“¡Evo cumple!”, es un popular graffiti que adorna paredes y medios de comunicación. Mucho antes de la imprenta, las paredes de Roma servían como válvula de escape político, y amanecían con dibujos que comunicaban consignas del gobierno y oposición. Lo difícil en aquel entonces - y ahora – es saber si el garabato reflejaba el sentir de todo un pueblo, o el de una solitaria voz.
En Bolivia los feriados son también válvulas de escape político, y hay quienes temen que ello represente un peligro. Las crisis nacionales vividas durante carnavales demuestran que nuestra prioridad es celebrar. A su vez, mientras que detrás del graffiti puede existir la intención de desestabilizar de unos cuantos conspiradores, los carnavales no son alentados o reprimidos – según les convenga - por pequeños grupos de poder. La celebración de los múltiples feriados que hacen al imaginario colectivo nacional escapa la intencionalidad política de “buenos” y “malos”.
El bien intencionado padre Xavier Albó no está convencido de ello, y advierte que los feriados corren el peligro de ser manipulados. La ambigüedad de su análisis, sin embargo, hace que primero aplauda el que cocaleros levanten un altar “con bebida, hojas de coca y otras ofrendas”, para luego advertirnos que la coca y el trago puede convertirse en el “opio del pueblo”. ¿Quién decide cuando la hoja aliena, y cuando sirve para celebrar?
El bien intencionado padre Xavier Albó no está convencido de ello, y advierte que los feriados corren el peligro de ser manipulados. La ambigüedad de su análisis, sin embargo, hace que primero aplauda el que cocaleros levanten un altar “con bebida, hojas de coca y otras ofrendas”, para luego advertirnos que la coca y el trago puede convertirse en el “opio del pueblo”. ¿Quién decide cuando la hoja aliena, y cuando sirve para celebrar?
Un hombre que deambula en temas de fe tal vez deba manifestar un pronunciado voluntarismo. La inocencia de su intención, sin embargo, abruptamente se disipa cuando nos llama a “denunciar toda manipulación alienante”. No puedo hacer otra cosa que tomarle la palabra y denunciarlo al preguntar, ¿Cuándo se vuelve la celebración alienante, y quienes están autorizados para diferenciar una festividad legitima de una manipulada?
Los lingüistas creen que el peligro yace en la “ínter-subjetividad”. El peligro, sin embargo, es que suba el precio de la canasta familiar al punto que el pueblo no tenga manera - o razón - para seguir celebrando. La maquinaria mediática oficialista ahora pretende demostrar que detrás del alza en los precios están inescrupulosos intermediarios. Para contrarrestar la tendencia inflacionaria el gobierno, lejos de asegurar mercados para nuestros productos, o incentivar la inversión para siquiera cumplir con obligaciones adquiridas, continúa su brillante estrategia económica utilizando el graffiti político, pretendiendo racionar el gas afuera, y aquí el arroz.
Los lazos de fraternidad, solidaridad y justicia se tienden tenuemente sobre un estomago vacío, y sólo cuando se atiza un instinto mayor de supervivencia: odio al enemigo. El pueblo puede aguantar pobreza cuando teme a la maldita serpiente usurpadora. En Cuba, en vez de crear industria, arremeten su lanza contra molinos de viento, a los que imputan su fracaso. Ahora que el precio de todo sube, nuestras ganas de vivir mejor y celebrar deberán ceder ante la pesadilla provocada por idénticas consignas, y se atizará el miedo, con llamados a “denunciar” al manipulador. Así, el horror limpiará la injusticia, ahuyentando inversiones y mercados. Todos igualmente jodidos. ¡La promesa se cumplió!
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