos castillos y gran responsabilidad social. “Mucho se espera de quien mucho recibe” es un proverbio que captura la esencia de noblesse oblige, un mandato implícito que conducía a condes y aristócratas a actuar, en lo posible, pensando primero en el bien común. Es decir, aunque los hidalgos patronos eran dueños del destino de sus humildes vasallos, el deber cívico no les era un espíritu ajeno, por lo que en su accionar eran guiados por una ética que ahora encuentra simétrica correspondencia en el moderno dictador tropical.
El noble deseo de obrar con las mejores intenciones no impedía que la monarquía sienta gran desprecio por las brutas costumbres de plebeyos. No es casualidad que - en la construcción de una nueva utopía por parte de la clase política actualmente en el poder - se reproduzca el mismo desdén que solían sentir príncipes por los bajos instintos de un pueblo grosero. La mundana obsesión de los siervos de consumir los manjares conferidos a la elite política por el más grande soberano, producía repugnancia en sus finos corazones. Ese mismo desprecio ahora se manifiesta en los neo-socialistas, que miran con idéntico sentido de misión divina y superioridad al vulgar apetito consumista del ciudadano común, desde las alturas de la torre de marfil que les otorga el poder del Estado.
Según la racionalidad del fascismo ecológico, el planeta ha engordado inútilmente con una dieta de automóviles, electrodomésticos y utensilios de la vanidad. Impregnados con el aroma de marcas de prestigio internacional, los logos han creado una inútil e insaciable hambre por bienes de consumo que ha elevado a niveles intolerables el “colesterol” capitalista. Ante la crisis ecológica desatada por el éxito del intercambio comercial, la sociedad debe ahora someterse a una estricta dieta de escasez y homogeneidad. Según los misioneros del eco-fascismo, los niveles de bienes que consume el ser humano deben ser ahora reducidos a su más mínima expresión.
Para vivir bien se debe eliminar – a la fuerza de ser necesario – la vanidad y apetito de diferenciarnos los unos de los otros. Para sobrevivir como planeta, debemos renunciar a las superficialidades que tan solo alimentan al monstro industrial. ¿Puede esperar a conversar mirándole a los ojos a su ser querido? ¡Entonces renuncie a su bendito celular! Necesitamos urgentemente una dieta estricta, que nos obligue desertar a la deshumanizante tecnología que nos somete a un aislamiento dentro del compartimiento del automóvil; que nos embrutece frente a una caja de imágenes y sonidos; y que reduce nuestra voz a impulsos electromagnéticos. Afortunadamente esa dieta existe y se llama estatismo social – o socialismo totalitario.
Una mente binaria que reduce el mundo a amigo/enemigo es natural, lo mismo que son naturales los bajos instintos. En África nuestro lejanos antepasados desarrollaron un apetito insaciable por azucares y grasas. El hecho que el instinto sea “natural” no lo hace socialmente deseable. Lo mismo puede decirse de un desenfrenado y desinhibido ímpetu sexual, o la agresividad que ha caracterizado al ser humano en las cientos de miles de guerra a lo largo de la historia. Aquí no se pretende defender el consumismo, ni los instintos que lo acompañan. El objetivo de crear mayor consciencia y comprensión de nuestra interdependencia con la madre naturaleza es compartido. La diferencia es simplemente de estrategia.
Mientras los apóstoles de la destrucción pretenden encadenar al ser humano, para así salvar al planeta de sus insaciables apetitos, existe otra corriente ideología que prefiere integrar al ser humano, para así crear el espíritu de cooperación y solidaridad – entre unos y otros, y hacia la naturaleza – que permite una cosmovisión superior. El paradigma de la modernidad esta desahuciado; el ímpetu de su racionalismo materialista muere desgastado de tanto ser forzado a interpretar toda realidad. La vida está compuesta de fuerzas antagónicas que – en su danza dialéctica de simultánea atracción y conflicto – crean la fuerza vital que necesita la vida. Abrazar tan solo un de las fuerzas es una manera segura de invitar a la mortal entropía que – con gran sabiduría – se evita precisamente mediante la libre y equilibrada interacción entre polos opuestos y complementarios a la vez.
Un nuevo paradigma nace en las cenizas de la modernidad; una visión holística que barrerá al capitalismo salvaje y al socialismo totalitario al basurero de la historia. Ambos extremos ideológicos son reminiscencias de la ignorancia del pasado, que deben ahora ceder ante una nueva síntesis entre la fe y la razón; la ciencia y espiritualidad humana; la intrusa mano del Estado y el libre esfuerzo individual. La tecnología de modernos reactores nucleares por los que lucha el pueblo de Irán y las baterías de litio, forman parte de la solución al problema de contaminación. Las tecnologías a base de hidrógeno y energía solar – entre otras – han de pronto revertir el proceso de calentamiento global. La sobrepoblación, huracanes y sequías son flagelos que no se han de superar de inmediato. Estamos en crisis y necesitamos despertar de nuestro narcisista letargo consumista. Pero suponer que la consciencia humana ha de seguir evolucionando simplemente porque unos cuantos virtuosos - capaces de noblemente disfrutar de su gran poder vistiendo el mismo atuendo - coloquen sumariamente un bozal a nuestros bajos instintos, es menospreciar una de las fuerzas más grandes de la naturaleza: el impulso de ser libre.
El noble deseo de obrar con las mejores intenciones no impedía que la monarquía sienta gran desprecio por las brutas costumbres de plebeyos. No es casualidad que - en la construcción de una nueva utopía por parte de la clase política actualmente en el poder - se reproduzca el mismo desdén que solían sentir príncipes por los bajos instintos de un pueblo grosero. La mundana obsesión de los siervos de consumir los manjares conferidos a la elite política por el más grande soberano, producía repugnancia en sus finos corazones. Ese mismo desprecio ahora se manifiesta en los neo-socialistas, que miran con idéntico sentido de misión divina y superioridad al vulgar apetito consumista del ciudadano común, desde las alturas de la torre de marfil que les otorga el poder del Estado.
Según la racionalidad del fascismo ecológico, el planeta ha engordado inútilmente con una dieta de automóviles, electrodomésticos y utensilios de la vanidad. Impregnados con el aroma de marcas de prestigio internacional, los logos han creado una inútil e insaciable hambre por bienes de consumo que ha elevado a niveles intolerables el “colesterol” capitalista. Ante la crisis ecológica desatada por el éxito del intercambio comercial, la sociedad debe ahora someterse a una estricta dieta de escasez y homogeneidad. Según los misioneros del eco-fascismo, los niveles de bienes que consume el ser humano deben ser ahora reducidos a su más mínima expresión.
Para vivir bien se debe eliminar – a la fuerza de ser necesario – la vanidad y apetito de diferenciarnos los unos de los otros. Para sobrevivir como planeta, debemos renunciar a las superficialidades que tan solo alimentan al monstro industrial. ¿Puede esperar a conversar mirándole a los ojos a su ser querido? ¡Entonces renuncie a su bendito celular! Necesitamos urgentemente una dieta estricta, que nos obligue desertar a la deshumanizante tecnología que nos somete a un aislamiento dentro del compartimiento del automóvil; que nos embrutece frente a una caja de imágenes y sonidos; y que reduce nuestra voz a impulsos electromagnéticos. Afortunadamente esa dieta existe y se llama estatismo social – o socialismo totalitario.
Una mente binaria que reduce el mundo a amigo/enemigo es natural, lo mismo que son naturales los bajos instintos. En África nuestro lejanos antepasados desarrollaron un apetito insaciable por azucares y grasas. El hecho que el instinto sea “natural” no lo hace socialmente deseable. Lo mismo puede decirse de un desenfrenado y desinhibido ímpetu sexual, o la agresividad que ha caracterizado al ser humano en las cientos de miles de guerra a lo largo de la historia. Aquí no se pretende defender el consumismo, ni los instintos que lo acompañan. El objetivo de crear mayor consciencia y comprensión de nuestra interdependencia con la madre naturaleza es compartido. La diferencia es simplemente de estrategia.
Mientras los apóstoles de la destrucción pretenden encadenar al ser humano, para así salvar al planeta de sus insaciables apetitos, existe otra corriente ideología que prefiere integrar al ser humano, para así crear el espíritu de cooperación y solidaridad – entre unos y otros, y hacia la naturaleza – que permite una cosmovisión superior. El paradigma de la modernidad esta desahuciado; el ímpetu de su racionalismo materialista muere desgastado de tanto ser forzado a interpretar toda realidad. La vida está compuesta de fuerzas antagónicas que – en su danza dialéctica de simultánea atracción y conflicto – crean la fuerza vital que necesita la vida. Abrazar tan solo un de las fuerzas es una manera segura de invitar a la mortal entropía que – con gran sabiduría – se evita precisamente mediante la libre y equilibrada interacción entre polos opuestos y complementarios a la vez.
Un nuevo paradigma nace en las cenizas de la modernidad; una visión holística que barrerá al capitalismo salvaje y al socialismo totalitario al basurero de la historia. Ambos extremos ideológicos son reminiscencias de la ignorancia del pasado, que deben ahora ceder ante una nueva síntesis entre la fe y la razón; la ciencia y espiritualidad humana; la intrusa mano del Estado y el libre esfuerzo individual. La tecnología de modernos reactores nucleares por los que lucha el pueblo de Irán y las baterías de litio, forman parte de la solución al problema de contaminación. Las tecnologías a base de hidrógeno y energía solar – entre otras – han de pronto revertir el proceso de calentamiento global. La sobrepoblación, huracanes y sequías son flagelos que no se han de superar de inmediato. Estamos en crisis y necesitamos despertar de nuestro narcisista letargo consumista. Pero suponer que la consciencia humana ha de seguir evolucionando simplemente porque unos cuantos virtuosos - capaces de noblemente disfrutar de su gran poder vistiendo el mismo atuendo - coloquen sumariamente un bozal a nuestros bajos instintos, es menospreciar una de las fuerzas más grandes de la naturaleza: el impulso de ser libre.
sábado, 19 de diciembre de 2009
Eco-Fascismo
El suicidio obstaculiza la entrada al cielo y la eutanasia es ilegal. ¿Libertad de quitarse la vida? ¡Negada! Sobrevivir es el instinto supremo de la naturaleza y primer mandato de Dios. En contrasentido de la vida, la “cultura de la muerte” del capitalismo nos llena de bienes de consumo que – lejos de crear felicidad – nos conducen al abismo de la hecatombe climática. En nombre de la mismísima existencia, el socialismo del siglo XXI debe ahora transferir libertades individuales a un dictador benevolente: un Führer “verde” que sea testaferro de una superior racionalidad.
Hay demasiados dueños de autos, ¡maldita sea! El éxito económico subvenciona el fanatismo político y religioso de los regímenes más autoritarios del planeta - que no tienen ningún conflicto ético en vender su negro veneno. Otra consecuencia de una creciente capacidad de consumo de miles de millones de familias es la crisis ecológica actual. El argumento anterior es de Rudolf Bahro, pionero de una ideología llamada eco-fascismo.
En EE.UU. la esclavitud era legal y en la Alemania nazi se promulgaron leyes que expropiaron la propiedad de judíos, para luego justificar su exterminio. Se supone que la ley es expresión de nuestra sensatez. Pero cuando se impone la ley del más fuerte, los principios básicos de decencia humana se arrodillan ante lo que el poderoso considera “racional”. La “cultura de la vida” del nuevo poder ahora dictamina que debe colocarse un bozal sobre el instintivo ímpetu humano de consumir. La racionalidad del modelo neo-socialista – que hereda las deficiencias económicas de su antecesor – es crear leyes que - en nombre de la supervivencia - impongan su propia supervivencia política; incluso si ello requiere revertir el Estado a su forma más absolutista y draconiana.
Rudolf Bahro fue disidente en Alemania Oriental, por lo que fue enviado a un Gulag. Herbert Marcuse intercedió en su favor, por lo que Bahro fue liberado. Exiliado en Alemania Federal, su desprecio de la sociedad industrial y consumismo asumió su máxima expresión en su teoría del “exterminismo”. Bahro murió relativamente joven de leucemia, un cáncer supuestamente inducido por la radiación aplicada por la Stasi en cárceles de la Alemania comunista a disidentes políticos, para mejor rastrear sus pasos. El fanático ímpetu de Bahro de destruir al monstro industrial que escupe bienes de consumo y columnas de humo - antes que el Frankenstein de metal destruya al planeta - sobrevive. El espíritu de Bahro ha sido reencarnado por la cruzada bolivariana en contra del egoísmo y la ambición.
Existen muchos delicados equilibrios. La transición a motores eléctricos alimentados por litio boliviano permitirá crear el crecimiento que requiere el planeta para no implosionar en la letal hambre, violencia y conflicto social. Pero en lugar de crear soluciones, los apóstoles del apocalipsis disparan su ignorante oxigeno a la destrucción de un modelo que – con todo y grandes deficiencias –demuestra ser eficiente a la hora de crear, entre otras una libertad inusitada. Si bien el irresponsable fanatismo de Bahro sigue reproduciéndose, ese “éxito” reproductivo no demuestra que el suyo sea camino a la “supervivencia”. Sus verborreas arrancan aplausos en los más desafectados por la modernidad, pero su deficiente racionalidad tan solo puede crear mayor miseria, haciendo aun más pesadas las cadenas. Lo que se necesitan son soluciones avanzadas. Lo único que ofrecen los herederos de Bahro es una letanía de culpables; un cáncer irracional que – lejos de salvar la humanidad – destruiría vida y libertad.
Hay demasiados dueños de autos, ¡maldita sea! El éxito económico subvenciona el fanatismo político y religioso de los regímenes más autoritarios del planeta - que no tienen ningún conflicto ético en vender su negro veneno. Otra consecuencia de una creciente capacidad de consumo de miles de millones de familias es la crisis ecológica actual. El argumento anterior es de Rudolf Bahro, pionero de una ideología llamada eco-fascismo.
En EE.UU. la esclavitud era legal y en la Alemania nazi se promulgaron leyes que expropiaron la propiedad de judíos, para luego justificar su exterminio. Se supone que la ley es expresión de nuestra sensatez. Pero cuando se impone la ley del más fuerte, los principios básicos de decencia humana se arrodillan ante lo que el poderoso considera “racional”. La “cultura de la vida” del nuevo poder ahora dictamina que debe colocarse un bozal sobre el instintivo ímpetu humano de consumir. La racionalidad del modelo neo-socialista – que hereda las deficiencias económicas de su antecesor – es crear leyes que - en nombre de la supervivencia - impongan su propia supervivencia política; incluso si ello requiere revertir el Estado a su forma más absolutista y draconiana.
Rudolf Bahro fue disidente en Alemania Oriental, por lo que fue enviado a un Gulag. Herbert Marcuse intercedió en su favor, por lo que Bahro fue liberado. Exiliado en Alemania Federal, su desprecio de la sociedad industrial y consumismo asumió su máxima expresión en su teoría del “exterminismo”. Bahro murió relativamente joven de leucemia, un cáncer supuestamente inducido por la radiación aplicada por la Stasi en cárceles de la Alemania comunista a disidentes políticos, para mejor rastrear sus pasos. El fanático ímpetu de Bahro de destruir al monstro industrial que escupe bienes de consumo y columnas de humo - antes que el Frankenstein de metal destruya al planeta - sobrevive. El espíritu de Bahro ha sido reencarnado por la cruzada bolivariana en contra del egoísmo y la ambición.
Existen muchos delicados equilibrios. La transición a motores eléctricos alimentados por litio boliviano permitirá crear el crecimiento que requiere el planeta para no implosionar en la letal hambre, violencia y conflicto social. Pero en lugar de crear soluciones, los apóstoles del apocalipsis disparan su ignorante oxigeno a la destrucción de un modelo que – con todo y grandes deficiencias –demuestra ser eficiente a la hora de crear, entre otras una libertad inusitada. Si bien el irresponsable fanatismo de Bahro sigue reproduciéndose, ese “éxito” reproductivo no demuestra que el suyo sea camino a la “supervivencia”. Sus verborreas arrancan aplausos en los más desafectados por la modernidad, pero su deficiente racionalidad tan solo puede crear mayor miseria, haciendo aun más pesadas las cadenas. Lo que se necesitan son soluciones avanzadas. Lo único que ofrecen los herederos de Bahro es una letanía de culpables; un cáncer irracional que – lejos de salvar la humanidad – destruiría vida y libertad.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Relativismo Post-Electoral
Si algún superávit tiene esa hermosa isla caribeña, es una pluralidad de percepciones sobre lo que es su realidad. No obstante, está lejos de ser “relativo” que gran parte de una visión opositora vive en Miami. Tener huestes simpatizantes en el extranjero, sin embargo, es una prerrogativa de la cual gozaron todos los partidos políticos bolivianos en las anteriores elecciones. En comarca andina la voluntad popular aun pertenece, incluso en el extranjero, al ciudadano; no a un solo partido. Es por ello que muchos bolivianos pudieron depositar su voto en Miami, Madrid y Buenos Aires.
Propongo, en el espíritu pluralista post-electoral, considerar legítima absolutamente toda percepción de la realidad cubana. Todos somos libres de elegir la versión de la verdad de Cuba que conozcamos personalmente, o que hayamos mejor imaginado. Ahora imaginémonos estar bajo hermosas palmeras escoltadas por el brazo amigo de una leve brisa marina viviendo allí todos los días.
La versión oficial de lo que es su propia realidad pertenece a quienes gobiernan esa isla; la percepción que internacionalmente más vale. Una razón es que los europeos comprenden que en una isla bloqueada y asediada por un imperio, un libre intercambio de opiniones compromete su integridad. Además, la percepción de quienes emigraron y adoptaron otra nacionalidad vale menos, porque ha sido oficialmente reducida a “opinión de gusanos”. El valor relativo de las diferentes percepciones sobre la vida en Cuba, sin embargo, no es aquí relevante. Para el ejercicio a continuación, todas las percepciones reflejan una parte de lo que es “Cuba”, por lo que somos libres de elegir cualquier versión.
Sin el demencial embargo comercial Cuba tal vez estaría a punto de convertirse en utopía. Con o sin embargo, nada humano es perfecto. Todo lo construido por mortales, con o sin bloqueos, debe superar errores del pasado. Cuba avanza y se tropieza a la vez. Intentemos, por ende, ser objetivos. Si su percepción del fruto de la revolución en Cuba es negativa, detenga su prejuicio y reflexione: ¿No es digna de admiración la quijotesca vocación de Fidel de luchar contra molinos del imperio? Por el contrario, si usted valora únicamente el idealismo con el cual se pretende forjar una realidad, ¿acaso no observa siquiera uno que otro error? Una deficiencia irrefutable - que no tiene nada de “relativa” - es la restricción totalitaria en Cuba de viajar libremente al exterior.
¿Logra imaginar su vida día tras día viviendo la misma experiencia comunista que vive el pueblo cubano? Los románticos rechazarán este tipo de ejercicio intelectual; mientras que la elite intelectual explicará indignada que las dos experiencias no son comparables. Es cierto. Para empezar los bolivianos tenemos demasiadas rutas como para que aquí funcionen bloqueos del extranjero; haciendo también imposible que nuestra salida a Perú, Chile, Argentina o Brasil sea prohibida por un partido gobernante, por dominante que sea. No somos una isla, ni Bolivia es Cuba. Entiendo. Esa no es la pregunta.
Si en algún aun lejano día, bajo un Presidente muy diferente al actual, el proyecto del poder político bolivariano llegase a transformarse en convertir Bolivia en Cuba, ¿cambiaría ello el espectro político y definición de “izquierda” e “izquierdista”? Bajo un cielo todavía democrático cualquier oposición a la hegemonía le gana a todo aquel que cuestiona al régimen actual el título de “derechista”. ¿De qué lado del espectro político quedaría usted si el actual proyecto político se transforma en imponer el modelo de Fidel? Esa es la pregunta.
Propongo, en el espíritu pluralista post-electoral, considerar legítima absolutamente toda percepción de la realidad cubana. Todos somos libres de elegir la versión de la verdad de Cuba que conozcamos personalmente, o que hayamos mejor imaginado. Ahora imaginémonos estar bajo hermosas palmeras escoltadas por el brazo amigo de una leve brisa marina viviendo allí todos los días.
La versión oficial de lo que es su propia realidad pertenece a quienes gobiernan esa isla; la percepción que internacionalmente más vale. Una razón es que los europeos comprenden que en una isla bloqueada y asediada por un imperio, un libre intercambio de opiniones compromete su integridad. Además, la percepción de quienes emigraron y adoptaron otra nacionalidad vale menos, porque ha sido oficialmente reducida a “opinión de gusanos”. El valor relativo de las diferentes percepciones sobre la vida en Cuba, sin embargo, no es aquí relevante. Para el ejercicio a continuación, todas las percepciones reflejan una parte de lo que es “Cuba”, por lo que somos libres de elegir cualquier versión.
Sin el demencial embargo comercial Cuba tal vez estaría a punto de convertirse en utopía. Con o sin embargo, nada humano es perfecto. Todo lo construido por mortales, con o sin bloqueos, debe superar errores del pasado. Cuba avanza y se tropieza a la vez. Intentemos, por ende, ser objetivos. Si su percepción del fruto de la revolución en Cuba es negativa, detenga su prejuicio y reflexione: ¿No es digna de admiración la quijotesca vocación de Fidel de luchar contra molinos del imperio? Por el contrario, si usted valora únicamente el idealismo con el cual se pretende forjar una realidad, ¿acaso no observa siquiera uno que otro error? Una deficiencia irrefutable - que no tiene nada de “relativa” - es la restricción totalitaria en Cuba de viajar libremente al exterior.
¿Logra imaginar su vida día tras día viviendo la misma experiencia comunista que vive el pueblo cubano? Los románticos rechazarán este tipo de ejercicio intelectual; mientras que la elite intelectual explicará indignada que las dos experiencias no son comparables. Es cierto. Para empezar los bolivianos tenemos demasiadas rutas como para que aquí funcionen bloqueos del extranjero; haciendo también imposible que nuestra salida a Perú, Chile, Argentina o Brasil sea prohibida por un partido gobernante, por dominante que sea. No somos una isla, ni Bolivia es Cuba. Entiendo. Esa no es la pregunta.
