miércoles, 30 de diciembre de 2009

Línea Imaginot

Ante la amenaza que se repita la agresión de hordas germanas de la Primera Guerra Mundial, los galos decidieron erigir una de las defensas más famosas de la historia militar: la Línea Maginot. Esta línea de concreto, flanqueada por los Ardennes, es la más majestuosa de todas las barricadas. Su efectividad a la hora de detener al enemigo, sin embargo, caducó el día que la Luftwaffe creció sofisticadas alas de metal. La moderna tecnología de guerra del ejército alemán – y el Blitzkrieg a través de Bélgica - convirtió en obsoleto este coloso de la arquitectura. Los nazis circundaron la línea, a la vez que penetraron el territorio francés desde las alturas; vulnerando y humillando al que fue el poderoso ejército de Napoleón.

Perú es el mayor “enemigo” ideológico con el que – por el momento -compartimos frontera. En el departamento peruano de Cuzco, una zona montañosa de clima parecido a Yungas, yace el majestuoso Machu Pichu. Cuzco colinda con Madre de Dios, donde también se planta mucha coca, de la buena. Madre de Dios colinda con Pando. A diferencia del sus colegas del Chapare y Yungas, los productores de cocaína en esta zona selvática del Perú cuentan con autopistas asfaltadas que conectan su cato con el sindicato de narcotraficantes actualmente radicando en Pando. El destino final de la merca peruana no es Cobija, es Brasil.

Cualquiera supondría que semejante competencia desleal de nuestros vecinos conduciría al Comandante en Jefe a replicar la sutil beligerancia de su homónimo de Venezuela, enviando tropas a resguardar la integridad territorial de nuestra patria. Las fuerzas militares bolivianas, sin embargo, brillan por su ausencia. La carretera que va de Filadelfia a Puerto Maldonado pasa a un lado del rio Muyumano, una frontera porosa con Perú. En esa ruta apenas se ve una vagoneta Toyota de la FELC haciendo rondas. En Puerto Evo el reten aduanero es una pequeña oficina entre medio de tiendas. En Bolpebra, punto de encuentro con Perú y Brasil, el acceso del regimiento a provisiones y refuerzos es restringido a un puente aéreo, porque los precarios puentes de madera caen con las primeras lluvias de verano.

Obtener el 63% del voto exonera al gobierno de brindar explicación alguna. Como ciudadano aun libre y soberano, ello no me priva del derecho de preguntar. ¿Cuál es nuestra estrategia militar? Vamos a invertir 100 millones. Es importante adquirir la capacidad de defender a Bolivia. Ello no quiere decir que no podamos preguntar: ¿cuál es el plan? La historia de Francia demuestra que el objetivo de la inversión puede estar equivocado. Un debate libre entre ciudadanos, a la vez de una deliberación a puertas cerradas entre representantes, puede evitar gastar pólvora en gallinazo.

La confianza depositada en el actual gobierno por un pueblo que aplaude ciegamente cualquier y toda decisión ejecutiva es de asombrarse. Nada demuestra tal devoción mejor que la doble moral que se apodera de nuestro entorno “pacifista”. Los más estridentes adeptos hubiese lanzado un grito al cielo (y piedras a mansalva) si fuese otro gobierno quien decide invertir 100 millones de dólares en importar armas, en vez de crear empleos. Es verdad que cuando la patria se encuentra asediada por el enemigo, tal concentración del poder – nos enseña la historia y George W. Bush – es un mal necesario. Curiosamente, al igual que en EE.UU., el enemigo llegó a Bolivia en vuelos comerciales. En vez de saudís suicidas, aquí aterrizaron europeos.

El argumento aquí es sencillo: democracia que no se ejerce se marchita. Es menester del ciudadano de a pie, por ende, preguntarse cuál es la estrategia militar; cuál es el enemigo; y cómo se piensa derrotarlo. Si el enemigo es EE.UU., tal vez deberíamos incrementar el monto. Si el enemigo es interno, la lógica dominante dicta invertir en complementar la estrategia de hostigamiento político, con armas de represión. Tal vez el plan sea subsanar la actual huerfanidad militar de nuestras fronteras. Ello aún no lo sabemos; posiblemente porque es secreto militar.

