No importa que el mundo esté observando, ni que la humedad fuera tortura suficiente. Los prisioneros de deben abandonar Cuba para regresar a casa. Son 117 los apresados por EEUU que han sido repatriados en aviones jumbo 747 que Arabia Saudita envía a Guantánamo para asimilar mercenarios que se declararon enemigos de la monarquía saudí. Aquellos capturados luchando hombro a hombro con Osama bin Laden – enemigo número uno de la realeza - reciben auto, casa y perdón del Estado. El régimen saudí es una tiranía, lo suficientemente sofisticada como para emprender una campaña de relaciones públicas a costilla de la más radical de toda posible oposición. Arabia Saudita no es siquiera una democracia, mucho menos intenta ser estándar de respeto a los derechos humanos. Además, ya tienen el mundo a sus pies, en particular a EE.UU., cuya supervivencia económica depende de su petróleo. Sus esfuerzos de reintegrar a terroristas a su sociedad, sin embargo, demuestra que le preocupa proyectar ante el mundo una imagen de benevolencia y humanidad.
Hace muchísimos años, EE.UU. demostraba también idéntica predisposición a montar patrañas mediáticas para vender propaganda nacionalista. Los terroristas en aquel entonces era un contingente de 36 hombres, mujeres y niños que, bajo el liderazgo del legendario Gerónimo, desafiaron al ejército norteamericano, hasta ser capturados en 1886. El pueblo chiricagua, al cual pertenecía Gerónimo, es de la tribu Apache, indomables guerreros que, una vez capturados, fueron recluidos en campos de concentración. En contraste con los prisioneros de guerra internados en Guantánamo, la humedad primero de Florida y luego Alabama, fue tortura suficiente para los chiricagua, acostumbrados a climas secos de las praderas.
Gerónimo se convirtió en reconocida celebridad, llegando incluso a participar en el desfile de festejo de la ascensión al poder del Presidente Teodoro Roosevelt. A Gerónimo se le otorgaron varias libertades, menos regresar a su tierra natal. Si bien en aquel entonces no había medios de comunicación masivos, el gobierno norteamericano utilizó a su prisionero de guerra para proyectar internamente a su nación la imagen de benevolencia y humanidad.
El Presidente Obama sabe que el mundo está mirando. Las consecuencias políticas de procesar los autores intelectuales de patrañas legales que dieron luz verde a la tortura están siendo sopesadas. La oposición republicana ha amenazado con incendiar Washington si el oficialismo se atreve levantar cargos contra el equipo de seguridad nacional del ex – Presidente Bush. En juego está la reputación de los EE.UU., toda una humanidad que impávidamente observa cómo se aplican los supuestos derechos inalienables del ser humano en el seno de la nación que más se jacta en defenderlos.
Debido que Bolivia es reserva moral de la humanidad, nadie se molesta en observar nuestra conducta. Además de sigilo, el título confiere derecho al siguiente relativismo moral: EE.UU. tiene poder militar y económico. Por ende, si torturan a quienes asesinaron 3,000 de sus ciudadanos, cometen un crimen de lesa humanidad. En cambio, Bolivia es un país pobre, sin recursos, que ha sido sometido a la explotación económica de una élite racista. Por ende, ajusticiar sumariamente a sospechosos cuyos pasos habíamos venido siguiendo durante cuatro meses, para luego justificar una cacería de “terroristas”, aquí es perfectamente legítimo. Además, no hay equivalencia moral entre Guantánamo y la cárcel de San Pedro, porque allí las bofetadas se aplican humanamente; y la “humedad” es solo para los que tienen poder.
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