Si en algún aun lejano día, bajo un Presidente muy diferente al actual, el proyecto del poder político bolivariano llegase a transformarse en convertir Bolivia en Cuba, ¿cambiaría ello el espectro político y definición de “izquierda” e “izquierdista”? Bajo un cielo todavía democrático cualquier oposición a la hegemonía le gana a todo aquel que cuestiona al régimen actual el título de “derechista”. ¿De qué lado del espectro político quedaría usted si el actual proyecto político se transforma en imponer el modelo de Fidel? Esa es la pregunta.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Es la Producción del Individuo, Brutos
Una de las reglas doradas de la gestión pública y privada es que “se logran mejor aquellos objetivos que se pueden medir”. Sin una cuantificación del eficaz avance de nuestros esfuerzos colectivos, caminamos sin saber si hay progreso, o si damos vueltas sobre un mismo lugar, cual perro a punto de acostarse. Medir el bienestar social, sin embargo, requiere incluir variables que actualmente no son incluidas en el PIB, una estadística que reduce la economía al valor monetario total de la producción corriente de bienes y servicios. Esta reducción ignora aspectos humanos y ecológicos; como el valor intrínseco de una familia donde hijos y padres comparten en la mesa un guiso producido en casa, o el costo social de la depredación del medio ambiente.
Ante la deficiente medición del progreso y bienestar social, la nueva ortodoxia bolivariana apunta su retórica populista a las herramientas utilizadas para medir el PIB, en una campaña mediática que pretende crear otro mito: que cualquier medición monetaria de la economía es herramienta de opresión. El comandante Hugo Chávez en este caso tiene algo de razón. Pero dos males no hacen un bien. Si bien el PIB no mide la salud, felicidad y vitalidad moral del ser humano, ello no confiere mágicamente a Venezuela el estatus de utopía. Bajo cualquier medición o unicornio imaginable, el progreso bolivariano deja mucho que desear.
También deja mucho que desear la sociedad capitalista. El asesinado Robert F. Kennedy fue el primero en acusar de insuficiente la medición del PIB, lamentando que “en corto mide todo, excepto aquello que hace valiosa a la vida”. Kennedy fue intuitivo al establecer la necesidad de ir más allá de la eliminación de la pobreza material, para enfrentar también “la pobreza de satisfacción – propósito y dignidad – que nos aflige a todos”. Al igual que Simon Kuznets, creador de la contabilidad nacional que dio lugar al PIB, y Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía y “amigo” de Chávez, Kennedy advirtió hace casi medio siglo que el PIB no mide bienestar social. El PIB mide como crecimiento económico la contaminación ambiental, producción de armas nucleares, venta de alcohol y cigarrillos, y dineros invertidos en drogas y pornografía. Lo que no mide, en palabras del Kennedy, es “la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o el gozo de su juego”.
Los niños venezolanos juegan dichosos. Si se rompen una pierna, tienen gratuita curación. Los países capitalistas en su mayoría también tienen salud universal. El Presidente Obama ahora lucha por extender ese bienestar a su pueblo. Reducir el bienestar de la juventud a una atención gratuita de sus tropiezos en la vida, ignorando su integridad personal y libertad de pensamiento, es otra falacia igual de perversa que la medición del PIB. Sacrificar - cuales hormigas - su voluntad en aras de perpetuar los benevolentes y totalitarios dictados del llanero organismo colectivo, temo tampoco es medida de suprema felicidad o bienestar. Cuantificar mediante el PIB la dignidad humana en países con ingresos per cápita por encima de los 10 mil dólares – cuyas sociedades están en crisis social –es una mentira. Pero pensar que en países pobres el bienestar puede reducirse a servicios públicos otorgados gratuitamente por el Estado, mientras el pueblo vive desempleado en pobreza, es otro insulto a la inteligencia.
Ante la deficiente medición del progreso y bienestar social, la nueva ortodoxia bolivariana apunta su retórica populista a las herramientas utilizadas para medir el PIB, en una campaña mediática que pretende crear otro mito: que cualquier medición monetaria de la economía es herramienta de opresión. El comandante Hugo Chávez en este caso tiene algo de razón. Pero dos males no hacen un bien. Si bien el PIB no mide la salud, felicidad y vitalidad moral del ser humano, ello no confiere mágicamente a Venezuela el estatus de utopía. Bajo cualquier medición o unicornio imaginable, el progreso bolivariano deja mucho que desear.
También deja mucho que desear la sociedad capitalista. El asesinado Robert F. Kennedy fue el primero en acusar de insuficiente la medición del PIB, lamentando que “en corto mide todo, excepto aquello que hace valiosa a la vida”. Kennedy fue intuitivo al establecer la necesidad de ir más allá de la eliminación de la pobreza material, para enfrentar también “la pobreza de satisfacción – propósito y dignidad – que nos aflige a todos”. Al igual que Simon Kuznets, creador de la contabilidad nacional que dio lugar al PIB, y Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía y “amigo” de Chávez, Kennedy advirtió hace casi medio siglo que el PIB no mide bienestar social. El PIB mide como crecimiento económico la contaminación ambiental, producción de armas nucleares, venta de alcohol y cigarrillos, y dineros invertidos en drogas y pornografía. Lo que no mide, en palabras del Kennedy, es “la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o el gozo de su juego”.
Los niños venezolanos juegan dichosos. Si se rompen una pierna, tienen gratuita curación. Los países capitalistas en su mayoría también tienen salud universal. El Presidente Obama ahora lucha por extender ese bienestar a su pueblo. Reducir el bienestar de la juventud a una atención gratuita de sus tropiezos en la vida, ignorando su integridad personal y libertad de pensamiento, es otra falacia igual de perversa que la medición del PIB. Sacrificar - cuales hormigas - su voluntad en aras de perpetuar los benevolentes y totalitarios dictados del llanero organismo colectivo, temo tampoco es medida de suprema felicidad o bienestar. Cuantificar mediante el PIB la dignidad humana en países con ingresos per cápita por encima de los 10 mil dólares – cuyas sociedades están en crisis social –es una mentira. Pero pensar que en países pobres el bienestar puede reducirse a servicios públicos otorgados gratuitamente por el Estado, mientras el pueblo vive desempleado en pobreza, es otro insulto a la inteligencia.
martes, 1 de diciembre de 2009
Zona Tranca
El Estado absolvió a Cobija de los tentáculos fiscales del gobierno central confiriéndole estatus de “zona franca”. Queda así sobrentendido el permiso para contrabandear. Bienes exonerados de impuestos pasan en fila de hormiga por la esquina caliente de Bolivia, para conquistar al conquistador del Acre con precios inmejorables. Un libre tránsito de mercancías conduce a súbditos de Lula a subvencionar la economía local, a la vez que efectivos militares erigen una efectiva tranca al contrabando de hidrocarburos en la frontera con Brasil.
Dos fuerzas antagónicas conviven en esta amazonia boliviana: el libre comercio y el férreo control. En Cobija se requiere del beneplácito del Estado cada vez que uno carga combustible. Cual ciudad sitiada por una muralla de papeles, el uso de cada litro de gasolina debe ser autorizado mediante “hojas de ruta”, mientras un enjambre de trancas conforma una frontera burocrática interna para vigilar un solo bien: la gasolina subvencionada boliviana. Sin estos controles, el combustible sería vendido al otro lado de la frontera al doble de su valor. Persiste sin embargo el mercado negro, marcada su existencia por botellas de gasolina colocadas sobre la acera.
La dualidad pandina entre libre movimiento y trancas de control refleja la paradójica realidad boliviana. El gobierno establece la necesidad de un alto grado de control de todo recurso - incluyendo el recurso humano – a la vez que proclama una nueva era de libertad. Mientras, el potencial de conflicto hierve bajo la tensa calma, por lo que la receta para nuestra lenta industrialización parece ser un gobierno altamente dominante. Bajo cualquier otro gobierno, sería muy delicado que Bolivia contraiga acuerdos de mutuo beneficio con capitales extranjeros. Es precisamente ante el peligro de despertar la sensibilidad política del pueblo que los detalles legales de la futura relación contractual con REPSOL están siendo conjurados en rituales secretos, para evitar romper el hechizo populista del repudio a la inversión privada. El libre movimiento de capitales pertenecientes a hijos del odiado imperio español debe, por ende, convivir con la heroica proclamación de esta vez tener socios, nunca más patrones.
El permiso a REPSOL de extraer ganancias queda sobreentendido. Entiende el gigante español que la voluntad del gobierno de redactar nuevas leyes que permitan seguridad jurídica y mejores retornos a su inversión no puede hacerse pública en época electoral. Al pueblo de Cobija le queda también claro que el contrabando por Pando compensa el tiempo perdido en trámites y papeleos. En la paradoja boliviana, REPSOL viene a explotar los hidrocarburos, pero debe hacer relucir una vocación altruista; mientras Cobija pretende ser el gran bastión del consumismo boliviano. Todos deben jugar bajo el subterfugio de las cambiantes reglas dominantes, con tal de obtener un beneficio comercial.
La subvención y control del combustible es un “mal necesario”. Proclamar posible mantener inamovible eternamente el precio de la gasolina, a base de pura voluntad, es demagogia electoral. Tarde o temprano el desarrollo nacional no podrá seguir siendo subvencionada artificialmente por el Estado. Evidencia de ello es la apertura a capitales extranjeros. Pero como hemos ingresado a la Zona Desconocida, tapados bajo cobijas de una coyuntura económica favorable, el dominio político se profundiza mediante la importación de comerciantes de valles y altiplano andino; un tráfico legal de humanos que promete duplicar en Pando el valor del MAS.
Dos fuerzas antagónicas conviven en esta amazonia boliviana: el libre comercio y el férreo control. En Cobija se requiere del beneplácito del Estado cada vez que uno carga combustible. Cual ciudad sitiada por una muralla de papeles, el uso de cada litro de gasolina debe ser autorizado mediante “hojas de ruta”, mientras un enjambre de trancas conforma una frontera burocrática interna para vigilar un solo bien: la gasolina subvencionada boliviana. Sin estos controles, el combustible sería vendido al otro lado de la frontera al doble de su valor. Persiste sin embargo el mercado negro, marcada su existencia por botellas de gasolina colocadas sobre la acera.
La dualidad pandina entre libre movimiento y trancas de control refleja la paradójica realidad boliviana. El gobierno establece la necesidad de un alto grado de control de todo recurso - incluyendo el recurso humano – a la vez que proclama una nueva era de libertad. Mientras, el potencial de conflicto hierve bajo la tensa calma, por lo que la receta para nuestra lenta industrialización parece ser un gobierno altamente dominante. Bajo cualquier otro gobierno, sería muy delicado que Bolivia contraiga acuerdos de mutuo beneficio con capitales extranjeros. Es precisamente ante el peligro de despertar la sensibilidad política del pueblo que los detalles legales de la futura relación contractual con REPSOL están siendo conjurados en rituales secretos, para evitar romper el hechizo populista del repudio a la inversión privada. El libre movimiento de capitales pertenecientes a hijos del odiado imperio español debe, por ende, convivir con la heroica proclamación de esta vez tener socios, nunca más patrones.
El permiso a REPSOL de extraer ganancias queda sobreentendido. Entiende el gigante español que la voluntad del gobierno de redactar nuevas leyes que permitan seguridad jurídica y mejores retornos a su inversión no puede hacerse pública en época electoral. Al pueblo de Cobija le queda también claro que el contrabando por Pando compensa el tiempo perdido en trámites y papeleos. En la paradoja boliviana, REPSOL viene a explotar los hidrocarburos, pero debe hacer relucir una vocación altruista; mientras Cobija pretende ser el gran bastión del consumismo boliviano. Todos deben jugar bajo el subterfugio de las cambiantes reglas dominantes, con tal de obtener un beneficio comercial.
La subvención y control del combustible es un “mal necesario”. Proclamar posible mantener inamovible eternamente el precio de la gasolina, a base de pura voluntad, es demagogia electoral. Tarde o temprano el desarrollo nacional no podrá seguir siendo subvencionada artificialmente por el Estado. Evidencia de ello es la apertura a capitales extranjeros. Pero como hemos ingresado a la Zona Desconocida, tapados bajo cobijas de una coyuntura económica favorable, el dominio político se profundiza mediante la importación de comerciantes de valles y altiplano andino; un tráfico legal de humanos que promete duplicar en Pando el valor del MAS.
martes, 24 de noviembre de 2009
Malla Olímpica
El monopolio del concepto “bolivariano” - marca registrada de un proyecto ideológico - se ha profundizado con la llegada a Bolivia de los Juegos Bolivarianos. Con la bendición del Presidente Hugo Chávez Frías, los dioses del Olimpo triunfalmente descendieron sobre nuestro suelo plurinacional. Iluminada su razón por deidades helénicas, guiado su corazón por una muy llanera sabiduría, la encarnación de la “espada de Bolívar” ahora también expropia el concepto de “competencia”, para liberarlo de las garras del capitalismo. Estoy seguro – sin embargo – que de ser libremente cuestionada su admiración por el esfuerzo titánico de un atleta, Chávez manifestaría su voluntad de subordinar su egoísta sed de medallas preolímpicas a la humanista vocación de una excelencia desinteresada.
Toda corriente del capitalismo presupone que la excelencia se logra a través de una sinergia entre individuos que comprenden que no pueden competir, si primero no existen condiciones para cooperar entre ellos. En el “capitalismo” se premia el resultado en equipo del esfuerzo individual; una “cooperación” basada – en teoría - en una distribución justa de medallas. En contraste a sistemas fascistas de izquierda o derecha, son los sujetos - y no una burocracia - quienes determinan libremente cuando el aporte personal es o no es merecedor de dicho primer lugar. En la práctica, ganan la carrera capitalista por lo general los más mañudos, los que heredan una posición privilegiada, o aquellos dispuestos a vender su alma al todopoderoso dólar. La evidencia demuestra – sin embargo – que esa lamentable deficiencia sistémica y angurria de preseas se da también dentro del socialismo bolivariano. Es tan generalizada esta condición, que conduce a sospechar que el culpable es el factor en común entre ambas corrientes ideológicas: la naturaleza humana.
Las medallas bolivarianas se reparten según la militancia partidista o disposición a la complicidad de grandes hombres de negocios, cuya gran aptitud es saber mover capitales entre socios del alma. Ignoremos por el momento a empresarios con camisa marca camaleón, para enfocarnos en los atletas, los supuestos protagonistas del presente relato. Si bien es cierto que gran parte de los atletas compiten por amor a su patria y al deporte, la vocación social de un gran número de atletas “preolímpicos” es también masajeada por incentivos que se convierten en oro, de una u otra manera. La evidencia sobre la naturaleza humana tiende a mostrar que el esfuerzo y sacrificio es – en la mayoría - directamente proporcional a la posibilidad de recompensa. Tal vez en muchos la recompensa sea el placer olímpico de vencer al otro, o una vocación personal que impulsa a hacer bien el trabajo, incluso cuando no se percibe un sueldo. Pero se equivocan los socialistas al creer que pueden imponer las virtudes de una gran minoría al resto de la población. Sus grandes contradicciones los delatan.
Contradictorio, por ejemplo, es que a tiempo de profesar devoción por dioses del Olimpo en su occidental pugna por el primer lugar, el Presidente Chávez arrope su belicosidad en velos de una revolución que él llama “femenina”. Disfrazado su propio maniqueo absolutismo, lanza la jabalina a la siniestra devoción a la optimización del uso de recursos de la lógica capitalista. Para Chávez, la competitividad que nace del imperativo de la eficiencia no solo es masculina, sino que es también perversa. Nos advierte en sus muy entretenidas intervenciones públicas que, “los capitalistas celebrarían una epidemia”. ¿Por qué? Procede el paladín a explicar: el macabro gozo capitalista de la muerte se debe a que la economía se ”beneficiaría de la creciente demanda de ataúdes”. El socialismo, en contraste, no tiene interés otro que el bienestar humano, aun cuando la evidencia demuestra que su deficiente comprensión de la “competencia” perpetuán otra gran epidemia: la pobreza.
Los incentivos funcionan sobre todo cuando los resultados pueden medirse con fidelidad. En
el deporte, por ejemplo, es relativamente fácil medir el desempeño, porque alguien siempre gana. Esta particularidad del deporte delata un elemento igualmente siniestro de los incentivos de Chávez: su afinidad a prestarse del espíritu olímpico la obsesión con destruir y subyugar a toda competencia. Si bien es perversa su estructura de incentivos, hay que reconocerle su merito de haber construido una estructura muy efectiva en su precisión.
En los Juegos Bolivarianos se busca incentivar la excelencia. Entre los bolivarianos, el uso de incentivos selectivos logra lubricar excelentemente la obediencia y lealtad. Es debido a la precisión en la entrega de medallas de oro del Estado, que no le cabe duda a una pequeña élite cuando (y cuando no) obtiene su preciada presea. Lo triste que es que esta manera de “competir” se parece demasiado al elitismo capitalista. En el caso bolivariano, la nueva casta de militares, políticos y empresarios han dado un gran salto olímpico; mientras que los demás debemos resignarnos a que sea su comité organizador quien decida si por nuestro esfuerzo individual merecemos (o no) una mención honorífica al mérito. Ojalá ese sacrificio – “vocación social” – fuese para crear un Estado de Beneficencia. Lamentablemente – y como siempre –se llenan de medallas apenas unos cuantos titanes, mientras el Estado Totalitario construye sigilosamente una malla olímpica alrededor de nuestra posibilidad de alcanzar excelencia y construir nuestra libertad.
Toda corriente del capitalismo presupone que la excelencia se logra a través de una sinergia entre individuos que comprenden que no pueden competir, si primero no existen condiciones para cooperar entre ellos. En el “capitalismo” se premia el resultado en equipo del esfuerzo individual; una “cooperación” basada – en teoría - en una distribución justa de medallas. En contraste a sistemas fascistas de izquierda o derecha, son los sujetos - y no una burocracia - quienes determinan libremente cuando el aporte personal es o no es merecedor de dicho primer lugar. En la práctica, ganan la carrera capitalista por lo general los más mañudos, los que heredan una posición privilegiada, o aquellos dispuestos a vender su alma al todopoderoso dólar. La evidencia demuestra – sin embargo – que esa lamentable deficiencia sistémica y angurria de preseas se da también dentro del socialismo bolivariano. Es tan generalizada esta condición, que conduce a sospechar que el culpable es el factor en común entre ambas corrientes ideológicas: la naturaleza humana.
Las medallas bolivarianas se reparten según la militancia partidista o disposición a la complicidad de grandes hombres de negocios, cuya gran aptitud es saber mover capitales entre socios del alma. Ignoremos por el momento a empresarios con camisa marca camaleón, para enfocarnos en los atletas, los supuestos protagonistas del presente relato. Si bien es cierto que gran parte de los atletas compiten por amor a su patria y al deporte, la vocación social de un gran número de atletas “preolímpicos” es también masajeada por incentivos que se convierten en oro, de una u otra manera. La evidencia sobre la naturaleza humana tiende a mostrar que el esfuerzo y sacrificio es – en la mayoría - directamente proporcional a la posibilidad de recompensa. Tal vez en muchos la recompensa sea el placer olímpico de vencer al otro, o una vocación personal que impulsa a hacer bien el trabajo, incluso cuando no se percibe un sueldo. Pero se equivocan los socialistas al creer que pueden imponer las virtudes de una gran minoría al resto de la población. Sus grandes contradicciones los delatan.
Contradictorio, por ejemplo, es que a tiempo de profesar devoción por dioses del Olimpo en su occidental pugna por el primer lugar, el Presidente Chávez arrope su belicosidad en velos de una revolución que él llama “femenina”. Disfrazado su propio maniqueo absolutismo, lanza la jabalina a la siniestra devoción a la optimización del uso de recursos de la lógica capitalista. Para Chávez, la competitividad que nace del imperativo de la eficiencia no solo es masculina, sino que es también perversa. Nos advierte en sus muy entretenidas intervenciones públicas que, “los capitalistas celebrarían una epidemia”. ¿Por qué? Procede el paladín a explicar: el macabro gozo capitalista de la muerte se debe a que la economía se ”beneficiaría de la creciente demanda de ataúdes”. El socialismo, en contraste, no tiene interés otro que el bienestar humano, aun cuando la evidencia demuestra que su deficiente comprensión de la “competencia” perpetuán otra gran epidemia: la pobreza.
Los incentivos funcionan sobre todo cuando los resultados pueden medirse con fidelidad. En
el deporte, por ejemplo, es relativamente fácil medir el desempeño, porque alguien siempre gana. Esta particularidad del deporte delata un elemento igualmente siniestro de los incentivos de Chávez: su afinidad a prestarse del espíritu olímpico la obsesión con destruir y subyugar a toda competencia. Si bien es perversa su estructura de incentivos, hay que reconocerle su merito de haber construido una estructura muy efectiva en su precisión.
En los Juegos Bolivarianos se busca incentivar la excelencia. Entre los bolivarianos, el uso de incentivos selectivos logra lubricar excelentemente la obediencia y lealtad. Es debido a la precisión en la entrega de medallas de oro del Estado, que no le cabe duda a una pequeña élite cuando (y cuando no) obtiene su preciada presea. Lo triste que es que esta manera de “competir” se parece demasiado al elitismo capitalista. En el caso bolivariano, la nueva casta de militares, políticos y empresarios han dado un gran salto olímpico; mientras que los demás debemos resignarnos a que sea su comité organizador quien decida si por nuestro esfuerzo individual merecemos (o no) una mención honorífica al mérito. Ojalá ese sacrificio – “vocación social” – fuese para crear un Estado de Beneficencia. Lamentablemente – y como siempre –se llenan de medallas apenas unos cuantos titanes, mientras el Estado Totalitario construye sigilosamente una malla olímpica alrededor de nuestra posibilidad de alcanzar excelencia y construir nuestra libertad.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Ofensiva su Mejor Defensa
Resulta ofensivo que el sufrimiento de cientos de rehenes encarcelados por las FARC en selvas colombianas se desvanece ante la sola posibilidad que un soldado norteamericano sea juzgado en una corte militar propia por un crimen que aún no ha cometido. Es digno de un premio Nobel que - en lugar de sentirnos agredidos por el narco-terrorismo de las FARC - la hermandad entre las extremas izquierdas conduzca a nuestros pueblos a sentir ganas de derramar sangre para defender su derecho a impunemente asesinar, violar y lucrar del luto colombiano. La burda manipulación del psique colectivo – con claros fines electorales – pretende crear una psicosis de guerra; una cortina de humo tan descarada ¡que funciona! La verdadera guerra – sin embargo – es entre ideas, una batalla que los extremistas están cada vez más cerca de perder. Y como lo saben, se desesperan. Ojalá que la escalada de violencia entre Colombia y Venezuela; en la frontera entre México y EE.UU.; y en toda gran urbe latinoamericana logre lo impensable: que EE.UU. renuncie a su desgastada e inútil política hacia el narco-terrorismo. Si los EE.UU. abandonan las bases militares por la legalización de la cocaína, ese cambio pondría fin al lucrativo negocio del narco-terrorismo, acelerando así el descalabro del extremismo latinoamericano.
Lo último que el gobierno de EE.UU. quiere - o necesita - es otra guerra. Su pueblo esta fatigado y enfermo de prestar a sus hijos para que mueran en aventuras militares con fines ideológicos, o para hacer el ingrato papel del policía que todos odian. El imperio norteamericano está en crisis y peligro de implosión. Su arrogancia se viste de verdades absolutas; una tozuda incapacidad de entender los matices y consecuencias de su dogmatismo. Su arrogante apego al principio de “cero tolerancia” en el ámbito de los estupefacientes – cuya experiencia durante la Prohibición de principios de siglo XX debería ser escarmiento suficiente - conduce a una política exterior inflexible y a un peligroso maniqueísmo. En su lucha contra las drogas, los EE.UU. se han golpeado la cabeza mil veces contra la pared y caído otras tantas en el mismo hueco. ¡Pero no aprenden! La violencia que se apodera del continente americano tiene una sola raíz: el narco-terrorismo. Pretender controlar un negocio tan grande, con raíces políticas tan profundas, utilizando violencia militar, es una gran imbecilidad. En lugar de tropas norteamericanas, este cáncer debe ser extirpado mediante una burocracia internacional.
El único libre mercado que defienden implícitamente algunos gobiernos de nuestro hemisferio es el de la cocaína. ¿No es hora de empezar a tratar a las víctimas de las drogas en clínicas y controlar medicamente su adicción? En lugar, estamos tratando la aflicción en las morgues, manejando los cientos de miles de cadáveres de víctimas de una guerra entre carteles, que a este paso no ha de acabar jamás. En juego está la estabilidad del hemisferio. La verdadera desfachatez norteamericana no es acudir a la ayuda del pueblo colombiano en una terrible guerra que le ha causado luto durante décadas. ¡No! Su verdadera imbecilidad es creer que puede pelear “fuego con fuego”. La cocaína hay que legalizarla, controlarla y venderla en clínicas bajo receta médica. ¡Punto!
Colombia es el único país del hemisferio comprometido ideológicamente al libre mercado. Si bien nuestras “potencias” locales - Brasil, Chile y Argentina - manejan idénticas políticas; con maquiavélica complicidad les guiñan el ojo a sus camaradas marxista-leninistas. Solo el pueblo colombiano ha asumido una posición abierta en defensa de su derecho al intercambio comercial. ¡Allí está la verdadera guerra! Si debido a sus chauvinismos ideológicos (vis-a-vis el narco-terrorismo), EE.UU. le regala una bandera ideológica precisamente a esa lacra latinoamericana, flaco será el favor que le hace a todo el continente.
La cortina de humo del alma intenta abarcar las elecciones en Colombia, una silenciosa invasión que pretende regalarle a las FARC el territorio entero, para que así mejor financien la revolución. Si bien el pueblo colombiano está fatigado y enfermo del narco-terrorismo, la ignorancia es atrevida y la manipulación mediática de Telesur un caballo de Troya que podría calar en mentes fácilmente inducidas por la psicosis. Si los EE.UU. quieren realmente asestar un golpe mortal al narco-terrorismo, deben tener el valor de admitir su error y legalizar de una buena vez la cocaína. La prohibición de la cocaína hace de su consumo un elegante acto de rebelión. Su legalización, regulación y trato de todo aquel que consume cocaína como un “enfermo” que debe acudir a centros médicos para satisfacer su adicción, eliminaría de inmediato la violencia y el glamur. A su vez, quitándole el financiamiento al narco-terrorismo, el proyecto extremista perdería su mejor aliado. La guerra de ideas – sin embargo – sigue atrapado bajo cortinas de humo y cruce de balas de una estúpida guerra contra el narco-terrorismo que – a base de fuego – jamás se logrará ganar.
Lo último que el gobierno de EE.UU. quiere - o necesita - es otra guerra. Su pueblo esta fatigado y enfermo de prestar a sus hijos para que mueran en aventuras militares con fines ideológicos, o para hacer el ingrato papel del policía que todos odian. El imperio norteamericano está en crisis y peligro de implosión. Su arrogancia se viste de verdades absolutas; una tozuda incapacidad de entender los matices y consecuencias de su dogmatismo. Su arrogante apego al principio de “cero tolerancia” en el ámbito de los estupefacientes – cuya experiencia durante la Prohibición de principios de siglo XX debería ser escarmiento suficiente - conduce a una política exterior inflexible y a un peligroso maniqueísmo. En su lucha contra las drogas, los EE.UU. se han golpeado la cabeza mil veces contra la pared y caído otras tantas en el mismo hueco. ¡Pero no aprenden! La violencia que se apodera del continente americano tiene una sola raíz: el narco-terrorismo. Pretender controlar un negocio tan grande, con raíces políticas tan profundas, utilizando violencia militar, es una gran imbecilidad. En lugar de tropas norteamericanas, este cáncer debe ser extirpado mediante una burocracia internacional.
El único libre mercado que defienden implícitamente algunos gobiernos de nuestro hemisferio es el de la cocaína. ¿No es hora de empezar a tratar a las víctimas de las drogas en clínicas y controlar medicamente su adicción? En lugar, estamos tratando la aflicción en las morgues, manejando los cientos de miles de cadáveres de víctimas de una guerra entre carteles, que a este paso no ha de acabar jamás. En juego está la estabilidad del hemisferio. La verdadera desfachatez norteamericana no es acudir a la ayuda del pueblo colombiano en una terrible guerra que le ha causado luto durante décadas. ¡No! Su verdadera imbecilidad es creer que puede pelear “fuego con fuego”. La cocaína hay que legalizarla, controlarla y venderla en clínicas bajo receta médica. ¡Punto!
Colombia es el único país del hemisferio comprometido ideológicamente al libre mercado. Si bien nuestras “potencias” locales - Brasil, Chile y Argentina - manejan idénticas políticas; con maquiavélica complicidad les guiñan el ojo a sus camaradas marxista-leninistas. Solo el pueblo colombiano ha asumido una posición abierta en defensa de su derecho al intercambio comercial. ¡Allí está la verdadera guerra! Si debido a sus chauvinismos ideológicos (vis-a-vis el narco-terrorismo), EE.UU. le regala una bandera ideológica precisamente a esa lacra latinoamericana, flaco será el favor que le hace a todo el continente.
La cortina de humo del alma intenta abarcar las elecciones en Colombia, una silenciosa invasión que pretende regalarle a las FARC el territorio entero, para que así mejor financien la revolución. Si bien el pueblo colombiano está fatigado y enfermo del narco-terrorismo, la ignorancia es atrevida y la manipulación mediática de Telesur un caballo de Troya que podría calar en mentes fácilmente inducidas por la psicosis. Si los EE.UU. quieren realmente asestar un golpe mortal al narco-terrorismo, deben tener el valor de admitir su error y legalizar de una buena vez la cocaína. La prohibición de la cocaína hace de su consumo un elegante acto de rebelión. Su legalización, regulación y trato de todo aquel que consume cocaína como un “enfermo” que debe acudir a centros médicos para satisfacer su adicción, eliminaría de inmediato la violencia y el glamur. A su vez, quitándole el financiamiento al narco-terrorismo, el proyecto extremista perdería su mejor aliado. La guerra de ideas – sin embargo – sigue atrapado bajo cortinas de humo y cruce de balas de una estúpida guerra contra el narco-terrorismo que – a base de fuego – jamás se logrará ganar.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Bloqueo de Caminos
Integrar barrios y laderas requiere de visión, inversión y sacrificios. Un ejemplo son los puentes Trillizos, que compensarán molestias inmediatas, con placeres vehiculares de largo plazo. Un mejor y óptimo flujo de recursos, después de todo, mejora la calidad de vida de todos. Un recurso básico – sin embargo - está siendo muy mal utilizado. Ese recurso es la más básica y pálida sensatez. La cortesía de ceder el paso – por ejemplo – es otro sacrificio que ayuda a mejor utilizar nuestros recursos. Sin embargo, confundimos la civilidad con ciego altruismo, cuando en realidad la cortesía es un interés personal iluminado que permite avanzar conductas racionales de mutuo beneficio. Si bien es cierto que estamos obligados por ley a permitir que avancen los demás cuando la luz está en rojo, tan solo una cortés urbanidad detrás del volante garantiza un tráfico dinámico, evitando así que el caos se apodere de nuestro diario transitar.
Un sacrificio que realizamos todos los días es detener el paso para que pasen los demás. Ese principio básico confunde a mentes incapaces de descifrar la lógica del bien común. A la vez que se rasgan las vestiduras por la solidaridad comunitaria, quien al final gana es su ciego egoísmo, que les impide entender que no bloquear una intersección permite un mejor fluir del tráfico. La lógica del buen uso de recursos dicta que algunas veces debemos detener el paso, incluso cuando el verde nos confiere el derecho a circular. Cuando esa ética cívica se multiplica en cadena, la cortesía de sacrificar unos cuantos segundos es recompensada con un tránsito más ligero. Pero como la lógica es el recurso más escaso, a base de ignorantes bocinazos nos vemos obligados a meterle nomás, causado en cadena una maldita trancadera.
De no estar bien sincronizados, dos semáforos pueden también bloquear la circulación. Cuando una luz se pone verde, pero más abajo otra pasa a rojo, la contradicción perjudica a todos, que debemos democráticamente esperar a que el tráfico fluya a cuenta gotas. Si multiplicamos el tiempo perdido y gasolina desperdiciada, por las miles de horas que se pierden al año en cada intersección, lograremos entrever nuestra complicidad en el deterioro gradual del medio ambiente. Pero parece que las humaredas escupidas a la atmósfera en nuestro diario ritual del bloqueo de caminos no aporta al deshiele de nuestras cordilleras. Como los culpables del calentamiento global son otros, nuestra condición de víctimas nos confiere el derecho de seguir metiéndole nomás.
Se requiere mejorar nuestro uso de recursos. Una mejora sencilla es sincronizar semáforos en intersecciones estratégicas. ¿Cuánto costaría coordinar algunos semáforos para mejor organizar nuestra convivencia? Sincronizarlos ahorraría cientos de miles de horas y recursos mal invertidos en esperar que los semáforos se pongan por fin de acuerdo. Pero es más fácil profesar gran amor por la Pachamama, a la vez que se ignoran principios básicos de convivencia y protección ambiental. Bloqueados mentalmente, somos cómplices de perpetuar burocracias y conductas que detienen nuestro paso y ayudan incrementar la contaminación. Deberíamos ponernos rojos todos, pero de vergüenza. No obstante, sin sangre en la cara, nos quejamos de los malditos que con su egoísmo a la distancia destruyen el planeta, mientras aquí – con idéntica arrogancia – desperdiciamos recursos; entre otros la capacidad mental. Ese bloqueo invisible conduce a la perversa lógica que los explotadores deben actuar racionalmente en pos de preservar el medio ambiente, mientras que los explotados tenemos derecho de seguir metiéndole nomás.
Un sacrificio que realizamos todos los días es detener el paso para que pasen los demás. Ese principio básico confunde a mentes incapaces de descifrar la lógica del bien común. A la vez que se rasgan las vestiduras por la solidaridad comunitaria, quien al final gana es su ciego egoísmo, que les impide entender que no bloquear una intersección permite un mejor fluir del tráfico. La lógica del buen uso de recursos dicta que algunas veces debemos detener el paso, incluso cuando el verde nos confiere el derecho a circular. Cuando esa ética cívica se multiplica en cadena, la cortesía de sacrificar unos cuantos segundos es recompensada con un tránsito más ligero. Pero como la lógica es el recurso más escaso, a base de ignorantes bocinazos nos vemos obligados a meterle nomás, causado en cadena una maldita trancadera.
De no estar bien sincronizados, dos semáforos pueden también bloquear la circulación. Cuando una luz se pone verde, pero más abajo otra pasa a rojo, la contradicción perjudica a todos, que debemos democráticamente esperar a que el tráfico fluya a cuenta gotas. Si multiplicamos el tiempo perdido y gasolina desperdiciada, por las miles de horas que se pierden al año en cada intersección, lograremos entrever nuestra complicidad en el deterioro gradual del medio ambiente. Pero parece que las humaredas escupidas a la atmósfera en nuestro diario ritual del bloqueo de caminos no aporta al deshiele de nuestras cordilleras. Como los culpables del calentamiento global son otros, nuestra condición de víctimas nos confiere el derecho de seguir metiéndole nomás.
Se requiere mejorar nuestro uso de recursos. Una mejora sencilla es sincronizar semáforos en intersecciones estratégicas. ¿Cuánto costaría coordinar algunos semáforos para mejor organizar nuestra convivencia? Sincronizarlos ahorraría cientos de miles de horas y recursos mal invertidos en esperar que los semáforos se pongan por fin de acuerdo. Pero es más fácil profesar gran amor por la Pachamama, a la vez que se ignoran principios básicos de convivencia y protección ambiental. Bloqueados mentalmente, somos cómplices de perpetuar burocracias y conductas que detienen nuestro paso y ayudan incrementar la contaminación. Deberíamos ponernos rojos todos, pero de vergüenza. No obstante, sin sangre en la cara, nos quejamos de los malditos que con su egoísmo a la distancia destruyen el planeta, mientras aquí – con idéntica arrogancia – desperdiciamos recursos; entre otros la capacidad mental. Ese bloqueo invisible conduce a la perversa lógica que los explotadores deben actuar racionalmente en pos de preservar el medio ambiente, mientras que los explotados tenemos derecho de seguir metiéndole nomás.
martes, 3 de noviembre de 2009
El Imperio Boliviano
Si la definición de “imperio” es cuando un pueblo somete a otros, entonces en Bolivia ha habido por lo menos dos. No sabemos si para llegar a los Andes tuvieron que cruzar el estrecho de Bering o navegar los mares del Pacifico. Lo que sabemos es que nuestros antepasados del Asia primero se convirtieron en incas, para luego transformarse en un imperio. También sabemos con certeza que los otros colonizadores llegaron en fragatas; españoles que – al igual que los incas – sometieron a otros pueblos. Sus descendientes eventualmente se liberaron del yugo de la corona, solo para implementar su mezquina y racista jerarquía. Con el mismo desprecio de los incas hacia etnias conquistadas, estos hijos de la monarquía sometieron a los demás pueblos bajo el imperio de un Estado colonial.
“Aprendimos a leer, ya no nos maman” lee una leyenda escrita en paredes urbanas. Saber leer no es garantía de saber pensar, mucho menos de que los pueblos estén siendo liberados. El desprecio intolerante hacia otras etnias – por ejemplo – sigue siendo utilizado como arma de guerra psicológica para manipular mentes que se dejan conducir ciegamente por el odio. Aquí nadie parece haberse enterado del masivo repudio en EE.UU. estas últimas elecciones hacia los actos ilegales por parte de mandatarios elegidos democráticamente, que se mamaron a su pueblo con patrañas del “terrorismo” internacional. Cuando es el Gobierno de EE.UU. el que viola los derechos humanos, entonces no hay matices, ni posibles transformaciones. Pero cuando se trata del violento accionar del imperio bolivariano, los trazos son muy finos, justificando las muertes con la excusa de los miles de años de injusticia y explotación. Cuando el Gobierno boliviano es quien debe justificar su uso de fuerza mortal, entonces el fin justifica los medios y todo aquel que cuestiona su accionar es un traidor. Ese argumento lo aprendimos – irónicamente – del que fue vicariamente vilipendiado en las urnas por su propio pueblo: George W. Bush.
Otro gran ardid que venden gracias a la ignorancia es la conspiración que Bolivia estaba “en venta”. Bajo esta lógica, los únicos países soberanos son aquellos tan pobres, xenófobos, autárquicos y sin leyes, que nadie está dispuesto a invertir en su desarrollo. Las naciones más prosperas del planeta, son aquellas que abren sus puertas y brindan garantías a la inversión de capital. Si se mide el nivel de soberanía nacional en función a la ausencia de empresas extranjeras, entonces EE.UU., Brasil, Chile, Argentina, Canadá, toda Asia y toda Europa son pobres pueblos que se han vendidos enteritos. El hecho que el estándar de vida de sus pueblos es muchísimo más elevado que el nuestro debe ser pura casualidad. Nacionalizar recursos estratégicos y revertir una insensata privatización de servicios básicos ha colocado al Estado boliviano en una mejor posición para defender los intereses de los más necesitados. Las correspondientes ineficiencias tal vez sean – en el mediano plazo – un mal necesario. Lo cierto es que esas medidas cuentas con el apoyo del pueblo. Pero seguir satanizando toda y cualquier inversión extranjera es muy grande mamada.
La campaña mediática que explica la caída en el IDH debido a la caída de los precios internacionales del petróleo es otra metida de dedo a la boca de pozo. Si un menor precio del petróleo causa un menor presupuesto, entonces el superávit que tiene el Estado boliviano se debe a los precios favorables. La explicación del Gobierno, sin embargo, es otra. Cuando sufren las arcas, es debido a una conspiración que sabotea al imperio bolivariano con menores precios para el petróleo. Pero para tener la breve bonanza económica lo único que se necesitaba – nos quieren hacer creer - era un modelo “macroeconómico” que ahogue toda inversión.
Por último está la ingenuidad. Nadie acusa al Gobierno boliviano de estar involucrado en el separatismo. Una acusación es que permitieron que Roszas se convierta en un señuelo que atraiga moscas, para luego fumigarlas. Otra es haber actuado en su muerte al margen de la ley. El cuento que nos venden, sin embargo, es la CIA quien “enseñaba” a los policías a obtener evidencias de una escena del crimen. ¿A quién quería desestabilizar la CIA? ¿Enseñaban a los policías a filmar las turbias fechorías de los gobiernos “neoliberales”, para luego desestabilizarlos? ¡Parece que la lógica murió junto a los supuestos terroristas!
Filmar la escena del crimen debería ser una práctica obligada por ley, porque demostrar visualmente que la evidencia fue manejada con probidad garantiza los derechos de todo humano, no solamente del boliviano. Pero en lugar de claridad, reina la ambigüedad. No quedaba claro si el Gobierno infiltró al grupo terroristas desde un principio, o a medio camino. La necesidad de brindar una explicación ha sido también eliminada, simplemente retractando la versión inicial. Sembrar dudas, acusar sin fundamento y marear la perdiz es parte del proyecto de implementar un nuevo imperio bolivariano. Si el pueblo no puede ver el avance de una nueva agenda imperialista es porque tal vez aprendimos a leer, pero con maquiavélica ingenuidad nuestra mente sigue siendo manipulada.
“Aprendimos a leer, ya no nos maman” lee una leyenda escrita en paredes urbanas. Saber leer no es garantía de saber pensar, mucho menos de que los pueblos estén siendo liberados. El desprecio intolerante hacia otras etnias – por ejemplo – sigue siendo utilizado como arma de guerra psicológica para manipular mentes que se dejan conducir ciegamente por el odio. Aquí nadie parece haberse enterado del masivo repudio en EE.UU. estas últimas elecciones hacia los actos ilegales por parte de mandatarios elegidos democráticamente, que se mamaron a su pueblo con patrañas del “terrorismo” internacional. Cuando es el Gobierno de EE.UU. el que viola los derechos humanos, entonces no hay matices, ni posibles transformaciones. Pero cuando se trata del violento accionar del imperio bolivariano, los trazos son muy finos, justificando las muertes con la excusa de los miles de años de injusticia y explotación. Cuando el Gobierno boliviano es quien debe justificar su uso de fuerza mortal, entonces el fin justifica los medios y todo aquel que cuestiona su accionar es un traidor. Ese argumento lo aprendimos – irónicamente – del que fue vicariamente vilipendiado en las urnas por su propio pueblo: George W. Bush.
Otro gran ardid que venden gracias a la ignorancia es la conspiración que Bolivia estaba “en venta”. Bajo esta lógica, los únicos países soberanos son aquellos tan pobres, xenófobos, autárquicos y sin leyes, que nadie está dispuesto a invertir en su desarrollo. Las naciones más prosperas del planeta, son aquellas que abren sus puertas y brindan garantías a la inversión de capital. Si se mide el nivel de soberanía nacional en función a la ausencia de empresas extranjeras, entonces EE.UU., Brasil, Chile, Argentina, Canadá, toda Asia y toda Europa son pobres pueblos que se han vendidos enteritos. El hecho que el estándar de vida de sus pueblos es muchísimo más elevado que el nuestro debe ser pura casualidad. Nacionalizar recursos estratégicos y revertir una insensata privatización de servicios básicos ha colocado al Estado boliviano en una mejor posición para defender los intereses de los más necesitados. Las correspondientes ineficiencias tal vez sean – en el mediano plazo – un mal necesario. Lo cierto es que esas medidas cuentas con el apoyo del pueblo. Pero seguir satanizando toda y cualquier inversión extranjera es muy grande mamada.
