Una foto captura solo un segundo, pero cuenta la historia mejor que mil palabras. No vale ni un segundo especular sobre el motivo que tuvieron aquellos que retrataron el cadáver del Comandante Che Guevara; acribillado cobardemente sin derecho a juicio. Eran otras épocas y eran otros los que venían a Bolivia a imponer sus causas. Me refiero, por supuesto, a la C.I.A. Pero si me atreveré a especular que la razón detrás de sacar la macabra foto fue diferente a la razón que luego tuvieron en publicarla; dándola a conocer ante la opinión mundial.
Nuestra ancestral guerra contra el terrorismo se remonta a Pizarro, cuando se imponía pánico en las calles de nuestro propio imperio con bestias que parecían escupir fuego por la nariz. Bolivia nuevamente debe enfrentar a fuerzas extranjeras que desean cambiar el orden establecido mediante el uso de violencia. La nueva versión de este terrorismo internacional demanda que el gobierno boliviano sea cauteloso y evite ofrecerle herramientas al enemigo. Una foto del cuerpo acribillado de Rószas lograría tan solo atizar el fanatismo y sed de venganza de aquellos desgraciados que quieren hacerle daño a la integridad de la nación.
El único que ha ofrecido “transparencia” en su lucha contra el terrorismo es Barack Obama. Por ende, es al único que tenemos derecho de reclamar consistencia. En Bolivia nadie ha prometido ser transparente, mucho menos se ha prometido simetría alguna en la aplicación de principios. Somos, después de todo, la reserva mundial de la doble moral, un título que nos confiere derecho a reclamar transparencia, consistencia y soberanía, a la vez que nos libera de cualquier obligación de respetar el derecho ajeno, la soberanía de terceros o normas internacionales. Argumentando que las fotos de prisioneros en Guantánamo pone en peligro la vida de los jovenzuelos que están en Irak cumpliendo órdenes, Obama ha dejado en manos de las cortes rendir el veredicto si las fotos pueden o no ser presentadas ante el tribunal de la opinión mundial. ¡Qué descaro! Me refiero a los que repudian y justifican exactamente el mismo pecado, dependiendo de quién es que lo comete. ¿Dónde está la transparencia del gobierno boliviano? Que me disculpen los europeos, Human Rights Watch, Naciones Unidas, moros y cristianos, porque en este suelo soberano estamos luchando contra terroristas, por lo que jamás se prometió semejante estupidez.
Barack Obama tuvo que decidir entre hacer públicos memorándum que comprometen al gobierno de su país en actos de tortura, o hacer públicas nuevas fotos de prisioneros encapuchados. Su “transparencia” se limitó a admitir que su gobierno cometió un crimen. La escenografía en las fotos anteriormente liberadas muestra un lado frívolo y despreciable de aquellos que creen que supuestamente proteger a su nación del enemigo confiere el derecho de humillar prisioneros robados de su derecho a habeas corpus. Sin necesitar cortarle a nadie la cabeza, unas fotos dejaron consternado al mundo entero. El crimen fue demostrado. Mostrar ahora nuevas fotos de prisioneros, por mucho que muestren prisioneros encapuchados rezando o comiéndose un helado, causaría una respuesta visceral en aquellos más propensos a entrar en trances de simétrica crueldad debido al efecto deshumanizador de odiar al enemigo.
Al hacer públicos ante la opinión mundial los memorándums sobre tortura, el Presidente Obama a puesto en “jaque” a todo su aparato de seguridad nacional, incluyendo a los militares. Meter aun más el dedo en la llaga – a la vez de facilitar al enemigo fotos a ser utilizadas en el proselitismo de su causa– hubiese afectado la moral del ejército norteamericano. ¡Maldita inconsistencia! Me refiero a la decisión del gobierno boliviano de negarle a Perú la petición de extraditar a Walter Chávez, un presunto terrorista, a la vez de exigir del Perú una conducta que nuestro gobierno no fue capaz en su momento de ofrecer. El Presidente Morales tuvo que elegir entre respetar la decisión soberana del gobierno peruano de exigir la extradición de un presunto terrorista, que debe rendir cuentas ante la justicia peruana, o ser juez y parte al ignorar dicho reclamo. Ahora el presidente Morales está dispuesto a poner en peligro la estabilidad regional reclamando lo que no supo ofrecer en su momento, con tal de tener la cabeza de Javier Torres Goitia, Ministro de Salud durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada. Resulta que Torres Goitia es un médico genocida, mientras que Walter Chávez es un pobre periodista. Nuestro sentido de proporcionalidad es consistente con nuestro sentido de simetría y reciprocidad.
Perdemos el tiempo señalando lo obvio a los pequeños cerebros que tan solo cumplen con su deber de engatusar al pueblo boliviano. Sugiero no gastar ni un segundo más especulando sobre evidentes inconsistencias. Existe otra batalla contra el terror que pretende infundir la derecha norteamericana que está pasando desapercibida en el radar de la opinión mundial: la intención de matar la reforma al sistema de salud. ¿Por qué debe interesarnos este tema ajeno? Admito que es un poco extravagante intentar rescatar lecciones de experiencias ajenas, en particular cuando la experiencia pertenece a nuestro odiado enemigo. Para los intelectualmente curiosos que sí están interesados en aprender a hacer mejor las cosas, creo que representa una lección en liderazgo de un mozuelo afroamericano que recién empieza a afilar los dientes de la nueva izquierda internacional.
En la forma de una oposición cada vez más radicalizada, el Presidente Obama tiene un frente interno que no pierde oportunidad para acusar a su agenda de reformar el sistema de salud nacional de ser una agenda “socialista”. Obama tienen el reto de enfrentar el absolutismo de la derecha (doctrinalmente capitalista) y el absolutismo de la extrema izquierda (doctrinalmente chinchosa). Debido a que Obama ha dejado que sean las cortes quienes decidan si se hacen públicas fotos de encapuchados, la extrema izquierda norteamericana lo acusa de traicionar su promesa de transparencia. Sin importar si el fundamentalista reclamo de la ACLU de absoluta transparencia (en medio de una guerra) posiblemente distrae capital político de la lucha por una reivindicación social (salud universal) – una reivindicación que no solamente hace justicia al pueblo norteamericano, sino que es pieza clave en reactivar la economía - la izquierda radical demanda se publiquen las fotos a cualquier precio. Parece que una foto muestra exactamente el extremo al cual están dispuestos a llegar por su causa los fundamentalistas. Sería interesante escuchar la opinión del gobierno boliviano en este sentido, ya que no se cansa de dignarse en juzgar las decisiones y gestión pública de otros mandatarios.
La importancia de la batalla política de Obama en relación a la reforma del sistema de salud es que será un rompe aguas que, al romper con la dogmática hegemonía capitalista en el seno del icono del capitalismo mundial, ha de determinar el éxito de la nueva izquierda internacional bajo el liderazgo de Barack Obama. La apuesta es grande y el equilibrio a ser creado dentro de una estéril pugna ideológica será de tremenda importancia en el destino de la humanidad. Equilibrar el sistema es de suma importancia, por lo que deberán ser evitados los errores de ayer. Para evitar repetir errores, Obama ha sido cauteloso de evitar aquellos cometidos por el Presidente Clinton. Además del acérrimo “anti-socialismo” entre los republicanos, dos obstáculos impidieron que Clinton tenga éxito: la ignorancia del Congreso norteamericano y la ignorancia con la cual procedieron desde la Casa Blanca.
La ignorancia del Congreso es natural de todo organismo que aprende y tiene memoria institucional. Cuando Hillary Clinton propuso su plan para reformar el sistema de salud, el Congreso había tenido pocas instancias y experiencias en lidiar con un tema tan complejo. El Congreso norteamericano ha ido paulatinamente estudiando estas complejidades, adquiriendo una perspectiva muy diferente a la que tenía hace apenas una década y media. La otra ignorancia es la de Bill Clinton, una ignorancia natural de cualquier ser humano que, sin saberlo todo, ostenta muchísimo poder. Cuando el poder Ejecutivo presentó al Congreso un proyecto de ley elaborado sin consultar con el brazo legislativo, ello fue interpretado como una imposición. Incluso un gran estadista, como Bill Clinton, tuvo que aprender que avanzar el bien del pueblo requiere crear consensos.
Habiendo aprendido la lección, el Presidente Obama ha tomado deliberadamente la decisión de no participar en el diseño y definición del nuevo proyecto de ley, dejando que quienes participen esta vez del proceso sean exclusivamente los legisladores de ambos partidos. La consistencia que demuestra Obama es una de método, de un ímpetu de crear equipos, de reconciliar ideas e intereses, de intentar crear equilibrios entre el imperativo de ser ético y proteger a quienes están dispuestos a sacrificar sus vidas con tal de proteger a su nación. Las vidas que correrían peligro si se publican las fotos, después de todo, son de jovenzuelos que solo cumplen órdenes. A la vez que intenta subsanar el barullo ético de una guerra heredada, en el frente de la guerra ideológica, Obama está demostrando que le interesa avanzar equilibrios que beneficien a todo su pueblo.
Cuando la única capacidad de gestión es en la esfera de la demagogia, reclamar consistencia a los demás (a la vez que se contradice todo principio) forma parte de la agenda de engatusar al pueblo; en particular cuando esos gritos de consistencia son sumamente selectivos. Nuestra doble moral se reserva ante el mundo el derecho de honrar a terroristas si vienen a Bolivia vestidos de rojo. Si los terroristas son de extrema izquierda, nuestros principios relativos transforman soberanía en una buena acogida. En defensa de Walter Chávez, el gobierno boliviano le otorgó asilo en 1992, mucho antes de convertirse en asesor en el gobierno Evo Morales. En defensa del gobierno del Perú, ellos están ejerciendo el mismo derecho soberano que ejerció Bolivia al brindar asilo a un refugiado político. Pero si de consistencia se trata, aquellas imágenes que muestran como nuestro Mandatario honra a los militares que perdieron la vida defendiendo la soberanía del suelo boliviano del terror del Comandante Che Guevara, parecen haberse perdido, tal vez corrompidas por un virus, lo mismo que la memoria institucional.
La memoria de nuestra lucha contra terroristas que vinieron a plantar violencia en nuestro suelo soberano parece ser frágil (o selectiva), porque hemos olvidado que los soldados abatidos en la década de 1960 también protegían a Bolivia de fuerzas extranjeras; jovenzuelos que solo cumplían órdenes. Eran otras épocas, otras causas, en un Macondo donde nada es hondo y todo análisis es superficial. Por ende, en nuestro suelo soberano no se invierte siquiera un solo segundo en crear consensos que permitan avanzar reivindicaciones sociales en los hechos, reservándonos el derecho de promulgar los grandes avances de la revolución en estériles banderas ideológicas que han secuestrado - cual virus mental – incluso nuestra capacidad de razonar. Otras fuerzas terroristas posiblemente vendrán a defender banderas ideológicas sustentadas por el actual gobierno, por lo que esas fuerzas terroristas serán bienvenidas. Y como el pueblo boliviano ha sido engatusado al punto de ser incapaz de detectar la falta de transparencia y múltiples inconsistencias, de un primer equilibrio no tenemos siquiera una estúpida fotografía.
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