martes, 29 de septiembre de 2009

Facturas Cruzadas

Es espíritu de la venganza parece seguir inspirando al voto. Sectores del MAS del altiplano amenazan con el voto cruzado como manifestación de su descontento con las listas de candidatos impuestas democráticamente por el oficialismo. El llamado voto cruzado, sin embargo, puede también tener otra razón de ser: imponer democráticamente equilibrio entre los poderes del Estado. Las encuestas indican que existe un sector de la población de “indecisos” muy grande. La pregunta que se deben estar haciendo todos los candidatos es “¿qué quiere esta vez la gente?”. Una respuesta obvia es que no todos quieren venganza. Algunos queremos cierta dosis de racionalidad política.

En la medida que nos acercamos a la recta final de las elecciones, en lugar del maratón de ideas y debates que se estila en otras latitudes, aquí tendremos una carrera de cien metros que promete ser una tragicomedia llena de codazos políticos. Lo interesante es que esta vez las tres visiones del voto tendrán entre si un más nítido contraste. Dos de esas visiones están definidas. Para muestra un botón: Los ojos detrás de incondicionales adeptos en cada bando ven diferentes conspiraciones en fotos de Roszas, dependiendo si en la foto aparecen empresarios y asesores de prefecturas de la media luna (que supuestamente contrataron sus servicios), o un Capitán del oficialismo (que supuestamente el contrato brutalmente anuló). Una foto no es evidencia de nada. Esa verdad es obvia - y deja inmediatamente de serlo - para sectores cuya visión está contaminada por los prejuicios de sus más bajos instintos.

Al igual que una foto no siempre expresa mil palabras, el depositar un voto por oficialismo u oposición no es necesariamente testimonio de un prejuiciado revanchismo político. Un espíritu diferente embarga a la tercera visión: el voto independiente. La razón de ser de algunos bolivianos indecisos – que luego votarán por el MAS, otros por la oposición - es aportar un proyecto de nación; no a la proyección de una pueril pasión. Aquellos bolivianos que en diciembre voten con su conciencia – en lugar de con sus tripas – tienen derecho de votar por cualquiera de las opciones, sin que su voto sea expresión la irracionalidad que se apodera del entorno político. Razones para votar a favor del oficialismo o de la oposición existen; todas razones son “legítimas”, en el sentido más amplio de la palabra. Votar en contra de un proyecto o individuo, por odio o por rencor - el famoso “voto castigo” - es expresión de una mediocridad que el pueblo debe abandonar, tarde o temprano.

Si bien habrá quienes voten en contra del “imperialismo” - sea el romano y español de antaño, o el yanqui y chavista de la actualidad - el voto independiente busca mejores razones para ejercer su derecho constitucional de elegir entre las paupérrimas opciones. Los candidatos deben estar rascándose la cabeza preguntándose exactamente “qué” visión es la que tienen aquellos que son mal llamados por los encuestadores “indecisos”; cuando en realidad son ciudadanos decididos a ser independientes de una estéril pugna ideológica entre angurrientos del poder.

Lo mismo que las rosas dejan de llegar una vez la novia se vuelve esposa y dice “si” en el altar, la “ciencia del poder” dictamina que no se necesita seguir coqueteando un sector que ya ha sido convencido de cuál es su única opción. El primero en traer alta tecnología al altar electoral fue Goni, con asesores que le supieron delinear con precisión los apetitos que mueven aquellos que necesitan ser convencidos. La apuesta del oficialismo en este sentido es clara: apuestan por los movimientos sociales. Al indigenismo – suponen – ya lo tienen en la bolsa con un mayor mercado y buenos precios para sus cultivos, y con el grito de guerra “la sangre llama”. La oposición aun debe revelar su apuesta política. Parece que Doria Medina ha de apelar al espíritu “emprendedor” de la juventud, mientras que Reyes Villa será el paladín de la igualdad y la justicia.

Lo cierto es que, en una campaña relámpago, será difícil utilizar herramientas de mercadotecnia para entrever los valores en demanda de quienes han de decidir el nuevo reparto del poder: el voto independiente. La apuesta inteligente es que – en contra de todo lo que prescribe el sentido común y decencia política – la contienda ha de rápidamente degenerar en una guerra de acusaciones, cuyo único fundamento necesario es que pase viento por la boca del que acusa. Las pasiones seguramente se impondrán al llamado a la reflexión.

Las encuestas – antes y después de la elección – difícilmente darán una radiografía nítida de la madurez política de aquellos que escuchan, deliberan y digieren los argumentos antes de depositar su voto. La mayoría ha de simplemente depositar, sin pensarla mucho. Pero aunque no obtengamos la nitidez deseada, los contrastes entre las tres visiones serán cada vez más evidentes. Si las elecciones pasadas pagamos la factura del racismo y corrupción, algún día los independientes le pasarán su factura a la prepotencia del poder. Pero como somos un mercado cautivo, donde toda opción tiene pocas bondades y notorias deficiencias, las opciones para los desafectados se limitan a un voto nulo, blanco o cruzado. La pena es que – aunque las razones sean buenas y legítimas para equilibrar el poder– seguiremos premiando la mediocridad política. Lo importante, sin embargo, es no quedarnos del brazo cruzado y avanzar una visión diferente del poder.

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