El milagro de dar a luz es a su vez el dolor supremo, un dolor que tan solo lo pude entender una mujer. Al precio de incluso la muerte, los mártires de la democracia se sacrificaron para que el pueblo hoy vea respetados sus derechos civiles, entre los cuales está la posibilidad de expresarse sin miedo a la censura o represión. Casi todo el pueblo boliviano celebra las grandes reivindicaciones. En un mundo paralelo, el pueblo unido celebra a Evo Morales, personaje histórico responsable de mantener a la República en paz. Incluso en nuestra actual y surrealista dimensión, algún día casi todos rendiremos homenaje por su invaluable aporte. De no existir Evo, es muy probable que este país hubiese caído en espiral de caos y violencia, producto del cansancio del pueblo hacia el racismo de un orden podrido. En contraste a la violencia que se estaba gestando a principios del actual siglo, el impasse que vivimos ahora es tan solo un agónico y prolongado carnaval.
Cuando el color de la piel lo hace a uno invisible, obligando a rendirle pleitesía a un mocoso por ser de tez más clara, uno siente perderse del milagro de celebrar la vida a plenitud. Es muy difícil sentirse realizado cuando el reflejo en el espejo muestra a un ciudadano de segunda clase. Quien se siente menospreciado, su esencia desvalorada, siente que no tienen nada que perder. Cuesta entender lo que se siente ser discriminado, humillado, ignorado y abandonado a la pobreza. Millones de seres sin amor propio o identidad definida nos cansamos del atropello en las pasadas elecciones. Los líderes del régimen anterior habían fracasado y el desgaste social había adquirido inercia propia, una volatilidad que se organizó por sí sola. Gracias a Evo Morales, esa inercia fue canalizada siquiera un poco, las ganas de regresarles el favor a quienes pisotearon el orgullo de ser indio (pisoteando también su preciada sociedad), fue exitosamente contenida. No hay manera de saber “qué” hubiese pasado si el vacío político de 2003 hubiese dado lugar a un limbo aun mayor. Es fácil quejarse y lanzar epítetos al nuevo orden, porque no vivimos la violencia en la que Bolivia pudo haber fácilmente caído. Algún día entenderemos que, gracias al Presidente Morales, nuestra nación esquivo una bala al corazón.
Si somos incapaces de comprender el caos del que fuimos rescatados gracias al hecho que elegimos al Presidente Morales, por lo menos debemos entender que lo cortés no quita lo valiente. Lo mínimo que podemos hacer por nuestro digno Mandatario es tratarlo con sumo respeto; si tal solo por respeto propio, ya que su investidura representa la unidad orgánica de nuestra sagrada República. A su vez, debemos aprovechar la oportunidad para sentar el precedente de la conducta digna de una oposición madura. Este es el momento para dejar en claro que la oposición política debe actuar con prudencia y contribuir al desarrollo de la nación; no solamente ser quien bloquea toda iniciativa del Gobierno, con el único propósito y “razón de ser” de desestabilizar. Algún día el Presidente Morales habrá de perder una elección. Sería bueno que – utilizando el poder del ejemplo - se le empiece a enseñar cómo actúa una oposición que coloca el interés de Bolivia por encima de la angurria partidista o egolatría personal.
Ser Presidente es una lección que por lo menos equivale a sacar un bachillerato. La próxima elección presidencial será un examen que permitirá al pueblo boliviano entrever exactamente “cuánto” el Presidente Morales realmente ha logrado aprender. Es por ello que debemos inducirlo al debate, para que se vea obligado a defender y demostrar –mediante un diálogo directo y civilizado con los otros aspirantes a la Presidencia - la superioridad de su propuesta y capacidad. Si nuestro Primer Mandatario nos exige aprender a realizar ordenadamente las preguntas, preguntar ordenadamente es lo mínimo que podemos ofrecerle, en muestra de nuestra eterna gratitud. Lo importante será que ahora no tenga más excusas para esquivar el debate; y honre su deber de contestar preguntas ante el pueblo boliviano.
Un niño educado en el seno de una familia budista, mormona o marxista-leninista, aprende primero a decir “mío”. El primer dolor existencial de todo niño del planeta es aprender a compartir sus juguetes con los demás. El apego al juguete será proporcionalmente mayor si el niño nunca tuvo para jugar siquiera un pollito de granja. Casi todo niño aprende luego aprende a compartir. El Presidente Morales aun no aprende a compartir con la otra mitad del pueblo boliviano el espíritu republicano de – juntos – forjar una mejor nación. Su instinto natural es amenazar con llevarse el balón a su casa si no le rendimos absoluta pleitesía. Eso fue lo que aprendió de un régimen racista y prepotente. Esa fue su escuela, la misma escuela en la que se forjaron todos los líderes del pueblo boliviano, sin importar su etnia, ideología o condición social.
