lunes, 13 de mayo de 2013

Chisme Perfecto



Aquel libre de todo chisme que lance el primer twitter. En la prehistoria, la reciprocidad indirecta era fundamental para que funcione el precario sistema. Por ende, aquellos egoístas que no cooperaban debían ser monitoreados. Antes de que existiera un Estado, el orden social se imponía a base del chisme. El chisme servía para castigar a los que violaban normas de conducta; el chisme construía y mantenía un sentido de comunidad con valores e intereses compartidos. El papel de integración social que juega el acicalamiento en grupos de primates, entre humanos ahora lo cumple el Facebook (¡Perdón! Digo, el chisme).

Un padre que a su hijo le relata sobre aquel amigo que jugó con fuego (o drogas) y se quemó está revelando oscuros secretos del otro. Si el hijo comparte en su colegio esta información (donde también estudia el hijo del amigo), lo que pudo ser una lección de vida puede pasar a chisme en un segundo. A su vez, no todos los chismes son iguales: algunos mantienes secreta la identidad del pecador, otros son mentiras absolutamente inventadas con el exprofeso propósito de lastimar a un oponente.

Si bien es cierto que el chisme tiene un substrato evolutivo y forma parte de la psicología humana, todos quisiéramos que el chisme tenga un código de conducta. Brindar una  apología bajo la excusa que “todos somos chismosos”, como si fuese un determinismo fatalista, que no puede ser transformado o mejorado, es rendirse ante los múltiples improperios de una herramienta ancestral. Una actitud más loable es intentar mejorar las bases éticas de una conversación que involucra la vida y milagros de los demás, para lograr que se comparta información sin lastimar o injuriar a nadie.

El periodismo informa sobre eventos que nos afectan a todos. Denominado el Cuarto Poder, el periodismo cumple una función más importante y trascendental que la herramienta social antes mencionada. Si bien los ideales son precisamente eso: horizontes lejanos a los cuales quisiéramos llegar, el brindar una apología de la subjetividad (a los pocos días del Día del Periodista) me parece muy poco ingenioso. El ideal del periodismo es un apego a la verdad, con un reportaje preciso, objetivo, imparcial y justo. La teoría es precisamente eso: un ideal. Pero brindar una apología de la subjetividad es deslindarse de toda teoría sobre el periodismo. En teoría, el periodista debe informar (y no manipular) a los demás.

Juez, policía, profesor, ingeniero; todos deben intentar ser imparciales. Un ingeniero no puede evaluar políticamente la factibilidad de construir una carretera en nombre de ponerse la camiseta del partido. Por normal que sea tener una línea, sería poco ético de un profesor de primaria intentar impregnar las mentes de niños con su propia manera de entender el mundo. Si los teoristas pretenden aplicar ese principio a la religión, para brindarles a los jóvenes la parte y contraparte de las múltiples maneras de adorar a Dios (en vez de adoctrinarlos a una sola fe), no entiendo porque les resulta tan antipático pedirle a un periodista que haga lo mismo.

Otrora, jueces, militares y profesores nos introducían a la fuerza sus favoritismos, promoviendo subjetivamente su propia visión del bien. Ahora se intenta avanzar pesos y contrapesos, para obligar a los poderosos a respetar ciertos principios básicos. Es cierto que estamos lejos del ideal. También es cierto que somos animales políticos. Pero hay un momento y un lugar para todo. Incluso Fox News Channel, del ultra-derechista Rupert Murdoch, siempre invita a liberales, para que brinden un contrapeso que refuten su línea conservadora. El hecho que existen canales de televisión que jamás presentan una opinión diferente a su línea política no quiere decir que esa sea la manera ideal de hacer periodismo.

Los estándares de imparcialidad no demandan homogeneidad en la percepción y reportaje de los hechos; tan solo demanda reconocer que tan solo un chismoso poderoso pretende hacerse dueño de la verdad.


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