miércoles, 27 de mayo de 2009

Es la Dialéctica, Ex-túpido

La arrogancia del Vicepresidente a la hora de luchar contra el terrorismo es alarmante. A la hora de definir la posición ideológica de su partido, su absolutismo es necio. Siendo un hombre reconocido por su intelecto, aparentemente su inteligencia es limitada a la hora de entender la importancia de una oposición pujante; un vigor político que nace de la tensión entre múltiples posiciones, incluso dentro de su propio partido. Lo más preocupante es que nada - ni siquiera el evidente fracaso de sus métodos - lo conduce a reconocer que estaba equivocado. Con la prepotencia de monarcas de antaño, reclama poderes divinos cuando exclama que si tuviese la oportunidad de hacerlo todo de nuevo, haría de nuevo exactamente igual.

Ciego ante el hecho que, debido a la ilegalidad con la que actuaron, su partido está siendo repudiado por la población entera, el Vicepresidente se ha aliado al periodista que acusa a un ex -dignatario de emitir su voto por alguien simplemente “porque ambos pertenecen a una misma raza”. Al legitimar el comentario del periodista, el Vicepresidente pretende también cuestionar el liderazgo de quien en las próximas elecciones podría ser candidato de la oposición; a la vez de justificar la acusación de “racismo” vertida sobre el ex - dignatario. Después de todo, si es cierto que en las pasadas elecciones este ex – dignatario votó por el actual Presidente simplemente porque pertenecen a la misma etnia, eso sería un voto racista.

En la visión maniquea del Vicepresidente, votar por el líder del oficialismo es implícitamente renunciar al derecho de ser candidato de la oposición. Para los que están confundidos con un artificio ya trillado, mareados por los dimes y diretes, tal vez sería más fácil seguir el hilo del argumento si en lugar de abstracciones, se proporcionasen nombres y apellidos. Es más fácil saber si debemos repudiar o defender al ex -Vicepresidente (o mandatario), si se nos brinda primero la oportunidad de olfatearlos, para de esa manera reconocer si es uno de los nuestros, o si es un odiado rival. No vivimos en un mundo de abstracciones. Eso me queda absolutamente claro.

Antes de desenmascarar a los personajes detrás de este drama de crónica roja, voy a presentar el argumento del ex – mandatario, si tan solo como un experimento que usted mismo ha de realizar, sin que nadie lo juzgue o califique. ¿Puede aguantarse las ganas de saber de “quien” estoy hablando? Es muy probable que no pueda aguantar las ganas de ojear más abajo, hasta encontrar un nombre, para salir de una vez de la duda. Después de todo, la política no se trata de un proceso dialectico entre ideas, sino de una pugna de crónica roja entre estandartes de piel y hueso. Esa es la naturaleza humana. Yo haría exactamente igual.

El ex –mandatario en cuestión reclama su derecho de decretarse miembro de la “oposición” y rechaza haber renunciado a esa condición simplemente porque ejerció su derecho de votar por quien consideraba era el mejor candidato: el actual Presidente de la nación. El haber votado por el actual Presidente, después de todo, no impide que el ex – mandatario tal vez decida ahora vencerlo en las próximas elecciones. El hecho que ambos pertenezcan a una etnia atropellada y denigrada durante siglos por descendientes de europeos, tampoco desmerita o deslegitima su posible futura candidatura.

Pero ese no es el argumento del ex – mandatario. Su argumento es un argumento republicano, que tiene que ver con la necesidad de darle un lugar dentro de la contienda política a diferentes puntos de vista. El argumento es que la sociedad sufre cuando permite la arrogancia de quienes pretenden tener un derecho divino a ser los únicos con acceso a toda la verdad. La verdad, después de todo, también se va creando mediante un proceso dialéctico en el cual se requieren dos argumentos en contraposición. Ignorar ese básico precepto de la dialéctica y convivencia republicana es simplemente estúpido.

A quien se acusa de voto racista es a Collin Powell, el primer afroamericano Secretario de Estado, elegido al cargo por el ex – Presidente Bush. Quien lo acusa de racismo es Rush Limbaugh, el “periodista” portavoz de la extrema derecha. El ex -vicepresidente en cuestión es Dick Cheney. El flamante Presidente constitucional es el también afroamericano Barack Obama. Ahora que tenemos por fin a los protagonistas, con la magia del Internet usted puede seguir el drama de crónica roja, utilizando su buscador favorito. De esta manera, podrá entrever el debate entre Cheney y Obama sobre Guantánamo. El debate permite entender los detalles y justificativos en la violación a los derechos básicos de quienes “ayudaron” a terroristas, una política de estado que le costó al partido del ex -Vicepresidente las elecciones presidenciales. En medio de lo que se ha convertido en una guerra mediática, el ex -Vicepresidente defiende los actos ilegales de su administración, bajo el argumento que – en la guerra contra el terrorismo – se vale todo, incluso atropellar a la constitución.

