domingo, 30 de agosto de 2009

Soberanías Refrendadas

Cortinas de humo cubren un continente embriagado por serenatas que anuncian la invasión del Comando Sur. Abnegados Presidentes (sin agenda personal) suponen que un mágico referéndum transnacional disolvería por decreto la amenaza militar; votos depositados en urnas “bolivarianas” que obliguen a Colombia enterrar por cuenta propia y sin ayuda a los hijos de Santander caídos en garras del narco-terrorismo. Uno de los países más prósperos del continente, Colombia ve su desarrollo violenta y cruelmente entorpecido por fuerzas irregulares que operan en su territorio. Pero las amargas consignas en contra del terrorismo, separatismo y guerrillas cambas que operan en Bolivia se disuelven cuando se trata de las FARC. Parece ser que la ideología con la cual se disfrazan algunos asesinos despierta una romántica nostalgia entre los maestros de la indignación selectiva.

Un puñado de espinas en un Rozas en Bolivia conmueve a lágrimas, pero hechos de vejación, asesinato y sedición cien mil veces repetidas en Colombia parece excitar el mismo morbo en nuestro cerebro reptiliano que provoca ver como otros ultrajan una dama. La morbosa complicidad parece replicarse cuando es el narco-terrorismo quien a diario viola al pueblo colombiano. El sufrimiento de Ingrid Betancourt y miles otros se diluye en medio de una abstracción revolucionaria; mientras que tres tristes tigres conspirando desde un céntrico hotel aledaño a la feria de Santa Cruz aquí nos desgarra el alma. Desgarrada está una nación hermana. Pero Colombia no es Honduras, ni Uribe es Zelaya. Por ende - en lugar de apoyar la lucha por su democracia y soberanía - se enfilaron varios Presidentes a Bariloche a condenarla.

Entre los Presidentes de UNASUR se interpuso la cordura. La más mínima decencia obligó apoyar a Colombia en su lucha contra el narco-terrorismo, aunque sea de boca para afuera. La doctrina de sometimiento político tuvo que ceder a la doctrina de avanzar paz y libertad siempre; no solo cuando les conviene. Y aunque pretenden hacer del vergonzoso caso de una menor de edad colombiana una venda que tape las otras decenas de miles vejaciones de las FARC, la solidaridad con Colombia puede más que la manipulación mediática de Telesur. Ahora se buscan soluciones, como ser un referéndum intercontinental.

Propongo, en el mismo espíritu, que los pueblos de América Latina decidan si se legalizan o no las drogas; no para promover el consumo, sino para regularlo. Que sea el Estado – y no la oferta y la demanda - quien someta a productores y consumidores de cocaína a la racionalidad. En lugar de narco-terroristas sembrando muerte, que broten clínicas para tratar a los cocainómanos por lo que son: enfermos. Es más lucrativo, sin embargo, que la cocaína sea ilegal. De ser legalizada, el precio bajaría y habría que rendir cuentas; lo cual haría más difícil el uso clandestino de ganancias para financiar agendas cuyo norte es drogar al pueblo con la merca ideológica del sur.

La política de EEUU contra el narcotráfico desestabiliza y mata. Si nuestros líderes realmente pretenden luchar contra el imperialismo, que sus voces se eleven ahora también para acabar con una guerra que ha resultado tóxica para nuestros pueblos. Aunque fueron expulsados los agentes de la DEA, sigue reinando la misma demente lógica de la prohibición. Debemos reemplazar el libre mercado de cocaína con Europa y EEUU por regulación e intervención del Estado. El silencio en este sentido no solo es cómplice, es también sospechoso. Para encausar la agenda, tal vez ayude agregar al referéndum una urna adicional.

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