Social y económicamente hablando, 100 millones de dólares permiten construir la infraestructura que brinda salud y educación, ayudando a su vez a generar empleos. Pero militarmente hablando, ese monto permite construir una línea de defensa únicamente si es una defensa ideológica. Afortunadamente para nuestros gobernantes, el actual proyecto abstracto de “defensa nacional” no será discutido y será aceptado sin cuestionamientos, gracias a que el poder ha triunfado rotundamente en despertar en nuestro pueblo las ganas de destruir un enemigo igualmente abstracto; un ímpetu alimentado por una gran imaginación.

martes, 22 de diciembre de 2009

Nobleza Obliga

En épocas feudales el poder absoluto era otorgado a unos cuantos nobles caballeros por obra y gracia de la suprema racionalidad de Dios. Los privilegios conferidos por la voluntad del Creador se traducían en vastos castillos y gran responsabilidad social. “Mucho se espera de quien mucho recibe” es un proverbio que captura la esencia de noblesse oblige, un mandato implícito que conducía a condes y aristócratas a actuar, en lo posible, pensando primero en el bien común. Es decir, aunque los hidalgos patronos eran dueños del destino de sus humildes vasallos, el deber cívico no les era un espíritu ajeno, por lo que en su accionar eran guiados por una ética que ahora encuentra simétrica correspondencia en el moderno dictador tropical.

El noble deseo de obrar con las mejores intenciones no impedía que la monarquía sienta gran desprecio por las brutas costumbres de plebeyos. No es casualidad que - en la construcción de una nueva utopía por parte de la clase política actualmente en el poder - se reproduzca el mismo desdén que solían sentir príncipes por los bajos instintos de un pueblo grosero. La mundana obsesión de los siervos de consumir los manjares conferidos a la elite política por el más grande soberano, producía repugnancia en sus finos corazones. Ese mismo desprecio ahora se manifiesta en los neo-socialistas, que miran con idéntico sentido de misión divina y superioridad al vulgar apetito consumista del ciudadano común, desde las alturas de la torre de marfil que les otorga el poder del Estado.

Según la racionalidad del fascismo ecológico, el planeta ha engordado inútilmente con una dieta de automóviles, electrodomésticos y utensilios de la vanidad. Impregnados con el aroma de marcas de prestigio internacional, los logos han creado una inútil e insaciable hambre por bienes de consumo que ha elevado a niveles intolerables el “colesterol” capitalista. Ante la crisis ecológica desatada por el éxito del intercambio comercial, la sociedad debe ahora someterse a una estricta dieta de escasez y homogeneidad. Según los misioneros del eco-fascismo, los niveles de bienes que consume el ser humano deben ser ahora reducidos a su más mínima expresión.

Para vivir bien se debe eliminar – a la fuerza de ser necesario – la vanidad y apetito de diferenciarnos los unos de los otros. Para sobrevivir como planeta, debemos renunciar a las superficialidades que tan solo alimentan al monstro industrial. ¿Puede esperar a conversar mirándole a los ojos a su ser querido? ¡Entonces renuncie a su bendito celular! Necesitamos urgentemente una dieta estricta, que nos obligue desertar a la deshumanizante tecnología que nos somete a un aislamiento dentro del compartimiento del automóvil; que nos embrutece frente a una caja de imágenes y sonidos; y que reduce nuestra voz a impulsos electromagnéticos. Afortunadamente esa dieta existe y se llama estatismo social – o socialismo totalitario.

Una mente binaria que reduce el mundo a amigo/enemigo es natural, lo mismo que son naturales los bajos instintos. En África nuestro lejanos antepasados desarrollaron un apetito insaciable por azucares y grasas. El hecho que el instinto sea “natural” no lo hace socialmente deseable. Lo mismo puede decirse de un desenfrenado y desinhibido ímpetu sexual, o la agresividad que ha caracterizado al ser humano en las cientos de miles de guerra a lo largo de la historia. Aquí no se pretende defender el consumismo, ni los instintos que lo acompañan. El objetivo de crear mayor consciencia y comprensión de nuestra interdependencia con la madre naturaleza es compartido. La diferencia es simplemente de estrategia.

