miércoles, 22 de agosto de 2012

Amazonía y sus Laberintos


Con Maquiavelo empiezan las ciencias políticas. Con su libro, El Príncipe, nace una teoría de conspiración. Se rumora que los consejos brindados al mandatario eran, en realidad, una artimaña para terminar con su reinado. Por ejemplo, Maquiavelo aconseja al Príncipe acercarse al pueblo, para ganar su aprecio y legitimidad. Tal vez, en realidad, Maquiavelo quería que se mude de su castillo en el campo, al palacio en Florencia, lejos de la protección de murallas y mercenarios extranjeros. Con el Príncipe más cerca, el pueblo podría dejarse mejor escuchar. Si El Príncipe fue un ardid, Maquiavelo no dejó de ser un republicano, enemigo de la monarquía.

Si alguien aconseja desarrollar alternativas para que habitantes del TIPNIS salgan de su aislamiento, ¿será con trampa? Sugerir, por ejemplo, desarrollar vías de transporte masivo fluvial, para aprovechar los canales naturales que brinda la Amazonia, con caminos rurales de bajo  impacto ambiental, que conecten puertos y comunidades, ¿es un ardid?

Una alternativa para el predicamento de los habitantes más postergados de Bolivia podría incluir el designar un presupuesto para construir hospitales en sitios estratégicos, desarrollar un programa de trabajo social, para llevar capacitadores a regiones incomunicadas. El agua potable no llegará por carretera.

Si el objetivo del actual mandatario es ser reelegido a toda costa, un buen consejo sería no incurrir en el alto costo político de insistir con esta carretera, por muy buenos los resultados de la consulta. Si la mira ha sido fijada en el 2014, un golpe de timón en el TIPNIS es – a todas luces – la manera más cauta de proceder.

En otras palabras, si la prioridad es ser reelegido, entonces lo más razonable es dejar el proyecto de carretera por el TIPNIS para otra generación. Con una serie de pequeños proyectos diseñados para proteger y mejorar la calidad de vida de los habitantes del Isiboro Sécure, el presidente Morales reduciría considerablemente la factura electoral creada por el impasse entre indígenas.
 
Si acaso hubiese artimaña en el consejo, posiblemente no consista en que hagan caso del consejo. Tal vez consista en profundizar las consecuencias de que no lo hagan y se proceda a toda costa con el proyecto de integración. Es decir, el maquiavelismo consiste en el desgaste político causado al no haber un cambio de dirección. En Florencia del Medievo, ello equivaldría a empecinar al Príncipe a que construya su castillo, ignorando posibles reclamos.

Admiro la entrega y obstinación con la cual el Gobierno intenta equilibrar su discurso pachamamista de preservación con un discurso enfocado en el desarrollo.  Siendo que mi escepticismo no es selectivo, confieso que (por grande el “efecto dominó”) aun no me convence que una carretera (en sí) ocasionaría el anunciado apocalipsis ecológico. ¿Cuál es el mejor consejo? ¿Empecinarse con un proyecto potencialmente impopular? ¿O alzar las manos y ceder ante la presión de algunos sectores indígenas y sociales?

Si alguien llegase a sugerir que - a cualquier costo político – se integren los dos océanos a través del corazón del TIPNIS, podría estar pecando de doble-astucia. Un buen consejo tal vez  es desistir, crear un comité multipartidista que proponga alternativas para la salud, educación, transporte masivo y agua para los pueblos consultados, dar un paso atrás y buscar una mejor batalla. Temo, sin embargo, que cuando no hay debate que valga (ni, supuestamente, oposición) todo consejo estará destinado a ser tomado como ardid.

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