domingo, 20 de junio de 2010

Medio Boliviano

Al igual que una moneda de cincuenta centavos, Goni es tan solo “medio boliviano”. Después de desmanes perpetrados el 2003 por quienes hoy tildarían su propia conducta de terrorismo, ese “medio boliviano” elude en EE.UU. su garantizada condena. Ante el vacío político creado por su huida (y angurria masista de coparlo por completo), se desatan con furia juicios políticos disfrazados de “defensa de la vida”. Desfilar a enemigos del Estado ante gladiadores fiscalizadores es circo inmejorable. Y aunque arrojar opositores a los hambrientos leones judiciales y consejos municipales no es broma, por lo menos nos distrae muy bien de la miseria: evidencia adicional que estamos perdiendo el juicio por completo.

El paganismo conduce a adorar al mundo material, confiriendo a objetos inanimados poderes místicos y misteriosos. Habiendo perdido el juicio, nos aferrarnos al supuesto poder conferido a un pedazo de metal; olvidándonos que el dinero es simplemente una herramienta de intercambio. Lo que debe mantener su valor es el esfuerzo humano: un trabajo bien remunerado al margen del valor relativo de una moneda. Una economía sana no vive de rituales que se aferran al pasado. Una economía productiva absorbe la inevitable inercia del alza gradual en los precios de la canasta familiar, aumentando los sueldos con los que subsiste una familia. La alternativa es subvencionar la economía con dólares que llegan gracias a petróleo exportado al imperio norteamericano: dadivas de potencias del más allá.

Con unos pocos milloncitos del narcotráfico, Caracas y cada vez más escaso gas, es posible tapar huecos y subvencionar las leales barrigas que viven bien en una economía tan pequeña como la economía boliviana. Lo que se vende como “magia” macroeconómica, es en realidad una peligrosa receta de corto plazo posible gracias a delirios belicosos en la cabeza caribeña y una bonanza pasajera. Lamentablemente, esa coyuntura geopolítica- fiscal no se siente en los bolsillos de los que rezan que no suba ni medio boliviano su tarifa de transporte.

Un aumento de apenas $ 0.07 dólares en el pasaje amenaza con desatar un espiral inflacionario, atropellando la economía de familias ilusionadas con “vivir bien”. Lo que la falta de juicio impide ver es que, lejos de mejorar nuestra calidad de vida, el Gobierno simplemente está “hipotecando bien” la economía; creando una riqueza “vudú” basada en gasto fiscal y encantaciones ideológicas. Dichos hechizos anti-capitalistas penetran bien la aturdida psique colectiva, pero apenas llenan el estómago con pan y dogma; un pan que ya nos cuesta pagar, aunque solo cuesta medio boliviano.

La demagogia permite hacer creer que jamás habrá otro “gasolinazos” y que el proceso inflacionario será detenido a base de voluntad política. Al igual que un niño aprende que el fuego quema jugando a ser bombero, la falta de juicio nos obligará a vivir en carne propia los peligros de un Estado intervencionista, que cree poder manipular la economía expropiando y decretando leyes. Mantener artificialmente una economía a base de subsidios es una receta para el descalabro ampliamente comprobada. Y mientras que mofarnos del medio boliviano que elude un proceso legal en Washington es un poco gracioso, no es tan chistoso ver como el medio boliviano de metal entra un gradual proceso de devaluación. El boliviano pierde su valor porque la productividad económica sigue estancada, mientras el pueblo acepta resignado sueldos miserables y recetas fracasadas de los que se creen únicos bolivianos de verdad.

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