Aquel
libre de todo chisme que lance el primer twitter. En la prehistoria, la
reciprocidad indirecta era fundamental para que funcione el precario sistema.
Por ende, aquellos egoístas que no cooperaban debían ser monitoreados. Antes de
que existiera un Estado, el orden social se imponía a base del chisme. El
chisme servía para castigar a los que violaban normas de conducta; el chisme
construía y mantenía un sentido de comunidad con valores e intereses
compartidos. El papel de integración social que juega el acicalamiento en
grupos de primates, entre humanos ahora lo cumple el Facebook (¡Perdón! Digo,
el chisme).
Un padre
que a su hijo le relata sobre aquel amigo que jugó con fuego (o drogas) y se
quemó está revelando oscuros secretos del otro. Si el hijo comparte en su
colegio esta información (donde también estudia el hijo del amigo), lo que pudo
ser una lección de vida puede pasar a chisme en un segundo. A su vez, no todos
los chismes son iguales: algunos mantienes secreta la identidad del pecador,
otros son mentiras absolutamente inventadas con el exprofeso propósito de
lastimar a un oponente.
Si bien es
cierto que el chisme tiene un substrato evolutivo y forma parte de la
psicología humana, todos quisiéramos que el chisme tenga un código de conducta.
Brindar una apología bajo la excusa que “todos
somos chismosos”, como si fuese un determinismo fatalista, que no puede ser
transformado o mejorado, es rendirse ante los múltiples improperios de una
herramienta ancestral. Una actitud más loable es intentar mejorar las bases
éticas de una conversación que involucra la vida y milagros de los demás, para lograr
que se comparta información sin lastimar o injuriar a nadie.
El
periodismo informa sobre eventos que nos afectan a todos. Denominado el Cuarto
Poder, el periodismo cumple una función más importante y trascendental que la
herramienta social antes mencionada. Si bien los ideales son precisamente eso:
horizontes lejanos a los cuales quisiéramos llegar, el brindar una apología de
la subjetividad (a los pocos días del Día del Periodista) me parece muy poco
ingenioso. El ideal del periodismo es un apego a la verdad, con un reportaje
preciso, objetivo, imparcial y justo. La teoría es precisamente eso: un ideal.
Pero brindar una apología de la subjetividad es deslindarse de toda teoría sobre
el periodismo. En teoría, el periodista debe informar (y no manipular) a los
demás.
Juez, policía,
profesor, ingeniero; todos deben intentar ser imparciales. Un ingeniero no
puede evaluar políticamente la factibilidad de construir una carretera en
nombre de ponerse la camiseta del partido. Por normal que sea tener una línea,
sería poco ético de un profesor de primaria intentar impregnar las mentes de
niños con su propia manera de entender el mundo. Si los teoristas pretenden aplicar
ese principio a la religión, para brindarles a los jóvenes la parte y
contraparte de las múltiples maneras de adorar a Dios (en vez de adoctrinarlos
a una sola fe), no entiendo porque les resulta tan antipático pedirle a un
periodista que haga lo mismo.
Otrora, jueces,
militares y profesores nos introducían a la fuerza sus favoritismos, promoviendo
subjetivamente su propia visión del bien. Ahora se intenta avanzar pesos y
contrapesos, para obligar a los poderosos a respetar ciertos principios
básicos. Es cierto que estamos lejos del ideal. También es cierto que somos
animales políticos. Pero hay un momento y un lugar para todo. Incluso Fox News
Channel, del ultra-derechista Rupert Murdoch, siempre invita a liberales, para
que brinden un contrapeso que refuten su línea conservadora. El hecho que existen
canales de televisión que jamás presentan una opinión diferente a su línea política
no quiere decir que esa sea la manera ideal de hacer periodismo.
Los
estándares de imparcialidad no demandan homogeneidad en la percepción y
reportaje de los hechos; tan solo demanda reconocer que tan solo un chismoso poderoso
pretende hacerse dueño de la verdad.
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