A un militar le enseñan a matar. No obstante su
objetivo mortal, la institución castrense se rige bajo estándares de ética que
norman el acto de quitarle la vida al otro en el marco de un conflicto armado. Por
muy violenta su profesión, los soldados deben rendir cuentas ante la sociedad
cuando actúan fuera del marco establecido y acordado por la comunidad de
naciones.
Otro marco ético controversial es aquel que rige al
mundo de los negocios. Para triunfar en el mercado, algunos empresarios sienten
la necesidad de pisotear al otro. Si bien esa relación obrero-patronal
lentamente se transforma a una relación basada en la interdependencia (y no la
explotación), el mandamás debe ser capaz de conciliar el sueño sabiendo que sus
subordinados apenas satisfacen las necesidades básicas en su hogar.
Aquel soldado o empresario a quien le tiemble el pulso
a la hora de conquistar, matar o eliminar la competencia, posiblemente sea
quien muerda el polvo.
La ética en la medicina es otro tema con el cual la
sociedad boliviana parece no dar pie con bola. Al igual que el soldado, el médico
debe convivir con la muerte, por lo que desarrolla un grueso callo en las
paredes de su corazón. La diferencia, sin embargo, es que este último no está
en el negocio de eliminar a nadie.
Un médico ve mucha muerte y sufrimiento. Al principio
el dolor ajeno tal vez invade su alma y cause insomnio. Es comprensible que adquirir
cierto grado de indiferencia sea importante para cumplir con su labor. De
hecho, en algunos países las normas le prohíben operar a un familiar cercano.
Pero una cosa es forjar insensibilidad en nombre de su voto hipocrático y otra
muy diferente es ser hipócrita con su voto de velar por el bien de los enfermos
Nuevas generaciones entienden el vacío normativo como
justificativo para practicar la medicina como si fuesen mecánicos. En Bolivia
existe un nivel de impunidad hacia los médicos que raya en el escándalo. Cuando
un individuo no tiene un incentivo para sacrificar su tiempo y esfuerzo,
difícilmente va a invertir su juventud estudiando. Pero cuando no existe un
desincentivo que obligue a sostener una conducta ética, con seguridad que ese
individuo también hará lo que le da la gana.
El marco normativo que rige la conducta de un médico
en Bolivia es precario, por decir poco. La indiferencia que ejercen algunos
médicos raya en el maltrato. Si bien la ley no debería solo encontrar culpables
y es necesario mejorar las condiciones laborales de nuestro médicos y sus
herramientas de trabaja, y si bien no se trata de favorecer al Colegio de
Abogados e incrementar el costo de la medicina, tampoco debería existir
absoluta impunidad.
El símbolo de la medicina es el bastón de Esculapio,
uno de los dioses de la medicina, que practicó la medicina con profundo sentido
humanista. La serpiente enrollada supuestamente manifiesta la relación
desinteresada de un médico con los pacientes. En otros países se ha agregado
una segunda serpiente, desvirtuando la simbología original. Las dos serpientes
en un bastón (caduceo) representan a Mercurio o Hermes, considerado en la
mitología romana el dios del comercio, tráfico y comercio en general,
El Colegio Médico de Bolivia luce un escudo con solo
una serpiente enrollada. La mayor parte de sus miembros honran su profesión con
una ética y espíritu de servicio impecable. Pero en la medida que siga
existiendo un vacío legal y persista la impunidad hacia las malas prácticas, los
malos hábitos y conductas extraviadas de ética seguirán enrollándose en camas
de hospitales, cual segunda serpiente.
No se trata de criminalizar la profesión médica, se
trata de normar un voto hipocrático que - en demasiados casos - parece solo
enrollarse en palabras que salen de su mal remunerada lengua el día que por fin
se gradúan. Su servicio y sacrificio es invaluable. Pero aquellos que juegan
con la vida y dolor ajeno también deberían rendir mínimas cuentas a la
sociedad.
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