La campaña mediática que explica la caída en el IDH debido a la caída de los precios internacionales del petróleo es otra metida de dedo a la boca de pozo. Si un menor precio del petróleo causa un menor presupuesto, entonces el superávit que tiene el Estado boliviano se debe a los precios favorables. La explicación del Gobierno, sin embargo, es otra. Cuando sufren las arcas, es debido a una conspiración que sabotea al imperio bolivariano con menores precios para el petróleo. Pero para tener la breve bonanza económica lo único que se necesitaba – nos quieren hacer creer - era un modelo “macroeconómico” que ahogue toda inversión.
Por último está la ingenuidad. Nadie acusa al Gobierno boliviano de estar involucrado en el separatismo. Una acusación es que permitieron que Roszas se convierta en un señuelo que atraiga moscas, para luego fumigarlas. Otra es haber actuado en su muerte al margen de la ley. El cuento que nos venden, sin embargo, es la CIA quien “enseñaba” a los policías a obtener evidencias de una escena del crimen. ¿A quién quería desestabilizar la CIA? ¿Enseñaban a los policías a filmar las turbias fechorías de los gobiernos “neoliberales”, para luego desestabilizarlos? ¡Parece que la lógica murió junto a los supuestos terroristas!
Filmar la escena del crimen debería ser una práctica obligada por ley, porque demostrar visualmente que la evidencia fue manejada con probidad garantiza los derechos de todo humano, no solamente del boliviano. Pero en lugar de claridad, reina la ambigüedad. No quedaba claro si el Gobierno infiltró al grupo terroristas desde un principio, o a medio camino. La necesidad de brindar una explicación ha sido también eliminada, simplemente retractando la versión inicial. Sembrar dudas, acusar sin fundamento y marear la perdiz es parte del proyecto de implementar un nuevo imperio bolivariano. Si el pueblo no puede ver el avance de una nueva agenda imperialista es porque tal vez aprendimos a leer, pero con maquiavélica ingenuidad nuestra mente sigue siendo manipulada.
sábado, 24 de octubre de 2009
La Derecha Ya Ganó
Hay derechistas por doquier, lo espinoso es saber identificarlos. Unos prefieren que el Gobierno - en lo posible - no interfiera en sus asuntos personales. Otros son más afines a aquellos europeos que hace unos setenta años atrás vestían de negro su nefasta versión del dogma comunitario. Es irónico que cualquier destello de defensa del derecho y libertad individual ahora lo coloque a uno en la columna de esos malvados; mientras que otros aplauden con impunidad que un pueblo otrora oprimido ahora clame por una dictadura popular. Los que exigen represión solían antes pertenecer a una derecha intolerante; aquella que demanda total adhesión a un Estado fascista, que obliga ceder al bien mayor toda potestad privada. Solían ser hijos de falangistas quienes miraban con ternura a la ingeniería social de Augusto Pinochet, añorando el día que en Bolivia ese experimento sea replicado. Ahora es todo un pueblo que – sin saberlo –gira hacia un derechismo recalcitrante.
El frenesí de someter al individuo al servicio de una cabeza orgánica unitaria ha conquistado por fin el afecto del pueblo, algo que la derecha tradicional debería celebrar. La mala noticia para los camisas negras es que el totalitarismo se pinta la cara de rojo, en lugar del azabache que hace palpitar sus malvados corazones. “Cuidado con lo que pides”, reza el refrán, porque se puede volver en realidad. La realidad es que - bajo el manto democrático – se empieza a instituir una neo-monarquía, con todo y mandato en base a la “sangre”.
El concepto de democracia que se avanza justifica cierto sometimiento al yugo del Estado. La esquizofrenia se debe en parte a una oportunista clase media, que vende sus principios a cambio de poder vestir el color de moda. Pero también se debe a que el crimen se ha apoderado de casi toda gran ciudad. Bajo la bandera que la casta neoliberal es culpable de crear la actual extrema pobreza, delincuentes de toda estirpe salen a las calles a reclamar su versión de justicia comunitaria. Justificados ideológicamente por las raíces “neoliberales” de su pobreza, un ejército de ampones impone su propio proyecto de expropiación. La lógica que gobierna en las calles es que los bienes en manos de los “ricos” deben pasar sumariamente a los más necesitados, haciendo valer cuchillo en mano sus derechos revolucionarios.
Esa misma lógica llega hasta la cabeza, quien supone que si su partido obtiene más del 50% del voto, nada de lo que hace como Gobierno puede ser considerado anti-democrático. Bajo esta lógica, la esclavitud del siglo XVIII en EE.UU. era “democrática”, debido a que muchísimo más de la mitad de la población, incluyendo los votos nulos de mujeres y esclavos, estaba a favor de someter a una minoría étnica. En EE.UU. tuvo que haber una guerra civil para establecer que las minorías tienen derechos inalienables; derechos que no están a la merced del capricho de las urnas. Ese espíritu de libertad– “afortunadamente” – ha de ser reprimido con equipos antimotines donados sin ánimo de dolo por el Gobierno venezolano.
Los linchamientos se han vuelto cotidianos. Pero si en barrios de clase media se organizan grupos de vengadores anónimos, que salen armados por las noches para castigar a la horda delincuentes que asaltan, golpean y violan con impunidad, ¿demostraría el Gobierno la misma lacónica actitud que demuestra ante linchamientos o motines protagonizados por el pueblo “verdadero”? Lo dudo, porque el derecho a ser derecha - e imponerse a palos –depende en la Bolivia del siglo XXI del color de la “camiseta”.
Flavio Machicado Terán
El frenesí de someter al individuo al servicio de una cabeza orgánica unitaria ha conquistado por fin el afecto del pueblo, algo que la derecha tradicional debería celebrar. La mala noticia para los camisas negras es que el totalitarismo se pinta la cara de rojo, en lugar del azabache que hace palpitar sus malvados corazones. “Cuidado con lo que pides”, reza el refrán, porque se puede volver en realidad. La realidad es que - bajo el manto democrático – se empieza a instituir una neo-monarquía, con todo y mandato en base a la “sangre”.
El concepto de democracia que se avanza justifica cierto sometimiento al yugo del Estado. La esquizofrenia se debe en parte a una oportunista clase media, que vende sus principios a cambio de poder vestir el color de moda. Pero también se debe a que el crimen se ha apoderado de casi toda gran ciudad. Bajo la bandera que la casta neoliberal es culpable de crear la actual extrema pobreza, delincuentes de toda estirpe salen a las calles a reclamar su versión de justicia comunitaria. Justificados ideológicamente por las raíces “neoliberales” de su pobreza, un ejército de ampones impone su propio proyecto de expropiación. La lógica que gobierna en las calles es que los bienes en manos de los “ricos” deben pasar sumariamente a los más necesitados, haciendo valer cuchillo en mano sus derechos revolucionarios.
Esa misma lógica llega hasta la cabeza, quien supone que si su partido obtiene más del 50% del voto, nada de lo que hace como Gobierno puede ser considerado anti-democrático. Bajo esta lógica, la esclavitud del siglo XVIII en EE.UU. era “democrática”, debido a que muchísimo más de la mitad de la población, incluyendo los votos nulos de mujeres y esclavos, estaba a favor de someter a una minoría étnica. En EE.UU. tuvo que haber una guerra civil para establecer que las minorías tienen derechos inalienables; derechos que no están a la merced del capricho de las urnas. Ese espíritu de libertad– “afortunadamente” – ha de ser reprimido con equipos antimotines donados sin ánimo de dolo por el Gobierno venezolano.
Los linchamientos se han vuelto cotidianos. Pero si en barrios de clase media se organizan grupos de vengadores anónimos, que salen armados por las noches para castigar a la horda delincuentes que asaltan, golpean y violan con impunidad, ¿demostraría el Gobierno la misma lacónica actitud que demuestra ante linchamientos o motines protagonizados por el pueblo “verdadero”? Lo dudo, porque el derecho a ser derecha - e imponerse a palos –depende en la Bolivia del siglo XXI del color de la “camiseta”.
Flavio Machicado Terán
miércoles, 21 de octubre de 2009
Una Divisa sin Visa
Irónico que el dinero – tal vez el más importante invento humano – no recibe el crédito que merece. Desde épocas remotas, la moneda es la manifestación suprema de una confianza compartida en la sociedad. Organizados bajo el elevado propósito de convivir prósperamente en paz, hemos necesitado desde el principio un testamento de mutua fe. Sin un mecanismo que permita el intercambio comercial de bienes y servicios, nada de lo que hemos logrado como civilización hubiese sido posible. Únicamente un contrato práctico y sin la inútil presencia de una burocracia, crea el incentivo básico para confiar en los cientos de millones de contratos que celebramos juntos todos los días. Si bien el trueque es una opción primitiva, mucho mejor ha demostrado ser un sencillo papel pintado con el rostro de alguna figura histórica que ha pasado a mejor vida. La moneda es más que un símbolo de un destino compartido, es el pilar fundamental de todo contrato social.
No existe civilización ni modelo económico que no use una moneda. Sin una manera rápida y eficiente de intercambiar todo aquello producido – incluyendo el arte y la propiedad intelectual - seguiríamos sumergidos en los fundamentalismos de una edad de piedra; un oscuro pasado donde el garrote decidía cómo repartir el producto del trabajo del otro. Y si de mano de obra se trata, el pueblo chino comunista es el que aporta a la humanidad el mayor número de las llamadas “horas-hombre”, un apelativo que seguramente habrá de cambiar en la medida que se reconoce el invaluable aporte a la productividad de mujeres de gran talante. En todo caso, si algo hacen juntos y muy bien chinos y chinas, es intercambiar efectivamente y fuera de sus fronteras aquello que producen con gran habilidad.
Los chinos, ortodoxos en muchos ámbitos de su preciada insurrección maoísta, son los mejores clientes del vilipendiado dólar. En su ancestral sabiduría y pragmatismo revolucionario, entienden que el dólar es una herramienta necesaria. Sin importarles el color de la piel o cuan rasgados son sus ojos, la China comunista de Mao es patrona del destino de las imágenes de Presidente gringos ya fenecidos, cuyos talantes adornan billetes pintados con un verde olivo. Hace muchas lunas que los chinos se compraron la deuda externa norteamericana, una herejía a la ortodoxia marxista que – lejos de frenar su desarrollo – ha sido instrumental en su ascenso de país tercermundista a potencia mundial, en apenas un par de generaciones.
Si el día de mañana el Euro llegase a ser para los chinos una mejor opción, seguramente no dudarán en cambiar de herramienta monetaria. Lo que dudo que hagan, por muy grande su éxito económico, es crear entre el puñado de países que aun se tildan “comunistas” una moneda inspirada en chauvinismos ideológicos. Temo que lo único que arrancaría en la China del siglo XXI dicha sugerencia – entre ministros, obreros y amas de casa – es una sonora e inteligente carcajada.
Nuestros dirigentes ofrecen un contraste que no podría ser mayor. En demostración de franca majadería intelectual, se ha llegado a escuchar entre nuestros más altos dignatarios el augurio que el dólar “corre peligro de desparecer”. Parecería inocente la sandez, pero refleja una actitud muy preocupante. Si algo ha de lograr un dólar débil, es incrementar las exportaciones norteamericanas; con el correspondiente ajuste a su balanza comercial y elevado nivel de desempleo. En cambio, un aun más valorizado peso boliviano lograría todo lo contrario. Si nuestra moneda se vuelve más cara, los productos bolivianos se vuelven más caros a su vez. En medio de una insensata estrategia política que - en lugar de desarrollar tratados y abrir mercados que beneficien al país – lo que busca es comerciar únicamente con el puñado de Gobiernos ideológicamente compatibles, jactarse de tener un “peso fuerte” es de tan mal gusto como burlarse del difunto en su propio funeral. El que hace rato que aquí agoniza es el sector exportador.
Con la excepción de Venezuela, los países del ALBA se empecinan en colocar trabas al intercambio comercial con mercados viables. Es en ese espíritu que se les ocurre ahora la brillante idea de crear una burocracia adicional para entorpecer aun más las exportaciones. Pero mientras que el purismo ideológico boliviano ha puesto al chauvinismo ideológico por encima de crear empleos, además de no tener inconveniente alguno en vender su contaminante petróleo al mercado norteamericano, el chavismo ha convertido el negocio de divisas yanquis en una manera efectiva de castigar a empresarios privados de la oposición y beneficiar artificialmente a los suyos. Los niveles de corrupción e ineficiencia experimentados en Argentina, Brasil y Bolivia durante la hiperinflación de los 80’, podrían ser igualados por el S.U.C.R.E., símbolo supremo de la politización ideológica del intercambio comercial.
Irónico que la nueva moneda del alma – tal vez la pachotada más grande de un casi bachiller – no despierte la preocupación que merece. Desde épocas remotas la corrupta maraña burocrática es la limitación suprema al desarrollo económico. Pero organizados bajo el propósito crear banderas políticas que importen el ardid de independencia, lo único que exportan nuestros líderes es una atroz dependencia hacia el yugo del aparato estatal. Crear una moneda virtual ha de requerir la inversión de cientos de miles de horas-hombre en inútiles papeleos administrativos. Hacerlo para intercambiar exportaciones también imaginarias, simplemente para sacar a relucir su visceral antipatía hacia los EE.UU., será un trágicamente jocoso pie de nota de nuestra historia; un cuento que el Agregado Comercial de China algún día contará, cuando se encuentre jubilado entre los suyos.
Para crecer hay que creer en la buena fe del otro, en los contratos y en una moneda; mejor si es una moneda nacional. Lo importante es contar con herramientas prácticas que permitan el mutuo beneficio - instrumentos ajenos a intereses y manipulaciones políticas o ideológicas. Lejos de representar una herramienta idónea, el S.U.C.R.E. será un triste tigre de papel, que necesitará de un papeleo similar al de obtener una visa para cruzar fronteras. Es decir, la nueva divisa requerirá de un trámite burocrático para ejercer su gran papel. Nadie cree en cuentos chinos, pero este es un cuento que juntos tendremos que tragar en un trigal.
No existe civilización ni modelo económico que no use una moneda. Sin una manera rápida y eficiente de intercambiar todo aquello producido – incluyendo el arte y la propiedad intelectual - seguiríamos sumergidos en los fundamentalismos de una edad de piedra; un oscuro pasado donde el garrote decidía cómo repartir el producto del trabajo del otro. Y si de mano de obra se trata, el pueblo chino comunista es el que aporta a la humanidad el mayor número de las llamadas “horas-hombre”, un apelativo que seguramente habrá de cambiar en la medida que se reconoce el invaluable aporte a la productividad de mujeres de gran talante. En todo caso, si algo hacen juntos y muy bien chinos y chinas, es intercambiar efectivamente y fuera de sus fronteras aquello que producen con gran habilidad.
Los chinos, ortodoxos en muchos ámbitos de su preciada insurrección maoísta, son los mejores clientes del vilipendiado dólar. En su ancestral sabiduría y pragmatismo revolucionario, entienden que el dólar es una herramienta necesaria. Sin importarles el color de la piel o cuan rasgados son sus ojos, la China comunista de Mao es patrona del destino de las imágenes de Presidente gringos ya fenecidos, cuyos talantes adornan billetes pintados con un verde olivo. Hace muchas lunas que los chinos se compraron la deuda externa norteamericana, una herejía a la ortodoxia marxista que – lejos de frenar su desarrollo – ha sido instrumental en su ascenso de país tercermundista a potencia mundial, en apenas un par de generaciones.
Si el día de mañana el Euro llegase a ser para los chinos una mejor opción, seguramente no dudarán en cambiar de herramienta monetaria. Lo que dudo que hagan, por muy grande su éxito económico, es crear entre el puñado de países que aun se tildan “comunistas” una moneda inspirada en chauvinismos ideológicos. Temo que lo único que arrancaría en la China del siglo XXI dicha sugerencia – entre ministros, obreros y amas de casa – es una sonora e inteligente carcajada.
Nuestros dirigentes ofrecen un contraste que no podría ser mayor. En demostración de franca majadería intelectual, se ha llegado a escuchar entre nuestros más altos dignatarios el augurio que el dólar “corre peligro de desparecer”. Parecería inocente la sandez, pero refleja una actitud muy preocupante. Si algo ha de lograr un dólar débil, es incrementar las exportaciones norteamericanas; con el correspondiente ajuste a su balanza comercial y elevado nivel de desempleo. En cambio, un aun más valorizado peso boliviano lograría todo lo contrario. Si nuestra moneda se vuelve más cara, los productos bolivianos se vuelven más caros a su vez. En medio de una insensata estrategia política que - en lugar de desarrollar tratados y abrir mercados que beneficien al país – lo que busca es comerciar únicamente con el puñado de Gobiernos ideológicamente compatibles, jactarse de tener un “peso fuerte” es de tan mal gusto como burlarse del difunto en su propio funeral. El que hace rato que aquí agoniza es el sector exportador.
Con la excepción de Venezuela, los países del ALBA se empecinan en colocar trabas al intercambio comercial con mercados viables. Es en ese espíritu que se les ocurre ahora la brillante idea de crear una burocracia adicional para entorpecer aun más las exportaciones. Pero mientras que el purismo ideológico boliviano ha puesto al chauvinismo ideológico por encima de crear empleos, además de no tener inconveniente alguno en vender su contaminante petróleo al mercado norteamericano, el chavismo ha convertido el negocio de divisas yanquis en una manera efectiva de castigar a empresarios privados de la oposición y beneficiar artificialmente a los suyos. Los niveles de corrupción e ineficiencia experimentados en Argentina, Brasil y Bolivia durante la hiperinflación de los 80’, podrían ser igualados por el S.U.C.R.E., símbolo supremo de la politización ideológica del intercambio comercial.
Irónico que la nueva moneda del alma – tal vez la pachotada más grande de un casi bachiller – no despierte la preocupación que merece. Desde épocas remotas la corrupta maraña burocrática es la limitación suprema al desarrollo económico. Pero organizados bajo el propósito crear banderas políticas que importen el ardid de independencia, lo único que exportan nuestros líderes es una atroz dependencia hacia el yugo del aparato estatal. Crear una moneda virtual ha de requerir la inversión de cientos de miles de horas-hombre en inútiles papeleos administrativos. Hacerlo para intercambiar exportaciones también imaginarias, simplemente para sacar a relucir su visceral antipatía hacia los EE.UU., será un trágicamente jocoso pie de nota de nuestra historia; un cuento que el Agregado Comercial de China algún día contará, cuando se encuentre jubilado entre los suyos.
Para crecer hay que creer en la buena fe del otro, en los contratos y en una moneda; mejor si es una moneda nacional. Lo importante es contar con herramientas prácticas que permitan el mutuo beneficio - instrumentos ajenos a intereses y manipulaciones políticas o ideológicas. Lejos de representar una herramienta idónea, el S.U.C.R.E. será un triste tigre de papel, que necesitará de un papeleo similar al de obtener una visa para cruzar fronteras. Es decir, la nueva divisa requerirá de un trámite burocrático para ejercer su gran papel. Nadie cree en cuentos chinos, pero este es un cuento que juntos tendremos que tragar en un trigal.
martes, 13 de octubre de 2009
Cinco Aristas de un Ardid
Un miembro del Pentágono acusa a Ana María Romero de Campero, primera senadora por La Paz del MAS, de ser una “derechista”. No es el mismo Pentágono que en Washington D.C. supo crear la ilusión óptica que un avión se estrelló contra su edificio; pero fue incapaz de sembrar un turril de armas biológicas en el desierto de Irak. ¡No! No son esa manga de inútiles, que no pueden siquiera controlar Afganistán, el país más pobre del mundo. El Pentágono aquí aludido es una mesa redonda de Cadena A. Sin las cinco puntas de un bunker nuevamente maquillado, ni la tecnología de muerte de su homónimo del norte; desde la sencillez del ovalo mueble que alberga sus puntiagudos codos, la lengua de un analista espeta con bilis el nuevo mantra amarillista: “colonial”.
Con gran habilidad supieron utilizar “neoliberal” para reducir a miles de diferentes opiniones políticas a una sola. Con el mismo prejuicio que utiliza un racista para caricaturizar al otro en base al color de su piel, los grandes ideólogos del chauvinismo seudo-revolucionario lograron usar el apelativo “neoliberal” para deslegitimar cualquier posición que no esté alineada a su hegemónica ortodoxia. Pero parece que la nueva consigna y estrategia política es vender – sin prueba alguna - la maquiavélica conspiración “derechista” de recrear un Estado colonialista. Se supone – reza el ardid – que la visión de país de la oposición es un complot secreto para regresar al pasado de privilegios para una minoría.
Nunca supieron explicar “qué” ideas o conceptos hacen “neoliberal” a un individuo. La deshonestidad intelectual fue suficiente recurso para enlodar mediante un aura de sospecha y resentimiento; ímpetu suficiente para su ardid es el fracaso e injusticias de un orden social y político que benefició a unos cuantos corruptos dedicados a hacer negocios con el Estado, en lugar de un proyecto de nación. Suficiente entonces es el espíritu de inquisición jacobina para también acusar a la candidata a Senadora por La Paz del MAS de ser una “colonialista”. ¿La evidencia? La estirpe política falangista de sus padres. Es decir, de la discriminación en base al pedigrí étnico hemos pasado al acoso mediático debido al pedigrí político. El ímpetu de someter al otro sigue siendo igual.
La discriminación por parte de angurrientos del poder no ha cambiado. La diferencia es que, en vez de unos pocos mañudos de ayer beneficiándose del poder del Estado, hoy son millones los apantallados por la ilusión óptica que en Bolivia vamos todos, unidos, a despegar a base de bonos y proyectos de ley. Lo que no logran con alta tecnología e inteligencia militar desde el Pentágono yankee, desde el Pentágono criollo un manipulador solitario cierra la pinza con el arma más barata: la estaca verbal. En un país donde no existe mejor aliciente que un chisme para excitar el intercambio “intelectual” de morbo, la tecnología de la deshonra personal ha resultado inmejorable recurso para seguir avasallando al país más pobre de América Latina.
El tribal instinto de sabotear a Ana María es a la vez intuitivo y racional, porque tener control total del Congreso puede perjudicar a MAS. Sin el ardid político que el Senado opositor bloquea sus proyectos, tendrán que responsabilizarse por completo de la siguiente gestión; tanto de sus logros como de sus maquilladas limitaciones. Un absolutismo político del MAS quitaría por completo la máscara a un proyecto político que ha resultado ser – de todos - el ardid mayor. Parece que solo el éxito de su angurria de poder absoluto nos devolverá – algún día - la paz y libertad.