Mientras los apóstoles de la destrucción pretenden encadenar al ser humano, para así salvar al planeta de sus insaciables apetitos, existe otra corriente ideología que prefiere integrar al ser humano, para así crear el espíritu de cooperación y solidaridad – entre unos y otros, y hacia la naturaleza – que permite una cosmovisión superior. El paradigma de la modernidad esta desahuciado; el ímpetu de su racionalismo materialista muere desgastado de tanto ser forzado a interpretar toda realidad. La vida está compuesta de fuerzas antagónicas que – en su danza dialéctica de simultánea atracción y conflicto – crean la fuerza vital que necesita la vida. Abrazar tan solo un de las fuerzas es una manera segura de invitar a la mortal entropía que – con gran sabiduría – se evita precisamente mediante la libre y equilibrada interacción entre polos opuestos y complementarios a la vez.

Un nuevo paradigma nace en las cenizas de la modernidad; una visión holística que barrerá al capitalismo salvaje y al socialismo totalitario al basurero de la historia. Ambos extremos ideológicos son reminiscencias de la ignorancia del pasado, que deben ahora ceder ante una nueva síntesis entre la fe y la razón; la ciencia y espiritualidad humana; la intrusa mano del Estado y el libre esfuerzo individual. La tecnología de modernos reactores nucleares por los que lucha el pueblo de Irán y las baterías de litio, forman parte de la solución al problema de contaminación. Las tecnologías a base de hidrógeno y energía solar – entre otras – han de pronto revertir el proceso de calentamiento global. La sobrepoblación, huracanes y sequías son flagelos que no se han de superar de inmediato. Estamos en crisis y necesitamos despertar de nuestro narcisista letargo consumista. Pero suponer que la consciencia humana ha de seguir evolucionando simplemente porque unos cuantos virtuosos - capaces de noblemente disfrutar de su gran poder vistiendo el mismo atuendo - coloquen sumariamente un bozal a nuestros bajos instintos, es menospreciar una de las fuerzas más grandes de la naturaleza: el impulso de ser libre.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Eco-Fascismo

El suicidio obstaculiza la entrada al cielo y la eutanasia es ilegal. ¿Libertad de quitarse la vida? ¡Negada! Sobrevivir es el instinto supremo de la naturaleza y primer mandato de Dios. En contrasentido de la vida, la “cultura de la muerte” del capitalismo nos llena de bienes de consumo que – lejos de crear felicidad – nos conducen al abismo de la hecatombe climática. En nombre de la mismísima existencia, el socialismo del siglo XXI debe ahora transferir libertades individuales a un dictador benevolente: un Führer “verde” que sea testaferro de una superior racionalidad.

Hay demasiados dueños de autos, ¡maldita sea! El éxito económico subvenciona el fanatismo político y religioso de los regímenes más autoritarios del planeta - que no tienen ningún conflicto ético en vender su negro veneno. Otra consecuencia de una creciente capacidad de consumo de miles de millones de familias es la crisis ecológica actual. El argumento anterior es de Rudolf Bahro, pionero de una ideología llamada eco-fascismo.

En EE.UU. la esclavitud era legal y en la Alemania nazi se promulgaron leyes que expropiaron la propiedad de judíos, para luego justificar su exterminio. Se supone que la ley es expresión de nuestra sensatez. Pero cuando se impone la ley del más fuerte, los principios básicos de decencia humana se arrodillan ante lo que el poderoso considera “racional”. La “cultura de la vida” del nuevo poder ahora dictamina que debe colocarse un bozal sobre el instintivo ímpetu humano de consumir. La racionalidad del modelo neo-socialista – que hereda las deficiencias económicas de su antecesor – es crear leyes que - en nombre de la supervivencia - impongan su propia supervivencia política; incluso si ello requiere revertir el Estado a su forma más absolutista y draconiana.