Las nuevas generaciones están aprendiendo de los errores del pasado, por lo que el nuevo liderazgo boliviano habrá de asumir un espíritu republicano, entendiendo que las partes en contraposición crean el equilibrio que sostiene a una sociedad pujante. Las nuevas generaciones habrán de entender que el mercado de ideas no puede ser un monopolio autoritario, porque es mediante el diálogo entre partes opuestas que se gestan ideas que funcionan. En este sentido, el liderazgo de Morales es necesario. No podemos darnos el lujo de nuevos vacios políticos. Es por eso que todos debemos aportar para incrementar su espíritu republicano y capacidad intelectual. Si, con sumo respeto, la sociedad civil logra que nuestro Presidente se digne en participar del debate y demuestre su propia “objetividad” e “imparcialidad”, habremos avanzado un poco más nuestras propias libertades. Si bien es cierto que “echando a perder se aprende”, temo que el Presidente Morales empieza a borrar con el codo sus grandes avances y logros en el campo de “reivindicación social”. Su aporte como máximo dirigente de Bolivia hace rato que fue suficiente. Las muchas lecciones que aún le faltan por aprender deberán ahora llegarle como digno líder de la oposición. Si bien hay lecciones que solo entran con sangre, esperemos que - en la nueva Bolivia - la evidencia del hambre y tiempo perdido sean evidencia suficiente para que el pueblo continúe eligiendo la mejor opción.
El hambre se explica sola. El tiempo perdido es más difícil de observar. Para entender exactamente cómo el Presidente Morales utiliza el tiempo del pueblo boliviano, lo primero debemos establecer es que el pueblo tiene todo el derecho de entender - con lujo de detalle - cómo funciona su mente. Por ende, el Presidente Morales debe dejar muy en claro si considera que el pueblo boliviano tiene – o no - derecho a entrar en la cabeza de un político, para observar con lujo de detalle exactamente cuál es el proceso mediante el cual se toman decisiones que afectan el bienestar de todos, e incluso conducen a la muerte. Entre las decisiones que el actual Gobierno ha tomado, es utilizar a la economía como una ficha en una partida de ajedrez. Es cada vez más evidente que la agenda del actual Gobierno es primordialmente política, lo cual representa una gran pérdida de tiempo (y oportunidades) en materia económica. La pregunta que pesa sobre casi todos, por lo tanto es, ¿por qué utiliza su Gobierno el intercambio comercial como peón en un juego de ajedrez geopolítico que empieza a costarle empleos al pueblo boliviano?
Si el Presidente Morales no entiende la pregunta, debemos intentar explicarle - con mucha paciencia y respeto – que para crear empleos necesitamos exportar, algo que hacían nuestros antepasados durante el imperio Inca, mucho antes de sucumbir ante el imperio español, norteamericano y venezolano (en ese orden). Debemos explicarle que condicionar el intercambio comercial con otros pueblos a la agenda ideológica del imperialismo venezolano está costando empleos al pueblo boliviano. Es irónico que sea un ex – Ministro de Educación de su propio Gobierno quien públicamente exhorte al Presidente Morales a tener una visión más integral de la economía. Feliz Patzi explica que “el aparato productivo no sólo puede ser concebido desde la empresa privada o estatal, sino también desde la microempresa individual y familiar y en las empresas de asociación comunal, y ambas son las que realmente generan empleos”. Una lógica accesible a un niño de 10 años permite entrever que el adverbio “también” sirve “para indicar la igualdad, semejanza, conformidad o relación de una cosa con otra ya nombrada”. La conclusión es que Patzi ha aprendido que “también” se requiere de iniciativa privada. Otra conclusión es que Patzi ha aprendido la lección porque ha dejado de ser parte del poder político, un poder que tiene la tendencia a nublarnos la vista.
No será fácil que la prensa, sociedad civil y partidos de la oposición logren superar el cerco que por el momento tiene al Presidente aislado del resto de la sociedad. Si dice que se rehúsa contestar preguntas porque no sabemos hacer preguntas, entonces hay que hacer preguntas como le gusta a Evo, para que no tenga más excusas. Si soy reiterativo, es porque quiero ser absolutamente claro. En esta nueva contienda debemos intentar ser más amplios en nuestras preguntas, para incorporar incluso nuestra comprensión de la naturaleza humana. ¿Somos de la opinión que el poder puede nublar o limitar la visión? ¿Creemos que algunos líderes son inmunes a caer en esa tentación? ¿Entendemos que las leyes han sido creadas precisamente para evitar que una persona o partido monopolice el poder? ¿Se ha perdido el espíritu democrático de pesos y contrapesos? ¿Cuáles son las repercusiones de que un hombre asuma el control total del Estado? Aprender a compartir el poder, a dar lugar a otras ideas, contemplar y aprender de nuestros errores, son lecciones que debe aprender todo el pueblo boliviano, no únicamente el actual Presidente de turno. Casi tendremos una oportunidad más en diciembre del 2009.
El Presidente Morales ha presentado la excusa más absurda para no contestarle al pueblo, argumentando que quienes hacen preguntas lo hacen de una manera desordenada. Su gran aporte a la nación no lo exime de rendir cuentas y brindar explicaciones. A menos que el Presidente Morales empiece a contestar preguntas, el pueblo boliviano no tendrá elementos suficientes para tomar otra vez una buena decisión. Es menester del pueblo, sin embargo, no solamente organizarse bien cuando realiza preguntas, sino hacer preguntas bien organizadas. En este sentido, el tener a la oposición repartida en diez pedazos no es necesariamente contraproducente a hacer mejores preguntas y lograr mejores resultados. Repartir el poder es también repartir las voces que forman parte de una contienda política. Mientras más voces formen parte del debate, mayores las opciones que tendremos para expresar diferentes puntos de vista. Esperemos que los candidatos a la Presidencia, al igual que los periodistas, aprendan a excelentemente debatir con su Excelencia. Preguntando bien se ejercerá la responsabilidad de no permitir que en el próximo reparto del poder los poderosos nos traten como pollitos de granja. Ha dolido demasiado casi ganar el derecho que tiene el pueblo de piar.
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