“Colombia, el riesgo es que te quieras quedar”. La campaña busca contrarrestar los temores que generan el narcotráfico y guerrilla en turistas prestos a visitar al vecino andino. Colombia, pionera en la mercadotecnia nacional, creó en 1959 al personaje Juan Valdez, un simpático campesino, que tuvo su primera aparición en televisión en 1983. Llegó a Hollywood en 2003, para brindarle una taza de “tintico” al mismísimo reemplazante de Dios, en la película “Todopoderoso”. Juan Valdez tuvo su auge como estandarte de la simpatía colombiana. Pero en abril de 2012, el cafetero ha sido reemplazado por un nutrido grupo de guapas mujeres, cuyo magnetismo seductor fue tan grande, que incluso agentes del servicio secreto de Obama cayeron fulminados.
Dos cosas han quedado en claro en el “Cartagenagate”. El escándalo no es responsabilidad del partido gobernante, debido que el servicio secreto es una agencia federal independiente. El escándalo no es un cuestionamiento moral, sino ético: un agente no puede ejercer su labor de proteger la vida del Presidente igual cuando tiene encima tremendo guayabo (traducción: “chaqui infernal”). Pero si de papelones se trata – y cortesía de solados norteamericanos de ellos hay varios – el mayor es aquel engendrado en la Guerra Fría: el embargo a Cuba.
El embargo a Cuba – al igual que la Guerra contra las Drogas – son políticas de Estado sonadamente fracasadas. La primera es una contradicción en muchos niveles, ya que EE.UU. fue hasta el 2008 el principal exportador de alimentos a la isla. La segunda es un pésimo reprís de una prohibición que – en vez de erradicar el consumo de alcohol – logro crear a Al Capone, un mal recuerdo que ojalá tan solo resonara en películas de Hollywood. Lamentablemente, la violencia actual generada por el narcotráfico hace que, en contraste con colombianos y mexicanos de ingresos variables pero jugosos, Charles “Lucky” Luciano parezca un aprendiz de cogotero.
Las políticas de Estado tienen formas de lograr que cualquier mandatario parezca el villano de la película. Pregúntenle a cualquier Presidente socialista-populista que, en nombre de mantener la estabilidad macroeconómica, debe hacer frente a demandas de incrementos salariales y ruda presión social. En el caso de Obama, su reelección en noviembre depende en parte de ganar Florida, un estado en manos de una vocifera minoría de expatriados cubanos que no dudarían de severamente castigar cualquier intento de revertir la anacrónica política exterior hacia la isla.
La vida de Obama jamás estuvo en riesgo, pero la sensatez latinoamericana fue asesinada, culpa del hawaiano y su estatus como prisionero de una política de Estado de eras pasadas. La tozuda actitud norteamericana ha logrado nuevamente victimizar al victimizador, haciendo que los hermanos Castro parezcan unos genios incomprendidos. El riesgo del papismo yankee fue lograr que Latinoamérica entera se solidarice con una dictadura.
El riesgo de bloquear a Cuba es que ofusca el fracaso de su modelo económico y deforma la defensa de derechos humanos. Si bien es cierto que nadie pasa hambre en Cuba, que ningún niño duerme en la calle y que existe un cadre de médicos fieles a la revolución; también es una certeza que todo aquel que nace en Cuba debe abandonar la esperanza de cuestionar el modelo, de disentir de las masas y de viajar libremente al exterior. Por mucha apertura que exigen, el riego en la llamada “prisión con forma de caimán” es tener que quedarse (calladito).
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