Cuando la nación fue atacada por fuerzas terroristas, el ex -Vicepresidente admite públicamente que su psique quedo seriamente afectada, entrando en un trance paranoico que le impide – incluso hoy – reconocer que su gobierno cometió graves atropellos y estúpidos errores en nombre de defender a la patria. Con su partido ahora hecho pedazos (del 54% del voto en 2004, a tan solo 22% en 2009, según PEW), insiste en la pureza ideológica del ala radical conservadora, denigrando a las fuerzas moderadas – como ser Powell - que intentan llevar a su partido hacia el centro político. Atormentado por las sórdidas imágenes del 11 de septiembre (¿de 1973?), el ex -Vicepresidente no está dispuesto a renunciar a la tarea “histórica” que supuestamente le fue encomendada por la providencia, incluso si la mayoría del pueblo ahora repudia los métodos utilizados durante su gestión. La historia está repleta de idénticas instancias de arrogancia y descalabros políticos incluso más dramáticos.

El proceso dialéctico, al igual que el proceso evolutivo, afortunadamente no depende de los mortales que momentáneamente cargan en sus cerebros (cuerpos) las ideas (genes) que van perfeccionando al ser humano. En el debate entre Barack Obama y Dick Cheney sobre la legalidad de los métodos utilizados para luchar contra el terrorismo observamos una pequeña parte del proceso que hace siglos conduce a la humanidad hacia cada vez más amplios horizontes. Refiriéndose al gobierno anterior, el Presidente Obama fue contundente al decir en relación a Guantánamo que, “con demasiada frecuencia nuestro gobierno acomoda los hechos y evidencia para que encajen en las predisposiciones ideológicas”. Por su parte, el Vicepresidente Cheney no ha desperdiciado oportunidad para acusar a la nueva administración de – debido a su apego a la legalidad - poner en peligro al pueblo norteamericano. La visión radical de Cheney es que, “en la lucha contra el terrorismo no existen puntos intermedios, y medidas a medias mantienen [al pueblo] medio expuesto”.

Las lecciones tienen una manera milagrosa de infiltrarse en la historia, creando una consciencia más avanzada, que permite a su vez crear soluciones más complejas y acertadas para lidiar con los males que afligen a la humanidad. La lucha contra el terrorismo demuestra no ser la excepción. El pueblo parece claudicar ante banderas nacionalistas, pero está cuidadosamente observando. Y aunque parece que el pueblo puede ser manipulado por el miedo de las fuerzas externas y represiones internas, el proceso dialéctico – al igual que el evolutivo – es inexorable. Digerir las lecciones toma tiempo, pero sobre todo requiere el valor moral de permanentemente verter ideas a la contienda, para que el proceso siga su curso, incluso cuando debe enfrentar la sutil violencia de aquellos que ondean la bandera del patriotismo para hacer traidor a todo aquel que se opone a sus métodos. La historia, afortunadamente, siempre tiene la ultima palabra.

La oposición tal vez encuentre en el liderazgo de Collin Powell una voz moderada que logre ampliar la coalición, que por el momento está pasando por una de sus crisis más profundas de su historia. Estoy seguro que el Presidente Obama habrá de celebrar el hecho de enfrentar a una oposición recuperada de su descalabro político. Verán, tal vez el Presidente Obama no sea un marxista-leninista, pero entiende de las grandes ventajas de una oposición que avance el proceso dialéctico mediante el cual una sociedad pujante desarrolla gradualmente mejores maneras de crear su propia verdad. El espíritu republicano, después de todo, es uno de interdependencia entre pequeñas partes que – al ejercer fuerzas opuestas - crean el equilibrio que sostiene y empuja hacia arriba a la nación.

Ignorar que la nación necesita de todas las partes que la conforman, incluyen a las diferentes voces de una vital oposición, puede ser natural de aquellos ignorantes que sostienen la pureza de su cometido, como intentó hacerlo George W. Bush. Pero su ignorancia no ha pasado desapercibida. La arrogancia del poder impide a los protagonistas circunstanciales entender que, en el devenir de la vida, somos todos parte del pasado. En el fondo, somos todos ex – protagonistas de una crónica roja de ayer. El futuro pertenece al pueblo, que aun es joven e impresionable, por lo que necesitará tiempo para entender que con una sola ala la república no puede levantar vuelo, mucho menos si es un ala radical. Entender que forjar una república fuerte requiere del aporte y tensión entre fuerzas dialécticamente en contraposición ha de tomar tiempo y de antipáticas reiteraciones ad nauseum (como ésta).

En la administración de Obama, la disposición de encontrar argumentos útiles en la posición del otro se hace manifiesta en el renacimiento intelectual de Edmund Burke. El periodista Jon Meachan nos recuerda que Burke – conservador irlandés del siglo XVIII – desconfiaba de los absolutos y hacia un llamado a obedecer la gran ley del cambio, porque “es la más poderosa ley de la naturaleza”. Según Burke, “el individuo es tonto, la multitud, por el momento es tonta, cuando actúan sin deliberación; pero la especie es sabia, y cuando se le permite el beneficio del tiempo, como especie siempre actúa de la manera correcta”. Todo partido político está en permanente proceso de cambio. El pretender ser dueño de verdades absolutas es una crónica roja de ayer. En ese sentido, un afroamericano, Collin Powell, tal vez sea quien ayude a su partido enmendar errores del pasado. Después de la administración de George W. Bush, su partido deberá redimirse por haber manipulado el patriotismo, miedo y sed de venganza del pueblo norteamericano. El hecho que el pueblo, en su juventud, permita ser manipulado, no quiere decir que el pueblo sea estúpido. El cambio siempre llega, aunque a veces se haga esperar.

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