¿Regresa el partido del General Banzer? No precisamente. Regresa el otro ADN; aquel utilizado para transmitir características biológicas. Dios creó el ADN para escuchar las necesidades de la naturaleza (evolución, adaptación y selección natural). El ser humano ahora utiliza esta herramienta divina para mejorar su condición. La policía, por ejemplo, usa ADN para comprobar el autor de un crimen. Gracias a la genética, el lobo ancestral se manifiesta en mascotas con hocicos de toda forma y tamaño. El pan nuestro de cada día es mejor debido a miles de años de seleccionar las mejores semillas. Ácido desoxirribonucleico. El cáncer, diabetes y SIDA son tratados gracias a su manipulación.
La larga marcha del ser humano empezó en África. Atravesando desiertos y montañas, humanos recorrieron el planeta, adaptándose a diversas geografías. Utilizando la línea mitocondrial del ADN, se desarrollan mapas de migraciones humanas que pronto permitirá comprobar que las diferentes etnias descienden de un mismo grupo; un ancestro en común para toda la humanidad.
Pero si la llamada “Eva mitocondrial” celebra nuestro hermandad, otras corrientes políticas la desprecian. Tal fue el caso en Alemania a principios del siglo XX, cuando se puso de moda la eugenesia (“bien nacido” en griego). De su aparentemente inocuo propósito de “dirigir la evolución humana”, el gobierno electo en 1933 por la mayoría de alemanes llevó la eugenesia a su extremo ruin, instituyendo la higiene racial como política de Estado.
El extremo malvado del racismo fue desenmascarado por el holocausto, pero el horror no fue suficiente para disuadir la discriminación según el ADN. “Apartheid” significa “separación” en afrikáans, lengua de los colonizadores. Gracias a la perversión de la ley electoral, el Partido Nacionalista ganó “democráticamente” las elecciones de 1948. Acto seguido, los ciudadanos sudafricanos fueron clasificados racialmente según apariencia y ascendencia. Con el apoyo de leyes promulgadas en 1950, ciertos territorios (distritos) podían ser habitados únicamente por miembros de una etnia. La nación fue segregada y los derechos civiles fueron establecidos según el código genético individual.
Establecer derechos según etnia es una política del pasado. El ser humano avanza hacia un horizonte de igualdad, donde el contenido de la piel, intelecto y alma no podrán ser utilizados para imponer valores y determinar quién es un “bien nacido”, o quien contiene en su pasado genético el germen del mal. Despreciar el proceso de mestizaje y nuestra herencia española, por ejemplo, es una actitud que rápidamente pierde legitimidad.
Si el ADN mitocondrial permite identificar las migraciones humanas, podremos determinar que etnia habitó un territorio primero y que etnia se lo arrebató. Grandes extensiones del territorio que hoy llamamos Bolivia, por ejemplo, fueron conquistadas por los aymara. Con el uso avanzado de perfiles genéticos, tal vez podamos delinear mejor el derecho legítimo sobre el territorio de cada una de las 36 naciones (ó 52 etnias) reconocidas por el nuevo orden como legitimas.
La autodeterminación de moxeños-trinitarios, chimanes y yuracarés necesita de una metodología. En la compleja fórmula para la consulta podríamos utilizar el ADN, agregando al proceso “democrático” un perfil genético, para que solamente los legítimos habitantes originarios del TIPNIS decidan su destino. Y así, con el regreso político del ADN, se avanzarían las contradicciones dialécticas, para que algún día nuestros descendientes puedan por fin decir que el uso de categorías étnicas sea una política del pasado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario