miércoles, 8 de mayo de 2013

Perdido en la Traducción


La comunicación es una empresa frágil. El lenguaje una herramienta limitada. El malentendido entre hermanos pan nuestro de cada día.  Cada idioma posee misterios propios de su individualidad; algunos creación de su semántica, otros del coloquialismo propio de la idiosincrasia regional. Un tarijeño puede encontrar en los modismos de un beniano razones para celebrar su extraño hilvanar de las palabras, o puede confundir  en la cadencia de las silabas espetadas un insulto disimulado. Así de frágil puede ser la comunicación.

Si incluso ciudadanos con idéntica lengua materna pueden mal interpretar un enunciado, tanto más difícil será traducir aquello que quieren decir habitantes de tierras muy lejanas. Si a las limitaciones propias del lenguaje agregamos complejidades culturales, llegaremos a la conclusión que traducir es más un arte que una ciencia. Tal es el caso en la Península de Corea, donde dos pueblos que hablan el mismo idioma quieren decir dos cosas marcadamente diferentes cuando dicen “libertad” y “democracia”. 

El Gobierno ha designado a Guadalupe Jim Palomeque de la Cruz como nuestra representante diplomática ante el Gobierno de Seúl. El canciller David Choquehuanca le ha encargado a la flamante embajadora una tarea por demás compleja: aprender de las políticas coreanas,  “que aumentaron su ingreso per cápita de 100 dólares a 25.000 dólares por año”.  Si bien la empresa de la embajadora boliviana en la República de Corea del Sur es loable, temo que sutilezas de las políticas sudcoreanas pudiesen perderse en la traducción.

Los Gobiernos de Alemania y Japón, países con economías de mercado, invirtieron fuertemente en su sector automotriz. Lo mismo sucedió en EE.UU. en tiempos recientes. La participación del Estado en la economía no contradice una economía de mercado. Por ende, la participación del Gobierno de Seúl en su economía no es evidencia que el milagro de los Tigres de Asia se deba a un exacerbado estatismo; el milagro sudcoreano se debe precisamente a que supieron instituir una economía de mercado.

Economías de mercado en el globo entero dependen de pequeñas empresas. Estas pequeñas empresas (menos de 500 empleados) constituyen el 70% los nuevos empleos en EE.UU. En Japón, de las 874,471 de las plantas de manufactura, el 75% emplean menos de 10 trabajadores. La presidenta sudcoreana Park Geun-hye dijo recientemente, "Tenemos que convertir la estructura económica actual, que se centra en las grandes empresas, en una estructura económica en la que se desarrollen simultáneamente las exportaciones e importaciones y las pequeñas y medianas empresas (PyME) y conglomerados".

En cualquier economía uno tiene tres opciones: crear su propia empresa, trabajar para un empresario o ser empleado del Estado. En cualquier economía, no se puede pasar de un ingreso per cápita de 100 dólares a 25.000 dólares por año, cuando el principal empleador es un político asalariado.

La economía es una empresa frágil (Unión Soviética). El mercado una herramienta limitada (Europa). El malentendido entre vecinos pan nuestro de cada día (USAID). Pero acusar a un modelo que saca a miles de millones de la pobreza de ser una “conspiración elitista” es usar una semántica anacrónica. La historia e ingreso per cápita en los diferentes modelos de desarrollo tendrán la última palabra.  La historia no se acaba con una bonanza energética en el Nuevo Mundo.

El avance de justicia social e igualdad no es monopolio ideológico, es un factor de la productividad. Si bien es cierto que la especulación financiera es un cáncer que amenaza la economía, en el Caribe traducen mal la crisis actual en la economía global cuando caricaturizan al mercado con un lenguaje propio de la Guerra Fría. Las pequeñas empresas innovan, compiten y desarrollan manufactura, para crear empleos sostenibles.  Esperemos que la experiencia de la embajadora en una de las dos Coreas no se traduzca en cancillería (por lealtad ideológica), al modelo de desarrollo de Kim Jong-il.

No hay comentarios.: