La cultura manda. Valores guían conductas, que se enraízan
en la psique colectiva, creando un apego a lo “clásico” que es difícil de
desarraigar. La racionalidad con la cual se gobierna y administra la
cotidianidad, desde épocas ancestrales, se basa en relaciones de poder. Como dice HCF Mansilla, el autoritarismo es una
característica ineludible de la sociedad boliviana.
La estratificación social ha ido cobrando diferentes
matices. La dicotomía “nobleza Inca- hatunruna”, “hacendado-pongo” y
“empresario-trabajador”, se ha mantenido vigente y se expresa en la relación “gobernante-pueblo”. En teoría es el pueblo quien gobierna. Que el
poder radica en el pueblo es un principio de la democracia y de la dictadura
del proletariado por igual. En la práctica, son unos cuantos los que se engolosinan
con el poder, para luego justificar maquiavélicamente los privilegios que
extraen de la copa del árbol; poderes que no todos pueden disfrutar.
Reducir la racionalidad de una sociedad a relaciones
de poder puede llevar a analogías peligrosas. Un extremo sería justificar el
sometimiento del hombre por la mujer, bajo el argumento que es justo revertir
las injusticias de miles de años de un sistema patriarcal. La mujer, después de
todo, es quien reproduce la vida, factor primordial para la creación de riqueza
y supervivencia de la especie. Bajo la lógica del poder, estaría justificado si
la mujer ahora aplicase idéntico autoritarismo al que fue sometida durante
milenios.
Una bancada de la COB en el parlamento no es buena o
mala idea en sí. Muchos factores determinarán si esta transformación de un
instrumento de la clase trabajadora (en su conjunto), a un brazo partidario
permite imprimir mayor racionalidad a las decisiones del gobierno, que afectan
a todos. Esa racionalidad, por ejemplo, se expresa en la renuncia a un alza de
sueldo de los mineros de Huanuni, quienes entrevén los riesgos en el mediano
plazo de un dogmatismo a la hora de una reivindicación salarial.
Petróleos Mexicanos atraviesa otra transformación. El
sindicato de PEMEX vera su influencia reducida en algunas de la decisiones. Los
líderes sindicales de PEMEX también perderán sus jugosos privilegios. La
promesa del partido que instituyó la primera revolución proletaria del
continente -el PRI – es que la reforma
energética creará 2 millones de nuevos empleos. Valdría la pena observar la
implementación de su reforma energética y contrastarla con los resultados de
PETROBRAS, una empresa que de no ser pública estaría en la bancarrota.
La lógica del PRI es que de nada vale tener un tesoro
enterrado, si no se cuenta con el “know-how” e inversión para crear riqueza en
la mesa de los trabajadores. La disyuntiva no es ajena a nuestra realidad y la
solución no pasa por relaciones de poder; pasa por la racionalidad que emana de
un intercambio dialectico de ideas y contrapropuestas.
El poder también manda. Con el mapa electoral que
pretende imponer el Tribunal Supremo Electoral es posible que la representación
del “pueblo” sea definida antojadizamente, mediante una manipulación de las
circunscripciones uninominales. Las relaciones de poder a veces pueden ser
definidas mediante maniobras administrativas. Estamos muy lejos de una
democracia ideal (y más cerca a una dictadura del prelado partidista). Ese no
es el punto.
El punto es que las decisiones que conducen a una
mayor productividad no deberían correr por las venas de deslegitimización de la
propuesta del otro. El autoritarismo boliviano, lamentablemente, conduce a
corroer el dialogo, a truncar la dialéctica de “propuesta-contrapropuesta”,
bajo la lógica que si eres oposición eres un traidor a la patria; si eres un
ciudadano que se gana la vida con su trabajo, eres un peón que ofende al hacendado.
La lógica se reproduce en gobernante y empresario por igual.
La racionalidad que conduce al desarrollo y
productividad implica un intercambio de ideas. Cuando aprendamos a negociar los
obstáculos a la productividad y creación de empleos, bajo una lógica diferente
a la de “relaciones de poder”, ese día será música para mis oídos.
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