Con gran habilidad supieron utilizar “neoliberal” para reducir a miles de diferentes opiniones políticas a una sola. Con el mismo prejuicio que utiliza un racista para caricaturizar al otro en base al color de su piel, los grandes ideólogos del chauvinismo seudo-revolucionario lograron usar el apelativo “neoliberal” para deslegitimar cualquier posición que no esté alineada a su hegemónica ortodoxia. Pero parece que la nueva consigna y estrategia política es vender – sin prueba alguna - la maquiavélica conspiración “derechista” de recrear un Estado colonialista. Se supone – reza el ardid – que la visión de país de la oposición es un complot secreto para regresar al pasado de privilegios para una minoría.
Nunca supieron explicar “qué” ideas o conceptos hacen “neoliberal” a un individuo. La deshonestidad intelectual fue suficiente recurso para enlodar mediante un aura de sospecha y resentimiento; ímpetu suficiente para su ardid es el fracaso e injusticias de un orden social y político que benefició a unos cuantos corruptos dedicados a hacer negocios con el Estado, en lugar de un proyecto de nación. Suficiente entonces es el espíritu de inquisición jacobina para también acusar a la candidata a Senadora por La Paz del MAS de ser una “colonialista”. ¿La evidencia? La estirpe política falangista de sus padres. Es decir, de la discriminación en base al pedigrí étnico hemos pasado al acoso mediático debido al pedigrí político. El ímpetu de someter al otro sigue siendo igual.
La discriminación por parte de angurrientos del poder no ha cambiado. La diferencia es que, en vez de unos pocos mañudos de ayer beneficiándose del poder del Estado, hoy son millones los apantallados por la ilusión óptica que en Bolivia vamos todos, unidos, a despegar a base de bonos y proyectos de ley. Lo que no logran con alta tecnología e inteligencia militar desde el Pentágono yankee, desde el Pentágono criollo un manipulador solitario cierra la pinza con el arma más barata: la estaca verbal. En un país donde no existe mejor aliciente que un chisme para excitar el intercambio “intelectual” de morbo, la tecnología de la deshonra personal ha resultado inmejorable recurso para seguir avasallando al país más pobre de América Latina.
El tribal instinto de sabotear a Ana María es a la vez intuitivo y racional, porque tener control total del Congreso puede perjudicar a MAS. Sin el ardid político que el Senado opositor bloquea sus proyectos, tendrán que responsabilizarse por completo de la siguiente gestión; tanto de sus logros como de sus maquilladas limitaciones. Un absolutismo político del MAS quitaría por completo la máscara a un proyecto político que ha resultado ser – de todos - el ardid mayor. Parece que solo el éxito de su angurria de poder absoluto nos devolverá – algún día - la paz y libertad.
domingo, 4 de octubre de 2009
Dueños de la Razón
¿Quién será el nuevo dueño de la razón? El ciudadano pretende informarse de lo que acontece en la obra de su creación: la sociedad. Pero de pronto la exhortación “¡deme la razón!” cobra tono de una orden por parte de poderosos que intentan adueñarse - a cambio de unas monedas – hasta de nuestra razón de ser. Cuando la razón no se tiene, la deficiencia es compensada gritando más fuerte. Un grito ensordecedor es el monopolio del poder del Estado, que se supone es un mandato del pueblo para imponer leyes que hacen posible su libertad: entre otras de consciencia. Pero los mortales solemos confundir “mandato” con “prerrogativa”. Dicha confusión promueve entre servidores públicos angurria de monopolizar el poder. Y mientras los actuales servidores se jactan en la economía de su absolutismo, creen que entran sigilosos al terreno del debate, cuando en realidad su ardid de imponer a la fuerza su razón es evidente para todo aquel con cuatro dedos de frente.
En teoría las urnas les dieron al gobierno la razón; una razón que en la práctica empieza a tambalear ante una realidad que no se compra tan fácilmente. Y como el arte de gobernar resultó necesitar de un mayor nivel de consenso, pretenden suplir sus deficiencias estipulando una verdad déspota, recubierta bajo el manto de una razón absoluta. En lugar del debate permanente que forja aquella complementariedad que celebra nuestra tradición y cultura andina, observamos atónitos cómo se pretende implementar una política de “arrasamiento” intelectual mediante la imposición de un bombardeo mediático. Es como si presintiesen la inconsistencia de sus argumentos y pobreza de sus recursos ideológicos. Las inseguridades son comprensibles, porque los pueblos de Chile, Brasil y Argentina empiezan a manifestar el desgaste que ocasiona el ímpetu de crear - a la mala - una hegemonía continental.
El paso del tiempo es inexorable. Las promesas electorales suenan huecas, cuando la experiencia demuestra que los campeones de la igualdad y la justicia en realidad buscan arrasar - envueltos en túnicas democráticas – con toda razón que no sea suya. Mientras, diversas fuerzas extranjeras experimentan con nuestro justificado dolor; un dolor consecuencia de cientos de años de sometimiento al yugo de caudillos de la discriminación. Pero, ante la evidencia que el proyecto no fue muy bien concebido, el experimento empieza agriarse. El verdadero experimento democrático será cuando el pueblo imponga su propia razón, obligando un verdadero debate dentro del Poder Legislativo.
La razón de nuestro más elevado propósito político – construir una mejor nación – requiere de un debate real entre las diversas ideas y visiones por parte de las fuerzas sociales que hacen a Bolivia. Los medios de comunicación – incluyendo esta columna –por lo general aportan apenas circo a ese desarrollo. Reconozco que lo único que agregan mis palabras es chacota intelectual. Ello no desmerita la importante labor de periodistas, que si agregan valor al proceso en la medida que reflejan el proceso de desarrollo con imparcialidad y ética profesional.
Pero como la imparcialidad es un recurso cada vez más escaso en nuestro medio, haríamos bien en intentar forzar el debate, eligiendo al Congreso nacional individuos que respondan a su consciencia, en lugar de pobres “levanta manos”. Para ello debemos imponer democráticamente nuestra propia imparcialidad. Escuchemos entonces- sin importar el color de su piel o su bandera - lo que ofrecen futuros senadores y diputados, en lugar de darles de antemano el poder de la razón.
En teoría las urnas les dieron al gobierno la razón; una razón que en la práctica empieza a tambalear ante una realidad que no se compra tan fácilmente. Y como el arte de gobernar resultó necesitar de un mayor nivel de consenso, pretenden suplir sus deficiencias estipulando una verdad déspota, recubierta bajo el manto de una razón absoluta. En lugar del debate permanente que forja aquella complementariedad que celebra nuestra tradición y cultura andina, observamos atónitos cómo se pretende implementar una política de “arrasamiento” intelectual mediante la imposición de un bombardeo mediático. Es como si presintiesen la inconsistencia de sus argumentos y pobreza de sus recursos ideológicos. Las inseguridades son comprensibles, porque los pueblos de Chile, Brasil y Argentina empiezan a manifestar el desgaste que ocasiona el ímpetu de crear - a la mala - una hegemonía continental.
El paso del tiempo es inexorable. Las promesas electorales suenan huecas, cuando la experiencia demuestra que los campeones de la igualdad y la justicia en realidad buscan arrasar - envueltos en túnicas democráticas – con toda razón que no sea suya. Mientras, diversas fuerzas extranjeras experimentan con nuestro justificado dolor; un dolor consecuencia de cientos de años de sometimiento al yugo de caudillos de la discriminación. Pero, ante la evidencia que el proyecto no fue muy bien concebido, el experimento empieza agriarse. El verdadero experimento democrático será cuando el pueblo imponga su propia razón, obligando un verdadero debate dentro del Poder Legislativo.
La razón de nuestro más elevado propósito político – construir una mejor nación – requiere de un debate real entre las diversas ideas y visiones por parte de las fuerzas sociales que hacen a Bolivia. Los medios de comunicación – incluyendo esta columna –por lo general aportan apenas circo a ese desarrollo. Reconozco que lo único que agregan mis palabras es chacota intelectual. Ello no desmerita la importante labor de periodistas, que si agregan valor al proceso en la medida que reflejan el proceso de desarrollo con imparcialidad y ética profesional.
Pero como la imparcialidad es un recurso cada vez más escaso en nuestro medio, haríamos bien en intentar forzar el debate, eligiendo al Congreso nacional individuos que respondan a su consciencia, en lugar de pobres “levanta manos”. Para ello debemos imponer democráticamente nuestra propia imparcialidad. Escuchemos entonces- sin importar el color de su piel o su bandera - lo que ofrecen futuros senadores y diputados, en lugar de darles de antemano el poder de la razón.
jueves, 1 de octubre de 2009
Orden Maya Ancestral
Los mayas tenían razón; el 2012 el mundo se acaba. Nuevos estándares de regulación que impidan una nueva crisis financiera global deberán ser adoptados el 2012 por el G-20, un grupo de las veinte naciones más industrializadas del planeta. Los apóstoles de la destrucción y esotéricos de la eterna conspiración quedarán decepcionados con el augurio, porque el que se acaba es el mundo fragmentado, para dar lugar a un Nuevo Orden Mundial.
Líder de aquellos que encomiendan el destino de sus pueblos a fuerzas cósmicas, para avanzar nobles causas mediante voluntades ancestrales, es el Presidente de Irán. No es casualidad que los mesías de la liberalización simbólica se han alineando con ese eje banal. Naciones como China, Rusia, India y Brasil, grandes bastiones del socialismo mundial, han preferido alinearse a la liberalización regulada de sus economías, dando lugar a un nuevo acuerdo que buscar coordinar políticas fiscales y monetarias. Con los pies sobre la tierra, los líderes del G-20 quieren “dar vuelta la página de la era de irresponsabilidad, y adoptar reformas que “cumplan con las necesidades de una economía de siglo XXI”.
Algún día las normas adoptadas por el G-20 el 2012 serán laureadas como la estocada final al capitalismo e inicio de la era de la integración de modelos de desarrollo, incluyendo el socialismo. Ese nuevo orden, que se viene hace mucho gestando, no es dogmático. Es un híbrido que utiliza mercados para crecer la economía y el marco de instituciones del Estado que coordinan políticas macroeconómicas para evitar los golpes cíclicos por los que atraviesa la economía. El cuarto pilar de esta transformación es la nueva Junta de Estabilidad Financiera, que junto al Banco Mundial, el FMI, y Organización Mundial del Trabajo, serán quienes armonicen políticas y normas de mutuo beneficio.
La Junta de Estabilidad Financiera es la pesadilla del capitalismo, primero porque incorpora a naciones en vía de desarrollo (China, India y Brasil) para que coordinar y monitorear una regulación financiera mucho más estricta. Pero lo que le arde más a los reaccionarios de extrema derecha es que se hable de normalizar la economía a nivel mundial, porque una coordinación transnacional de la transparencia del sistema financiero atenta – en sus primitivos y angurrientos ojos – contra la dinámica de una banca privada libre de las cadenas de la regulación.
Los nuevos requerimientos de liquidez, valuaciones y contabilidad de precio justo para derivados y otras herramientas financieras ponen fin a la orgia romana que puso de rodillas al sistema financiero mundial. Los grandes poderes financieros no reciben bien un orden que establezca serios límites a su codicia. En la extrema izquierda también hay grandes paranoias y teorías de conspiración respecto al Nuevo Orden Mundial, pero sus apreciaciones se inspiran en un metafísico oscurantismo, por lo que hacemos bien en ignorarlas.
Fortalecer la orientación macro-prudencial de los marcos de regulación y supervisión ha de poner fin a un mundo fragmentado, donde la codicia rumiaba alegremente, para crear un orden económicamente racional. No será el fin del mundo que ansían los apóstoles de la destrucción, pero es un buen paso hacia la creación de un mejor planeta. El libro sagrado de los indios – Upanishads – usa la palabra “maya” para definir al mundo material como un engaño; una ilusión. Pero en lugar de usar cábalas esotéricas de sus antepasados, chinos, indios y brasileros rompen cadenas del subdesarrollo con mayor y mejor regulada integración a la economía.
Líder de aquellos que encomiendan el destino de sus pueblos a fuerzas cósmicas, para avanzar nobles causas mediante voluntades ancestrales, es el Presidente de Irán. No es casualidad que los mesías de la liberalización simbólica se han alineando con ese eje banal. Naciones como China, Rusia, India y Brasil, grandes bastiones del socialismo mundial, han preferido alinearse a la liberalización regulada de sus economías, dando lugar a un nuevo acuerdo que buscar coordinar políticas fiscales y monetarias. Con los pies sobre la tierra, los líderes del G-20 quieren “dar vuelta la página de la era de irresponsabilidad, y adoptar reformas que “cumplan con las necesidades de una economía de siglo XXI”.
Algún día las normas adoptadas por el G-20 el 2012 serán laureadas como la estocada final al capitalismo e inicio de la era de la integración de modelos de desarrollo, incluyendo el socialismo. Ese nuevo orden, que se viene hace mucho gestando, no es dogmático. Es un híbrido que utiliza mercados para crecer la economía y el marco de instituciones del Estado que coordinan políticas macroeconómicas para evitar los golpes cíclicos por los que atraviesa la economía. El cuarto pilar de esta transformación es la nueva Junta de Estabilidad Financiera, que junto al Banco Mundial, el FMI, y Organización Mundial del Trabajo, serán quienes armonicen políticas y normas de mutuo beneficio.
La Junta de Estabilidad Financiera es la pesadilla del capitalismo, primero porque incorpora a naciones en vía de desarrollo (China, India y Brasil) para que coordinar y monitorear una regulación financiera mucho más estricta. Pero lo que le arde más a los reaccionarios de extrema derecha es que se hable de normalizar la economía a nivel mundial, porque una coordinación transnacional de la transparencia del sistema financiero atenta – en sus primitivos y angurrientos ojos – contra la dinámica de una banca privada libre de las cadenas de la regulación.
Los nuevos requerimientos de liquidez, valuaciones y contabilidad de precio justo para derivados y otras herramientas financieras ponen fin a la orgia romana que puso de rodillas al sistema financiero mundial. Los grandes poderes financieros no reciben bien un orden que establezca serios límites a su codicia. En la extrema izquierda también hay grandes paranoias y teorías de conspiración respecto al Nuevo Orden Mundial, pero sus apreciaciones se inspiran en un metafísico oscurantismo, por lo que hacemos bien en ignorarlas.
Fortalecer la orientación macro-prudencial de los marcos de regulación y supervisión ha de poner fin a un mundo fragmentado, donde la codicia rumiaba alegremente, para crear un orden económicamente racional. No será el fin del mundo que ansían los apóstoles de la destrucción, pero es un buen paso hacia la creación de un mejor planeta. El libro sagrado de los indios – Upanishads – usa la palabra “maya” para definir al mundo material como un engaño; una ilusión. Pero en lugar de usar cábalas esotéricas de sus antepasados, chinos, indios y brasileros rompen cadenas del subdesarrollo con mayor y mejor regulada integración a la economía.
martes, 29 de septiembre de 2009
Facturas Cruzadas
Es espíritu de la venganza parece seguir inspirando al voto. Sectores del MAS del altiplano amenazan con el voto cruzado como manifestación de su descontento con las listas de candidatos impuestas democráticamente por el oficialismo. El llamado voto cruzado, sin embargo, puede también tener otra razón de ser: imponer democráticamente equilibrio entre los poderes del Estado. Las encuestas indican que existe un sector de la población de “indecisos” muy grande. La pregunta que se deben estar haciendo todos los candidatos es “¿qué quiere esta vez la gente?”. Una respuesta obvia es que no todos quieren venganza. Algunos queremos cierta dosis de racionalidad política.
En la medida que nos acercamos a la recta final de las elecciones, en lugar del maratón de ideas y debates que se estila en otras latitudes, aquí tendremos una carrera de cien metros que promete ser una tragicomedia llena de codazos políticos. Lo interesante es que esta vez las tres visiones del voto tendrán entre si un más nítido contraste. Dos de esas visiones están definidas. Para muestra un botón: Los ojos detrás de incondicionales adeptos en cada bando ven diferentes conspiraciones en fotos de Roszas, dependiendo si en la foto aparecen empresarios y asesores de prefecturas de la media luna (que supuestamente contrataron sus servicios), o un Capitán del oficialismo (que supuestamente el contrato brutalmente anuló). Una foto no es evidencia de nada. Esa verdad es obvia - y deja inmediatamente de serlo - para sectores cuya visión está contaminada por los prejuicios de sus más bajos instintos.
Al igual que una foto no siempre expresa mil palabras, el depositar un voto por oficialismo u oposición no es necesariamente testimonio de un prejuiciado revanchismo político. Un espíritu diferente embarga a la tercera visión: el voto independiente. La razón de ser de algunos bolivianos indecisos – que luego votarán por el MAS, otros por la oposición - es aportar un proyecto de nación; no a la proyección de una pueril pasión. Aquellos bolivianos que en diciembre voten con su conciencia – en lugar de con sus tripas – tienen derecho de votar por cualquiera de las opciones, sin que su voto sea expresión la irracionalidad que se apodera del entorno político. Razones para votar a favor del oficialismo o de la oposición existen; todas razones son “legítimas”, en el sentido más amplio de la palabra. Votar en contra de un proyecto o individuo, por odio o por rencor - el famoso “voto castigo” - es expresión de una mediocridad que el pueblo debe abandonar, tarde o temprano.
Si bien habrá quienes voten en contra del “imperialismo” - sea el romano y español de antaño, o el yanqui y chavista de la actualidad - el voto independiente busca mejores razones para ejercer su derecho constitucional de elegir entre las paupérrimas opciones. Los candidatos deben estar rascándose la cabeza preguntándose exactamente “qué” visión es la que tienen aquellos que son mal llamados por los encuestadores “indecisos”; cuando en realidad son ciudadanos decididos a ser independientes de una estéril pugna ideológica entre angurrientos del poder.
Lo mismo que las rosas dejan de llegar una vez la novia se vuelve esposa y dice “si” en el altar, la “ciencia del poder” dictamina que no se necesita seguir coqueteando un sector que ya ha sido convencido de cuál es su única opción. El primero en traer alta tecnología al altar electoral fue Goni, con asesores que le supieron delinear con precisión los apetitos que mueven aquellos que necesitan ser convencidos. La apuesta del oficialismo en este sentido es clara: apuestan por los movimientos sociales. Al indigenismo – suponen – ya lo tienen en la bolsa con un mayor mercado y buenos precios para sus cultivos, y con el grito de guerra “la sangre llama”. La oposición aun debe revelar su apuesta política. Parece que Doria Medina ha de apelar al espíritu “emprendedor” de la juventud, mientras que Reyes Villa será el paladín de la igualdad y la justicia.
Lo cierto es que, en una campaña relámpago, será difícil utilizar herramientas de mercadotecnia para entrever los valores en demanda de quienes han de decidir el nuevo reparto del poder: el voto independiente. La apuesta inteligente es que – en contra de todo lo que prescribe el sentido común y decencia política – la contienda ha de rápidamente degenerar en una guerra de acusaciones, cuyo único fundamento necesario es que pase viento por la boca del que acusa. Las pasiones seguramente se impondrán al llamado a la reflexión.
Las encuestas – antes y después de la elección – difícilmente darán una radiografía nítida de la madurez política de aquellos que escuchan, deliberan y digieren los argumentos antes de depositar su voto. La mayoría ha de simplemente depositar, sin pensarla mucho. Pero aunque no obtengamos la nitidez deseada, los contrastes entre las tres visiones serán cada vez más evidentes. Si las elecciones pasadas pagamos la factura del racismo y corrupción, algún día los independientes le pasarán su factura a la prepotencia del poder. Pero como somos un mercado cautivo, donde toda opción tiene pocas bondades y notorias deficiencias, las opciones para los desafectados se limitan a un voto nulo, blanco o cruzado. La pena es que – aunque las razones sean buenas y legítimas para equilibrar el poder– seguiremos premiando la mediocridad política. Lo importante, sin embargo, es no quedarnos del brazo cruzado y avanzar una visión diferente del poder.
En la medida que nos acercamos a la recta final de las elecciones, en lugar del maratón de ideas y debates que se estila en otras latitudes, aquí tendremos una carrera de cien metros que promete ser una tragicomedia llena de codazos políticos. Lo interesante es que esta vez las tres visiones del voto tendrán entre si un más nítido contraste. Dos de esas visiones están definidas. Para muestra un botón: Los ojos detrás de incondicionales adeptos en cada bando ven diferentes conspiraciones en fotos de Roszas, dependiendo si en la foto aparecen empresarios y asesores de prefecturas de la media luna (que supuestamente contrataron sus servicios), o un Capitán del oficialismo (que supuestamente el contrato brutalmente anuló). Una foto no es evidencia de nada. Esa verdad es obvia - y deja inmediatamente de serlo - para sectores cuya visión está contaminada por los prejuicios de sus más bajos instintos.
Al igual que una foto no siempre expresa mil palabras, el depositar un voto por oficialismo u oposición no es necesariamente testimonio de un prejuiciado revanchismo político. Un espíritu diferente embarga a la tercera visión: el voto independiente. La razón de ser de algunos bolivianos indecisos – que luego votarán por el MAS, otros por la oposición - es aportar un proyecto de nación; no a la proyección de una pueril pasión. Aquellos bolivianos que en diciembre voten con su conciencia – en lugar de con sus tripas – tienen derecho de votar por cualquiera de las opciones, sin que su voto sea expresión la irracionalidad que se apodera del entorno político. Razones para votar a favor del oficialismo o de la oposición existen; todas razones son “legítimas”, en el sentido más amplio de la palabra. Votar en contra de un proyecto o individuo, por odio o por rencor - el famoso “voto castigo” - es expresión de una mediocridad que el pueblo debe abandonar, tarde o temprano.
Si bien habrá quienes voten en contra del “imperialismo” - sea el romano y español de antaño, o el yanqui y chavista de la actualidad - el voto independiente busca mejores razones para ejercer su derecho constitucional de elegir entre las paupérrimas opciones. Los candidatos deben estar rascándose la cabeza preguntándose exactamente “qué” visión es la que tienen aquellos que son mal llamados por los encuestadores “indecisos”; cuando en realidad son ciudadanos decididos a ser independientes de una estéril pugna ideológica entre angurrientos del poder.
Lo mismo que las rosas dejan de llegar una vez la novia se vuelve esposa y dice “si” en el altar, la “ciencia del poder” dictamina que no se necesita seguir coqueteando un sector que ya ha sido convencido de cuál es su única opción. El primero en traer alta tecnología al altar electoral fue Goni, con asesores que le supieron delinear con precisión los apetitos que mueven aquellos que necesitan ser convencidos. La apuesta del oficialismo en este sentido es clara: apuestan por los movimientos sociales. Al indigenismo – suponen – ya lo tienen en la bolsa con un mayor mercado y buenos precios para sus cultivos, y con el grito de guerra “la sangre llama”. La oposición aun debe revelar su apuesta política. Parece que Doria Medina ha de apelar al espíritu “emprendedor” de la juventud, mientras que Reyes Villa será el paladín de la igualdad y la justicia.
Lo cierto es que, en una campaña relámpago, será difícil utilizar herramientas de mercadotecnia para entrever los valores en demanda de quienes han de decidir el nuevo reparto del poder: el voto independiente. La apuesta inteligente es que – en contra de todo lo que prescribe el sentido común y decencia política – la contienda ha de rápidamente degenerar en una guerra de acusaciones, cuyo único fundamento necesario es que pase viento por la boca del que acusa. Las pasiones seguramente se impondrán al llamado a la reflexión.
Las encuestas – antes y después de la elección – difícilmente darán una radiografía nítida de la madurez política de aquellos que escuchan, deliberan y digieren los argumentos antes de depositar su voto. La mayoría ha de simplemente depositar, sin pensarla mucho. Pero aunque no obtengamos la nitidez deseada, los contrastes entre las tres visiones serán cada vez más evidentes. Si las elecciones pasadas pagamos la factura del racismo y corrupción, algún día los independientes le pasarán su factura a la prepotencia del poder. Pero como somos un mercado cautivo, donde toda opción tiene pocas bondades y notorias deficiencias, las opciones para los desafectados se limitan a un voto nulo, blanco o cruzado. La pena es que – aunque las razones sean buenas y legítimas para equilibrar el poder– seguiremos premiando la mediocridad política. Lo importante, sin embargo, es no quedarnos del brazo cruzado y avanzar una visión diferente del poder.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Que la Civilidad no Muera
Recordamos en el día de los muertos la amenaza que surgió hace más de un mes, poco antes de la última Expocruz de Santa Cruz, cuando Brutus estuvo dispuesto a inmolarse con tal de detener al César, nuestro emperador. Por su falta de decoro e intelecto, en occidente celebramos su mentalidad de “logia”; porque sus orientales bravuconadas contribuyen a mantener intacta nuestra frágil y muy colla monarquía. Las escazas nueces en la testa del cívico Núñez aportaron un revés al fragmentado frente republicano, un buen augurio de un periodo adicional para un mal necesario: un poder central cuasi-imperial. Y si el augurio es bueno, es porque Bolivia no puede darse el lujo de destronar a su héroe en una coyuntura histórica cuando su autoridad suprema ayuda sostener una nación fragmentada. Seamos francos, Bolivia necesita de César: un Franco originario.
Manifestar respeto ante la investidura del Presidente de una “República” es un principio básico de convivencia democrática. Este protocolo básico no exime a la primera autoridad de críticas -e incluso mofa - de parte de ciudadanos inconformes con su gestión. No obstante el derecho del pueblo de expresar censura del papel de la cabeza, su investidura representa un gobierno que pertenece – aunque solo en teoría – a todos. Amenazar con bloquear el libre tránsito del Presidente Constitucional, como amenazó con hacerlo en septiembre Núñez en Expocruz, para luego ir hasta Ginebra para denunciar violaciones a los derechos humanos, conlleva igual desfachatez que pegarle cachetadas a la esposa, para luego – ebrio en ginebra – declararse feminista.
Elegir al antojo las partes que nos conviene de las reglas de juego que permiten una convivencia en democracia es una clarísima señal que aun tenemos mucho que aprender. A su vez, la lógica de “pelear fuego con fuego” es una lógica de logia, que tal vez funcione entre grupos antagónicos enfrascados en una permanente pulseta, que luchan por demostrar cual logia es superior. Ese camino reduce el juego político a la lógica de “suma cero”, en la cual lo que gana un grupo, el otro grupo necesariamente tiene que perder. Esa lógica nefasta es superada en la medida que – en lugar de la fuerza – gobierna la razón. La “razón” son leyes que resultan de la deliberación y experiencia acumulada de todo un pueblo. Cuando gobierna la ley, la paz impera. Cuando gobierna el capricho de turno, la discrecionalidad merma la confianza y gana la fuerza bruta del poder.
Otro camino para Bolivia es enaltecer la inviolabilidad de un derecho inalienable por encima del poder político pasajero. Un principio que vale la pena defender es aquel que se defiende incluso cuando su aplicación perjudica el interés del clan. Años de consulta, esfuerzos y deliberaciones necesarias para crear una Constitución tras otra, de nada sirve si el espíritu de la ley se queda tan solo en el papel. La lógica de defender un principio, incluso cuando duele, es señal de una madurez política que es sumamente escaza en nuestro medio. Es como si de pronto la arrogancia del poder político se ha enarbolado en nuestra mente como una virtud, mientras que obedecer las normas y principios que nos imponemos nosotros mismos es muestra de debilidad. Pero si la estrategia política de la oposición es contrarrestar la arrogancia oficialista, con mayor dosis de la misma medicina, estaremos empedrando nuestro camino de rocas que bloquean nuestro desarrollo y que solo sirven para agarrarnos a pedradas. Esa experiencia – se supone – la superamos después del 2003.
Es paradójico que defendamos principios con la boca, para luego tratar en la práctica esos mismos principios con los pies. Es por esto que me atrevo a sugerir que, por muy autoritario su gobierno, Bolivia necesita nuevamente del Presidente Morales. No porque es la mejor opción, sino porque es la única. Una derrota electoral de la “figura histérica” del siglo XXI, sumiría a nuestra patria en mayor caos y anarquía. Su gestión ha traído estabilidad y crecimiento, un hecho aplaudido incluso por su némesis, el mismísimo FMI. Si bien el Gobierno de Morales tiene grandes desaciertos, el balance es positivo, y la evidencia es inconfundible: su gran apoyo popular. Si bien aún le queda al presidente Morales mucho por aprender, no es el único. Es todo un pueblo los que debemos también aprender a gobernaros a nosotros mismos. Al igual que un niño aprende -con el paso del tiempo y la experiencia- a controlar sus caprichos y berrinches, nuestra democracia ha de lentamente madurar. Pero al igual que un adolecente, necesitamos primero de estabilidad, aunque sea a punta de patadas. Solo un gobierno franco en su afán de someternos a la paternalista lógica de la logia corporativista sindical puede– en ésta coyuntura – mantener el orden familiar. Ojalá, entonces, que Evo gane. Con un voto cruzado y una mínima diferencia, que permita equilibrar el poder. ¡Pero que gane! Bolivia no puede, ni sabe, como lidiar con mayor fragmentación.
El exabrupto de Núñez tal vez ya ha sido olvidado. A casi treinta días de las elecciones no queda tiempo para utilizar su falta de decoro y de principios democráticos en algún “spot” publicitario electoral. Ello no detiene a algún payaso de utilizar la anécdota como excusa para escribir sus pinches cantinfladas. Lo cierto es que toda falta de respeto a la investidura de nuestro Presidente Constitucional es evidencia que aun tenemos mucho que aprender de dirimir y convivir en democracia. Y si bien el Gobierno actúa a momentos con la prepotencia propia del poder, la oposición debe dar señales inequívocas que no actúa utilizando la mismo lógica de logia, que solo busca defender el interés del grupo. El espiral de arrogancia y sed de venganza debe ser detenido, a base de principios democráticos, y no con la lógica de “ojo por ojo”. En el día de los muertos, ojalá celebremos el que contamos – por muy endebles - con herramientas democráticas para dirimir con nuestras diferencias, en base a argumentos y deliberaciones. Solo la institucionalización del conflicto permite evitar que unos se inmolen, mientras otros inmolan, en nombre de una convicción del clan, o personal. Muchos han muerto en nombre de aprender a convivir civilizadamente. Por ende, por muy arrogante su gestión, aprender a respetar la investidura de nuestro Presidente Constitucional es aportar - en honor a los caídos - a que el dolor no sea en vano.
Manifestar respeto ante la investidura del Presidente de una “República” es un principio básico de convivencia democrática. Este protocolo básico no exime a la primera autoridad de críticas -e incluso mofa - de parte de ciudadanos inconformes con su gestión. No obstante el derecho del pueblo de expresar censura del papel de la cabeza, su investidura representa un gobierno que pertenece – aunque solo en teoría – a todos. Amenazar con bloquear el libre tránsito del Presidente Constitucional, como amenazó con hacerlo en septiembre Núñez en Expocruz, para luego ir hasta Ginebra para denunciar violaciones a los derechos humanos, conlleva igual desfachatez que pegarle cachetadas a la esposa, para luego – ebrio en ginebra – declararse feminista.
Elegir al antojo las partes que nos conviene de las reglas de juego que permiten una convivencia en democracia es una clarísima señal que aun tenemos mucho que aprender. A su vez, la lógica de “pelear fuego con fuego” es una lógica de logia, que tal vez funcione entre grupos antagónicos enfrascados en una permanente pulseta, que luchan por demostrar cual logia es superior. Ese camino reduce el juego político a la lógica de “suma cero”, en la cual lo que gana un grupo, el otro grupo necesariamente tiene que perder. Esa lógica nefasta es superada en la medida que – en lugar de la fuerza – gobierna la razón. La “razón” son leyes que resultan de la deliberación y experiencia acumulada de todo un pueblo. Cuando gobierna la ley, la paz impera. Cuando gobierna el capricho de turno, la discrecionalidad merma la confianza y gana la fuerza bruta del poder.
Otro camino para Bolivia es enaltecer la inviolabilidad de un derecho inalienable por encima del poder político pasajero. Un principio que vale la pena defender es aquel que se defiende incluso cuando su aplicación perjudica el interés del clan. Años de consulta, esfuerzos y deliberaciones necesarias para crear una Constitución tras otra, de nada sirve si el espíritu de la ley se queda tan solo en el papel. La lógica de defender un principio, incluso cuando duele, es señal de una madurez política que es sumamente escaza en nuestro medio. Es como si de pronto la arrogancia del poder político se ha enarbolado en nuestra mente como una virtud, mientras que obedecer las normas y principios que nos imponemos nosotros mismos es muestra de debilidad. Pero si la estrategia política de la oposición es contrarrestar la arrogancia oficialista, con mayor dosis de la misma medicina, estaremos empedrando nuestro camino de rocas que bloquean nuestro desarrollo y que solo sirven para agarrarnos a pedradas. Esa experiencia – se supone – la superamos después del 2003.
Es paradójico que defendamos principios con la boca, para luego tratar en la práctica esos mismos principios con los pies. Es por esto que me atrevo a sugerir que, por muy autoritario su gobierno, Bolivia necesita nuevamente del Presidente Morales. No porque es la mejor opción, sino porque es la única. Una derrota electoral de la “figura histérica” del siglo XXI, sumiría a nuestra patria en mayor caos y anarquía. Su gestión ha traído estabilidad y crecimiento, un hecho aplaudido incluso por su némesis, el mismísimo FMI. Si bien el Gobierno de Morales tiene grandes desaciertos, el balance es positivo, y la evidencia es inconfundible: su gran apoyo popular. Si bien aún le queda al presidente Morales mucho por aprender, no es el único. Es todo un pueblo los que debemos también aprender a gobernaros a nosotros mismos. Al igual que un niño aprende -con el paso del tiempo y la experiencia- a controlar sus caprichos y berrinches, nuestra democracia ha de lentamente madurar. Pero al igual que un adolecente, necesitamos primero de estabilidad, aunque sea a punta de patadas. Solo un gobierno franco en su afán de someternos a la paternalista lógica de la logia corporativista sindical puede– en ésta coyuntura – mantener el orden familiar. Ojalá, entonces, que Evo gane. Con un voto cruzado y una mínima diferencia, que permita equilibrar el poder. ¡Pero que gane! Bolivia no puede, ni sabe, como lidiar con mayor fragmentación.
El exabrupto de Núñez tal vez ya ha sido olvidado. A casi treinta días de las elecciones no queda tiempo para utilizar su falta de decoro y de principios democráticos en algún “spot” publicitario electoral. Ello no detiene a algún payaso de utilizar la anécdota como excusa para escribir sus pinches cantinfladas. Lo cierto es que toda falta de respeto a la investidura de nuestro Presidente Constitucional es evidencia que aun tenemos mucho que aprender de dirimir y convivir en democracia. Y si bien el Gobierno actúa a momentos con la prepotencia propia del poder, la oposición debe dar señales inequívocas que no actúa utilizando la mismo lógica de logia, que solo busca defender el interés del grupo. El espiral de arrogancia y sed de venganza debe ser detenido, a base de principios democráticos, y no con la lógica de “ojo por ojo”. En el día de los muertos, ojalá celebremos el que contamos – por muy endebles - con herramientas democráticas para dirimir con nuestras diferencias, en base a argumentos y deliberaciones. Solo la institucionalización del conflicto permite evitar que unos se inmolen, mientras otros inmolan, en nombre de una convicción del clan, o personal. Muchos han muerto en nombre de aprender a convivir civilizadamente. Por ende, por muy arrogante su gestión, aprender a respetar la investidura de nuestro Presidente Constitucional es aportar - en honor a los caídos - a que el dolor no sea en vano.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Posición Misionera
El milagro más grande es el misterio más profundo. Líneas curveadas sobre el papel que sostiene entre sus manos reproducen en la oscuridad de su cráneo una voz que usted descifra. Sonidos y texturas se deslizan a la vez por su consciencia, creando la sensación de un preciso y precioso instante: el aquí y ahora. Una diversidad de módulos en su cerebro procesa paralelamente información desde cada rincón del cuerpo, impulsos sensoriales que trepan a cada instante por su sistema nervioso; mientras que recuerdos del pasado es angustia, o es nostalgia. Millones de millones de disparos sinápticos son organizados con gracia exquisita en el teatro de su consciencia. ¡Qué divino saber pensar, rezar, sentir!
La consciencia humana, tan celestial, tan mágica; tan propensa a la violencia y la maldad. Un cerebro deteriorado por la enfermedad (Alzheimer), un trauma violento (porrazo) o lotería genética (psicópata) no reproduce la misma dulzura que un cerebro sano y lleno de vitalidad. Pero incluso el cerebro más hermoso es capaz de matar, odiar, resentir y morir de envidia. Solíamos achacar ciertas conductas al demonio. Hoy entendemos que diferentes estados potenciales del cerebro son en realidad diferentes herramientas con las cuales el ser humano aprendió - a lo largo del precario proceso evolutivo - a lidiar con un mundo externo donde toda agenda personal se cree el rey.
Son apenas cien mil años con un cerebro capaz del lenguaje, solidaridad, moral y raciocino. Antes de poseer tal privilegio, el orden era impuesto con gran violencia. Los instintos que aún habitan el sistema límbico– voces de nuestro primitivo pasado - se manifiestan a veces con crueldad. Pero no es el diablo quien se apodera del ser; son herramientas del cerebro que se expresan incluso en el más santo. Una madre dispuesta a matar para proteger a su recién nacido no está poseída por demontre; está poseída por el instinto de proteger a su bebé.
Al diablo lo utilizó la iglesia para imponer su autoridad. Misioneros jacobinos creen ahora poder invocar al fantasma del capitalismo para imponer su Estado comunista. A sus fieles devotos les venden una caricatura del neo-Mefistófeles; un Satán que ha de despojarlos del placer que emana del proceso de trabajar. En el instante en el cual se trabaja sin pensar en la ganancia –dice el bolchevique – es que el ser humano logra ser integro y feliz. El obstáculo a dicha “dicha” ni siquiera son “los” capitalistas, viles seres humanos con la agenda personal de enriquecerse a la costilla del otro. ¡No! Es “El” capitalismo, como si “El” capitalismo fuese la personificación de un ente, con consciencia y agenda individual.
En la natural ignorancia de una fase evolutiva que podríamos llamar nuestra “infancia histórica”, armados de mitos en lugar de conocimiento, el humano intentó entender la fragilidad moral propia del ser, invocando la entelequia de un pobre Belcebú. Usar metafísica en lugar de ciencia acabó fragmentando nuestras facultades, convirtiendo nuestro pecaminoso cuerpo en agente secreto de la maldita agenda de un tal Lucifer. La comprensión de la complejidad del cerebro, un milagroso órgano que trabaja a través de múltiples módulos que compiten por manifestarse, nos permite hoy esbozar un mapa de la psique humana con muchísima mayor elegancia y precisión que las caricaturas que dibujaron de nuestro ser divino limitados misioneros del siglo XV.
Entendemos ahora que el cerebro tiene que organizar y complementar una variedad de agendas que impelen al individuo al sexo, la gula, el poder, la solidaridad, la empatía y cooperación: todo al mismo tiempo. No son diversos entes metafísicos que se apoderan del ser, es una compleja danza neural que baila al ritmo de circunstancias especificas, excitaciones sensoriales pasajeras, principios morales duraderos y un marco legal que delinea todo aquello que llamamos cultura. A veces comemos hasta la muerte. Pero insisto, la culpa no la tiene el diablo. La gula se deriva de un sistema límbico incapaz de incorporar a la neocorteza en el instante que decidimos si el placer de corto plazo (comer hasta infartar) debe incorporar al proceso de toma de decisiones consideraciones de largo plazo, donde el “dolor” de postergar la gratificación inmediata se traduce en el “placer” de un cuerpo sano por el resto de la vida.
Les aclaro a todos los niños que juegan a salvar al mundo que la buena ciencia refleja aquello que existe y que forma parte de la gloriosa creación de Dios. La mala ciencia es la que puede reflejar una agenda “hegemónica” o un error de apreciación. Los instintos, la genética, el cerebro reptiliano y sistema límbico no son inventos de Satanás, son herramientas con las cuales Dios ha creado energías en contraposición, cuya interacción dialéctica genera la fuerza vital con la cual la vida triunfa sobre la “escasez” de la segunda ley de la termodinámica. Es más fácil, sin embargo, reducirlo todo a una pugna entre el bien y el mal, un maniqueísmo infantil que devora con gran facilidad mentes imberbes que se rinden de rodillas ante falsos ídolos. La única esperanza de desarrollo físico, económico, mental y espiritual de inocentes devotos del fundamentalismo político o religioso, es que sus suplicas a dioses paganos sean escuchados por abstracciones cósmicas; o que se promulgue un nuevo bono.
La biblia de los misioneros jacobinos es el Capital de Karl Marx. Intentar entender la hermandad entre economías entrelazadas por una dinámica de desarrollo compartido que se gesta en el siglo XXI, utilizando una metafísica del siglo XIX - que divaga sobre la gratificación del trabajo - es como entender a la naturaleza humana utilizando frenología en lugar de neurociencia: un absurdo. La consecuencia de fragmentar a la economía en “ayllus universales” – sea intencional o no – sería destruir las sinergias que permiten a los pueblos vender sus productos en un mercado cada vez más grade. En lugar de una mayor gratificación que mágicamente emane del nuevo dios Eros, desarticular a Bolivia de la economía global en nombre de luchar contra el fantasma del capitalismo, es una agenda infantil que acabará en llanto.
El pueblo boliviano – para bien o para mal – es un pueblo de comerciantes, que compramos barato y vendemos caro. Si bien es cierto que debemos trasformar nuestra economía hacia una que agregue valor a los recursos naturales de todos, el camino será empedrado de buenas intenciones si nuestros máximos líderes siguen satanizando herramientas del mercado en nombre de su lucha cósmica contra espectros del pasado. ¿Los chinos y rusos son víctimas del capitalismo, o simplemente utilizan herramientas de mercado que funcionan? ¿Los comerciantes de la Uyustus y del Mercado Rodríguez pecan de falsa consciencia, o están generando dinámicas que permitirán a sus hijos el día de mañana producir en lugar de revender? ¿Dónde empieza la empresa/mercado y termina el capitalismo?
Existen empresas que explotan a sus trabajadores y naciones poderosas con agendas geopolíticas que utilizan sus economías para someter a los demás. Su angurria de poder no es mentira. Pero son seres humanos los que están detrás de dicha desdicha, no una entelequia abstracta que conspira con gran precisión. Lo que se pierde en esta ridícula caricatura y burda simplificación es que el fruto del trabajo – para que brinde satisfacción – debe tener un mercado. Ese mercado - lleno de bondades y crueldad – funciona mejor cuando se aplican herramientas que han aprendido a utilizar, con grandes satisfacciones para sus respectivos pueblos, chinos, indios, vietnamitas, rusos y brasileros. De “capitalismo” como doctrina hoy queda el amargo recuerdo de un pasado primitivo, cuyo anacrónico fundamentalismo ni pasa desapercibido en un mundo interconectado, ni es aceptado por una vigilante comunidad internacional.
En lugar de una gran conspiración del un ente sobrenatural (“El”capitalismo), que viene a Bolivia a robar niños, tierras y ancestrales tecnologías, lo que existen son individuos corruptos que pueden abusar de herramientas de libre mercado con las cuales se forjan desarrollo; lo mismo que en lugar de ángeles y demonios lo que existe un sistema límbico lleno de apetitos y una neocorteza que brinda al cerebro herramientas para avanzar mayor moral. No hay agendas diabólicas por parte de un ángel caído, o conspiración de un capitalismo transnacional. Lo que existe detrás de las distorsiones a los principios de equidad y mutuo beneficio que rigen mercados modernos es la angurria de una corrupta agenda personal. Pero los misioneros jacobinos quieren hacerle creer al pueblo en la maldad de herramientas que otros pueblos utilizan para su desarrollo, colocándonos a todos los bolivianos en una posición en la cual nos introducen facialmente quimeras llenas de terror. Con miedo al diablo y capitalismo fragmentamos las herramientas con las cuales podemos integrar mercados y nuestro propio ser. Sumergidos en lo ancestral, el patrimonio por el cual luchamos los bolivianos es un monopolio sobre un baile - la diablada - y supremacía sobre un dios pagano – Ekeko- dios de la abundancia. En ambos casos, ¡qué ironía!