Rudolf Bahro fue disidente en Alemania Oriental, por lo que fue enviado a un Gulag. Herbert Marcuse intercedió en su favor, por lo que Bahro fue liberado. Exiliado en Alemania Federal, su desprecio de la sociedad industrial y consumismo asumió su máxima expresión en su teoría del “exterminismo”. Bahro murió relativamente joven de leucemia, un cáncer supuestamente inducido por la radiación aplicada por la Stasi en cárceles de la Alemania comunista a disidentes políticos, para mejor rastrear sus pasos. El fanático ímpetu de Bahro de destruir al monstro industrial que escupe bienes de consumo y columnas de humo - antes que el Frankenstein de metal destruya al planeta - sobrevive. El espíritu de Bahro ha sido reencarnado por la cruzada bolivariana en contra del egoísmo y la ambición.

Existen muchos delicados equilibrios. La transición a motores eléctricos alimentados por litio boliviano permitirá crear el crecimiento que requiere el planeta para no implosionar en la letal hambre, violencia y conflicto social. Pero en lugar de crear soluciones, los apóstoles del apocalipsis disparan su ignorante oxigeno a la destrucción de un modelo que – con todo y grandes deficiencias –demuestra ser eficiente a la hora de crear, entre otras una libertad inusitada. Si bien el irresponsable fanatismo de Bahro sigue reproduciéndose, ese “éxito” reproductivo no demuestra que el suyo sea camino a la “supervivencia”. Sus verborreas arrancan aplausos en los más desafectados por la modernidad, pero su deficiente racionalidad tan solo puede crear mayor miseria, haciendo aun más pesadas las cadenas. Lo que se necesitan son soluciones avanzadas. Lo único que ofrecen los herederos de Bahro es una letanía de culpables; un cáncer irracional que – lejos de salvar la humanidad – destruiría vida y libertad.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Relativismo Post-Electoral

Si algún superávit tiene esa hermosa isla caribeña, es una pluralidad de percepciones sobre lo que es su realidad. No obstante, está lejos de ser “relativo” que gran parte de una visión opositora vive en Miami. Tener huestes simpatizantes en el extranjero, sin embargo, es una prerrogativa de la cual gozaron todos los partidos políticos bolivianos en las anteriores elecciones. En comarca andina la voluntad popular aun pertenece, incluso en el extranjero, al ciudadano; no a un solo partido. Es por ello que muchos bolivianos pudieron depositar su voto en Miami, Madrid y Buenos Aires.

Propongo, en el espíritu pluralista post-electoral, considerar legítima absolutamente toda percepción de la realidad cubana. Todos somos libres de elegir la versión de la verdad de Cuba que conozcamos personalmente, o que hayamos mejor imaginado. Ahora imaginémonos estar bajo hermosas palmeras escoltadas por el brazo amigo de una leve brisa marina viviendo allí todos los días.

La versión oficial de lo que es su propia realidad pertenece a quienes gobiernan esa isla; la percepción que internacionalmente más vale. Una razón es que los europeos comprenden que en una isla bloqueada y asediada por un imperio, un libre intercambio de opiniones compromete su integridad. Además, la percepción de quienes emigraron y adoptaron otra nacionalidad vale menos, porque ha sido oficialmente reducida a “opinión de gusanos”. El valor relativo de las diferentes percepciones sobre la vida en Cuba, sin embargo, no es aquí relevante. Para el ejercicio a continuación, todas las percepciones reflejan una parte de lo que es “Cuba”, por lo que somos libres de elegir cualquier versión.

Sin el demencial embargo comercial Cuba tal vez estaría a punto de convertirse en utopía. Con o sin embargo, nada humano es perfecto. Todo lo construido por mortales, con o sin bloqueos, debe superar errores del pasado. Cuba avanza y se tropieza a la vez. Intentemos, por ende, ser objetivos. Si su percepción del fruto de la revolución en Cuba es negativa, detenga su prejuicio y reflexione: ¿No es digna de admiración la quijotesca vocación de Fidel de luchar contra molinos del imperio? Por el contrario, si usted valora únicamente el idealismo con el cual se pretende forjar una realidad, ¿acaso no observa siquiera uno que otro error? Una deficiencia irrefutable - que no tiene nada de “relativa” - es la restricción totalitaria en Cuba de viajar libremente al exterior.

¿Logra imaginar su vida día tras día viviendo la misma experiencia comunista que vive el pueblo cubano? Los románticos rechazarán este tipo de ejercicio intelectual; mientras que la elite intelectual explicará indignada que las dos experiencias no son comparables. Es cierto. Para empezar los bolivianos tenemos demasiadas rutas como para que aquí funcionen bloqueos del extranjero; haciendo también imposible que nuestra salida a Perú, Chile, Argentina o Brasil sea prohibida por un partido gobernante, por dominante que sea. No somos una isla, ni Bolivia es Cuba. Entiendo. Esa no es la pregunta.

Si en algún aun lejano día, bajo un Presidente muy diferente al actual, el proyecto del poder político bolivariano llegase a transformarse en convertir Bolivia en Cuba, ¿cambiaría ello el espectro político y definición de “izquierda” e “izquierdista”? Bajo un cielo todavía democrático cualquier oposición a la hegemonía le gana a todo aquel que cuestiona al régimen actual el título de “derechista”. ¿De qué lado del espectro político quedaría usted si el actual proyecto político se transforma en imponer el modelo de Fidel? Esa es la pregunta.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Es la Producción del Individuo, Brutos

Una de las reglas doradas de la gestión pública y privada es que “se logran mejor aquellos objetivos que se pueden medir”. Sin una cuantificación del eficaz avance de nuestros esfuerzos colectivos, caminamos sin saber si hay progreso, o si damos vueltas sobre un mismo lugar, cual perro a punto de acostarse. Medir el bienestar social, sin embargo, requiere incluir variables que actualmente no son incluidas en el PIB, una estadística que reduce la economía al valor monetario total de la producción corriente de bienes y servicios. Esta reducción ignora aspectos humanos y ecológicos; como el valor intrínseco de una familia donde hijos y padres comparten en la mesa un guiso producido en casa, o el costo social de la depredación del medio ambiente.

Ante la deficiente medición del progreso y bienestar social, la nueva ortodoxia bolivariana apunta su retórica populista a las herramientas utilizadas para medir el PIB, en una campaña mediática que pretende crear otro mito: que cualquier medición monetaria de la economía es herramienta de opresión. El comandante Hugo Chávez en este caso tiene algo de razón. Pero dos males no hacen un bien. Si bien el PIB no mide la salud, felicidad y vitalidad moral del ser humano, ello no confiere mágicamente a Venezuela el estatus de utopía. Bajo cualquier medición o unicornio imaginable, el progreso bolivariano deja mucho que desear.

También deja mucho que desear la sociedad capitalista. El asesinado Robert F. Kennedy fue el primero en acusar de insuficiente la medición del PIB, lamentando que “en corto mide todo, excepto aquello que hace valiosa a la vida”. Kennedy fue intuitivo al establecer la necesidad de ir más allá de la eliminación de la pobreza material, para enfrentar también “la pobreza de satisfacción – propósito y dignidad – que nos aflige a todos”. Al igual que Simon Kuznets, creador de la contabilidad nacional que dio lugar al PIB, y Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía y “amigo” de Chávez, Kennedy advirtió hace casi medio siglo que el PIB no mide bienestar social. El PIB mide como crecimiento económico la contaminación ambiental, producción de armas nucleares, venta de alcohol y cigarrillos, y dineros invertidos en drogas y pornografía. Lo que no mide, en palabras del Kennedy, es “la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o el gozo de su juego”.

