La derecha chilena conspiró contra Salvador Allende, ocultando galpones enteros de azúcar y harina que el pueblo necesitaba, y que fueron retirados del mercado para inducir un espiral inflacionario que lastime su popularidad.
La derecha boliviana no tiene ni la capacidad, ni los recursos para ejecutar algo similar. La anterior clase gobernante, sin embargo, aportó para que la popularidad de nuestro Presidente se deteriore. Su conspiración es su fracaso, porque fracasaron miserablemente en modernizar la economía; al tiempo de lucrar de la ignorancia y explotar a un pueblo que ha quedado sumergido en el más grande resentimiento e irracionalidad. Si hoy pagamos la factura del desquiciamiento, es por culpa de quienes sólo nos enseñaron a robar.
Los que sí tienen los recursos para perjudicar la economía, son las petroleras extranjeras. Según la propia Cámara Boliviana de Hidrocarburos – que aglutina las transnacionales – se requieren 8 mil millones de dólares para cumplir con Brasil y Argentina. Actualmente se invierten sólo 900 MMDD, de los cuales 400 son para reposición de inversión, y 100 para gastos administrativos. Quiere decir que la inversión neta son apenas 400 MMDD, y que necesitaríamos 20 años para cumplir con nuestro objetivo.
La Ley de Abastecimiento de Argentina obliga a suspender las exportaciones, y crea un régimen de excepción - con derecho incluso a expropiar la propiedad privada - para garantizar el suministro de bienes y servicios estratégicos. Nuestra Ley de Hidrocarburos 3058, en su artículo 14, simplemente establece que la comercialización y producción de hidrocarburos es un servicio de utilidad pública que debe ser prestado de forma continua e ininterrumpida. Pero no establece “cómo” ejercer ese derecho.
Digamos que todas las petroleras “casualmente” decidan a la vez ejecutar el mantenimiento de sus plantas – o que se eche a perder el pozo - afectando la producción y provocando un desabastecimiento. En dicho caso, el sindicato de transportista no necesitaría ser comprado por la derecha para estrangular la economía. Esta brutal conspiración representaría una asquerosa injerencia en nuestra política interna, digna de ser presentada ante la OEA.
Hasta aquí los “oficialistas” seguramente han podido seguir mi lógica. Cuando se pierden es ante la posibilidad que el Presidente Chávez sea quien conspire para derrocar a sus enemigos. La justificada condena ante la OEA por la violación del territorio ecuatoriano, contrasta con el ensordecedor silencio ante la posibilidad que Venezuela apoye a las FARC.
En El Alto no hay bodegas repletas de alimentos. Pero si las petroleras llegasen a “coordinar” su mantenimiento, puede que sea porque tienen una agenda. Por el momento, la escalada de precios responde a la ineptitud del Gobierno y sus políticas “a lo cubano”. Ello no elimina el peligro que se esté confabulando algún tipo de conspiración. Si nuestra inteligencia alcanza para escandalizarnos ante esta posibilidad, no entiendo porque no se nos mueve una pestaña ante la posibilidad que Chávez financie a un grupo armado que secuestra y asesina al pueblo colombiano. Pero si somos brutos, es obra y designio de quienes no supieron gobernar.
La derecha boliviana no tiene ni la capacidad, ni los recursos para ejecutar algo similar. La anterior clase gobernante, sin embargo, aportó para que la popularidad de nuestro Presidente se deteriore. Su conspiración es su fracaso, porque fracasaron miserablemente en modernizar la economía; al tiempo de lucrar de la ignorancia y explotar a un pueblo que ha quedado sumergido en el más grande resentimiento e irracionalidad. Si hoy pagamos la factura del desquiciamiento, es por culpa de quienes sólo nos enseñaron a robar.
Los que sí tienen los recursos para perjudicar la economía, son las petroleras extranjeras. Según la propia Cámara Boliviana de Hidrocarburos – que aglutina las transnacionales – se requieren 8 mil millones de dólares para cumplir con Brasil y Argentina. Actualmente se invierten sólo 900 MMDD, de los cuales 400 son para reposición de inversión, y 100 para gastos administrativos. Quiere decir que la inversión neta son apenas 400 MMDD, y que necesitaríamos 20 años para cumplir con nuestro objetivo.
La Ley de Abastecimiento de Argentina obliga a suspender las exportaciones, y crea un régimen de excepción - con derecho incluso a expropiar la propiedad privada - para garantizar el suministro de bienes y servicios estratégicos. Nuestra Ley de Hidrocarburos 3058, en su artículo 14, simplemente establece que la comercialización y producción de hidrocarburos es un servicio de utilidad pública que debe ser prestado de forma continua e ininterrumpida. Pero no establece “cómo” ejercer ese derecho.
Digamos que todas las petroleras “casualmente” decidan a la vez ejecutar el mantenimiento de sus plantas – o que se eche a perder el pozo - afectando la producción y provocando un desabastecimiento. En dicho caso, el sindicato de transportista no necesitaría ser comprado por la derecha para estrangular la economía. Esta brutal conspiración representaría una asquerosa injerencia en nuestra política interna, digna de ser presentada ante la OEA.
Hasta aquí los “oficialistas” seguramente han podido seguir mi lógica. Cuando se pierden es ante la posibilidad que el Presidente Chávez sea quien conspire para derrocar a sus enemigos. La justificada condena ante la OEA por la violación del territorio ecuatoriano, contrasta con el ensordecedor silencio ante la posibilidad que Venezuela apoye a las FARC.
En El Alto no hay bodegas repletas de alimentos. Pero si las petroleras llegasen a “coordinar” su mantenimiento, puede que sea porque tienen una agenda. Por el momento, la escalada de precios responde a la ineptitud del Gobierno y sus políticas “a lo cubano”. Ello no elimina el peligro que se esté confabulando algún tipo de conspiración. Si nuestra inteligencia alcanza para escandalizarnos ante esta posibilidad, no entiendo porque no se nos mueve una pestaña ante la posibilidad que Chávez financie a un grupo armado que secuestra y asesina al pueblo colombiano. Pero si somos brutos, es obra y designio de quienes no supieron gobernar.
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