lunes, 9 de junio de 2014

El Dilema Atigrado

En medio de un resbalón democrático de un Tigre del Asia, en Manila se celebra el Foro Económico Mundial (FEM). Militares tailandeses intercedieron con fusiles para regresar a su nación a puerto seguro. Debido a que los votos ya no podían garantizar la estabilidad social, los militares pretenden avanzarla con la amenaza de meter bala. El Alto Mando promete regresar a los civiles el poder una vez resuelta la crisis que había empujado al Tigre tailandés al borde del abismo.

Participantes del FEM en Manila se preocupan por el crecimiento económico, una redistribución más equitativa de los ingresos del vigoroso intercambio comercial y la estabilidad política. Irónicamente, Tailandia tiene un índice de desempleo bajo. Son las reglas de juego que reparten los frutos del árbol del poder las que parecen no promover una convivencia pacífica entre facciones.

La incongruencia entre una economía pujante y una estabilidad amenazada por roces políticos conduce a los participantes del FEM a preguntarse si en el Pacífico tal vez se deba considerar una tercera vía. El Presidente latino más cercano a Asia intentó una tercera vía política, que se llamó “dictablanda”. Bajo el pretexto del terrorismo que azotaba Perú, el ahora prisionero Fujimori consideró prudente coartar algunos instrumentos democráticos, en particular la división de poderes.

Bolívar, el venezolano, era republicano. Junto al Bolívar de Tembladerani, sus victorias a nivel continental han conquistado el corazón de los bolivianos. Pero es la tercera vía del “chino” (Fujimori) la que parece ser receta favorita para un país considerado “ingobernable”. Y es precisamente allí donde yace el dilema de los atigrados.

El Bolívar ha unido a la hinchada bajo el manto del triunfo internacional. El Bolívar es hoy un equipo de futbol que goza de gran prestigio en todo el continente (no obstante su mediocre desempeño en la liga nacional). El triunfalismo bolivarista es contagioso. Y aunque los atigrados no pueden hablar en nombre de aviadores cochabambinos, petroleros cambas o los Sport Boys, muchos tigres celebran los goles de su celeste rival en cachas extranjeras.

La magnanimidad del hincha parecería ser un indicio de madurez democrática. La alternancia del poder, después de todo, es manifestación de sofisticación cívica. Los atigrados ya ganaron tres copas consecutivas. Es hora que los académicos por lo menos acaricien una.

En la próxima contienda electoral el legado de “Bolívar del siglo XXI” irá a las urnas. Al decidir si mantenemos el curso actual (que por el momento brinda buenos réditos), o nos vamos por un rumbo nuevo y desconocido, los bolivianos deberán enfrentar el dilema atigrado: hacerle barra al rival histórico, en tanto armamos un mejor equipo.

Que un bolivarista juegue para Sports Boy demuestra que no somos tan tribales como nos pintan. Por lo menos en el futbol nos permitimos abrazar la dialéctica y el lujo de defender la posición del otro. En la política la cosa es un tanto más dogmática, por lo que celebrar los logros del oponente (o entender su posición, sin demonizarla) cuesta más.

En las elecciones del 2014, posiblemente más de dos tercios desearán que gane Evo (aunque no voten por él). Unos porque su gestión (por el momento) obtiene resultados; otros porque sería injusto que sea un rival quien el 2020 pague sus facturas. A su vez, la tercera vía entre democracia idealista y un autoritarismo descarado parece ser la formula que aquí brinda estabilidad. Otrora la derecha boliviana consideraba necesaria una dosis de mano dura. “Ten cuidado con lo que deseas”, reza el refrán. 

Con satélite chino, teleférico austriaco, el trazo de una ruta hacia el Pacífico que atraviesa los Países Bajos y una economía todavía estable, será difícil no celebrar un nuevo triunfo bolivariano. Si en nombre del pragmatismo los Tigres del Asia se hacen de la vista gorda en Tailandia, los tigres de Achumani el 2014 haremos de tripas corazón. En urnas y Libertadores, ¡que gane Bolívar!

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