La gratificación humana, por último, no solo es una abstracción, es también un acto concreto que no solo se desprende metafísicamente del proceso del trabajo desinteresado. La gratificación es un techo, salud, bienestar, dignidad y educación para la familia; bienes que también emana de vender con éxito en el mercado, o de recibir una justa retribución. Para ello se necesitan de mercados. Esa sencilla realidad – sin embargo - no la pueden entender los académicos y asalariados que viven muy bien mamando de la teta del Estado; cuyo mejor producto es adoctrinamiento y negociados que hacen posible que se aferren al poder. La verdadera misión de políticos e “intelectuales” no es salvar al pueblo de las garras de un alienante trabajo, su verdadera misión es monopolizar el ejercicio de la fuerza, una posición del misionero que pretende poner de rodillas a un mercado que también es un recurso que pertenece a todo el pueblo boliviano. Es tan abstracto el tipo de trabajo que promueven los misioneros jacobinos, que ni siquiera con las arcas llenas y monopolio del poder son capaces de crearlo. Debe ser culpa del diablo.
La consciencia humana, tan celestial, tan mágica; tan propensa a la violencia y la maldad. Un cerebro deteriorado por la enfermedad (Alzheimer), un trauma violento (porrazo) o lotería genética (psicópata) no reproduce la misma dulzura que un cerebro sano y lleno de vitalidad. Pero incluso el cerebro más hermoso es capaz de matar, odiar, resentir y morir de envidia. Solíamos achacar ciertas conductas al demonio. Hoy entendemos que diferentes estados potenciales del cerebro son en realidad diferentes herramientas con las cuales el ser humano aprendió - a lo largo del precario proceso evolutivo - a lidiar con un mundo externo donde toda agenda personal se cree el rey.
Son apenas cien mil años con un cerebro capaz del lenguaje, solidaridad, moral y raciocino. Antes de poseer tal privilegio, el orden era impuesto con gran violencia. Los instintos que aún habitan el sistema límbico– voces de nuestro primitivo pasado - se manifiestan a veces con crueldad. Pero no es el diablo quien se apodera del ser; son herramientas del cerebro que se expresan incluso en el más santo. Una madre dispuesta a matar para proteger a su recién nacido no está poseída por demontre; está poseída por el instinto de proteger a su bebé.
Al diablo lo utilizó la iglesia para imponer su autoridad. Misioneros jacobinos creen ahora poder invocar al fantasma del capitalismo para imponer su Estado comunista. A sus fieles devotos les venden una caricatura del neo-Mefistófeles; un Satán que ha de despojarlos del placer que emana del proceso de trabajar. En el instante en el cual se trabaja sin pensar en la ganancia –dice el bolchevique – es que el ser humano logra ser integro y feliz. El obstáculo a dicha “dicha” ni siquiera son “los” capitalistas, viles seres humanos con la agenda personal de enriquecerse a la costilla del otro. ¡No! Es “El” capitalismo, como si “El” capitalismo fuese la personificación de un ente, con consciencia y agenda individual.
En la natural ignorancia de una fase evolutiva que podríamos llamar nuestra “infancia histórica”, armados de mitos en lugar de conocimiento, el humano intentó entender la fragilidad moral propia del ser, invocando la entelequia de un pobre Belcebú. Usar metafísica en lugar de ciencia acabó fragmentando nuestras facultades, convirtiendo nuestro pecaminoso cuerpo en agente secreto de la maldita agenda de un tal Lucifer. La comprensión de la complejidad del cerebro, un milagroso órgano que trabaja a través de múltiples módulos que compiten por manifestarse, nos permite hoy esbozar un mapa de la psique humana con muchísima mayor elegancia y precisión que las caricaturas que dibujaron de nuestro ser divino limitados misioneros del siglo XV.
Entendemos ahora que el cerebro tiene que organizar y complementar una variedad de agendas que impelen al individuo al sexo, la gula, el poder, la solidaridad, la empatía y cooperación: todo al mismo tiempo. No son diversos entes metafísicos que se apoderan del ser, es una compleja danza neural que baila al ritmo de circunstancias especificas, excitaciones sensoriales pasajeras, principios morales duraderos y un marco legal que delinea todo aquello que llamamos cultura. A veces comemos hasta la muerte. Pero insisto, la culpa no la tiene el diablo. La gula se deriva de un sistema límbico incapaz de incorporar a la neocorteza en el instante que decidimos si el placer de corto plazo (comer hasta infartar) debe incorporar al proceso de toma de decisiones consideraciones de largo plazo, donde el “dolor” de postergar la gratificación inmediata se traduce en el “placer” de un cuerpo sano por el resto de la vida.
Les aclaro a todos los niños que juegan a salvar al mundo que la buena ciencia refleja aquello que existe y que forma parte de la gloriosa creación de Dios. La mala ciencia es la que puede reflejar una agenda “hegemónica” o un error de apreciación. Los instintos, la genética, el cerebro reptiliano y sistema límbico no son inventos de Satanás, son herramientas con las cuales Dios ha creado energías en contraposición, cuya interacción dialéctica genera la fuerza vital con la cual la vida triunfa sobre la “escasez” de la segunda ley de la termodinámica. Es más fácil, sin embargo, reducirlo todo a una pugna entre el bien y el mal, un maniqueísmo infantil que devora con gran facilidad mentes imberbes que se rinden de rodillas ante falsos ídolos. La única esperanza de desarrollo físico, económico, mental y espiritual de inocentes devotos del fundamentalismo político o religioso, es que sus suplicas a dioses paganos sean escuchados por abstracciones cósmicas; o que se promulgue un nuevo bono.
La biblia de los misioneros jacobinos es el Capital de Karl Marx. Intentar entender la hermandad entre economías entrelazadas por una dinámica de desarrollo compartido que se gesta en el siglo XXI, utilizando una metafísica del siglo XIX - que divaga sobre la gratificación del trabajo - es como entender a la naturaleza humana utilizando frenología en lugar de neurociencia: un absurdo. La consecuencia de fragmentar a la economía en “ayllus universales” – sea intencional o no – sería destruir las sinergias que permiten a los pueblos vender sus productos en un mercado cada vez más grade. En lugar de una mayor gratificación que mágicamente emane del nuevo dios Eros, desarticular a Bolivia de la economía global en nombre de luchar contra el fantasma del capitalismo, es una agenda infantil que acabará en llanto.
El pueblo boliviano – para bien o para mal – es un pueblo de comerciantes, que compramos barato y vendemos caro. Si bien es cierto que debemos trasformar nuestra economía hacia una que agregue valor a los recursos naturales de todos, el camino será empedrado de buenas intenciones si nuestros máximos líderes siguen satanizando herramientas del mercado en nombre de su lucha cósmica contra espectros del pasado. ¿Los chinos y rusos son víctimas del capitalismo, o simplemente utilizan herramientas de mercado que funcionan? ¿Los comerciantes de la Uyustus y del Mercado Rodríguez pecan de falsa consciencia, o están generando dinámicas que permitirán a sus hijos el día de mañana producir en lugar de revender? ¿Dónde empieza la empresa/mercado y termina el capitalismo?
Existen empresas que explotan a sus trabajadores y naciones poderosas con agendas geopolíticas que utilizan sus economías para someter a los demás. Su angurria de poder no es mentira. Pero son seres humanos los que están detrás de dicha desdicha, no una entelequia abstracta que conspira con gran precisión. Lo que se pierde en esta ridícula caricatura y burda simplificación es que el fruto del trabajo – para que brinde satisfacción – debe tener un mercado. Ese mercado - lleno de bondades y crueldad – funciona mejor cuando se aplican herramientas que han aprendido a utilizar, con grandes satisfacciones para sus respectivos pueblos, chinos, indios, vietnamitas, rusos y brasileros. De “capitalismo” como doctrina hoy queda el amargo recuerdo de un pasado primitivo, cuyo anacrónico fundamentalismo ni pasa desapercibido en un mundo interconectado, ni es aceptado por una vigilante comunidad internacional.
En lugar de una gran conspiración del un ente sobrenatural (“El”capitalismo), que viene a Bolivia a robar niños, tierras y ancestrales tecnologías, lo que existen son individuos corruptos que pueden abusar de herramientas de libre mercado con las cuales se forjan desarrollo; lo mismo que en lugar de ángeles y demonios lo que existe un sistema límbico lleno de apetitos y una neocorteza que brinda al cerebro herramientas para avanzar mayor moral. No hay agendas diabólicas por parte de un ángel caído, o conspiración de un capitalismo transnacional. Lo que existe detrás de las distorsiones a los principios de equidad y mutuo beneficio que rigen mercados modernos es la angurria de una corrupta agenda personal. Pero los misioneros jacobinos quieren hacerle creer al pueblo en la maldad de herramientas que otros pueblos utilizan para su desarrollo, colocándonos a todos los bolivianos en una posición en la cual nos introducen facialmente quimeras llenas de terror. Con miedo al diablo y capitalismo fragmentamos las herramientas con las cuales podemos integrar mercados y nuestro propio ser. Sumergidos en lo ancestral, el patrimonio por el cual luchamos los bolivianos es un monopolio sobre un baile - la diablada - y supremacía sobre un dios pagano – Ekeko- dios de la abundancia. En ambos casos, ¡qué ironía!
La gratificación humana, por último, no solo es una abstracción, es también un acto concreto que no solo se desprende metafísicamente del proceso del trabajo desinteresado. La gratificación es un techo, salud, bienestar, dignidad y educación para la familia; bienes que también emana de vender con éxito en el mercado, o de recibir una justa retribución. Para ello se necesitan de mercados. Esa sencilla realidad – sin embargo - no la pueden entender los académicos y asalariados que viven muy bien mamando de la teta del Estado; cuyo mejor producto es adoctrinamiento y negociados que hacen posible que se aferren al poder. La verdadera misión de políticos e “intelectuales” no es salvar al pueblo de las garras de un alienante trabajo, su verdadera misión es monopolizar el ejercicio de la fuerza, una posición del misionero que pretende poner de rodillas a un mercado que también es un recurso que pertenece a todo el pueblo boliviano. Es tan abstracto el tipo de trabajo que promueven los misioneros jacobinos, que ni siquiera con las arcas llenas y monopolio del poder son capaces de crearlo. Debe ser culpa del diablo.
domingo, 30 de agosto de 2009
Soberanías Refrendadas
Cortinas de humo cubren un continente embriagado por serenatas que anuncian la invasión del Comando Sur. Abnegados Presidentes (sin agenda personal) suponen que un mágico referéndum transnacional disolvería por decreto la amenaza militar; votos depositados en urnas “bolivarianas” que obliguen a Colombia enterrar por cuenta propia y sin ayuda a los hijos de Santander caídos en garras del narco-terrorismo. Uno de los países más prósperos del continente, Colombia ve su desarrollo violenta y cruelmente entorpecido por fuerzas irregulares que operan en su territorio. Pero las amargas consignas en contra del terrorismo, separatismo y guerrillas cambas que operan en Bolivia se disuelven cuando se trata de las FARC. Parece ser que la ideología con la cual se disfrazan algunos asesinos despierta una romántica nostalgia entre los maestros de la indignación selectiva.
Un puñado de espinas en un Rozas en Bolivia conmueve a lágrimas, pero hechos de vejación, asesinato y sedición cien mil veces repetidas en Colombia parece excitar el mismo morbo en nuestro cerebro reptiliano que provoca ver como otros ultrajan una dama. La morbosa complicidad parece replicarse cuando es el narco-terrorismo quien a diario viola al pueblo colombiano. El sufrimiento de Ingrid Betancourt y miles otros se diluye en medio de una abstracción revolucionaria; mientras que tres tristes tigres conspirando desde un céntrico hotel aledaño a la feria de Santa Cruz aquí nos desgarra el alma. Desgarrada está una nación hermana. Pero Colombia no es Honduras, ni Uribe es Zelaya. Por ende - en lugar de apoyar la lucha por su democracia y soberanía - se enfilaron varios Presidentes a Bariloche a condenarla.
Entre los Presidentes de UNASUR se interpuso la cordura. La más mínima decencia obligó apoyar a Colombia en su lucha contra el narco-terrorismo, aunque sea de boca para afuera. La doctrina de sometimiento político tuvo que ceder a la doctrina de avanzar paz y libertad siempre; no solo cuando les conviene. Y aunque pretenden hacer del vergonzoso caso de una menor de edad colombiana una venda que tape las otras decenas de miles vejaciones de las FARC, la solidaridad con Colombia puede más que la manipulación mediática de Telesur. Ahora se buscan soluciones, como ser un referéndum intercontinental.
Propongo, en el mismo espíritu, que los pueblos de América Latina decidan si se legalizan o no las drogas; no para promover el consumo, sino para regularlo. Que sea el Estado – y no la oferta y la demanda - quien someta a productores y consumidores de cocaína a la racionalidad. En lugar de narco-terroristas sembrando muerte, que broten clínicas para tratar a los cocainómanos por lo que son: enfermos. Es más lucrativo, sin embargo, que la cocaína sea ilegal. De ser legalizada, el precio bajaría y habría que rendir cuentas; lo cual haría más difícil el uso clandestino de ganancias para financiar agendas cuyo norte es drogar al pueblo con la merca ideológica del sur.
La política de EEUU contra el narcotráfico desestabiliza y mata. Si nuestros líderes realmente pretenden luchar contra el imperialismo, que sus voces se eleven ahora también para acabar con una guerra que ha resultado tóxica para nuestros pueblos. Aunque fueron expulsados los agentes de la DEA, sigue reinando la misma demente lógica de la prohibición. Debemos reemplazar el libre mercado de cocaína con Europa y EEUU por regulación e intervención del Estado. El silencio en este sentido no solo es cómplice, es también sospechoso. Para encausar la agenda, tal vez ayude agregar al referéndum una urna adicional.
Un puñado de espinas en un Rozas en Bolivia conmueve a lágrimas, pero hechos de vejación, asesinato y sedición cien mil veces repetidas en Colombia parece excitar el mismo morbo en nuestro cerebro reptiliano que provoca ver como otros ultrajan una dama. La morbosa complicidad parece replicarse cuando es el narco-terrorismo quien a diario viola al pueblo colombiano. El sufrimiento de Ingrid Betancourt y miles otros se diluye en medio de una abstracción revolucionaria; mientras que tres tristes tigres conspirando desde un céntrico hotel aledaño a la feria de Santa Cruz aquí nos desgarra el alma. Desgarrada está una nación hermana. Pero Colombia no es Honduras, ni Uribe es Zelaya. Por ende - en lugar de apoyar la lucha por su democracia y soberanía - se enfilaron varios Presidentes a Bariloche a condenarla.
Entre los Presidentes de UNASUR se interpuso la cordura. La más mínima decencia obligó apoyar a Colombia en su lucha contra el narco-terrorismo, aunque sea de boca para afuera. La doctrina de sometimiento político tuvo que ceder a la doctrina de avanzar paz y libertad siempre; no solo cuando les conviene. Y aunque pretenden hacer del vergonzoso caso de una menor de edad colombiana una venda que tape las otras decenas de miles vejaciones de las FARC, la solidaridad con Colombia puede más que la manipulación mediática de Telesur. Ahora se buscan soluciones, como ser un referéndum intercontinental.
Propongo, en el mismo espíritu, que los pueblos de América Latina decidan si se legalizan o no las drogas; no para promover el consumo, sino para regularlo. Que sea el Estado – y no la oferta y la demanda - quien someta a productores y consumidores de cocaína a la racionalidad. En lugar de narco-terroristas sembrando muerte, que broten clínicas para tratar a los cocainómanos por lo que son: enfermos. Es más lucrativo, sin embargo, que la cocaína sea ilegal. De ser legalizada, el precio bajaría y habría que rendir cuentas; lo cual haría más difícil el uso clandestino de ganancias para financiar agendas cuyo norte es drogar al pueblo con la merca ideológica del sur.
La política de EEUU contra el narcotráfico desestabiliza y mata. Si nuestros líderes realmente pretenden luchar contra el imperialismo, que sus voces se eleven ahora también para acabar con una guerra que ha resultado tóxica para nuestros pueblos. Aunque fueron expulsados los agentes de la DEA, sigue reinando la misma demente lógica de la prohibición. Debemos reemplazar el libre mercado de cocaína con Europa y EEUU por regulación e intervención del Estado. El silencio en este sentido no solo es cómplice, es también sospechoso. Para encausar la agenda, tal vez ayude agregar al referéndum una urna adicional.
lunes, 17 de agosto de 2009
Detener la Paradoja
Transferir al Estado libertades a cambio de su protección es una idea muy antigua. Maestro en controlar bajos instintos, Hobbes propuso librarnos de la discordia entre egoístas sometiendo al pueblo a una soberbia autoridad central. Walter Martínez, manipulador de “acontecimientos en pleno desarrollo”, ahora lamenta en su Dossier: “El Estado, que no debía meterse en nada, no se metió y el resultado es que ahora el Estado tiene que meterse en todo”. Un Estado que se mete en todo es una idea que nos han metido; un concepto que avanza por la coyuntura. La idea deberá ser digerida antes de ser evacuada por el otro lado de la historia.
El vulnerable Estado Plurinacional boliviano acaba de nacer. La gran paradoja es que – para rescatar vestigios de democracia – debemos por ahora tolerar la arremetida del Gran Poder del retoño del patriarca y cuadrilla de burócratas que se entrometen hasta en los bolsillos. Pero si la oposición llegase a ganar las elecciones en diciembre, en lugar de institucionalidad, tendríamos una nación sumergida en el caos que aun pueden imponer los aferrados al proyecto de dominación total. Hobbesiano imperativo, por ende, es que (por la más mínima diferencia) el Presidente Morales sea reelegido; mientras que el Congreso pase a manos de la pluralidad de bolivianos. Un nuevo empate – irónicamente – es la única esperanza de revalidar al Legislativo como último bastión del equilibrio del poder.
Complementariedad del poder no es agenda ni del oficialismo, ni de la oposición. Con votos de devotos unos buscan la hegemonía política que – al destruir la separación de poderes – permita el garrote político que imponga su hegemonía sectorial. Los otros buscan su cuotita de poder. Pero si en medio de la excitación proselitista la oposición llegase a interponerse al macizo muro que erigen para contener las egoístas energías que nacen del individuo, la vida se volvería aun más “corta, solitaria, pobre y brutal”. La cabeza del actual Estado debe seguir creciendo hasta aplastar la iniciativa personal. Solo cuando sea imposible maquillar sus arrugas y disfrazar sus falanges con retorica populista, podremos sentir la inútil paja del intrusivo órgano estatal.
México y Brasil tienen un Estado constituido, que permite integrar sus pueblos en beneficio de sus respectivas economías (y al revés). La madurez de líderes capaces de hacer a un lado ideologías en nombre del orden y progreso es un lujo que sólo se dan Estados que ya han pasado por sus entrañas las heces propias de las fases del adolecente narcisismo nacionalista. Las que aun lentamente pasamos el bolo por intestinos en vía de formación, debemos primero permitir que el Estado “nos meta con todo”. Es mejor que los bloqueos al desarrollo se concentren en la Plaza Murillo, a tener que lidiar nuevamente con la iniciativa personal de cien mil muy bien organizados bloqueadores de aplastante vocación.
Aunque el imberbe Estado Plurinacional no crea ni deja crear, es menester dejarlo crecer, incluso cuando la erección de sus muros desgarra el tejido de convivencia entre hermanos. Lo importante es mañana desentrañar su autoritarismo e digerir un mejor poder. Aún no existen las condiciones políticas, capacidad, ni convicción. De tener la tentación de detener del poder su paradoja, la prematura evacuación del marxismo cocalero prolongará el absolutismo sindical. Que sigan avasallando todo espacio social, adoctrinen al pueblo y arremetan contra la independencia: de los poderes, de las regiones, también del individuo. ¡Métanle maestros!
El vulnerable Estado Plurinacional boliviano acaba de nacer. La gran paradoja es que – para rescatar vestigios de democracia – debemos por ahora tolerar la arremetida del Gran Poder del retoño del patriarca y cuadrilla de burócratas que se entrometen hasta en los bolsillos. Pero si la oposición llegase a ganar las elecciones en diciembre, en lugar de institucionalidad, tendríamos una nación sumergida en el caos que aun pueden imponer los aferrados al proyecto de dominación total. Hobbesiano imperativo, por ende, es que (por la más mínima diferencia) el Presidente Morales sea reelegido; mientras que el Congreso pase a manos de la pluralidad de bolivianos. Un nuevo empate – irónicamente – es la única esperanza de revalidar al Legislativo como último bastión del equilibrio del poder.
Complementariedad del poder no es agenda ni del oficialismo, ni de la oposición. Con votos de devotos unos buscan la hegemonía política que – al destruir la separación de poderes – permita el garrote político que imponga su hegemonía sectorial. Los otros buscan su cuotita de poder. Pero si en medio de la excitación proselitista la oposición llegase a interponerse al macizo muro que erigen para contener las egoístas energías que nacen del individuo, la vida se volvería aun más “corta, solitaria, pobre y brutal”. La cabeza del actual Estado debe seguir creciendo hasta aplastar la iniciativa personal. Solo cuando sea imposible maquillar sus arrugas y disfrazar sus falanges con retorica populista, podremos sentir la inútil paja del intrusivo órgano estatal.
México y Brasil tienen un Estado constituido, que permite integrar sus pueblos en beneficio de sus respectivas economías (y al revés). La madurez de líderes capaces de hacer a un lado ideologías en nombre del orden y progreso es un lujo que sólo se dan Estados que ya han pasado por sus entrañas las heces propias de las fases del adolecente narcisismo nacionalista. Las que aun lentamente pasamos el bolo por intestinos en vía de formación, debemos primero permitir que el Estado “nos meta con todo”. Es mejor que los bloqueos al desarrollo se concentren en la Plaza Murillo, a tener que lidiar nuevamente con la iniciativa personal de cien mil muy bien organizados bloqueadores de aplastante vocación.
Aunque el imberbe Estado Plurinacional no crea ni deja crear, es menester dejarlo crecer, incluso cuando la erección de sus muros desgarra el tejido de convivencia entre hermanos. Lo importante es mañana desentrañar su autoritarismo e digerir un mejor poder. Aún no existen las condiciones políticas, capacidad, ni convicción. De tener la tentación de detener del poder su paradoja, la prematura evacuación del marxismo cocalero prolongará el absolutismo sindical. Que sigan avasallando todo espacio social, adoctrinen al pueblo y arremetan contra la independencia: de los poderes, de las regiones, también del individuo. ¡Métanle maestros!
viernes, 7 de agosto de 2009
Un Gusto Adquirido
Perdura el machismo, porque son cómplices algunas víctimas de tal desfachatez. Sometidas por una falsa consciencia, una numerosa minoría reproduce en sus hijos cadenas mentales que las hacen serviles al marido. Con precisa simetría, en las entrañas de sus corroídas mentes, la clase media reproduce valores que reproducen su sumisión a la agenda de explotación de la burguesía. El hilo conductor es una cultura moldeada por los intereses de las élites, promovida a través de su corrupto sistema de educación y monopólico control de los medios de comunicación. Sus estrategias han sido estudiadas en profundidad y son ampliamente conocidas; por lo que es menester de la revolución “legalmente” expropiarle al poder burgués su capacidad de imponer valores que conducen al consumismo egoísta. El brazo ejecutor de una nueva cultura serán los periodistas y burócratas del nuevo amanecer, quienes utilizarán los mismos medios y las mismas herramientas mediáticas; esta vez para entrelazar al pueblo, en lugar de encadenarlo.
La aplicación de viejas técnicas de adoctrinamiento a nuevos y más elevados objetivos orgánicos permite que el poder sea utilizado para que el pueblo aprenda a “olvidar” los intereses personales, convirtiendo al individuo en parte de un ente superior. Ha quedado registrado en los anales las efemérides de agosto que el mejor homenaje que podemos hacer a nuestra querida patria es “pensar todos igual”. Y todo aquel que opine diferente, es porque es cómplice de la agenda imperialista de promover el valor del esfuerzo individual, donde uno es protagonista y responsable de avanzar su propia libertad y bienestar. ¡El descaro!
Hay que extrapolar el pasado de opresión como si nada hubiese cambiado, para sembrar paranoia, lo cual permite crear una neurosis colectiva que arrastre al pueblo a defenderse de fabricadas amenazas externas e internas, las cuales deberán ser destruidas; al igual que cualquier idea que no se someta a una única e incuestionable verdad. Si bien es cierto que este valle de lágrimas es una cárcel que nos impone los caprichos de una piel pecaminosa, por lo menos que esta vez las llaves estén en manos de burócratas, en lugar del latifundio mediático de la burguesía.
El individuo demuestra ser incapaz de identificar sus cadenas. Por ende - aparentando respeto a la libertad individual - el Estado deberá liberarlo, bombardeando su psique con propaganda política; reemplazando la vanidad contenida en basura que vende el capitalismo, por la solidaridad sectorial: un bien supremo. A su vez, el Estado entiende la historia mejor que el individuo, lo cual le confiere derecho de recrearla y comercializarla según los dictados de su agenda política, que es noble. De esa manera se logrará reprimir el mercantilismo fariseo del “libre mercado de ideas”, promotor de la degeneración mental en manos de medios privados de comunicación.
Las cadenas de la explotación capitalista deberán ceder a los sublimes barrotes de la ingeniería social, única forma de controlar nuestros bajos instintos; derrotando así al egoísmo y castigando toda renuencia a tejer vigilantemente el tejido social. La maravillosa contradicción es que - esta vez - la cárcel será liberadora. En el compromiso de trabajar “por” y “para” el Estado, el pueblo se convertirá en su sirviente, un servilismo que es bueno, porque un Estado socialista es un organismo benévolo: gran garantía de una libertad que es, en realidad, una gratificación adquirida.
La aplicación de viejas técnicas de adoctrinamiento a nuevos y más elevados objetivos orgánicos permite que el poder sea utilizado para que el pueblo aprenda a “olvidar” los intereses personales, convirtiendo al individuo en parte de un ente superior. Ha quedado registrado en los anales las efemérides de agosto que el mejor homenaje que podemos hacer a nuestra querida patria es “pensar todos igual”. Y todo aquel que opine diferente, es porque es cómplice de la agenda imperialista de promover el valor del esfuerzo individual, donde uno es protagonista y responsable de avanzar su propia libertad y bienestar. ¡El descaro!
Hay que extrapolar el pasado de opresión como si nada hubiese cambiado, para sembrar paranoia, lo cual permite crear una neurosis colectiva que arrastre al pueblo a defenderse de fabricadas amenazas externas e internas, las cuales deberán ser destruidas; al igual que cualquier idea que no se someta a una única e incuestionable verdad. Si bien es cierto que este valle de lágrimas es una cárcel que nos impone los caprichos de una piel pecaminosa, por lo menos que esta vez las llaves estén en manos de burócratas, en lugar del latifundio mediático de la burguesía.
El individuo demuestra ser incapaz de identificar sus cadenas. Por ende - aparentando respeto a la libertad individual - el Estado deberá liberarlo, bombardeando su psique con propaganda política; reemplazando la vanidad contenida en basura que vende el capitalismo, por la solidaridad sectorial: un bien supremo. A su vez, el Estado entiende la historia mejor que el individuo, lo cual le confiere derecho de recrearla y comercializarla según los dictados de su agenda política, que es noble. De esa manera se logrará reprimir el mercantilismo fariseo del “libre mercado de ideas”, promotor de la degeneración mental en manos de medios privados de comunicación.
Las cadenas de la explotación capitalista deberán ceder a los sublimes barrotes de la ingeniería social, única forma de controlar nuestros bajos instintos; derrotando así al egoísmo y castigando toda renuencia a tejer vigilantemente el tejido social. La maravillosa contradicción es que - esta vez - la cárcel será liberadora. En el compromiso de trabajar “por” y “para” el Estado, el pueblo se convertirá en su sirviente, un servilismo que es bueno, porque un Estado socialista es un organismo benévolo: gran garantía de una libertad que es, en realidad, una gratificación adquirida.
miércoles, 22 de julio de 2009
Disparate Lunar
Telesur ha despegado a nuestro espacio mental, izando un nuevo velo. Único medio de comunicación imparcial, con reportajes equilibrados, sin agendas políticas y con el único propósito de informar, Telesur promueve gloriosamente el descenso a la pantalla de su novela orwelliana. De no ser por Telesur, el pueblo latinoamericano seguiría creyendo mentiras, como la farsa norteamericana de aterrizar en la luna, un burdo propósito de distraer al pueblo del genocidio en Vietnam e inflar el ego nacionalista del imperio. Los heroicos periodistas de Telesur, dechados de objetividad, por fin siembran en nuestra mente colectiva la sospecha, porque huelen un efecto especial en un alunizaje que – en lugar del espacio sideral – tuvo un estudio de Hollywood de telón de fondo.
Gracias al ímpetu revolucionario de apegar medios de comunicación privados a la ley, se pone fin al “latifundio mediático”, para que el periodismo latinoamericano pase por su mejor momento. Elusiva ley, que se acopla hasta ser inexorablemente aplastante, asume el derecho de imponer soberbia (perdón, digo “soberanía”) sobre el espacio radioeléctrico por el cual transitan las mentiras de la oligarquía. Es potestad legítima de gobiernos democráticamente elegidos impedir que la burguesía contamine las mentes del pueblo con falsas promesas y calumnias; en particular cualquier defensa y proclamación de la virtud del libre mercado, que intentan vender los fariseos del capitalismo. Que vayan los defensores de valores e ideales de la burguesía apátrida con sus concesiones bajo el brazo, porque ha llegado la hora de “democratizar” la información.
Digno ejecutor de la nota editorial del nuevo periodismo es Mario Silva, de Venezolana de Televisión, cuyo programa La Hojilla es vanguardia de la honestidad intelectual y libertad mental. Con gran integridad profesional, el señor Silva ha anunciado que “está comprobadísimo” que los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre fue un “auto atentado” del gobierno norteamericano. A tiempo de felicitarlo por destapar esa vil conspiración, quiero acotar sus conclusiones con información de una fuente a mi allegada, que me informa lo siguiente: Una vez el equipo de Bush logró exitosamente burlar las cientos de cámaras de seguridad en el corazón del sistema financiero mundial para ejecutar el auto atentado y - posteriormente - derrotado el ejército iraquí, un asesor de la CIA sugirió que se envíe un equipo a Irak, para plantar armas de destrucción masivas en el desierto que justifiquen la invasión.
Esta “comprobadísimo” que George W. Bush enfurecido exclamó, “¡Su plan es demasiado obvio!”. El asesor de la CIA advirtió, “pero si no aparecen armas de destrucción masiva será un suicidio político”. Bush le contestó, “¡a esos bárbaros les enseñaré incluso a suicidarse!”. No satisfecho con alienar al mundo entero, Bush luego derrochó la poca buena voluntad que aun tenía el imperio torturando a supuestos autores intelectuales del atentado, a sabiendas de que los torturados no sabían nada (porque fue un auto atentado). Además de egoístas, sádicos los malditos.
Según el programa La Hojilla, la guerra contra las drogas de la DEA es en realidad una conspiración para que EE.UU. se quede con el dinero del narcotráfico y el Plan Colombia es un eufemismo para el Cartel de Washington. ¿La evidencia? Dos palabras: Oliver North. La crisis económica del imperio es también una crisis moral, por lo que están dispuestos a vender drogas en su propio suelo con tal de rendirle pleitesía a su único dios: el todopoderoso dólar. Si el imperio no tuvo inconveniente en torturar “por deporte”, tampoco tiene tapujos a la hora de poner su credibilidad internacional en juego con tal de subvencionar su rescate financiero de Wall Street. Afortunadamente, el nuevo periodismo latinoamericano destapará esas patrañas a base de insinuaciones y ecos del pasado; mientras que los verdaderos patriotas cuidan de nuestro patrimonio y protegen al pueblo de la contaminación mental. El proyecto de liberación requiere contrarrestar la hegemonía cultural del imperio con un contundente sesgo, para convertir la verdad en soberano disparate lunar.
Haciendo a un lado la ironía, Telesur merece ser elogiada por sus excelentes documentales sobre la injerencia norteamericana en Latinoamérica y su complicidad en la oscura era de dictaduras militares que - a nombre de detener avances del bloque comunista - hundieron al continente en una cruenta y criminal represión. Reza el refrán que aquel que no entiende el pasado está condenado a repetirlo.
El espíritu de estos tiempos – sin embargo - sigue siendo orwelliano, la diferencia es de ideología, no de métodos para imponer una verdad. En lugar de controlar el pensamiento “controlando el pasado” y eliminando significados no deseados, la neolengua de Telesur (et al) pretende controlar el sentimiento popular, extrapolando el pasado al presente, reduciendo todo argumento de la oposición a códigos (“imperio”, “burguesía”) que – sin necesidad de escuchar el argumento - lo deslegitima. Si bien es cierto que – en contraste con la imposición de un orden represivo al servicio de las transnacionales y oligarquía política durante el siglo XX - el actual proyecto político es un considerable avance de ciertos principios democráticos, reemplazar la hegemonía impuesta por el consumismo capitalista y bota militar por el rebañismo intelectual de la pseudo-solidaridad producida en masa por una manipulación mediática, es reemplazar una ingeniería social por otra.
Cualquier argumento sobre las bondades del libre mercado – o cualquier otra reflexión sobre las transformaciones que vive el planeta - son inmediatamente reducidas por las fuerzas goebbelianas a una defensa de la “burguesía”. El hecho que la “burguesía” boliviana ha exiliado a mi familia en dos oportunidades, ha implícitamente expropiado nuestro patrimonio, a mí jamás me ha dado un trabajo y me condena al ostracismo social, tildándome de “indio” por mis modales comensales, debe ser evidencia (comprobadísima) de lo bien que me han lavado el cerebro agentes de la CIA. ¿Ese es el nivel de diálogo y libertad de pensamiento en este nuevo amanecer? Si algo “estoy” con mis argumentos es “equivocado”, un error que debe ser refutado mediante un debate respetuoso de la posición del otro. Rebatir asignando categorías - en función a lo que uno supuestamente “es” – no es debate; es guerra psicológica. El prejuicio antes era en base a la etnia. Ahora es en función a la supuesta condición social.
La “verdadera” democracia que se intenta imponer sobre los pueblos cansados de América Latina está sentada sobre tres pilares: miedo, sospecha y división. El comandante Chávez ha sido muy claro en declarar abiertamente una permanente lucha de clases, obligando a todo individuo elegir su opción bolivariana, o resignarse a la ignominia social. Lo que parece olvidar es que el año es 2009, no 1959. En Telesur legítimamente se reclama libertad de pensamiento para el pueblo hondureño y Radio Globo. Pero si ese derecho es selectivo y la libertad de pensamiento se convierte en privilegio reservado únicamente para aliados ideológicos, el pueblo se dará cuenta. El proyecto de instituir y defender derechos y libertades únicamente a quienes estén alineados a la hegemonía de una misma agenda política no es democracia, mucho menos progreso.
El pueblo sacará sus propias conclusiones sobre transformaciones que vive el planeta, en particular sobre un pueblo cansado de mentiras y manipulaciones, que ha elegido a Barack Hussein Obama para avanzar un nuevo orden político, económico y social. El surgimiento de nueva izquierda post-ideológica es la verdadera amenaza para la izquierda jurasica; y esa es la verdad detrás de su manipulación de la verdad. Extrapolar el pasado para convertirlo en presente sirve para ofuscar las mentes con odio y paranoia. Pero la evidencia del presente hablará con mayor elocuencia que cualquier manipulación mediática.
Desde Telesur se seguirán agitando fuerzas cinéticas lanzando piedras al ayer, mientras el mundo se integra a gran velocidad. Sumergidos en el pasado, América Latina queda – por ahora – condenada a ser el parque jurasico del mundo, para que antropólogos y ONGs europeas vengan a estudiar la pieza de museo más grande del planeta. Y sobre nuestra superficie lunática se clavarán muchas banderas, sus imágenes editadas en estudios de Caracas, manipulaciones que ahora se producen en suelo latinoamericano; la lacra del subdesarrollo de telón de fondo.
Gracias al ímpetu revolucionario de apegar medios de comunicación privados a la ley, se pone fin al “latifundio mediático”, para que el periodismo latinoamericano pase por su mejor momento. Elusiva ley, que se acopla hasta ser inexorablemente aplastante, asume el derecho de imponer soberbia (perdón, digo “soberanía”) sobre el espacio radioeléctrico por el cual transitan las mentiras de la oligarquía. Es potestad legítima de gobiernos democráticamente elegidos impedir que la burguesía contamine las mentes del pueblo con falsas promesas y calumnias; en particular cualquier defensa y proclamación de la virtud del libre mercado, que intentan vender los fariseos del capitalismo. Que vayan los defensores de valores e ideales de la burguesía apátrida con sus concesiones bajo el brazo, porque ha llegado la hora de “democratizar” la información.
Digno ejecutor de la nota editorial del nuevo periodismo es Mario Silva, de Venezolana de Televisión, cuyo programa La Hojilla es vanguardia de la honestidad intelectual y libertad mental. Con gran integridad profesional, el señor Silva ha anunciado que “está comprobadísimo” que los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre fue un “auto atentado” del gobierno norteamericano. A tiempo de felicitarlo por destapar esa vil conspiración, quiero acotar sus conclusiones con información de una fuente a mi allegada, que me informa lo siguiente: Una vez el equipo de Bush logró exitosamente burlar las cientos de cámaras de seguridad en el corazón del sistema financiero mundial para ejecutar el auto atentado y - posteriormente - derrotado el ejército iraquí, un asesor de la CIA sugirió que se envíe un equipo a Irak, para plantar armas de destrucción masivas en el desierto que justifiquen la invasión.
Esta “comprobadísimo” que George W. Bush enfurecido exclamó, “¡Su plan es demasiado obvio!”. El asesor de la CIA advirtió, “pero si no aparecen armas de destrucción masiva será un suicidio político”. Bush le contestó, “¡a esos bárbaros les enseñaré incluso a suicidarse!”. No satisfecho con alienar al mundo entero, Bush luego derrochó la poca buena voluntad que aun tenía el imperio torturando a supuestos autores intelectuales del atentado, a sabiendas de que los torturados no sabían nada (porque fue un auto atentado). Además de egoístas, sádicos los malditos.
Según el programa La Hojilla, la guerra contra las drogas de la DEA es en realidad una conspiración para que EE.UU. se quede con el dinero del narcotráfico y el Plan Colombia es un eufemismo para el Cartel de Washington. ¿La evidencia? Dos palabras: Oliver North. La crisis económica del imperio es también una crisis moral, por lo que están dispuestos a vender drogas en su propio suelo con tal de rendirle pleitesía a su único dios: el todopoderoso dólar. Si el imperio no tuvo inconveniente en torturar “por deporte”, tampoco tiene tapujos a la hora de poner su credibilidad internacional en juego con tal de subvencionar su rescate financiero de Wall Street. Afortunadamente, el nuevo periodismo latinoamericano destapará esas patrañas a base de insinuaciones y ecos del pasado; mientras que los verdaderos patriotas cuidan de nuestro patrimonio y protegen al pueblo de la contaminación mental. El proyecto de liberación requiere contrarrestar la hegemonía cultural del imperio con un contundente sesgo, para convertir la verdad en soberano disparate lunar.
Haciendo a un lado la ironía, Telesur merece ser elogiada por sus excelentes documentales sobre la injerencia norteamericana en Latinoamérica y su complicidad en la oscura era de dictaduras militares que - a nombre de detener avances del bloque comunista - hundieron al continente en una cruenta y criminal represión. Reza el refrán que aquel que no entiende el pasado está condenado a repetirlo.
El espíritu de estos tiempos – sin embargo - sigue siendo orwelliano, la diferencia es de ideología, no de métodos para imponer una verdad. En lugar de controlar el pensamiento “controlando el pasado” y eliminando significados no deseados, la neolengua de Telesur (et al) pretende controlar el sentimiento popular, extrapolando el pasado al presente, reduciendo todo argumento de la oposición a códigos (“imperio”, “burguesía”) que – sin necesidad de escuchar el argumento - lo deslegitima. Si bien es cierto que – en contraste con la imposición de un orden represivo al servicio de las transnacionales y oligarquía política durante el siglo XX - el actual proyecto político es un considerable avance de ciertos principios democráticos, reemplazar la hegemonía impuesta por el consumismo capitalista y bota militar por el rebañismo intelectual de la pseudo-solidaridad producida en masa por una manipulación mediática, es reemplazar una ingeniería social por otra.
Cualquier argumento sobre las bondades del libre mercado – o cualquier otra reflexión sobre las transformaciones que vive el planeta - son inmediatamente reducidas por las fuerzas goebbelianas a una defensa de la “burguesía”. El hecho que la “burguesía” boliviana ha exiliado a mi familia en dos oportunidades, ha implícitamente expropiado nuestro patrimonio, a mí jamás me ha dado un trabajo y me condena al ostracismo social, tildándome de “indio” por mis modales comensales, debe ser evidencia (comprobadísima) de lo bien que me han lavado el cerebro agentes de la CIA. ¿Ese es el nivel de diálogo y libertad de pensamiento en este nuevo amanecer? Si algo “estoy” con mis argumentos es “equivocado”, un error que debe ser refutado mediante un debate respetuoso de la posición del otro. Rebatir asignando categorías - en función a lo que uno supuestamente “es” – no es debate; es guerra psicológica. El prejuicio antes era en base a la etnia. Ahora es en función a la supuesta condición social.
La “verdadera” democracia que se intenta imponer sobre los pueblos cansados de América Latina está sentada sobre tres pilares: miedo, sospecha y división. El comandante Chávez ha sido muy claro en declarar abiertamente una permanente lucha de clases, obligando a todo individuo elegir su opción bolivariana, o resignarse a la ignominia social. Lo que parece olvidar es que el año es 2009, no 1959. En Telesur legítimamente se reclama libertad de pensamiento para el pueblo hondureño y Radio Globo. Pero si ese derecho es selectivo y la libertad de pensamiento se convierte en privilegio reservado únicamente para aliados ideológicos, el pueblo se dará cuenta. El proyecto de instituir y defender derechos y libertades únicamente a quienes estén alineados a la hegemonía de una misma agenda política no es democracia, mucho menos progreso.
El pueblo sacará sus propias conclusiones sobre transformaciones que vive el planeta, en particular sobre un pueblo cansado de mentiras y manipulaciones, que ha elegido a Barack Hussein Obama para avanzar un nuevo orden político, económico y social. El surgimiento de nueva izquierda post-ideológica es la verdadera amenaza para la izquierda jurasica; y esa es la verdad detrás de su manipulación de la verdad. Extrapolar el pasado para convertirlo en presente sirve para ofuscar las mentes con odio y paranoia. Pero la evidencia del presente hablará con mayor elocuencia que cualquier manipulación mediática.
Desde Telesur se seguirán agitando fuerzas cinéticas lanzando piedras al ayer, mientras el mundo se integra a gran velocidad. Sumergidos en el pasado, América Latina queda – por ahora – condenada a ser el parque jurasico del mundo, para que antropólogos y ONGs europeas vengan a estudiar la pieza de museo más grande del planeta. Y sobre nuestra superficie lunática se clavarán muchas banderas, sus imágenes editadas en estudios de Caracas, manipulaciones que ahora se producen en suelo latinoamericano; la lacra del subdesarrollo de telón de fondo.
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