viernes, 7 de agosto de 2009

Un Gusto Adquirido

Perdura el machismo, porque son cómplices algunas víctimas de tal desfachatez. Sometidas por una falsa consciencia, una numerosa minoría reproduce en sus hijos cadenas mentales que las hacen serviles al marido. Con precisa simetría, en las entrañas de sus corroídas mentes, la clase media reproduce valores que reproducen su sumisión a la agenda de explotación de la burguesía. El hilo conductor es una cultura moldeada por los intereses de las élites, promovida a través de su corrupto sistema de educación y monopólico control de los medios de comunicación. Sus estrategias han sido estudiadas en profundidad y son ampliamente conocidas; por lo que es menester de la revolución “legalmente” expropiarle al poder burgués su capacidad de imponer valores que conducen al consumismo egoísta. El brazo ejecutor de una nueva cultura serán los periodistas y burócratas del nuevo amanecer, quienes utilizarán los mismos medios y las mismas herramientas mediáticas; esta vez para entrelazar al pueblo, en lugar de encadenarlo.

La aplicación de viejas técnicas de adoctrinamiento a nuevos y más elevados objetivos orgánicos permite que el poder sea utilizado para que el pueblo aprenda a “olvidar” los intereses personales, convirtiendo al individuo en parte de un ente superior. Ha quedado registrado en los anales las efemérides de agosto que el mejor homenaje que podemos hacer a nuestra querida patria es “pensar todos igual”. Y todo aquel que opine diferente, es porque es cómplice de la agenda imperialista de promover el valor del esfuerzo individual, donde uno es protagonista y responsable de avanzar su propia libertad y bienestar. ¡El descaro!

Hay que extrapolar el pasado de opresión como si nada hubiese cambiado, para sembrar paranoia, lo cual permite crear una neurosis colectiva que arrastre al pueblo a defenderse de fabricadas amenazas externas e internas, las cuales deberán ser destruidas; al igual que cualquier idea que no se someta a una única e incuestionable verdad. Si bien es cierto que este valle de lágrimas es una cárcel que nos impone los caprichos de una piel pecaminosa, por lo menos que esta vez las llaves estén en manos de burócratas, en lugar del latifundio mediático de la burguesía.

El individuo demuestra ser incapaz de identificar sus cadenas. Por ende - aparentando respeto a la libertad individual - el Estado deberá liberarlo, bombardeando su psique con propaganda política; reemplazando la vanidad contenida en basura que vende el capitalismo, por la solidaridad sectorial: un bien supremo. A su vez, el Estado entiende la historia mejor que el individuo, lo cual le confiere derecho de recrearla y comercializarla según los dictados de su agenda política, que es noble. De esa manera se logrará reprimir el mercantilismo fariseo del “libre mercado de ideas”, promotor de la degeneración mental en manos de medios privados de comunicación.

Las cadenas de la explotación capitalista deberán ceder a los sublimes barrotes de la ingeniería social, única forma de controlar nuestros bajos instintos; derrotando así al egoísmo y castigando toda renuencia a tejer vigilantemente el tejido social. La maravillosa contradicción es que - esta vez - la cárcel será liberadora. En el compromiso de trabajar “por” y “para” el Estado, el pueblo se convertirá en su sirviente, un servilismo que es bueno, porque un Estado socialista es un organismo benévolo: gran garantía de una libertad que es, en realidad, una gratificación adquirida.

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