No existe objetivo más equivocado e ignorante que pretender avanzar el bien común “desprendiéndose del interés personal”. Todo lo contrario. Lo que debemos es entenderlo en su verdadera dimensión, un arte que implica comprender las bondades de la acción colectiva y peligros en abusar del esfuerzo de otros. A la vez que la cooperación es sinónimo de progreso y mutuo beneficio, una antigua norma no escrita es que nadie aporta libremente al bien común si no se establece con claridad el bienestar personal que emana de dicho aporte. Una cláusula de la norma es que, de existir incentivos perniciosos, la tendencia humana es disfrutar del esfuerzo del otro sin aportar ni una lágrima o gota de sudor. De alguna manera ese peligro hace necesaria la justicia comunitaria, reglas comunales no escritas para evitar abusos individuales. Pero cuando la comunidad es global, resulta difícil castigar a flojos y mentirosos.
Un ejemplo claro de un interés personal mal llevado es la posición de China, que disfruta de un mundo interconectado e interdependiente (que ha permitido impulsar su economía), a la vez que ignora rotundamente suplicas internacionales de actuar con miras al largo plazo del conjunto y en aras de la sustentabilidad global. Ahora que la economía mundial está en uno de sus puntos más crítico, existen grandes expectativas globales que China se incorpore completamente a la dinámica del mercado y contribuya a la recuperación mundial. Ese tema fue discutido en el G-20, celebrado en Toronto el sábado pasado.
El Banco Popular de China argumenta que el controversial superávit en su cuenta corriente ha sido reducida del 11% del PIB al 6.1%. Este desequilibrio (demasiado ahorro en China, demasiada deuda en EEUU) pone mayor presión sobre Washington para reducir su déficit fiscal; porque si se habla de trabajar en equipo, no se puede exigir sacrificios unilaterales. El desequilibrio actual se debe en gran parte al estímulo fiscal. El argumento norteamericano es que dicho paquete fue necesario y que el déficit en la cuenta corriente ha sido rectificado en el sector privado desde su punto más bajo en 2006 en un 8% del PIB; una reducción del déficit que está costando empleos en EEUU en la medida que la industria tiene menos capital para invertir. El tema de desequilibrios globales parece estar siendo superado y palidece en contraste a los peligros de proteccionismo, que sigue siendo la nube negra sobre el horizonte económico.
La devaluación del Euro es una apreciación - en términos de intercambio comercial - del yuan, lo cual resta un poco de presión a China de valorar su moneda en relación al dólar, una medida que las naciones industrializadas han estado presionando a Beijín. Para apaciguar los ánimos de sus socios comerciales, el Banco Popular de China se ha comprometido a “mantener la tasa de cambio del renmimbi (o yuan) básicamente estable a un nivel adaptativo y de equilibrio”. En términos reales, ello implica permitir que su moneda flote un máximo de 0.5% por día. Según Tao Wang de USB, ello incrementaría el valor del yuan hasta finales del 2011 a 6.2 por dólar (en vez de 6.83 actual). Ello no satisface las expectativas y puede conducir a que EEUU imponga tarifas a China, incidiendo negativamente sobre la recuperación global. En el análisis final, el déficit fiscal norteamericano no pudo ser posible sin una China con grandes superávits comerciales dispuesta a comprar bienes financieros de EEUU. Ambas naciones actuaron egoístamente. La pregunta después de Toronto es si China y EEUU lograrán trabajar en equipo, estableciendo normas que avancen el bienestar de todos. Parece que para el bien de todos, tanto China y EEUU deben comprender mejor donde yace su interés personal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario