Los mayas tenían razón; el 2012 el mundo se acaba. Nuevos estándares de regulación que impidan una nueva crisis financiera global deberán ser adoptados el 2012 por el G-20, un grupo de las veinte naciones más industrializadas del planeta. Los apóstoles de la destrucción y esotéricos de la eterna conspiración quedarán decepcionados con el augurio, porque el que se acaba es el mundo fragmentado, para dar lugar a un Nuevo Orden Mundial.
Líder de aquellos que encomiendan el destino de sus pueblos a fuerzas cósmicas, para avanzar nobles causas mediante voluntades ancestrales, es el Presidente de Irán. No es casualidad que los mesías de la liberalización simbólica se han alineando con ese eje banal. Naciones como China, Rusia, India y Brasil, grandes bastiones del socialismo mundial, han preferido alinearse a la liberalización regulada de sus economías, dando lugar a un nuevo acuerdo que buscar coordinar políticas fiscales y monetarias. Con los pies sobre la tierra, los líderes del G-20 quieren “dar vuelta la página de la era de irresponsabilidad, y adoptar reformas que “cumplan con las necesidades de una economía de siglo XXI”.
Algún día las normas adoptadas por el G-20 el 2012 serán laureadas como la estocada final al capitalismo e inicio de la era de la integración de modelos de desarrollo, incluyendo el socialismo. Ese nuevo orden, que se viene hace mucho gestando, no es dogmático. Es un híbrido que utiliza mercados para crecer la economía y el marco de instituciones del Estado que coordinan políticas macroeconómicas para evitar los golpes cíclicos por los que atraviesa la economía. El cuarto pilar de esta transformación es la nueva Junta de Estabilidad Financiera, que junto al Banco Mundial, el FMI, y Organización Mundial del Trabajo, serán quienes armonicen políticas y normas de mutuo beneficio.
La Junta de Estabilidad Financiera es la pesadilla del capitalismo, primero porque incorpora a naciones en vía de desarrollo (China, India y Brasil) para que coordinar y monitorear una regulación financiera mucho más estricta. Pero lo que le arde más a los reaccionarios de extrema derecha es que se hable de normalizar la economía a nivel mundial, porque una coordinación transnacional de la transparencia del sistema financiero atenta – en sus primitivos y angurrientos ojos – contra la dinámica de una banca privada libre de las cadenas de la regulación.
Los nuevos requerimientos de liquidez, valuaciones y contabilidad de precio justo para derivados y otras herramientas financieras ponen fin a la orgia romana que puso de rodillas al sistema financiero mundial. Los grandes poderes financieros no reciben bien un orden que establezca serios límites a su codicia. En la extrema izquierda también hay grandes paranoias y teorías de conspiración respecto al Nuevo Orden Mundial, pero sus apreciaciones se inspiran en un metafísico oscurantismo, por lo que hacemos bien en ignorarlas.
Fortalecer la orientación macro-prudencial de los marcos de regulación y supervisión ha de poner fin a un mundo fragmentado, donde la codicia rumiaba alegremente, para crear un orden económicamente racional. No será el fin del mundo que ansían los apóstoles de la destrucción, pero es un buen paso hacia la creación de un mejor planeta. El libro sagrado de los indios – Upanishads – usa la palabra “maya” para definir al mundo material como un engaño; una ilusión. Pero en lugar de usar cábalas esotéricas de sus antepasados, chinos, indios y brasileros rompen cadenas del subdesarrollo con mayor y mejor regulada integración a la economía.
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