Los niños venezolanos juegan dichosos. Si se rompen una pierna, tienen gratuita curación. Los países capitalistas en su mayoría también tienen salud universal. El Presidente Obama ahora lucha por extender ese bienestar a su pueblo. Reducir el bienestar de la juventud a una atención gratuita de sus tropiezos en la vida, ignorando su integridad personal y libertad de pensamiento, es otra falacia igual de perversa que la medición del PIB. Sacrificar - cuales hormigas - su voluntad en aras de perpetuar los benevolentes y totalitarios dictados del llanero organismo colectivo, temo tampoco es medida de suprema felicidad o bienestar. Cuantificar mediante el PIB la dignidad humana en países con ingresos per cápita por encima de los 10 mil dólares – cuyas sociedades están en crisis social –es una mentira. Pero pensar que en países pobres el bienestar puede reducirse a servicios públicos otorgados gratuitamente por el Estado, mientras el pueblo vive desempleado en pobreza, es otro insulto a la inteligencia.

martes, 1 de diciembre de 2009

Zona Tranca

El Estado absolvió a Cobija de los tentáculos fiscales del gobierno central confiriéndole estatus de “zona franca”. Queda así sobrentendido el permiso para contrabandear. Bienes exonerados de impuestos pasan en fila de hormiga por la esquina caliente de Bolivia, para conquistar al conquistador del Acre con precios inmejorables. Un libre tránsito de mercancías conduce a súbditos de Lula a subvencionar la economía local, a la vez que efectivos militares erigen una efectiva tranca al contrabando de hidrocarburos en la frontera con Brasil.

Dos fuerzas antagónicas conviven en esta amazonia boliviana: el libre comercio y el férreo control. En Cobija se requiere del beneplácito del Estado cada vez que uno carga combustible. Cual ciudad sitiada por una muralla de papeles, el uso de cada litro de gasolina debe ser autorizado mediante “hojas de ruta”, mientras un enjambre de trancas conforma una frontera burocrática interna para vigilar un solo bien: la gasolina subvencionada boliviana. Sin estos controles, el combustible sería vendido al otro lado de la frontera al doble de su valor. Persiste sin embargo el mercado negro, marcada su existencia por botellas de gasolina colocadas sobre la acera.

La dualidad pandina entre libre movimiento y trancas de control refleja la paradójica realidad boliviana. El gobierno establece la necesidad de un alto grado de control de todo recurso - incluyendo el recurso humano – a la vez que proclama una nueva era de libertad. Mientras, el potencial de conflicto hierve bajo la tensa calma, por lo que la receta para nuestra lenta industrialización parece ser un gobierno altamente dominante. Bajo cualquier otro gobierno, sería muy delicado que Bolivia contraiga acuerdos de mutuo beneficio con capitales extranjeros. Es precisamente ante el peligro de despertar la sensibilidad política del pueblo que los detalles legales de la futura relación contractual con REPSOL están siendo conjurados en rituales secretos, para evitar romper el hechizo populista del repudio a la inversión privada. El libre movimiento de capitales pertenecientes a hijos del odiado imperio español debe, por ende, convivir con la heroica proclamación de esta vez tener socios, nunca más patrones.

El permiso a REPSOL de extraer ganancias queda sobreentendido. Entiende el gigante español que la voluntad del gobierno de redactar nuevas leyes que permitan seguridad jurídica y mejores retornos a su inversión no puede hacerse pública en época electoral. Al pueblo de Cobija le queda también claro que el contrabando por Pando compensa el tiempo perdido en trámites y papeleos. En la paradoja boliviana, REPSOL viene a explotar los hidrocarburos, pero debe hacer relucir una vocación altruista; mientras Cobija pretende ser el gran bastión del consumismo boliviano. Todos deben jugar bajo el subterfugio de las cambiantes reglas dominantes, con tal de obtener un beneficio comercial.

La subvención y control del combustible es un “mal necesario”. Proclamar posible mantener inamovible eternamente el precio de la gasolina, a base de pura voluntad, es demagogia electoral. Tarde o temprano el desarrollo nacional no podrá seguir siendo subvencionada artificialmente por el Estado. Evidencia de ello es la apertura a capitales extranjeros. Pero como hemos ingresado a la Zona Desconocida, tapados bajo cobijas de una coyuntura económica favorable, el dominio político se profundiza mediante la importación de comerciantes de valles y altiplano andino; un tráfico legal de humanos que promete duplicar en Pando el valor del MAS.