¿Qué haría Bolívar? Si en vez de
Marcelo Claure fuese el Libertador quien tiene que cambiar la estrategia del club
que lleva su nombre, ¿qué haría en su lugar? El escenario hipotético sería el
siguiente: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte
y Blanco ha prometido a sus tropas un territorio. La oferta la hizo tiempo
atrás, cuando ese territorio estaba hipotecado para pagar, entre otras, deudas a
tropas extranjeras.
Ahora que ese territorio ha sido
saneado y en su superficie se eleva una sólida estructura, en el horizonte de
Bolívar se avista conquistas más ambiciosas. Entonces, en vez de darles a las
tropas un territorio donde originalmente prometió (lo cual no cumple un fin
estratégico), el Libertador les ofrece otra comarca; una que les permita proyectarse
a nivel internacional.
La realidad es que en una
asamblea celebrada el 2011 en el coliseo del Colegio Don Bosco el Presidente de
Baisa habría prometido darle al Club Bolívar oficinas en el edificio a ser erigido
en el lugar donde estaba el Gran Centro Mario Mercado. Eso fue antes de que todas
y cada una de las piezas de la estrategia estuviesen claras. La estrategia ahora
debe adaptarse a las necesidades concretas. Una necesidad real es que las
oficinas del Club Bolívar estén en el lugar donde se planea construir un club
social y deportivo, además de una urbanización y centro de alto rendimiento.
Evidentemente, Baisa no es
dueño del Club Bolívar. Tan solo fue su Libertador (de deudas). Pero la
historia nos enseña la moneda con la que pagaron a Simón Bolívar por su
excelente gestión. Otro caso similar se gesta al interior del Partido Demócrata
Cristiano, siglas que el 2013 abarcaban menos de cinco mil personas. Ahora que
el PDC conquista a casi medio millón de sufragistas, los “verdaderos” dueños
del partido saltan a la cancha, para hacer usufructo de una gestión que no les
pertenece.
Más allá de la astucia
criolla, el meollo del asunto es nuestra capacidad de adaptación. La receta
keynesiana de activar la economía en el corto plazo, incrementando el gasto presupuestario
del Estado, para crear un efecto multiplicador mediante el incremento en la demanda
agregada, no es una estrategia sostenible. Utilizar la política fiscal para
reactivar una economía en recesión es una estrategia coyuntural. El
keynesianismo populista, sin embargo, pretende convertir el gasto público en
una estrategia de largo plazo.
Cuando un periodista increpó a
Keynes por cambiar de posición, él le contestó: “Cuando mi información cambia,
yo altero mi conclusión. ¿Qué hace usted, señor?” Existe gran presión social
sobre Morales para seguir implementando en políticas públicas la retórica
socialista con la que se catapultó al poder. En realidad, nubes en el horizonte
señalan la necesidad de conducir la nave del Estado hacia mayor responsabilidad
fiscal y reglas de la economía de mercado.
El liderazgo de Evo, Marcelo y
Tuto requiere ser flexible a la hora de modificar estrategias y definir
objetivos. Las tropas, sin embargo, responden a intereses personales, mezquinos
y de corto plazo. El líder, por ende, debe ultimar su capacidad de conquistar
la visión egoísta de aquellas huestes incapaces de entender que las condiciones
en el terreno a veces cambian.
Keynes solía decir que los
mercados pueden mantenerse irracionales más tiempo de que pueden mantenerse
solventes. Si el Club Bolívar prefiere “pájaro en mano”, su solvencia de largo
plazo podría verse comprometida. Dudo que Claure premie una actitud
cortoplacista e irracional inyectando al club más de su propio dinero. Lo
propio puede suceder con el PDC, donde el afán de protagonismo de unos cuantos
puede lograr que el partido retroceda a su nivel normal el 2019.
Si la economía nacional se
contrae, pero seguimos derrochando tesoro en gallinazo, la solvencia de Bolivia
también podría sufrir. Si conquistar una crisis requiere hacer a un lado el
dogmatismo, ¿debe el líder decepcionar a las tropas al cambiar de estrategia?
¡Simón!